A los 106 años, murió en Nueva York la artista cubana Carmen Herrera
Su obra recién se hizo conocida en 2004; pionera de la abstracción geométrica, trabajó de modo perseverante a lo largo de décadas hasta ser “descubierta” por la crítica, el público y los coleccionistas
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La pintora y escultora cubana Carmen Herrera, que vendió su primera obra en 2004 luego de años de dedicarse al arte, murió este sábado en Nueva York, donde residía desde 1939. En 1938 se casó en La Habana con el estadounidense Jesse Lowenthal, un profesor de inglés con el que vivió 45 años. El artista portorriqueño Tony Bechara, amigo y representante legal de la artista, confirmó su muerte. Herrera había nacido en La Habana el 31 de mayo de 1915 (su padre fundó el diario El Mundo y su madre era escritora y feminista) y a su arribo a la Gran Manzana estudió en la Liga de Estudiantes de Arte. Se definía como una artista del movimiento de pintura abstracta hard-edge. “Me gustan las líneas rectas, los ángulos, el orden -declaró en 1994-. En el caos en que vivimos, me gusta poner un poco de orden”. Creadora de una obra espiritual y despojada, se la considera una pionera de la abstracción geométrica.
Con su marido se instaló en París unos años después de la Segunda Guerra Mundial. Ese viaje cambió de manera radical su manera de ver y hacer arte. Allí conoció el trabajo de artistas abstractos como Josef Albers, Jean Arp y Sonia Delaunay, el suprematismo ruso y el movimiento Bauhaus, y expuso pinturas en el Salón de las Nuevas Realidades. De regreso en Nueva York, sus obras, vinculadas con la abstracción geométrica, tardaron tiempo en ser apreciadas, aunque Herrera las expuso en pequeñas galerías, teatros y plazas. Años más tarde, su trabajo se exhibió en 1984 en el Museo Alternativo en el East Village y en 1998 en El Museo del Barrio en Harlem. Obtuvo críticas favorables, pero los compradores no aparecían y sus pinturas se acumulaban en el sótano de su hogar en Manhattan. Herrera contó que el hecho de ser mujer le jugó en contra a la hora de difundir su obra.
En 2004, cuando Herrera tenía 89 años, Bechara recomendó su trabajo a Frederico Sève, el coleccionista brasileño propietario de la galería Latin Collector y promotor de artistas latinoamericanos, que organizaba una muestra con obras de tres artistas mujeres y latinas: la colombiana Fanny Sanín, la brasileña Mira Schendel y Herrera. “La artista principal, que también es la menos conocida, es Carmen Herrera, quien nació en Cuba en 1915 y ha vivido en la ciudad de Nueva York desde 1954 -escribió en The New York Times el crítico Holland Cotter-. Su estilo declarativo, ingenioso y de vanguardia tiene puntos de contacto con Mondrian, Ellsworth Kelly y el op art, pero está más conectado con el trabajo neoconcreto de vanguardia de artistas como Lygia Clark y Hélio Oiticica que florecieron en Brasil después de la Segunda Guerra Mundial”.
A partir de entonces, la obra de Herrera despertó el interés de destacadas coleccionistas, como la cubana Ella Fontanals-Cisneros, la estadounidense de padres sudamericanos Estrellita Brodsky y la mecenas estadounidense Agnes Gund, que donó una de las pinturas en blanco y negro de Herrera al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). De ahí en más, la carrera de la artista fue cuesta arriba: elogios en la prensa especializada y general, exposiciones individuales en Nueva York y Londres, una retrospectiva itinerante por Europa, adquisiciones para las colecciones del MoMA, el Museo Hirshhorn de Washington, la Tate Modern de Londres y el Walker Art Center de Minneapolis. El valor de sus pinturas se multiplicó. La colección del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) posee una obra de Herrera de 1965, West.
En 2009, en una entrevista con Time explicó por qué había perseverado en el arte por décadas. “Lo hago porque tengo que hacerlo; es una compulsión que también me da placer -respondió-. Nunca en mi vida tuve idea del dinero, y pensé que la fama era algo muy vulgar. Así que trabajé y esperé. Y al final de mi vida, recibo mucho reconocimiento, para mi asombro y mi placer, en realidad”. Agregó que el dinero era útil para el final de la vida, cuando se necesita “mucha ayuda”. Si bien apoyó la Revolución cubana en 1959, luego la calificó de “dictadura terrible”. “Nuestro sueño fue traicionado”, dijo.
Al cumplir cien años, en 2015, se lanzaron libros con su obra (como Carmen Herrera: Lines of Sight) y la cineasta y periodista Alison Klayman presentó el documental de media hora The 100 Years Show, que se puede ver en YouTube, donde la artista cuenta su vida y brinda claves de su método artístico (”Si vas a lo básico, no puedes fallar jamás”, “Tengo un trabajo que me parece que está terminado, le quito algo y queda mejor”), mientras bebe whisky con hielo. “Hay un dicho que dice: si esperas el autobús, el autobús vendrá -dice la artista en inglés con acento cubano-. Yo digo que es así. Esperé casi un siglo para que el autobús viniera”. El recorrido de la obra de Herrera inicia una nueva etapa.
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