Un chamán, una bebida sagrada y un perro héroe en la otra historia del rescate de los niños del Amazonas
El periodista de investigación Daniel Coronell describe en su libro una radiografía social de Colombia a partir del caso de los cuatro niños perdidos 40 días en la selva
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“¡Una alegría para todo el país! Aparecieron con vida los 4 niños que estaban perdidos hace 40 días en la selva colombiana”, escribió el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en un mensaje en X, la red social que antes conocíamos como Twitter.
“Milagro, milagro, milagro, milagro”, se escuchó desde la transmisión que hicieron los militares por radio. La clave que habían acordado: decir “milagro” por cada niño si los encontraban vivos.
Los hermanos Lesly Mucutuy (14), Soleiny Mucutuy (9), Tien Noriel Ronoque Mucutuy (4), y Cristin Neriman Ranoque Mucutuy (que cumplió 1 año en ese lapso) pasaron más de 40 días solos en la selva después de que la avioneta en la que viajaban con su mamá se estrellara y ella y otros dos adultos murieran.
El accidente ocurrió el pasado 1 de mayo cuando la avioneta cubría la ruta Araracuara, San José del Guaviare. En el lugar del siniestro solo se encontraron los cuerpos sin vida de los adultos, el del piloto, el del líder indígena huitoto que viajaba a su lado y el de la madre de los menores, Magdalena Mucutuy Valencia, ubicada detrás del capitán.
Los niños no estaban. No había rastro de ellos. La noticia corrió como pólvora y se hizo eco en el mundo. La búsqueda y las especulaciones de lo ocurrido con los menores mantuvo en vilo a buena parte de la sociedad.
El periodista y columnista de opinión Daniel Coronell (Bogotá, 1964), uno de los más destacados de su país [sus denuncias en temas de corrupción lograron que altos funcionarios salieran de sus cargos, que otros fueran a la cárcel y que se desplomaran millonarios emporios involucrados en acciones ilegales] realizó una exhaustiva investigación en Los niños del Amazonas (Aguilar), libro que relata la intensa búsqueda y propone una radiografía social del país que vio nacer a Gabriel García Márquez.
Un relato de múltiples capas: la vida de unas comunidades indígenas, su forma de ver la selva y la manera de interactuar con ella, las difíciles vidas de unos niños en una familia disfuncional, la operación informal de la aviación en la selva y en el llano, la relación de estas comunidades con los diferentes actores armados incluyendo las fuerzas militares, la incomprensión y la desconfianza entre civiles y militares, y aún más entre militares e indígenas, pero sobre todo el choque de la ciencia occidental con el conocimiento milenario de los indígenas.
El conocimiento milenario de los indígenas, el trabajo de los pueblos originarios con los militares y la explotación del pulmón del mundo
Desde Miami, donde actualmente reside, Coronell reconoce que no solo lo llevo a escribir estas páginas su nata curiosidad reportera sino el insoportable insomnio que atravesó por aquellos días.
“Esta historia coincidió con unas informaciones muy difíciles de salud acerca un miembro de la familia. En este momento estoy en el hospital –dice y la imagen de la cámara muestra esas luces intensas y brillantes que recorren los pasillos que se repiten en los nosocomios, sin importar el país–, mi hija [Raquel Coronell Uribe la primera presidenta hispana de The Harvard Crimson, el periódico universitario más antiguo del país, en esa universidad de Boston] está internada.
“Regresó la leucemia que había vencido en la adolescencia. Sufrió una gran recaída antes de terminar la universidad. En medio del agobio que significa afrontar estas noticias personales, no podía dormir. Perdí el sueño, dormía por tramos muy chicos, apenas una hora, así que empecé a documentarme con lo ocurrido –comenta con un tono amable y pausado–. Un amigo fue el que me sugirió que tenía que hacer un libro [Isaac Lee periodista, empresario y productor de cine y televisión], me habló de lo importante que era contar la historia de los niños indígenas sobrevivientes de un accidente aéreo y de los 40 días en la selva. Del Amazonas, de la emergencia climática, del yagé y del boom mundial por las drogas psicodélicas.
“Y así empecé a compensar mis horas de insomnio, a principio sin saber muy bien si la investigación si iba a transformar en un libro o en un argumento para un documental [hay varias propuestas para que la historia tenga su versión audiovisual]. Poco a poco el material fue tomando forma de crónica. Lo que puedo decirte es que de alguna manera este libro me rescató a mí, de mi insomnio y de mi tristeza. Encontré en este trabajo paralelo a todo lo demás una forma de compensar la angustia que estaba viviendo”.
