Tras sus críticas a Massa y Carrió. Fernando Bravo: “Estamos en un tiempo en que no podemos ser tímidos”
El popular conductor radial y televisivo asegura que la audiencia espera que los periodistas tomen posición: “Si nos seguimos engañando y callando, estamos en el peor de los caminos”
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Sinónimo de radio, Fernando Bravo pertenece a una estirpe de comunicadores audiovisuales que, lamentablemente, se va extinguiendo. Hoy mantiene su programa diario de cuatro horas en la tarde de Radio Continental, pero ya hace rato que no aparece como conductor en la televisión, donde supo ser protagonista en su momento de ciclos muy exitosos como Alta tensión, Mesa de noticias, Veinte mujeres y Siglo XX Cambalache, entre muchos otros.
Sobrio, coloquial, simpático, educado, apreciado y querido por la audiencia que lo sigue desde hace tantas décadas, al popular comunicador sanpedrino le parece mentira que en pocos meses esté cumpliendo 80 años. Sin embargo, se siente lejos del retiro ya que le sigue entusiasmando su faena diaria frente al micrófono.
Defensor a ultranza del buen decir cada vez que se dirige al público, sin embargo, recientemente su calentura pudo más al comentar las declaraciones del ministro de Economía y precandidato presidencial del oficialismo Sergio Massa, que aseguró que miembros de la oposición habrían pedido al Fondo Monetario Internacional que dejen de adelantarle plata a la Argentina, al menos hasta que asuma el nuevo gobierno. “O no tenés coraje o sos un cagón”, le reprochó al aire al alto funcionario por no identificar con nombres y apellidos a quiénes habrían llevado adelante esa supuesta gestión.
–¿Te cabreaste?
–No, no me cabreé. Ni siquiera me considero un editorialista. Lo que pasa es que fue muy comentado y tuvo repercusión porque se viralizó el video en las redes sociales. Uno a veces se siente en la radio con tanta confianza que, a lo mejor, no mide que un término pueda disparar tantos comentarios. Si hubiese dicho solamente que no tenía coraje o era una mentira no hubiera pasado nada. La palabra cagón potenció todo.
–Hace poco también tuviste un comentario áspero hacia Elisa Carrió cuando ninguneó a Beto Brandoni y lo trató indirectamente de viejo.
–¿Sabés que pasa? A esta altura, con casi 80 años, si yo me reprimo en algo me traicionaría a mí mismo. Creo que estamos en un tiempo en que no podemos ser tímidos en cuanto a nuestra postura periodística y ciudadana, porque si nos seguimos engañando y callando, me parece que estamos en el peor de los caminos.
–También rotulaste a Wado de Pedro como “el vigilante de Cristina”.
–La radio reclama y requiere síntesis. En pocas palabras, tenés que decir mucho. También dije que [Axel] Kicillof es un aprendiz de Maduro cuando dijeron que iban a prender fuego si gana la oposición. A [Guido] Insfrán casi no hace falta criticarlo. Se critica solo cada vez que abre la boca.
–A partir de la llegada del kirchnerismo dejaste un poco atrás al animador amable, de temas cotidianos y de acompañamiento para volverte más político en tus comentarios. ¿Por qué?
–En otros tiempos tenía analistas políticos y por lo tanto, el andarivel de la opinión transitaba por ellos. A veces mojaba el pancito en ese plato, pero por ahí trascendía más la firma del columnista especializado. Yo lo tuve a Alfredo Leuco, muchos años después a Jorgito Sigal; luego a Diego Shurman y estuvo Omar Lavieri en temas judiciales. En otra etapa, en Radio del Plata, laburé también con Reynaldo Sietecase. Yo a veces aportaba y otras, no.
–Quizás eran tiempos menos crispados.
–Exactamente. Creo que ahora hay un gran enojo en la sociedad y la audiencia está esperando que uno tome posiciones sobre los temas que suceden. Si no lo hacés podés perder conexión.
–¿Y eso empezó en los tiempos de las presidencias de Cristina Kirchner?
