A bordo de un tren de la alegría, Rosario le puso foco queer a la Quincena del Arte
Rosario se volvió queer gracias al festival de arte que toma sus calles cada año. El viernes, con una Noche de los Museos multitudinaria y alegre, terminó la Segunda Quincena del Arte que tuvo ese eje y dejó varias postales: pegatinas de afiches con la obra de Alejandro Kuropatwa, performances, encuestas, un "bingo drag" y un interesante conjunto de exposiciones en museos y galerías, entre otras cosas.
La última noche transcurrió a bordo de un tren de la alegría: el del artista Leo Almada, uno de los seis proyectos seleccionados, que llegó desde la provincia de Corrientes para guiar un tour por obras de otros artistas. Se trata de una performance participativa a bordo tranvía en el que, a pura risa, viajaban de museo en museo artistas, académicos, gestores y público de todas las edades. "Es una obra donde lo primordial es el encuentro. Eso genera un documento de registro en foto y video", explicó.
La calle era un homiguero de gente a pie y en bicicletas de uso gratuito, que vivaban al tranvía a su festivo paso.
Rosario, que lleva dos años con la Ley de Cupo Laboral Trans vigente, organizó la Quincena junto con la Subsecretaría de Diversidad Sexual de la provincia; por eso los guías eran parte del colectivo trans. Hubo una proyección en la Sala de las Banderas del Monumento del video América Queer, con testimonios de diversos países. Y en el subsuelo del Museo del Diario la Capital, entre viejas rotativas, una fiesta drag.
El arte, a la calle
Curada por Roberto Echen desde que empezó, hace 15 años, siempre tiene por objetivo sacar el arte a la calle y ser punto de encuentro para artistas, gestores culturales, productores, pensadores, galeristas y vecinos. Hace dos ediciones pasó de Semana a Quincena del Arte, y vive una tendencia a la desmaterialización: de las grandes instalaciones urbanas cada vez más cambia por la performances y las experiencias. Esta vez tomó lo queer, no solo como disidencias sexuales o de género, sino también como problemática presente en las discusiones culturales: lo raro, lo que sucede en los márgenes. "Esta edición pasó por acciones más que objetos. Nosotros queremos que la quincena se disemine, que cada quien se la apropie y la lleve a donde quiera llevarla", dice Echen.
Un jurado de convocatoria nacional eligió la pegatina de afiches callejeros con obra de Kuropatwa, obra de Mesa positiva, colectivo local que trabaja problemáticas de VIH. Otro colectivo, Fuga, proyectó la primera película porno realizada en Rosario en 1907 con intervenciones cromáticas. Desde Córdoba llegó El Pelele para realizar la performance No querer perdonar con un muñeco de tres cabezas: una danza indecisa.
"Hay mucho arte que tiene que ver con la perspectiva queer que no se revisa –dice Nancy Rojas, al cuidado de esta edición–. Como curadores sentimos que lo queer está más anclado en lo que pasa en la calle, en sus luchas, incluso desde el feminismo, y en la academia, donde el pensamiento está muy desarrollado y tiene distinta vertientes. Sentimos que en el arte faltaba un espacio para inscribir estas potencias. Buscamos esos focos, los revisamos y reivindicamos, y tratamos de ver qué pasa con esos conceptos al activarlos desde la práctica. Lo queer tiene que ver con la transformación del arte, los desbordes, lo barroco. Lo pusimos en contexto y lo inscribimos en el campo del arte".
Como todos los años, hubo una subasta pero esta vez no fue de piezas de galerías sino de unos pocos artistas invitados: Adriana Bustos, Jazmín Giordano, Fernanda Laguna, Daniel Joglar, Vico Bueno, Alfredo Dufour, Mauricio Poblet y Román Vitali. Se remataron en el Museo Castagnino y la obra que alcanzó el máximo valor fue la de Bustos: $ 100.000. Partieron de una base muy baja, de $ 5300, con el deseo de formar nuevos compradores. "Nos dimos cuenta de que el objetivo de visibilizar galerías ya estaba cumplido. Ya no les servimos porque se ha generado un circuito propio. Ahora falta mejorar las pujas", dice Echen.
La quincena tuvo también su Noche de las Galerías con trece espacios participantes. Dos imperdibles: la muestra de Andrea Ostera en Diego Obligado, que une poesía, fotografía, geometría e inteligencia artificial, y el desembarco de la galería Henrique Faría en el estudio del artista Mauro Guzmán, con piezas de Marta Minujín, Delia Cancela, Hernán Marina y Susana Rodríguez, entre otros.
Continúa en el Castagnino la muestra "Prosa política", obra de León Ferrari con curaduría de Georgina Ricci: palabras del artista, artículos de prensa y documentos históricos. En los siete pisos de Macro se despliegan los finalistas del 73° Salón Nacional de Rosario, y muchos visitantes aprovecharon para elegir su obra favorita, ya que se puede votar hasta el 10 de noviembre. Otro hito es "Los cuadros robados", de Román Vitali, en el Museo Estévez, una recreación con las cuentas de plástico que lo caracterizan de las cinco obras robadas al museo: un Greco, un Goya, un Ribera, un Sánchez Cohelo y un Murillo. Rosario es una usina poderosa de artistas y el recorrido nunca acaba. Siempre, cerca del arte.
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