Alta Fidelidad. Detrás de una cortina reaparece Ramona, el esperpento sexy de Antonio Berni que nacía hace 60 años
Una obra muy poco vista del artista rosarino pasó del taller a una colección privada y ahora vuelve al ruedo: curtida y emancipada, se ofrece para el deleite como en un show íntimo
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De a uno por vez, hombres y mujeres descienden la escalera que lleva al subsuelo de la galería ubicada en la esquina de Tres Sargentos y Suipacha, latitud que en la cartografía old fashioned de Buenos Aires pertenecía al límite norte de la así llamada Manzana Loca. Debajo los espera una obra muy poco vista de Antonio Berni que se conocía como “Night Club” o “Ramona Montiel Cortesana”. Para verla hay que descorrer una cortina que hace de velo y entonces aparece, fantástica, un esperpento sexy del Tren Fantasma del Italpark o una momia de los piringundines que resistían aquí en el bajo de Retiro hasta bien entrados los años 60. Protegida por un acrílico y conectada a la red eléctrica, esta Ramona fechada 1964 pasó del taller de Berni en Almagro a una colección privada y ahora volvió al ruedo. Esta suerte de reservado VIP dispuesto por la galerista Cecilia Caballero es una ritualización de este reingreso al mercado.
Sesenta años después, Ramona, curtida y emancipada, se ofrece para el deleite como en un show íntimo. Lo de “Night Club” deviene reposición de su sustancia nocturna y de una forma extinguida, al menos con ese nombre. Es un arcaísmo del ocio adulto, sí, pero Berni tuvo la destreza de estamparlo en este objeto con el ritmo tipográfico propio del dadá-punk que se impondría en el diseño a fines de los 70. Por una última vez, entonces, esta Ramona ofrece el espectáculo de su secreto erótico-político arropada por una playlist de cumbias. Es que el imaginario la activa hoy tropical, musa de Leo Mattioli, Los Palmeras o L-Gante. Pero Ramona, como los bebés, viene de París y en el Night Club aquel acaso la profundidad de su idea sea correspondida por esta fantasía musical: el quinteto de Piazzolla con Serge Gainsbourg al micrófono y el cigarrillo ocupando el lugar de Goyeneche.
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El nacimiento de la idea de Ramona tiene lugar y fecha: París, 28 de agosto de 1962. Sesenta años hoy mismo. Y la datación está asegurada por el intercambio de correspondencia entre Berni y Rafael Squirru, fundador del Museo de Arte Moderno sin sede e impulsor del rosarino en la Bienal de Venecia que lo consagró ese mismo año en toda Europa. En mi largo research por la agenda de teléfonos del maestro guardada con celo por su hija Lily (que iba de Henri Lefebvre a Palito Ortega) estaba claro el nombre, teléfono y dirección de Squirru. Actualizados los datos hacia 2003, lo visité en su departamento que recuerdo oscuro y atiborrado de libros. Squirru me hizo apagar el grabador, pero no porque tuviera revelaciones escabrosas e impublicables sino porque decía que un buen periodista ni siquiera tenía que tomar notas. Solo entregarse a la conversación, recordarlo todo y después transcribir dejando que la imaginación hiciera su parte. La charla fue acaso errática, pero Squirru me despidió con uno de los más preciados documentos que terminaron en el libro Los Ojos. La apertura del capítulo X (“El casamiento de Ramona”).
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París, 28 de agosto de 1962
Mi querido amigo Squirru:
Continúo viviendo en esta ciudad, no sé por cuánto tiempo aún, en este momento trabajo con miras a una futura exposición en París pero nada puedo decir hasta entrado el mes de setiembre (…) Lo que le puedo decir es que Juanito Laguna sigue haciendo roncha por donde pasa. Pronto le tocará el turno a Ramona Montiel el nuevo personaje de mi futuro conjunto, será una mezcla de Cumparsita-Milonguita y Marilyn Monroe…”
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Eso de mezclar a un arquetipo de la vieja guardia del tango (“Milonguita” se grabó en 1922 con letra de Samuel Linning como una prolongación de “la costurerita que dio el mal paso” de Evaristo Carriego) con una estrella de Hollywood como Marilyn Monroe no solo fue contemporáneo del díptico de Warhol (ejecutado pocos días después del suicido de Norma Jean el día 4 de ese mismo agosto) sino que fijó en una serie visual un problema de la identidad cultural de Buenos Aires. Berni escribió esa carta desde el espacio que alquilaba cerca del mercado de pulgas de Porte de Clignancourt, de donde salieron muchos de los insumos que le dieron forma a los xilocollages, gofrados y assemblages de Ramona. En las escenas de la saga, pues, se reconoce el oropel de la Belle Époque metido en la ficción del arte. Hoy acaso el recurso revolucionario de Berni (que hizo lo mismo que Piazzolla, pero en imagen) pase por las intervenciones deep fake que pueden atraer miles de miradas en segundos.
Esta semana @nosoytutanka publicó en su cuenta de IG un video de Rosalía y otro de Bizarrap con Villano Antillano intervenidos con el rostro de Cristina Fernández de Kirchner cantante. “Llegó la que descabrona, la que los encabrona”, se la oye con voz transgénero y esa entonación agobiante del trap. El montaje (si es que cabe esa noción del cine aquí) es impecable y podría leerse como un comentario sobre las escenas de esta semana en Recoleta donde los militantes se congregaban para verla llegar a su casa como fans de eso, una cantante.
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Ramona Montiel, el rostro de Marilyn y su tragedia estampados sobre la heroína de la milonga y el cabaret porteños puede retomarse, seis décadas después, como una forma manual del deep fake. Y a no dudarlo esos versos (“Llegó la que descabrona, la que los encabrona”) parecen hechos para esta muñeca brava que espera detrás de la cortina a sus últimos voyeurs.
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