–Sí, aunque había un enojo, el país transitaba por otros momentos. Hoy hay una suerte de sentirnos al borde del precipicio y la gente padece cosas que entonces no padecía: hambre, incertidumbre, inseguridad. Son muchos los niveles en contra de la respiración natural de una sociedad que hoy están absolutamente exacerbados. Hablo de la inflación, de la angustia, de gente que se quiere definitivamente rajar del país, de médicos que se están formando y que en lo único que piensan es en irse al exterior, chicos que emigran porque realmente no tienen esperanzas acá. Esto es muy complicado. Este cuadro social, me parece a mí, que no se había visto antes. Eso enoja mucho, la gente reclama y te pide que tomes posiciones.
–Tenés una trayectoria muy variada, con magazines y programas de entretenimientos, tanto en radio como en televisión, siempre más bien conectados con una parte más amable de la comunicación, pero a la vuelta de tantas décadas, ¿tu apellido artístico empieza a ser cada día más adecuado porque “Bravito” está cada día más “bravo-bravo”?
–Ja, ja. Yo voy a la radio con el espíritu de hacer un programa amable. Si de pronto aparece algo que necesito decir, lo digo. No me llevo nada a casa porque siento que también los que trabajamos en los medios de comunicación tenemos la obligación de tomar partido y contar qué nos pasa como ciudadanos.
–¿Cómo se podría superar la famosa grieta?
–Que cada uno tengamos una mirada tolerante hacia el otro y ante la vida. Me parece que hay un gran condimento de intolerancia individual. Yo sigo teniendo una buena relación, tal vez un poco más fría, con gente que no opina como yo, pero hay gente que a mí ahora ya ni me saluda.
–¿Cómo es tu esquema habitual de trabajo?
–Los periodistas que trabajan conmigo traen su costura con absoluta libertad y a veces interrelaciono con ellos. Alejandra Canosa, por ejemplo, puede referirse a Wanda Nara y, aunque no lo tenga en mi agenda, si tengo ganas de hablar de eso, opino. Después elijo un par de temas para opinar sobre tal cosa o tal otra y voy a encontrar el momento para hacerlo. Elijo los entrevistados y a la mañana hablo con la producción sobre qué personas convocar para hablar sobre los temas de la agenda del día en un país con un presidente eclipsado totalmente fuera de circulación y con Massa, un candidato en ejercicio de la presidencia. No me propongo un editorial todos los días. Puedo hablar o puedo no hablar. También hay cosas con menos volumen político, que vas sintiendo que la gente está pidiendo y se pueden hacer.
–Por mucho tiempo no asumías tu condición de periodista y te reivindicabas solo como locutor, pero ahora inclusive tenés la autoridad de formar parte de la Academia Nacional de Periodismo.
–Para mi sorpresa. No sé quién me propuso. Yo soy un hombre de la comunicación. Si eso roza el andarivel del periodismo oral, la Academia ha sentido que puedo estar ahí. Sinceramente me siento muy halagado. Era un objetivo que no tenía de ninguna manera, así que es un regalo que me ha dado la vida. Me voy asumiendo. En ese sentido, Antonio Carrizo me abrió mucho la cabeza; también Cacho Fontana, porque intentaron algo más que la locución y yo también sentí que tenía que ir por ahí para acompañar la exigencia del tiempo que nos toca vivir. Los locutores han perdido el paso. Héctor Larrea se retiró, yo todavía sigo. Hoy son periodistas los que conducen los programas. Hay locutores que no procuran avanzar en su cultivo personal.
–Antes parecía suficiente tener una buena voz, ser un eficiente maestro de ceremonias, leer bien los avisos.
–Ahora ya no es suficiente. Por eso siempre les digo a los que empiezan que avancen en la cosecha personal, que si saben abrir el abanico de posibilidades laborales, seguramente van a tener la chance de ser cabeza en un equipo.
–Aludiste antes a Wanda Nara. ¿Cómo te cayó la “primicia” de Jorge Lanata sobre su estado de salud?
