50° aniversario de la muerte de Macedonio Fernández
El 10 de febrero se cumplen 50 años de la muerte de quien fue capaz de conjugar tres cosas tan distintas: humor, muerte y metafísica.
La fuerza de su espíritu, intensa y radiante y la riqueza conceptual de su prosa y poesía son recordadas en las páginas de nuestra literatura.
Macedonio Fernández nació en Buenos Aires el 1º de junio de 1874 y murió el 10 de febrero de 1952.
Sus originales escritos suman anécdotas, versos, sentencias filosóficas y aforismos humorísticos que en ciertos pasajes lo hermanan con los surrealistas europeos.
Estudió abogacía, se doctoró en Jurisprudencia en 1897 en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, pero nunca ejerció la profesión.
Entre los años 1892 y 1897, realizó publicaciones en "El Progreso" (periódico literario, científico y artístico); en el diario "El Tiempo" de Carlos Vega Belgrano y en el diario "La Montaña" de Leopoldo Lugones y José Ingenieros.
Hacia 1897, junto a Arturo Múscari, Julio Molina y Vedia y otros compañeros, participó en un proyecto de fundación de una colonia utópica en el Paraguay.
Con su obra singularísima se distingue por sus continuas invenciones sobre cualquier persona o hecho, lo que le causaba permanentes controversias.
En 1904, publica poemas en "Martín Fierro" (Primera época)
En 1920, murió su esposa, Elena de Obieta, con quien se había casado en 1901, y a partir de ese doloroso hecho, puso todo el poder de su intelecto al servicio de una sola idea: borrar la muerte.
En 1922 funda la revista literaria Proa junto con Jorge Luis Borges, a quien fascinará con su personalidad y marcará en sus obras.
En 1923 promueve junto a un grupo de jóvenes escritores encabezado por Oliverio Girondo, Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal, la revista Martín Fierro, de arte y crítica libre.
Publicó su primer libro en 1928: “No todo es vigilia la de los ojos abiertos”. En sus poemas misteriosos él declara un antecedente del movimiento ultraísta y en esta primera obra se reconoce como el primer autor metafísico argentino.
Creador de la nueva novela latinoamericana, que se apartó de los cánones tradicionales y llevó la narración hacia la fantasía y la imaginación creadora, entre sus obras principales se encuentran: Papeles de recienvenido (1929), Una novela que comienza (1941) y Continuación de la nada (1949). A él se debe el primer acercamiento a la novela mimética.
La literatura macedoniana, alejada del culto a los lugares comunes, propone la antisolemnidad con la teoría y la técnica del ‘humorismo conceptual’ muy valorado por Borges, influyó en toda una generación de intelectuales, entre los que habría que contar a Julio Cortázar.
Singular conjunción de humorismo y metafísica, desarma los aparatos lógicos, juega con el principio de identidad y hace del absurdo el eje de sus agudas ocurrencias.
Sin pedirle nada al futuro, se proyecta hacia las cuestiones fundamentales, hace de la pasión la cosa en sí, sostiene que el arte debe crear estados y no presentar ambientes o cosas, y vislumbra que el tiempo huidizo sólo puede ser representado por la intensidad, que es la esencia de lo absoluto.
Bosqueja una teoría de la tragedia, pero también enuncia originales conceptos acerca del idilio como Altruística pasional.
En el ámbito del humorismo, logra sus mejores efectos cuando suspende o baraja las leyes físicas. Propone, por ejemplo, vacíos que son plenitudes, defectos que valen por perfecciones, como si las carencias y los errores tuvieran sentido positivo. "Este libro viene a llenar un gran vacío, con otro". "Yo tengo método para mucho, hasta para olvidar ordenadamente mi paraguas".
Palabras de su hijo Adolfo de Obieta
Adolfo de Obieta eligió el sonoro apellido materno para una vida destinada, como la de su padre, a la trascendencia. A él se deben lúcidos ensayos dispersados durante medio siglo en libros y revistas porteñas, y también el más profundo estudio que se puede leer en nuestros días sobre el fin de nuestro siglo, trabajo que enriquece las columnas de Palabra y persona, la revista de la filial argentina del Pen Club. Entre los estudios publicados en Sur, Adolfo de Obieta indagó nada menos que en la entraña de la condición argentina.
Ya antes se había ocupado de su padre. Ocurrió, por ejemplo, en la selección y presentación de Papeles de Macedonio Fernández (Eudeba, 1964), estudio preliminar en el que señaló que prologar a su padre lo hacía sentir a éste como su hijo: andar por sus caminos figurándoselo, curioseándolo, atisbando la profusión de su ser, adivinándolo como adivinamos a un hijo para comprenderlo.
En Macedonio. Memorias errantes (M.R Editor, 1999) se comprueba que Adolfo de Obieta fue lo más parecido a su padre. Macedonio era ya escritor a los veintidos años, y sus libros fueron No toda es vigilia la de los ojos abiertos (1928), Papeles de Recienvenido (1929), Una novela que comienza (1941), Papeles de Recienvenido, nueva edición (1944), Continuación de la Nada (1944), y Poemas (1953).
En un cuaderno de 1946, Obieta encontró años después el siguiente párrafo, que no había leído nunca:
"Querido hijo Adolfo, el que por las circunstancias, porque de mis cuatro hijos santos, encantadores, debiste ser vos el que me acompañara más con un afecto tan dulce y paciente y con una colaboración tan grande y tan modesta durante 15 años, con tanto aporte de tus penetrantes hallazgos en arte, en sociología, en psicología, y en mi asunto predilecto, el metafísico, te dejo por si no consigo adelantar más este último tópico mis indicaciones de bases o métodos (hasta que) nos reunamos o comuniquemos en el nuevo modo de conciencia futura" [ … ]
Informe de: Mariana Robin y Maricruz Luzar
Especial para LA NACION LINE