Valeria Mazza: “Para mí Gran Hermano es un experimento nada saludable. Me parece terrible cuando la fama pasa a ser un objetivo”
Recorre su trayectoria como la primera supermodelo de América latina y habla de las historias de su docuserie “Valeria Mazza, un sueño dorado”
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La primera supermodelo latinoamericana, en sintonía con un romanticismo noventoso claramente de moda, está en boca de todos con su docuserie. Valeria Mazza, un sueño dorado, disponible a través de la plataforma Paramount +. “Hay temas que evité durante décadas, pero bueno, ahora ya lo puedo contar”, dice pícara mientras apura una ensalada tardía, esas que se cuelan casi a la hora del té cuando los días parecen tener 48 horas.
Impresiona Valeria. La belleza, claro, no es algo que se necesite detallar: está espléndida. La impecabilidad, el profesionalismo y la forma de manejar sus múltiples actividades tampoco sorprenden. Mientras controla la lista de invitados para un cóctel presentación, habla con alguien sobre su nuevo perfume, que lleva su nombre, Valeria, y también sus notas favoritas: cítricos, rosas, jazmines.
La prensa, su ojo afilado junto al maestro perfumista, las próximas galas en diferentes lugares del mundo... Porque ella, solidaria, siempre es madrina de algo. Y allá va, con su familión a cuestas u organizando locos zigzag aéreos para que, en algún punto de ensueño, todos puedan coincidir.
Recientemente, la modelo fue declarada Personalidad Destacada de la Cultura en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “Por su trayectoria y su rol fundamental en la escena cultural de la ciudad, de nuestro país y del mundo”, dice la declaración impulsada por el legislador Roy Cortina y la coautora, Jessica Barreto
La serie empieza con una Valeria superstar, haciendo historia en el mundo de la moda, rodeada de personajes como Donatella Versace, Giorgio Armani, Mario Testino, Paul Marciano, Antonio Banderas. El universo dorado al que perteneció y supo amortizar como nadie en estas tierras. Y de ahí su romance con países que la hicieron suya, como Italia, a partir de su participación en el Festival de San Remo.
Ya en el segundo capítulo se ven detalles y anécdotas de la boda, el nacimiento de los hijos, la familia. También su vínculo con Paraná, la ciudad, y personas que fueron testigo de sus sueños. “Hice mis 50 a toda emoción, sin que faltara nadie, en el mismo salón donde había festejado mis 15″, cuenta encantada.
–La vuelta. O en realidad, aunque no estabas, nunca te fuiste de ahí.
–De alguna manera Paraná siempre fue un bálsamo para nosotros. Allá no soy Valeria sino “la rusa”. Es mi colegio, mis veredas, las amigas, el entrenador de natación. La gente que me conoce de memoria, a la que no le tengo que explicar nada. Cuando digo bálsamo es porque, además, fue la ciudad que le dio paz a nuestra familia. Mis padres decidieron irse de Rosario en el 76 buscando tranquilidad cuando la vida era un caos. Había todo el tiempo corridas, desaparecidos. Nosotros teníamos un negocio y recuerdo que cuando pasaban esas cosas, a mi hermana Carolina y a mí nos encerraban en un cuartito de atrás bajando la persiana. Estaba todo muy complicado y ellos decidieron irse, intentando buscar cierta tranquilidad, que finalmente encontraron.
"A la Argentina la vivo con mucha tristeza. Me duele que estemos viviendo con este nivel de agresividad, inseguridad, falta de valores"
–En la serie tus amigas cuentan que ustedes eran un bloque de cuatro, siempre unidas. También se habla del divorcio luego de la “tarea” cumplida, algo que vos intuías.