–No coincido con la postura de Lanata, me parece que fue un apresuramiento. Para mí fue una imprudencia. La salud individual es un tema que debe decidir la gente. Si se trata del presidente de la República es otra cosa, porque en ese caso la salud se convierte en un tema de Estado. Pero Wanda Nara no es un tema de Estado. La señora [Elba] Marcovecchio [esposa de Jorge Lanata] dijo en un programa de televisión: ¿Qué hacemos con la información? ¿Qué hacemos? Vamos detrás de los partes médicos. Yo aprendí una cosa cuando transmitía carreras de autos en el año 67 y me tocaba un móvil a sesenta kilómetros de la largada. El tipo que me llevó me dijo: Mirá, los pilotos no mueren en la ruta; mueren en el hospital. ¿Qué quiere decir eso? Si hay un accidente ahí, me advertía, vos no digas que el tipo murió porque no tenés la seguridad, hay familiares escuchando y hay un manejo prudente de la información que debemos tener en cuenta. Si hay alguien que tiene que dar una noticia de estas, es un médico que constata efectivamente.
–En tu calidad de hombre de la comunicación y de miembro de la Academia, ¿cómo está el periodismo hoy en día?
–Como signo de los tiempos, hay un periodismo militante que defiende al oficialismo con una enorme simpatía, con canales que directamente trabajan una línea de adulación. Y hay un periodismo crítico que a veces ve pocas cosas buenas, si es que hay alguna, pero que tiene como una especie de negación de cualquier cosa que pueda ser atractiva de ese lado. Máximo Kirchner piensa en un proyecto en el Congreso para que no privaticen Aerolíneas Argentinas. Yo también pienso que no debería ser privatizada, aunque tampoco debe ser una guarida política y que debería ser una empresa rentable, pero creo que no pasa por la privatización, pasa por el concepto que se tenga para manejar esa empresa. Pero a lo mejor no gusta que yo exprese eso.
–Me das el pie a la pregunta siguiente: ¿las audiencias no son, acaso, bastante responsables de que se marquen tanto los sesgos informativos para un lado y para el otro?
–Bueno, me pasó que a alguna gente no le gustó que criticara a Lilita Carrió cuando ninguneó a Beto Brandoni. Y yo la critiqué porque no me pareció ética su manera de referirse a ese actor, medio como subida a un pedestal.
–¿Qué pasa con los sesgos cognitivos y con la noticia deseada por parte del público? ¿No se muestra arbitrario con lo que quiere que se hable y también con lo que no quiere que se diga?
–Las redes sociales son una caja de resonancia de opiniones diversas. Yo no me engancho ni discuto con las redes sociales porque no hay identidad y, como decía Lanata, no voy a terminar discutiendo con @globito90. Hay periodistas que hacen buenos análisis. Hay diez o doce que sigo. Yo me guío por lo que está en la superficie de la información y a partir de eso generó mi propia opinión.
–Los medios tradicionales están desde hace varios años en crisis, entre otras razones por el surgimiento de nuevas plataformas, pero la radio parece siempre zafar. ¿Por qué?
–La radio es el único medio que se hereda. Nosotros heredamos de nuestros padres escuchar la radio. Y eso en un momento cala. La radio siempre ha estado como telón de fondo en la vida de la gente. Tarde o temprano se buscan las AM, más allá de que a veces tengan sueños de juventud con las FM porque son más musicales y descontracturadas. Creo que las AM son como las catedrales, hoy son grandes instituciones. Y las FM son iglesias y capillitas. Las grandes marcas de radio son AM. La radio se ha vuelto mucho más noticiosa. Antes las noticias estaban circunscriptas nada más que a los boletines y todo era entretenimiento, shows y música. Yo subo al auto y pongo la radio parlante; no pongo la FM, salvo en un viaje largo si quiero escuchar más música. Pero también cuando viajo me gusta investigar radios locales y escuchar cómo se mueven, cuáles son las cosas que le interesan, también me nutren.
–¿Spotify y los podcasts son como el streaming para la tele?
–Es probable. Me han ofrecido hacer podcasts, pero no he querido, por una cuestión especial: hago cuatro horas diarias de radio. No tengo ganas de más.
–Las camaritas, ¿no la matan un poco a la radio?
–Totalmente. Estoy en contra. Es una decisión empresaria en la que no estoy nada de acuerdo. La radio implica una gran cuota de imaginación y fantasía. Fernando Peña, con cámaras, no habría generado las fantasías que provocó intercalando sus personajes que hablaban entre sí. La cámara desnuda la intimidad de la radio y no le hace bien. Para entrevistas especiales puede ser una buena idea la posibilidad de verlas por streaming, pero después habría que volver a la intimidad.
