A 90 años de la muerte de Arthur Conan Doyle, Sherlock Holmes sigue vivo
"Cuando todo aquello que es imposible ha sido eliminado, lo que quede, por muy improbable que parezca, es la verdad", le hizo decir el escocés sir Arthur Conan Doyle (1859-1930) a su personaje literario más célebre, el detective Sherlock Holmes, en El signo de los cuatro (1890). Aunque "el padre" del detective inglés creado en 1887 escribió más de cuarenta libros (de viajes, de historia, novelas de ciencia ficción, obras de teatro, poemas e incluso una autobiografía), los relatos protagonizados por Sherlock Holmes eclipsaron el resto de la obra del autor, sino al autor mismo. Es un fenómeno que hasta hoy acosa a muchos escritores. En 2019, una muestra en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno permitió refrescar o conocer datos de la vida de Conan Doyle, que además se destacó como médico, deportista, marinero y espiritista. Hoy se cumple el 90º aniversario de su muerte, a los 71 años.
La eternidad de Holmes
Gracias al detective lógico y deductivo, que tuvo admiradores notables como Mark Twain, Stephen King y Umberto Eco, Conan Doyle pudo aspirar a la creación de un calificativo en el léxico literario: "holmesiano". Junto con su compañero, el doctor Henry Watson, Holmes apareció por primera vez en Estudio es escarlata (1887), novela de misterio publicada en una revista. Fue la primera de una serie de cuatro novelas y más de cincuenta cuentos, en los que incluso tuvo lugar uno de los pocos casos de resurrección de un personaje en la historia de la literatura. Cuando el escritor escocés, pese a las advertencias de su sabia madre y del astuto editor, decidió acabar con la vida de Holmes en "El problema final", recibió tantos pedidos de los lectores que, años después, corrigió ese percance y devolvió a Holmes a la vida.
Jorge Luis Borges, cuándo no, inscribió a Holmes en el marco de una amplia genealogía detectivesca. "Aquí tenemos otra tradición del cuento policial: el hecho de un misterio descubierto por obra de la inteligencia, por una operación intelectual -dijo en una conferencia sobre el cuento policial, de 1978-. Ese hecho está ejecutado por un hombre muy inteligente que se llama Dupin, que se llamará después Sherlock Holmes, que se llamará más tarde el padre Brown, que tendrá otros nombres, otros nombres famosos sin duda". El autor de Historia de la eternidad dedica unas palabras a Watson, que refiere las "proezas intelectuales" de Holmes: "Conan Doyle imagina un personaje bastante tonto, con una inteligencia un poco inferior a la del lector, a quien llama el doctor Watson; el otro es un personaje un poco cómico y un poco venerable, también: Sherlock Holmes".
Un héroe racional
"En un artículo sobre el género policial, William Somerset Maugham nos dice que leyó todos los cuentos y novelas dedicados a Sherlock Holmes sin poder encontrar ni uno solo que le resultara bueno -dice a LA NACION el escritor y académico Pablo De Santis sobre la pareja que protagoniza El sabueso de los Baskerville (1902)-. Esto es la malvada exageración de un experto en maldades y exageraciones, pero lo cierto es que no leemos los cuentos de Sherlock Holmes porque sean perfectos, sino para asistir al espectáculo de la amistad entre Holmes y Watson, que es el verdadero centro de la historia. Jugamos a sorprendernos del ingenio de Holmes, porque necesitamos verlo, por razones dramáticas, tal como lo ve su amigo. Los lectores somos o jugamos a ser el doctor Watson".
A veces el horror asoma en las historias de Conan Doyle. "Aparece desatado en sus cuentos góticos, donde abundan las venganzas y los castigos espantosos -señala De Santis-. En 'El embudo de agua', se describe la tortura de una mujer; en 'La catacumba nueva', un arqueólogo es condenado a morir de sed en la oscuridad; en 'El caso de Lady Sannox', un marido engañado pone en escena una sangrienta representación. Hay algo teatral en los cuentos de Conan Doyle. En los policiales, Sherlock Holmes, experto en disfraces e imposturas, monta escenas para engañar a los culpables. En los cuentos de terror, es la venganza la que dirige el espectáculo".
"Conan Doyle se aficionó a los misterios como lector en la adolescencia -dice la escritora Mercedes Giuffré-. En especial, las obras de Émile Gaboriau y Edgar Allan Poe. Le fascinaron los personajes de Lecoq, que recorre París buscando justicia, y de Dupin, con su lógica deductiva. Como escritor se propuso recrear ese tipo de textos pero con un detective que fusionara las características de ambos. Además, tomó por modelo a su profesor de la universidad Joseph Bell. Así surgió Sherlock Holmes, que además de la lógica usa su astucia, el disfraz, el experimento químico; que boxea, hace esgrima y le pone el cuerpo al misterio yendo de un lado al otro, pero también sufre, es adicto, celoso, misógino, a medias un racionalista y un empirista". Para la autora del policial Almas en pena, el mismo autor tuvo que enfrentar misterios durante su vida. "Lo sublevaba la injusticia -agrega-. Creo que seguimos leyendo sus policiales porque, además de bien escritos y con humor, sus personajes son únicos pero humanos y pueden adaptarse al cambio del tiempo. No envejecen".
A diferencia del personaje analítico de Holmes, Conan Doyle también creó a otro protagonista de una serie novelesca, el profesor Challenger. De mal genio y racional, este zoólogo protagoniza cinco novelas (una de ellas transcurre en América del Sur). En los últimos años de vida, Conan Doyle investigó el caso de dos niñas inglesas que, a comienzos del siglo XX, habían asegurado fotografiar a unas hadas. El título del libro adoptó la forma clásica del enigma y se llamó El misterio de las hadas (1921). En su vejez las protagonistas admitieron que habían usado ilustraciones de libros infantiles para trucar las fotos.
Detective de la pantalla
Sherlock Holmes saltó del papel a la pantalla muy pronto. Desde inicios del siglo XX hasta hoy, el héroe que fumaba en pipa curvada y usaba gorra de cazador aparece en más de trescientas películas o series televisivas. Entre otros, Peter Cushing, Michael Caine, Roger Moore y Benedict Cumberbatch interpretaron al detective. Para Guy Ritchie, que dirigió dos películas protagonizadas por Holmes y Watson (Robert Downey Jr. y Jude Law, respectivamente), Conan Doyle hubiera sido "un buen guionista".
"Muchos lectores descubrimos antes a Conan Doyle en el cine que en la literatura -reconoce el premiado autor de policiales Guillermo Orsi-. Del descubrimiento a menudo engañoso en las pantallas al placer de leerlo nos condujo un atajo secreto, el consabido túnel tras el cuadro en la pared de la antigua mansión victoriana. Ese túnel es la prosa de Conan Doyle, la maravillosa sensación de que sus ficciones no han envejecido y la agilidad, la transparencia y la inteligencia puestas al servicio de tramas complejas siguen tentándonos a tomar de la mano a Sherlock y con él ir al encuentro del profesor Challenger". Para el autor de Ciudad Santa, la lectura de la obra de Conan Doyle en tiempos de misterios desafiantes es oportuna. "El tembloroso, frágil futuro, no tiene por qué negarnos el cómodo sillón frente al hogar, los leños ardiendo y las historias de Conan Doyle desafiando al invierno".
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