–Sí, mis padres se separaron, literal, al otro día que yo me fui. Mi hermana había vuelto a Rosario, donde estaba todo el familión, y mi plan era el mismo, pero dos años más tarde. Éramos de allá, se suponía que la vida tenía que seguir por esos pagos. Pero, a último momento, cambié de rumbo. Ya me había tocado la varita mágica de Roberto Giordano (con el visto bueno de Mirtha Legrand, que me vio en ese desfile), había hecho algunas cosas en Buenos Aires y no paraban de dejarme tarjetitas. Viajé, decidí probar. Siempre digo que cuando me vine supe que mis padres no iban a seguir juntos. No tengo recuerdos de escenas malas, para nada, pero estaba segura que eso iba a suceder. Con el paso del tiempo me di cuenta que habían hecho una especie de pacto para sostener a la familia.
–Otros tiempos. Todo lo contrario a lo que sucede y se aconseja hoy.
–Bueno, eso es relativo. Yo creo que si hay dos personas que pelean todo el día, por supuesto es más sano que los chicos no vean eso y dejen de convivir. Yo cuento lo mío y tampoco sé si está bien o está mal. Sólo puedo decir que no tengo recuerdos de discusiones. Creo que hay cosas que te tocan y esa fue mi experiencia. La vida después te da revancha, te da la posibilidad de reeducarte, aprender y volver a empezar.
–Volvamos a los 50. A ese salón que te vio jovencita, cuando los sueños eran otros.
–Yo no soñaba con ser modelo, la que quería serlo era mi hermana. Y mi gran deseo a los 15 no era el vestido, las lamparitas o la torta sino que esté todo el mundo. No sobraba la plata pero tuve la fiesta que soñé, rodeada de miles de amigos. Por eso a los 50, cuando mi marido (Alejandro Gravier) me preguntó qué quería hacer, surgió esta posibilidad. Fue gracioso porque nosotros somos muy de organizar fiestas, incluso temáticas, mucho detallito y demás. Así que esta vez él me dijo: ¿qué querés para esta ocasión especial? ¿Fiesta de brillos, smoking? Y yo le dije que no, que a muchos amigos de Paraná les iba a dar fiaca tanta pompa. El, bromeando, me dijo: bueno, andate ahí entonces. ¡Y me bajó la idea! Obvio, yo quería estar con ellos. Excelente propuesta. Así que reservé el mismo salón de mis 15, el Hotel Mayorazgo. Fueron todos los compañeros de colegio, el entrenador, el dueño de la marca Patuka, para quien desfilé por primera vez en mi vida.
–¿Cuál pensás que fue la clave para sobrevivir intacta en un mundo tan vibrante pero que también tiene sus oscuridades?
–Siempre digo que me ayudaron mucho los valores fuertes de mi familia. También lo que aprendí en la pileta, el entrenamiento que me dio la natación. Eso me sirvió muchísimo para lo que yo iba a vivir más adelante. La disciplina, la resiliencia, el aprender a competir me preparó para todo y fue clave años después, con todo lo que tuve que afrontar. Por otra parte siempre tuve el ejemplo de una madre muy sensible, humana, pero a su vez firme, que trabajaba un montón.
–Algunos te señalan como chica burguesa pero muchos dicen algo curioso, algo así como “me gusta Valeria porque nunca se quiso hacer la rara”. ¿Podrías traducirlo?
–Me hace gracia pero algo de cierto hay. Yo tuve acceso a todo. Y cuando digo todo es todo. Pero a mí eso, lejos de provocarme curiosidad, siempre me produjo miedo. Terror de perder el control y dejar de ser yo. Por un lado está la Valeria medio inconsciente y audaz, que se mandó a hacer tele o trabajar allá sin hablar perfecto tal idioma, la que atraviesa obstáculos y situaciones nuevas a toda adrenalina. Pero siempre fui muy consciente de los peligros. No era sólo una cuestión de imagen. Hay cosas que jamás me interesaron.
–¿Algún episodio que te siga impactando?