–¿Qué le aporta a la radio estar en la Feria del Libro o, ahora mismo, en la Exposición Rural?
–Le da una visualización al medio, una presencia. Es bueno estar ahí. A mí me sirve. Los políticos visitan el móvil, suben, saludan, hacemos una nota de cinco minutos. Le da movimiento y también tenés un termómetro de lo que pasa con tu programa y tu relación con la gente. Para mí es útil. También voy a Expoagro y a Agroactiva.
–Sos un profesional de la radio, pero también lo fuiste de la televisión. ¿Cuál es la diferencia principal entre los dos medios?
–La tele es como el living de tu casa y la radio como el comedor de diario. Yo lo siento de esa manera. La radio es más descontracturada. Eso se transmite también en la actitud corporal de uno. Es otra cosa. La radio también te da un clima de reflexión distinto. La tele te genera una actitud más formal.
–Fernando, ¿la televisión segrega a los adultos mayores, salvo a Mirtha Legrand, que parece no poder estar en la televisión, pero por otras causas?
–No sé si la segrega. Me parece que para aquellos personajes que tenemos unos años y que venimos de otro tiempo, no encontramos un lugar para ubicarnos. Tal cual está planteada hoy, se me hace difícil. Es más: a veces me invitan algunos programas y yo tengo mis temores en ir porque no sé si voy a dar el pinet. Sobre todo en los programas periodísticos. Se lo decía días pasados a un amigo, Alfredo Leuco, que se me hace difícil ir a ese tipo de programas porque ya no hacen preguntas. Directamente te tiran penales. La radio busca conversación y la tele, como está ahora, solo busca el impacto, una declaración contundente. Hay una buena cuota de salvajismo.
–¿La TV se berretizó, como dijo Lanata en la última fiesta de los Martín Fierro?
–Creo que perdió calidad y elegancia. Su vocabulario se ha vuelto muy descarnado innecesariamente, cosas que se podrían decir de otro modo, con una mayor elegancia. Hablando del Martín Fierro, las primeras palabras que dijo el conductor, Santiago del Moro, cuando entró fue ¡Vamos, carajo!. Era impensado en los tiempos que a mí me tocó vivir. Le bajó el precio a la ceremonia al toque. Se presenta como la fiesta más grande de la televisión argentina y el tipo que la va a conducir lo primero que dice es eso cuando entra caminando. ¡A la miércoles, cambió todo!
–¿La mala palabra, en todo caso, la dejás para ser utilizada excepcionalmente, tal como hiciste vos con Massa?
–A mí me molesto mucho que Clarín dijera que yo había insultado a Massa. Siento que no lo insulté. Hizo algo que no me gustó. Lo que digo del vocabulario es que, de la nada, un tipo diga no me rompás los huevos. ¿por qué? No es necesario, lo puede decir de otra manera.
–¿Pensás en el retiro?
–No estoy todavía preparado para retirarme. Estoy en la investigación de cuáles son los próximos matices que yo debería encontrar. No es fácil desprenderse. Este es un trabajo exigente con un compromiso diario de estar al aire cuatro horas, que requiere de la presencia y de estar con los compañeros. No sé hacer el trabajo que no sea de esa forma. Estoy tratando de imaginarme de qué manera encarar el futuro. Confieso que estoy buscando esos matices y, también lo confieso, que no los he encontrado aún porque las ofertas laborales que he tenido y que tengo son, efectivamente, para continuar el trabajo tal cual lo hago ahora. Me lleva horas de analista y una charla postergada que tengo con Héctor Larrea para preguntarle ¿qué pasó cuando te bajaste?. Me da tanta alegría este trabajo que yo no sé si la voy a encontrar en otro lugar, más allá de que me gusta navegar, andar en bicicleta y viajar. No sé si estoy preparado para no tener una actividad profesional. Y, además de eso, porque me siento pleno y aún con ganas. Siento que he tenido una prepotencia con el laburo que nunca me detuve. ¿Viste que hay gente que se toma un año sabático? Yo no lo necesité. No me puedo quejar de cómo me fue. Estoy muy contento con todo lo que conseguí y lo sigo disfrutando.
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