A 40 años del Nobel. Gabo, un escritor inmortal desde antes de nacer
La visión secular que anticipó la fama global de Gabriel García Márquez cuando se cumplen cuatro décadas desde que recibió el premio de Literatura más importante del mundo; habrá festejos en México y en Bogotá, donde se realiza por primera vez el Festival Gabo entre este viernes y el domingo
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Ciudad de México.- Toda eternidad está sujeta al mundo de los vivos. Por fuerza, sus aspirantes están atados a sus leyes, nacer y morir. Para alcanzar la inmortalidad, deben atravesar el camino con cierto esplendor. Sólo así aumentarán sus chances de volverse infinitos al llegar al “otro lado”. Gabriel García Márquez acaso sea de los pocos que conquistó la eternidad eludiendo esa premisa vital: su ascenso inmortal fue una sentencia anterior a la vida.
Su lugar en la memoria del mundo ya estaba reservado. Lo advirtió unos 121 años atrás la veterana partera de Sincé, del municipio colombiano de Sucre. Su nombre era Josefa Castro, le decían Casilda. Fue el primero de diciembre de 1901, cuando lanzó la más precisa de todas sus visiones, entre compresas y hierbas medicinales para aliviar los entuertos de la joven puérpera a la que asistía, abuela del Nobel. Después de cortar el cordón umbilical, miró al recién nacido y dijo: “Este niño que acaba de nacer será bautizado con un nombre poco común en el pueblo. Él, a su vez, tendrá un hijo que llevará su primer nombre y logrará que en un mismo día ese nombre dé la vuelta al mundo”.
El niño nacido ese diciembre se llamó Gabriel Eligio García. A los 27 años, en Aracataca, tuvo a su vez un hijo. En efecto, lo llamó con su primer nombre. Y 81 años después de aquella premonición, ese nombre, finalmente, dio la vuelta al mundo en un solo día. Sucedió el 21 de octubre de 1982, cuando la Academia de Letras de Suecia le otorgó a Gabriel García Márquez el máximo galardón que puede tener un escritor por el legado de su obra. Ese día, del que hoy se cumplen 40 años, Gabo concretó la eternidad que había sido anunciada mucho antes de nacer.
Más de cien años de visiones y supersticiones
La visión de la partera de Sincé es recordada para LA NACION por Gabriel Eligio Torres García, sobrino de Gabo, y nieto de Gabriel Eligio, padre del escritor. Consultados al respecto, los hijos de García Marquez, Gonzalo y Rodrigo, aclararon que jamás escucharon esa historia. “No teníamos conocimiento”, dijeron a LA NACION.
Por su parte, su primo Gabriel Eligio aseguró: “La historia solía contarla la abuela paterna de Gabo, Argemira García. Gabo la escuchó cuando tenía 10 años y fue por primera vez a Sincé, donde había nacido su padre”.
Torres García, autor de La casa de los García Márquez, publicado este año, cuenta que su abuelo Gabriel Eligio contó a su flamante esposa la historia de su propio nacimiento en la noche de bodas. “A bordo de una goleta de Riohacha, azotada por la ventisca”, cuenta.
Pero aquella mañana de octubre de 1982, cuando el autor de Cien años de soledad conquistó un lugar en la historia para permanecer en la memoria del mundo, el miedo sacudió su mente. ¿Y si se trataba de la expresión de su más temida premonición? Así lo contó este año a LA NACION su hijo Gonzalo. Gabo sostenía que poco tiempo de vida les quedaba a quienes ganaban el Nobel. Por eso temió la muerte el mismo día que concretó su eternidad.
La Academia de Suecia fundó la decisión de su premio a García Márquez “por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo ricamente compuesto de imaginación, lo que refleja la vida y los conflictos de un continente”. Al recibir la noticia, 40 años atrás, en su casa del Pedregal, al sur de la Ciudad de México, Gabo se debatió entre lo fantástico y lo real. “Yo no estaba aquí -dice Gonzalo García Barcha a LA NACION, en la casa familiar de la calle Fuego-, el que estaba era mi hermano, que tomó esa foto que está en su libro (Gabo y Mercedes. Una despedida; Random House, 2021), contra el árbol.
Se refiere a la foto de García Márquez y su esposa que dio la vuelta al mundo, ambos en ropa de cama, la mañana de la llamada desde Suecia. “Cuando esa foto sale, era un arbolito pequeño, por poquito nada más superaba a mis padres”, rememora. “La casa se llenó de flores y vino mucha gente al día siguiente. Alejandro Obregón, el pintor cartagenero, muy amigo de mis padres, no tenía ni idea de qué sucedía, y al llegar se asustó, porque pensó que se había muerto alguien en la casa”, cuenta Gonzalo.