–Hubo miles de situaciones. Tengo carácter pero en ese momento, tan chica, no podía resolverlo sin que me impacte. Recuerdo una vez en Japón estando en un auto, empezaron a fumar porro y yo pedí bajarme en la esquina sin dar explicaciones, o inventando algo. Me bajé y no tenía idea dónde estaba ni cómo volver al departamento. Dirán, qué pavada. Pero yo tenía 22 años y venía de ver Expreso de Medianoche. Me visualicé presa, jaja. Y obviamente me corrí. Siempre me corro de las situaciones que no me hacen sentir cómoda. Pero bueno, en general me las arreglé muy bien. Pienso que esa personalidad y también el saber bancarme la soledad, ayudaron a construir todo lo que logré. No eran épocas de redes. Pasaba mucho tiempo sola entonces recurría a la lectura, miraba mucha tele. Cada uno que viajaba me llevaba casetes con programas de televisión de acá. Año 98, por ejemplo, me llevaban Videomatch, jaja. Y también aprendía idiomas mirando tele.
–Conquistaste Italia con tu conducción en San Remo...
–Claro, en ese entonces el mundo de las modelos era fantástico, glamoroso, pero no tenía una llegada popular. La televisión era la que te metía realmente en la casa de la gente. Por eso, al hacer San Remo, sentí que finalmente entré a las casas. Hacer eso fue de una audacia brutal porque no tenía muy claro dónde me estaba metiendo. Primero lo fui a conocer a Pippo Baudo sin tener idea que era la súper estrella, el gran presentador de la televisión italiana. Él me había visto en una entrevista y me quería conocer. Recuerdo que fui a Cinecittá, en Roma, y se arregló todo para mi participación. Cuando fue el festival comprendí realmente la dimensión. No había puesto un pie en la ciudad y ya la prensa me había “peleado” con la otra conductora y actriz, a quien jamás había conocido. Era todo un show impresionante, un centro de prensa con 150 periodistas. Inolvidable. Me fui metiendo en ese mundo, terminé haciendo mucha tele en Italia. Nos queremos mucho, sí.
–¿Y hoy tenés ganas de hacer televisión?
–Sí, la verdad que sí. Ahora, con los chicos grandes, podría irme tres o cuatro meses para hacer algún proyecto afuera. Me gustaría algo a nivel global, que esté en una plataforma. La diaria no me va.
–¿Ya tenés en mente algún formato? Te gusta entrevistar, ¿no?
–Me gusta conducir, hablar. Soy muy lúdica, me divierto. Anotá por favor: soy muy simpática, irónica... jaja. Hablando en serio, siento que la exposición me ha dado mucha experiencia y considero que con simpatía y buen humor podés salir de todos lados. Soy de las que creen que hasta para decir un no hay que ser agradable.
–A ver...¿cómo se dice un no con onda?
–Siempre ponderando al otro. Primero un te felicito, me encanta lo que estás haciendo, gracias por pensar en mí, pero... Y después te corrés de la situación. En la vida es muy importante ser persona. Yo puedo pensar diferente, pero no discuto. Detesto la falta de respeto.
–No discutir. Importante ejercicio en estos tiempos violentos que estamos viviendo...
–Bueno, total. Yo a la Argentina en este momento la vivo con mucha tristeza. Me duele que estemos viviendo con este nivel de agresividad, inseguridad, falta de valores. Se perdió por completo el valor del trabajo, el estudio, el respeto por el ser humano. Todo esto me pone triste y me da bronca, aunque soy positiva por naturaleza y nunca pierdo la esperanza. El mundo nos ama a nivel país, se fascina con la cantidad de embajadores que tenemos destacándose en el deporte, el arte, la ciencia. Somos campeones del mundo; el Papa.
–Bueno, hasta el Papa genera grieta. Vos lo trataste, colaboraste con algunas causas.
–Mirá, no me preocupa lo que piensa el otro mientras no me agreda. Yo no escondo lo que me gusta, lo que soy, lo que pienso. No maltrato ni destrato a nadie por su forma de pensar. La realidad es que todo está encrispado y siento que todas son chispas, parecería que vamos a estallar. Por eso es tan importante que venga a gobernarnos alguien que cambie el tono con el cual se dirija a la gente. Yo no tengo ganas de que me reten o me critiquen. Simplemente quiero que me cuenten, me expliquen, me inviten a construir algo bueno. Tiene que haber valores, necesitamos buenos ejemplos. Porque nos piden que hagamos todo el esfuerzo y resulta que miramos para el costado, y es una impunidad absoluta.
