Un caminito al costado del mundo: una mirada sobre la road movie de La Renga
Las pasiones de una banda de rock se entrecruzan en la ruta
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A principios de la década del 90, la banda de hair metal Bon Jovi lanzó el videoclip de la canción “Miracle”, en el que Jon Bon Jovi (el cantante), Richie Sambora (el violero) y el resto de los músicos llegaban en motos choperas a un “pueblito” de México. Los lugareños recibían con cariño a la patota del metal: les regalaban sonrisas, banderines de colores y alguna que otra quesadilla. Incluso, sobre el final del clip, el más fachero de la banda –no era Jon, sino un joven Matt LeBlanc, el actor de Friends– se llevaba de butaquera a una morocha con rulos. Mucha moto cromada, crines al viento y la certeza de que, desde sus Harley Davidson, estos vándalos sin problemas capilares eran capaces de dominar el mundo. A escala nacional se podría hacer una analogía con la película que el grupo de rock La Renga acaba de presentar, aunque la estética de ambas cintas esté a un planeta de distancia. Totalmente poseídos es el nombre de la road movie que la banda de Chizzo Napoli, Tete Iglesias y Tanque Iglesias estrenó este jueves en los cines de todo el país. Cuenta un viaje de 5000 kilómetros por rutas argentinas, unidas por dos pasiones: las motos y el rocanrol.
“Solo hace falta un mundo... para dar una vuelta” es uno de los leitmotivs de Totalmente poseídos. Dar una vuelta, en este caso, implica que los integrantes del power trío que compone La Renga se lanzaran en sus motocicletas a recorrer el país, en el marco de la gira “Alejado de la red”, que se realizó en 2022.
Si algo tiene de interesante la película es que, además de registrar los multitudinarios shows de la banda, refleja el amor que estos muchachos le profesan a las motos. Aliados con varios talleres que hicieron posible el periplo (y clubes de motoqueros para mantener alta la moral), los músicos de La Renga estuvieron acompañados por familiares, técnicos y productores.
Así fue que, por momentos, un enjambre de motos copó los carriles de las rutas provinciales, la entrada de los pueblos y los playones de las estaciones de servicio, ante la mirada incrédula de los locales. No es tan frecuente estar tomando un cafecito en la YPF y toparse con un cardumen de motoqueros customizados, símil Hell Angels.
Pero atención: la imagen no tiene nada que ver con Bon Jovi llegando a un pueblito de México y regalando demagogia a extraños. Los caballeros rodantes de La Renga no alardean de su popularidad (aunque podrían); son solo una manada de gente grande –ya casi no quedan crines al viento, salvo las del bajista– que ama las motos, las camperas de cuero, los espejismos del asfalto y el rocanrol.
Sorprende que en ningún momento del film se ve a alguien mandando mensajitos ni hablando por celular, como si la poesía moto-rutera tuviera un sesgo de camaradería analógica, un poco prehistórica. No se imagina que estos jinetes le manden un whatsapp a sus señoras para decirles cosas del estilo “llegué bien princesa”. De hecho tampoco aparecen demasiadas mujeres –hay que decirlo–, con excepción de alguna que otra fanática (como dice el refrán: “Menos mujeres que película de guerra”).
Al final de cada tramo, el trío (con Manu Varela como cuarto Beatle) desembarca en un estadio o autódromo, toca para 40.000 personas y, cuando termina el show, se queda durmiendo en las carpas de sonido, para trepar a sus motos al día siguiente... y otra vez la misma historia. A saber: rutas interminables, valles y cañadas riojanas, zapadas a la vera del río, pizzas y asados en lo de alguien que abre las puertas de su casa.
No se espera un giro en el guion. Es solo motos y rock (que no pise el cine quien no disfrute una de las dos cosas). Pero en el interín aparecen perlitas: paisajes hermosos filmados con drones, amaneceres inolvidables y la voz cavernosa de Chizzo tirando highlights motor-psico-filosóficos del estilo “el viaje empezó hace rato” o “es hora de abstraerse y cabalgar al viento”.
El film presenta, además, tres temas nuevos grabados y mezclados especialmente para la película. Tanto las canciones como el viaje están bendecidos por el espíritu de Nélida Nelly Iglesias, apodada como “la madre de los motociclistas argentinos” o la “abuela motoviajera”. La banda lleva el casco de Nélida como un “Santo grial” –así le dicen en la peli– que los protege, hoy y para siempre, en este periplo y los que vendrán.
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