Entre la cortesía y la privacidad
En su libro, su hermano Rodrigo recuerda el esfuerzo de Mercedes por mantener una frontera aceptable entre la cortesía hacia lo público y la privacidad puertas adentro. Antes del Nobel, dice Gonzalo, “la vida era más calmada”. Al regreso de Europa (“a partir de 1973 y el golpe en Chile”), la vida de Gabo se volvió más pública y el Nobel terminó de confirmar la fama del escritor.
“Mi padre se empezó a expresar más sobre la política latinoamericana. Aquí entraba y salía mucha gente de todos los países de América Latina que querían hablar con mi padre. Y él tenía esa inclinación. Al mismo tiempo que la literatura, ese compromiso político contribuyó a deshacer un poco la privacidad familiar”, cuenta Gonzalo a LA NACION.
La distancia, para el hijo de Gabo, “era un alivio”. Antes del Nobel, aunque la gente se acercaba, no se formaban tumultos al salir a la calle. “Eso era ya imposible después”, cuenta. Aún la privacidad que procuraba su madre, Gonzalo descubre ahora el vértigo del costado público de su padre. No sólo porque “era difícil sentir que no éramos públicos”, sino porque ahora han sabido “que había gente de los servicios de inteligencia fotografiando la gente que entraba y salía de esta casa”.
Con todo, el silencio era un bien preciado, que Mercedes reservaba para Gabo. “Había un régimen monacal -recuerda Gonzalo-. Si él leía en voz alta, no podía haber ruido. Creo que le leía a mi madre. No me imagino para quién más estaba leyendo”.
La posteridad y la superstición
“Al final del día, a él le gustaba tener sus tres hojitas limpias y todo lo demás lo rompía. Nosotros éramos los encargados de romper todo eso”, recuerda Gonzalo. Jamás, asegura, se les ocurrió infringir esa voluntad. Porque mientras la fama crecía, para todos estuvo prohibido hacer planes póstumos. “¿La posteridad? El no quería saber absolutamente nada del después. Era parte de su superstición. No se podía hablar ni de la muerte ni de lo que iba a suceder después de él”, recuerda.
Es la razón por la que de tanto en tanto siguen apareciendo cosas, que nadie en la familia sabía que estaban guardadas. Sucedió hace un par de meses, cuando desde esta misma sección del diario se le pidió a la familia fotos para acompañar la nota por los homenajes en la Feria del Libro de Buenos Aires, en ocasión de los homenajes por el aniversario del Nobel. Fue a raíz de ese pedido de La NACION, que Emilia García Elizondo, nieta de Gabo y actual directora de la Casa de la Literatura Gabriel García Márquez, halló un bolsa con correspondencia inédita, con cartas de Robert Redford, Fidel Castro, Bill Clinton, Carlos Fuentes y el Rey Juan Carlos de España, entre otros. Para esa historia, publicada en esta sección, se visitó en exclusiva la casa del sur de la ciudad con la guía y el testimonio de Gonzalo García Barcha, el hijo menor de Gabo.
“Mi padre y yo estábamos buscando fotos para el aniversario del Nobel, esas fotos eran para ti -confirmó Emilia García Elizondo, nieta de García Márquez-, cuando vi en uno de los libreros una caja blanca de plástico con una etiqueta con escritura negra que decía ‘nietos’. Decidí bajarla y abrirla. Ahí encontramos alrededor de 150 cartas provenientes de gente como Woody Allen, Richard Avedon, entre otros”, reveló el momento del hallazgo.
Así, el escritor colombiano ha conseguido burlar la tan temida muerte, haciendo que su nombre dé la vuelta al mundo de tanto en tanto, como sucedió hoy hace 40 años, al concretarse aquella visión que lleva alumbrada hace más de cien años.
Festival Gabo
El Festival Gabo regresa a la presencialidad y llega por primera vez a Bogotá. En esta edición, del viernes 21 al domingo 23, el colegio Gimnasio Moderno será escenario de la principal celebración de los 40 años del Nobel concedido a Gabriel García Márquez.
En México, la Fundación para las Letras Mexicanas, a través de la Casa Estudio Cien Años de Soledad, al sur de CdMX, donde Gabo escribió su más famosa novela, el 7 de noviembre tendrá lugar un encuentro entre el escritor Juan Villoro, director de proyectos de esa Casa, y Dasso Saldívar, autor de la biografía sobre García Márquez El viaje a la semilla.
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