–Ustedes vivieron en carne propia la agresión cuando lo atacaron a Tiziano.
–Sí, un día me llamaron a las cinco de la mañana diciendo que a mi hijo le habían roto la mandíbula. Sin una discusión previa ni intercambio de palabras. Simplemente por el placer de salir a maltratar y ejercer violencia. Y todo con una impunidad absoluta. Lo de Tiziano pasó hace un tiempo y nosotros lo hicimos público para visualizar algo que sucede todas las semanas. Y la verdad es que no cambió nada. Estamos cansados de ver morir gente en la calle, familiares diciendo basta, basta, basta. Pero sigue repitiéndose porque no hay justicia. Así el país es inviable.
–¿Qué reflexión hacés con el tema cirugías, el caso de Silvina Luna, las chicas que se retocan tan jóvenes?
–Lo de Silvina me impactó muchísimo. Y otra vez el tema de la justicia que no funciona. Lo que sucede con los jóvenes, los prototipos a seguir y el toquetearse tanto tiene que ver con el acceso a la información, todo lo que ven en redes. Hoy está todo globalizado y empiezan muy jóvenes, se obsesionan por los likes a un costo carísimo no dándose cuenta de que hay una irrealidad enorme porque usan filtros a más no poder. Por favor, que no se dejen engañar. Mi mensaje es que no vale la pena enfermarse o llegar a un quirófano para entrar en un vestido.
–Vos, que no planeaste ser famosa, ¿cómo ves esta camada de chicos reality que van con ese único objetivo?
–Me parece terrible cuando la fama pasa a ser un objetivo. Yo valoro la fama como consecuencia de un trabajo bien hecho. De hecho, para mí Gran Hermano es un experimento nada saludable. Encerrar gente, ponerlos en una situación extrema y, al cabo de un tiempo, que salgan firmando autógrafos. Lo dije hace mucho tiempo. Si es un puntapié porque ya tenés un objetivo te la súper tomo. Pero generalmente no es así. Es muy peligroso porque no es una forma de vida. Yo siempre digo que no soy modelo sino que trabajo de modelo. Apenas piso mi casa soy mamá, hermana, mujer, amiga, esposa.
–Y además cocinás, tenés hits.
–Me encanta. Dulce y salado. Y sí, tengo varios hits. Los dulceros ponderan mucho mi torta Valeria, que está entre un brownie y una marquise, con poca harina. Lleva dulce de leche y crema. Pero hago pastas, buenas salsas, un buen lomo al aceto balsámico, pollo al curry. Soy bastante carnívora y me gusta comer casero. Bueno, como dicen mis chicos, me gusta comer.
–¿Quién pisa fuerte en la casa? Se habló mucho del carácter de Gravier pero también de un ya famoso “sí, Valeria”? ¿Te pusiste brava con los años?
–La verdad es que a esta altura tenemos diferentes cosas y temas en los cuales no nos superponemos. Por ejemplo, la cocina, donde jamás entra y no puede opinar. Incluso en el restaurante le elijo yo la comida. Hay muchos rubros donde él no se mete, y viceversa. Nosotros tenemos una vida tan ensamblada que a veces es difícil explicar. Lo disfrutamos un montón. Por ejemplo, a la mañana pegamos mate en la cama y ahí arrancamos viendo agendas. Compartimos todo, programamos el día y las reuniones. Somos opuestos complementarios que llevamos más de 30 años juntos. Yo creo que todos los días uno elige dónde quiere estar. Y seguimos apostando porque la pasamos bien y somos felices así.
–Estás muy histriónica. ¿No será que se viene la Valeria actriz?
–No, soy efusiva pero no nací para actriz. Yo sé interpretar mi papel, esta que soy, me costaría meterme en otro personaje. Sí, en cambio, disfruto presentando, improvisando situaciones. Me siento cómoda, segura.
