A 500 años de la muerte de Isabel la Católica
La reina que respaldó los viajes de Cristóbal Colón en su descubrimiento de América y que expulsó a moros y judíos sefardíes de España moría un día como hoy, en 1504
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El 26 de noviembre de 1504 en Medina del Campo moría Isabel de Castilla, la reina visionaria que 12 años antes había respaldado la expedición de Cristobal Colón.
Su historia comenzó el 22 de abril de 1451, jueves santo, en el palacio regio de Madrigal de las Altas Torres. Allí nacía la hija mayor del príncipe Juan II de Castilla e Isabel de Portugal a quien llamaron Isabel.
Isabel la Católica, aquella soberana risueña, altiva y temperamental, coronada a los 23 años, es considerada por muchos historiadores como una figura fundamental para comprender el paso entre la Edad Media y la era moderna en la península ibérica.
Su beatificación fue impulsada en 1958 por obispos españoles apoyados por el dictador Francisco Franco, pero en septiembre de 2002 Roma frenó ese proceso para evitar polémicas con la comunidad judía por su expulsión en 1492.
Admiradores y detractores
Sus admiradores la veneran como la forjadora de la unidad de España, al fusionar los reinos de Castilla y Aragón en detrimento de Portugal, y como la artífice de la reconquista cristiana del país.
Los críticos de la soberana, en cambio, la recuerdan como la reina que expulsó a moros (musulmanes) y judíos (sefardíes), instauró la Inquisición e impulsó la colonización del Nuevo Mundo descubierto por Cristóbal Colón en 1492 y que, por ende, fue la responsable de la subyugación del subcontinente.
En 1492, el año en que Colón descubrió América fue también el año que se implantó la Inquisición, que en los diez años siguientes condenó a muerte al menos a 2000 presuntos herejes.
Esa es una de las razones por las que la pretendida beatificación de Isabel se encuentra paralizada por el Vaticano, donde una cuarta parte de los obispos se opone a la causa. El motivo que más pesa, sin embargo, es que se teme una polémica con la comunidad judía, que no entendería que se elevase a los altares a una soberana que expulsó a miles de los suyos del país.
Carácter y ambición
Lo que nadie pone en duda es que era una mujer con un temple de acero -casi viril, decían los cronistas-, una infanta ambiciosa y lista que no había nacido para reinar pero que a los 17 años se propuso ser monarca y propietaria de Castilla. Lo conseguiría.
Coronada el 13 de diciembre de 1474 gracias al apoyo de los nobles que creían que la manejarían a su antojo, Isabel se reveló una mujer decidida que gracias a Colón logró extender el catolicismo por el Nuevo Mundo.
Sólo tras su casamiento con Fernando, príncipe de Aragón y rey de Sicilia, Isabel de Castilla acometería los grandes episodios que marcaron su reinado: la unidad de los reinos de Castilla y Aragón, y la expansión allende los mares.
Isabel y Fernando eran parientes consanguíneos, primos segundos que compartían el mismo abuelo paterno, Juan I de Castilla.
Fue una boda sin noviazgo, pues la joven pareja se conoció días antes de su enlace, que tuvo lugar el 18 de octubre de 1469 en Dueñas, cerca de Valladolid. Su matrimonio duraría 35 años y se convertiría en una de las más notables sociedades monárquicas de Europa occidental.
Para los cronistas de la época, el único "defecto" de Isabel era su "incapacidad" para aceptar las escapadas sexuales de Fernando, pese a que era un comportamiento común entre hombres de alta cuna.
"Ella lo amaba de tal manera [...] y sus celos [eran] tan vigilantes, que si sentía que él miraba a alguna dama de la corte con un atisbo de deseo, con gran discreción procuraría la manera de despedir a esa persona de su casa", escribió su contemporáneo humanista y cortesano Lucio Marineo Siculo.
Sus últimos años
Nada impidió que del matrimonio de Isabel y Fernando nacieran cinco hijos: Isabel (2 de octubre de 1470), Juan (30 de junio de 1478), Juana (6 de noviembre de 1479), María (29 de junio de 1482) y Catalina (16 de enero de 1485).
Según los cronistas de entonces, la reina, que adoraba los papagayos, solía llevar vestidos austeros de estameña, una lana sencilla.
Isabel y Fernando aseguraron que el descubrimiento de las "Indias", era la confirmación de la voluntad de Dios de que ellos eran "los pastores elegidos".
La dicha no duraría. En 1497, la muerte de su hijo Juan la sumió en la depresión. A principios de 1503, Isabel comenzó a sufrir dolores y a padecer una misteriosa fiebre, mientras los ataques neuróticos de Juana, apodada La Loca, acentuaban su tristeza, afirmaban los médicos.
A sus 53 años, la salud de la reina languidecía.
Tres días antes de su muerte, la reina seguía preocupada por el riesgo de que los indios u "hombres rojos" del nuevo mundo fueran convertidos en esclavos y así dejaba constancia en su testamento, afirma Tarsicio de Azcona, nombre religioso de uno de los mayores especialistas españoles de Isabel la Católica.
El 25 de noviembre, Isabel agonizaba. Una fuerte tormenta se abatía sobre Medina del Campo, donde al mediodía del día siguiente moría Isabel de Castilla, enterrada en la Catedral de Granada.
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