A. Baricco: "Espero cumplir el sueño de abrir una escuela en Buenos Aires"
Apasionado por Soriano, habló de sus conexiones con Argentina en el Día de Italia
Tiene fama de gran narrador. Sus libros lo confirman. Eso que se dice de él, le llega por su condición de juglar: un contador de historias capaz de conciliar la cultura alta con la popular. El primer libro lo cerró a los 30 años, pero antes escribió manuales de electrodomésticos y discursos políticos, trabajó como periodista y publicista. Estudió filosofía y se imaginaba más en el ensayo que en la ficción. Es un cosechador de premios y fidelidades lectoras. Su libro menos biográfico es Sin sangre (2012). Su creación más compleja, City (1999). Se hizo reconocido en diferentes idiomas con Seda (1996), llevada al cine por François Girard. Aunque es un autor italiano -con esa tradición sobre sí-, los americanos tuvieron gran influencia en él, por ser menos literarios que la elegancia del bello scrivire. Alessandro Baricco cree en la técnica de escritura. Desde esa convicción fundó Scuola Holden, un centro dedicado a eso, a la técnica, que funciona en un bellísimo edifico en Turín, la ciudad donde nació en 1958. A diferencia de Salinger -autor que ama-, no cree que dejaría de escribir.
En el marco de la Feria del Libro, llegó a la Argentina para hablar de su última novela, La esposa joven (Anagrama): una trama de contrastes donde los personajes parecen etéreos y se mueven en una casa muy Buñuel. El narrador de la historia, a propósito de los personajes, escribe sobre la lectura, la escritura. El viernes, fue distinguido con el título de doctor Honoris Causa por la Unsam. Ayer, en el Día de Italia en la FIL, lo entrevistó Alberto Manguel, director de la Biblioteca Nacional.
-La esposa joven (el personaje)se hizo lectora en la Argentina, ¿es una referencia buscada?
-El hecho de que vaya a la Argentina es bastante casual. Es verdad que hay una relación enorme entre Italia y Argentina, pero en este caso, el hecho de que ella sea emigrante está relacionado con la historia.
-¿Qué autores de aquí admira?
-Los más grandes, Borges, Cortázar, Sábato. Pero tengo una enorme pasión por Osvaldo Soriano. Por lo menos un libro suyo es perfecto: Una sombra ya pronto serás. Es un gran narrador y a menudo la academia no ama a los narradores. Están los que saben narrar, los que saben escribir y poquísimos que saben escribir y narrar. En general, la academia y los críticos prefieren a los que saben escribir, aunque no sepan narrar. En cambio a mí, me encantan los narradores puros. Y él era uno fabuloso. Yo leo con más ganas a Soriano que a Cortázar. Me gusta su simplicidad. La simpleza es una forma de fuerza.
-En su novela hay un narrador que reflexiona sobre la lectura y la escritura, ¿es un yo escritor?
-Digamos que el escritor entra en determinado momento en el libro, pero su historia no me interesa. Es bastante casual. Me gustaba la idea de que este escritor molestara. Me imaginaba al lector tranquilo en su sillón con este libro, cómodo, y de repente hay alguien que abre la puerta y entra. Después de un rato se va, cierra la puerta, y ese ritmo me gusta. Además, escribe en una lengua más contemporánea, cambia el timbre, el color de la escritura.
-Dice que lo influyeron, pero ¿qué le dieron los autores estadounidenses a su obra?
-Muchísimo. Salinger, la ligereza. Hemingway, la velocidad. Cormac McCarthy, el sentido de lo épico. Steinbeck, la simpleza. Faulkner la complejidad.
-Estuvo conversando con Manguel sobre una pasión común: La Ilíada, de Homero.
-Nos conocimos hace bastante, en un festival. Es un hombre muy inteligente, erudito, amable. Es muy lindo hablar con él de literatura. De Homero era la primera vez que hablábamos. Leí La Ilíada porque me la acercó un amigo mayor, una traducción en prosa. Eso fue decisivo. Ahí comprendí la belleza de La Ilíada. A partir de ahí tuve años de relación con ese libro. Después se me ocurrió hacer este espectáculo que terminó siendo un libro mío. Y vuelvo a él una y otra vez. El jueves pasado en la Biblioteca Nacional, con cuatro actrices leyendo mi versión, seguía descubriendo cosas mientras avanzaba el texto. Siempre encuentro algo nuevo ahí.
-Remarca siempre la importancia de la técnica en la escritura; en relación a Holden, su escuela, ¿qué lugar ocupa esa técnica?
-Escribir es también una tarea técnica. Hay una tradición de saber bastante antigua, son todas soluciones a determinados problemas. Por lo tanto entrenarse ayuda mucho. La diferencia sustancial entre uno que escribe y alguien que lo hace por profesión, es que el segundo es también un artesano, conoce la técnica. Este aspecto a mí me gusta.
-¿Está pensando en abrir una Holden en América latina?
-Sí, estamos trabajando para realizar este sueño. En estos días hay tres colegas míos de la escuela viendo qué tipo de relaciones se pueden establecer en la Argentina para concretarlo. Y espero lograrlo. Buenos Aires es un buen lugar.
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