–En su investigación devela la polarización y la división que atraviesa Colombia, pero por sobre todo hace énfasis en la “negación” del mestizaje en la población.
–Lo ocurrido con los niños nos sirvió a los colombianos, en cierta forma, para reencontrarnos con nuestra esencia: la indígena y mestiza. Vivimos en un país mestizo que se odia en su propio mestizaje, que le cuesta trabajo reconocerse en ese mestizaje. Colombia es un país profundamente dividido y polarizado. Hemos avanzado, pero durante mucho tiempo, me atrevería a decir que aún hoy, un insulto en el lenguaje cotidiano es llamar “indio” a una persona. Somos un crisol de razas y la mayoría de los colombianos nacen y crecen sintiéndose blancos y europeos.
“Esta búsqueda, la de los niños, nos dio muchas lecciones sobre la existencia de un mundo que no entendemos o que no hemos estudiado de manera sistemática. Se trata de reivindicar esa raíz, el conocimiento indígena contemporáneo y ese carácter mestizo de nuestra identidad. En esta historia, los niños son indígenas y son del Amazonas”, agrega.
Los cuatro hermanos forman parte de la comunidad indígena ancestral huitoto, descendientes “de un genocidio que no aparece en los libros de historia –apunta Coronell quien ganó diez veces el premio Emmy y dos veces el Peabody–, la de los caucheros de finales del siglo XIX y comienzos del XX cuando surgió la industria automotriz y con ellas las caucherías, como se llamaba a las explotaciones masivas del látex. Todo eso, que fue una revolución para el mundo, para el Amazonas, sacar la ´leche´ del árbol, fue motivo de sufrimiento, de explotación, de esclavismo y de miseria”.
–En un pasaje del libro dice: “indígenas y militares estaban condenados a ayudarse”
–Es muy interesante lo ocurrido, porque estos pueblos, en toda Colombia y en diferentes oportunidades sufrieron persecuciones y masacres. Han sido víctimas de los sectores armados, legítimos e ilegítimos. Agentes del Estado, de paramilitares y de guerrillas. Las Farc [Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia], perpetraron en su momento masacres contra pueblos indígenas. El Estado colombiano también ha cometido crímenes contra ellos, el más reciente que se recuerde tuvo lugar en marzo de 2022 en Putumayo. Por lo que los indígenas ven a los militares con cierto resquemor, con una desconfianza grande y no es para menos. Han sufrido por generaciones la represión de los dos lados del espectro político, tanto de la izquierda como de la derecha; tanto de las guerrillas como la de los paramilitares. Así que lo ocurrido en esos días de búsquedas fue una imagen diferente que se dio en Colombia para los propios colombianos y para el resto del mundo. Un grupo indígena buscando a sus niños junto con un escuadrón militar de Fuerzas Especiales.
–El general Pedro Arnulfo Sánchez aparece como una figura clave en este trabajo. Uno de los grandes protagonistas del rescate, cuyas palabras fueron fundamentales
–Un hombre excepcional. Creció como un niño campesino con una raíz indígena cercana. Unos meses antes de la operación de rescate fue puesto al frente del Comando Conjunto de Operaciones Especiales (CCOES). La orden que recibió en mayo fue la de encontrar un pequeño Cessna, la avioneta, con siete ocupantes que había caído en la mitad de la selva del Amazonas y verificar si había sobrevivientes. La misión se volvió una prioridad nacional cuando surgieron las evidencias de que los niños podían estar vivos. La Guardia Indígena y voluntarios de las diferentes etnias trabajaban también en la búsqueda por lo que las palabras de Pedro Arnulfo Sánchez, tal como dices, fueron fundamentales para la búsqueda conjunta.
Sabemos que ustedes conocen la madre selva mejor que nadie y que para venir a esta tarea de buena voluntad están dejando las labores con las que alimentan a sus familias. Les quiero decir que quien les habla es también indígena, un mestizo como el 88 por ciento de los hombres de nuestras Fuerzas Armadas. Quien les habla es un descendiente de la tribu de los guanes y quiero pedirles, como indígena, que también soy, que nos permitan buscar a su lado a nuestros niños. Entre todos haremos realidad el milagro de encontrarlos.