–¿Te acordás cuando te pensaban como sucesora de Susana?
–Yo crecí mirándola a ella así que imaginate que jamás me molestó que piensen o planeen eso. Sólo que creo que nadie puede ser la continuidad de nadie, y menos de una estrella de semejante magnitud. Hay que ser uno mismo. Cada uno hace su historia, su camino.
–En la serie se revela la pica con Claudia Schiffer. Bueno, no especialmente de tu parte.
–Yo hubiera dejado la historia como estaba porque nunca en todos estos años hablé. Pero fueron a entrevistar a Cory Bautista, mi booker, y contó todo ella. Estábamos haciendo fotos juntas (la famosa del ping pong) y de pronto me dijeron: bueno, Valeria, terminaste. ¿Motivo? Sin razones. La mina no quería hacer fotos conmigo y me la hizo bastante complicada, por no decir la vida imposible. Pero yo elegí no discutir nunca y hacer mi camino. Así que bueno, ¿querían saber la verdad? Ahora, a los 50 años, se las cuento.
–¿La volviste a cruzar?
–Sí, socialmente, algunas veces. Un hola, qué grandes están tus hijos y ese tipo de cosas.
–¿Cómo creés que te ve la gente? ¿Hay prejuicios?
–Entiendo que alguna gente pueda tener una imagen mía que no se acerca a la realidad. Un poco la culpa es mía porque construí ese personaje. Por eso, me gusta que el documental muestre una Valeria que es mucho más cercana a lo real.
–¿Qué creés que pasaba?
–Era otra época, la comunicación no era lo que es hoy. Te perseguían los paparazzi, capturaban o llegaban fotos de nuestros viajes por el mundo, con personajes súper famosos. Era todo muy arriba y sucedía en papel. La gente no te conocía a vos sino a ese personaje que describía alguien en su máquina de escribir. Igual no reniego de eso ni la pasé mal ni mucho menos. Yo soy muy de que cada uno opine lo que quiera. No me condiciona. Aprendí a vivir con la mirada ajena y soy muy respetuosa de la opinión de cada uno. Algo que no siempre los demás hacen conmigo.
La inclusión y la diferencia entre lo femenino y lo masculino
“Hace poco se me ocurrió decir que a mí (si querés ponélo con mayúsculas, A MÍ) se me había dado más fácil la educación de mis hijos varones que la de mi hija mujer. ¡Para qué! Lo voy a volver a decir ahora y se va a volver a armar lío. Porque insisto, esa fue mi experiencia”, dice Valeria Mazza.
Y sigue: “El problema es que se planteó toda una discusión filosófica al respecto que realmente no tuvo ni tiene sentido. Es tremendo. Creo que, en realidad, lo que molesta es que estemos hablando de la diferencia entre lo masculino y lo femenino. Y bueno, seré de otra generación. Yo respeto que cada uno sea lo que sea, decida lo que quiera. Pero no me pueden prohibir hablar de sexo femenino y masculino. Tampoco creo que la inclusión pase por cambiarle una letra a la palabra. Hay un montón de gente supuestamente súper inclusiva que se la pasa maltratando y maldiciendo a quien tiene enfrente. ¡De qué inclusión estás hablando si no respetás lo que yo siento, lo que yo soy o lo que hago!”.
“Me parece que hay un concepto completamente errado. Para mí incluir significa respetar. No entiendo la explicación desde la agresión. En mi caso, si me hablás bien te escucho toda la vida. Podemos pensar diferente pero en un marco de respeto acepto absolutamente todo. Pero si me hablás mal no puedo ver ni escuchar nada. No me va. La agresión es algo que rechazo automáticamente. Me voy. Ni un grito, nada de nada”.
- Estilismo: Mariana García Navarro @mariangnavarro e Ignacio García Rocha @ignaciogarciarocha. Asistente de fotografía: Lucas Pérez Alonso. Peinado: Guillermo Parra @guilleparraa. Make-up: Nazareno Lopez @nazarenomakeup
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