“Piloto de guerra, con siete mil horas, Sánchez cumplió la misión más importante y difícil de su vida militar sin disparar una bala y rompió con los prejuicios que se tienen hacia las poblaciones indígenas y hacia nosotros mismos. Para la investigación del libro, conversé con quienes habían entrenado a los militares involucrados y pude entender que ellos estaban sumergidos en un trabajo que desconocían totalmente. Una cosa es la visión de las fuerzas especiales en una operación en terreno, y otra muy distinta, la visión de una búsqueda prolongada. Las fuerzas especiales en todo el mundo, los Navy SEALs, la Legión Extranjera, están entrenados para llegar a un lugar, actuar rápidamente, dar el golpe y salir. En este caso tenían que hacer todo lo contrario, ser visibles, llamar la atención. Pedro Sánchez es un personaje que une estos dos mundos: militar e indígena. Es un personaje raro de encontrar en Colombia, en este sentido, por esa unión de dos mundos que a veces ni se miran”.
–El trabajo de rastreo que hicieron los indígenas, tal como destaca en Los niños del Amazonas es muy diferente al de los militares entrenados. ¿Cómo lo describiría?
–Es más integral porque mezcla todos los sentidos, oyen, huelen, tocan. Y miran de una manera muy distinta porque la selva no es un paisaje homogéneo, aunque para los ojos que no están preparados puede parecerlo. Los indígenas no rastrean mirando al piso. Ellos rastrean mirando hacia arriba, al frente y hacia abajo. Usan los ojos en esas tres dimensiones porque la selva está llena de señales.
La avioneta fue hallada por un niño de 14 años que se llama Alejandro, de la tribu Piratapuyo. “Él nunca había visto una de cerca. La encontró clavada en medio de los árboles. Cuando llegaron los indígenas, se encontraron con la avioneta estrellada y sobre el fuselaje notaron excremento de monos churucos. Los monos se mueven cuando hay presencia de un depredador o cuando hay algo extraño –describe Coronell, presidente de noticias de Univisión, el canal hispano más grande de Estados Unidos–. Los indígenas saben perfectamente cuándo se han movido súbitamente por cómo están tronchadas las hojas, por ejemplo. Los militares no vieron esas señas. Una de las formas en las que los monos se defienden de sus depredadores, de quienes se acercan, es tirándole excremento para disuadirlos. Al no encontrar los cuerpos de los niños cerca de la avioneta, cabía la posibilidad de que estaban vivos, luego de estas señales”.
–Tras la falsa noticia del hallazgo que replicaron algunos medios y el propio presidente colombiano, aparece en escena José Rubio, el chamán huitoto del Araracuara para coronar la historia con magia, sabiduría y medicina de la selva
–José Rubio fue el que después de cuarenta días y en un trance de yagé [una bebida sagrada, también conocida como ayahuasca], indicó el lugar en el que estaban los niños que no habían podido ser encontrados por los baquianos indígenas y los militares mejor entrenados de Colombia [los hallaron a solo a diez metros del lugar marcado por el chamán]. Finalmente, todo se dio por aquella falsa noticia. Tras aquella equivocación descomunal Petro habló con el tío abuelo de los niños, Fidencio Valencia que le hizo un pedido urgente.
Petro, gracias por todo lo que ha hecho –le dijo el tío abuelo al presidente colombiano–, todo eso está bien, pero nada está completo. Es posible que nunca más tenga la oportunidad de hablarle. Le quiero pedir que lleve allá al hombre más sabio del Araracuara. Es el mayor. Don Rubio. José Rubio Calderón. Él es el único que nos puede sacar con bien a los niños.
“Para Fidencio no era suficiente lo de los militares, lo de los helicópteros. Él pide al Mayor Rubio, el hombre más sabio porque tiene la solución espiritual, el yagé. Para buscar a los niños necesitaba el yagé tigre que, de acuerdo con las afirmaciones del chamán, sirven para transportarse en el tiempo”.
Los huitotos se llaman a sí mismos “la gente de la coca y del tabaco” o “la gente del mambe y del ambil”. El tercer ingrediente es el yagé. Todas estas yerbas y preparaciones sagradas son una forma de acercamiento a la divinidad y una manera de superar la enfermedad. “Según su religión, el padre creador Moo Buinaima nació de la palabra y a la vez creó la palabra –explica Coronell, quien por quince años consecutivos fue el columnista más leído por los líderes de opinión en Colombia–. Esa construcción recíproca significa que nadie es enteramente superior, que aun las fuerzas más grandes tienen pares y que todo está en permanente evolución. Por eso, según los taitas huitotos, es necesario hablar, entender las fuerzas naturales, reconocer la existencia de otras fuerzas sobrenaturales y pedir su ayuda para curar los males del cuerpo y del espíritu”.
El mismísimo Gustavo Petro le confesó a Coronell que en su juventud probó el yagé en dos ocasiones. La primera vez descubrió que el cuidado de la naturaleza debía ser la principal razón de su vida. La segunda le entregó la estremecedora visión de su propia muerte. “En su autobiografía no aparece esta experiencia –aclara el editor de la revista Cambio–. El yagé marcó su vida por estas dos visiones. Me lo contó en una conversación que tuvimos cara a cara, cuando el libro ya estaba en escritura. No tenía la menor idea que lo había probado. Después de la segunda toma nunca más quiso hacerlo. El presidente está convencido que la gran luz que vio en esa ocasión, será lo último que verá en su vida”.
– ”Lo intenté mucho y no conseguí una explicación”, aclara en su investigación. Un hombre escéptico que frente a este caso no encontró una respuesta lógica, como si fuera puro realismo mágico.
–No soy una persona religiosa y sí, soy escéptico. A la incapacidad de creer le hice frente con la de saber. En esta historia no encontré explicaciones por más que investigué y busqué para no salirme de la lógica. Investigué y mucho. Que el chamán dijera donde estaban los niños no tiene explicación lógica. Los indígenas son parte de la selva, del ecosistema. Aunque esto para nosotros sigue siendo magia, es investigado por científicos de universidades tan serias como Johns Hopkins, en Estados Unidos. Creo que es un mundo que ya lleva unos años explorándose, pero que en unas décadas va a ser claro para la ciencia. Algunos estudios de medicina occidental –no concluidos– tratan de establecer si el yagé puede ser usado para superar formas de depresión, el alcoholismo o la drogadicción. Tuve que derribar prejuicios. El chamán es un hombre inspirador, una persona portadora de una sabiduría oral milenaria. Lamentablemente, Rubio aclaró que Wilson, el perro héroe de la historia podía salir solo de la selva pero que él no podía ayudarlo.
–El Amazonas es el pulmón del mundo y ocupa buena parte de Colombia, casi el 42 por ciento.
–Una extensión mayor que la de Alemania. Los colombianos hemos vivido de espaldas a la región y apenas el 2 por ciento habita la zona. Se trata de una extensión que está aislada por las características de la zona, de difícil acceso, pero que también está distante del país culturalmente. Es más fácil desde Bogotá confirmar algo que ha pasado en España que tal vez dentro del propio país. Vivimos más cerca de lo que pasa al otro lado del mundo de lo que sucede en nuestras propias fronteras. Hablamos de una región inmensa cuya protección, digamos de supervivencia natural ha sido el aislamiento, pero ese aislamiento que puede ser maravilloso también tiene una cara terrible. La mayoria de las noticias que se conocen del lugar están relacionadas con el narcotráfico, con la deforestación y el mercado ilegal de animales.
-El narcotráfico derribó enormes zonas de la selva. Poco se habla de la responsabilidad global, Petro en las Naciones Unidas, en su primera intervención como mandatario, sostuvo: “la selva se quema. El pilar climático del mundo, desaparece con toda su vida”. El mundo le deja la responsabilidad de supervivencia a los más débiles o a los países amazónicos [Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Brasil]. Buena medida de la supervivencia de la especie humana depende del Amazonas y al mismo tiempo dentro de nuestros países se piensa que esa es una responsabilidad exclusiva de los indígenas o de las personas más débiles y empobrecidas. Deberíamos estar buscando la manera activa y global de preservar la vida humana.
–La noticia falsa del rescate, como tantas otras que notas que se publican sin confirmar su veracidad, ofrece la posibilidad de analizar y reflexionar la actualidad que atraviesan los medios de comunicación en busca de clics, la carrera por la primicia y el lugar que ocupan las redes sociales.
–Hoy, con la inmediatez de las redes sociales estamos casi que condenados a llegar de segundos casi siempre. Ahora uno se entera de lo que ocurre en otra parte del mundo por lo que grabó un turista, alguien que pasaba con su teléfono celular. El periodismo debe brindar contextos y capacidad de entender críticamente lo que está pasando, ya no se trata simplemente registrar. En este sentido, nuestro trabajo es explicar la imagen del hecho, darle una verificación contextual, saber qué significa cada cosa y por sobre todo, dudar de todo. Nunca se puede confiar en una fuente por buena que sea. Siempre hay que contrastar la información.
–El rescate del equipo uruguayo en Los Andes, los mineros en Chile ... ¿Los niños del Amazonas también quedaran en la historia?
–Quisiera decirte que su lección de vida, va a ser perdurable en la historia de Colombia, pero me temo que a la vuelta de unos años van a ser más recordados fuera, en otros países, mucho más que aquí incluso.
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