Steven Levitsky: “Si tuviera que apostar 1 peso por el ganador de las elecciones, no apostaría por Massa”
El coautor del best seller Cómo mueren las democracias analiza las elecciones argentinas y no elude la pregunta: ¿Milei es un riesgo contra la democracia, o lo fue el kirchnerismo?
“Sería una sorpresa si logra ganar Massa siendo representante del oficialismo durante una situación económica como la actual”, explica. “La gente vota a favor de los gobiernos cuando hay crecimiento económico y estabilidad económica y vota en contra de los gobiernos cuando la situación económica está mal. Me parece racional”, plantea. “La gente está muy descontenta, sobre todo después de la pandemia, y el oficialismo está perdiendo en todos lados”, analiza. “Votan a Milei por el discurso “anti”; no es que esté ganando votos el discurso del libre mercado”, afirma. “Algunos gobiernos peronistas se han acercado a la línea crítica del autoritarismo pero desde el ́ 83 hasta ahora, ninguno la ha cruzado”, precisa. “En el caso de Milei, no es tan abiertamente antidemocrático como Bolsonaro o como Trump, pero hay señales que preocupan”, sostiene. “Me parece un paso muy negativo que la vicepresidenta de Milei llegue al poder”, advierte y sigue: “Su discurso rompe el consenso democrático”. “La solidez de la democracia argentina debería ser suficiente como para resistir un gobierno de Milei, si ocurre”, reflexiona. “Todo el mundo sabe que Cristina Kirchner no es la política más tolerante de la historia argentina. Fue muy lamentable lo que hizo cuando asumió Macri. Pero en los últimos años, en la Argentina, el problema principal no fue que el kirchnerismo fuera hegemónico”, aclara.
“La ausencia de oposición seria siempre le hace mal a los gobiernos y a las democracias”, precisa. “En los años ´90s y el principio del siglo XXI: el modo de acabar con la democracia cambió de una manera dramática”, explica. “En gran parte del siglo XX, el golpe militar, que lamentablemente la Argentina conoce muy bien, fue la manera más típica de destruir la democracia”, detalla.
"La gente vota a favor de los gobiernos cuando hay crecimiento económico y estabilidad económica y vota en contra de los gobiernos cuando la situación económica está mal. Me parece racional"
“Ahora, casi siempre, la muerte de la democracia es más lenta y es un proceso civil. Son los gobiernos o primer ministros, los presidentes elegidos muchas veces democráticamente los que utilizan las propias instituciones de la democracia para minar lentamente, debilitar y, a veces, destruir la democracia”, señala. “Escribimos el libro, sobre todo, porque queríamos advertir a los norteamericanos que esto puede pasar. Luego, resultó un proceso común a la región”, dice. “Hemos aprendido, y eso es importante para la Argentina, que la democracia puede resistir la elección de un presidente autoritario”, afirma. “Siempre es un riesgo para la democracia elegir una figura que no está comprometida con la democracia como Trump o como Bolsonaro, como Bukele en El Salvador”, reconoce. “Aunque un gobierno sea elegido por la mayoría, como lo fue Perón en los años ‘40s, eso no dice necesariamente que el nuevo presidente es un demócrata y no garantiza necesariamente la democracia”, clarifica. “Desde temprano, Trump decía públicamente que no iba a aceptar los resultados de una lección”, describe y advierte: “Una regla cardinal, absolutamente clave de la democracia, es que hay que aceptar los resultados de las elecciones, ganar o perder”. “La regla número dos es la tolerancia de la violencia: un demócrata, un político comprometido con la democracia rechaza siempre el uso de la violencia en la política”, desarrolla y agrega: “Ya en 2016, Trump toleraba y a veces aplaudía el uso de la violencia, otra señal clarísima de alguien que no esté comprometido con la democracia. Bolsonaron, igual”. “En los últimos 40 años, muchos argentinos se han preocupado públicamente por los políticos peronistas considerándolos no cien por ciento democráticos”, reflexiona. “A partir del ´83, la duda sobre el compromiso democrático estaba ahí”, sostiene. “Los gobiernos peronistas, sobre todo los de Menem y Kirchner, no fueron gobiernos suizos, o sea, hubo corrupción y cierta concentración y abuso de poder, pero el peronismo en todas sus expresiones nacionales ha jugado dentro de las reglas del juego democrático”, destaca. “Es cierto que algunos gobiernos peronistas se han acercado a la línea crítica pero desde el ́ 83 hasta ahora, ninguno ha cruzado la línea del autoritarismo”, distingue. “Si los gobiernos democráticos de varios partidos, a través de los años, no gobiernan bien, y no le demuestran a los ciudadanos que están respondiendo a sus demandas y sus necesidades, la democracia puede debilitarse”, advierte. “El régimen político no importa demasiado en cuanto al rendimiento económico y al crecimiento, el PBI, o en cuanto al nivel de inflación, o en cuanto a muchas otras medidas, inclusive la corrupción”, matiza. “Hay muchos problemas con la democracia y la economía argentina, pero no es culpa de la democracia”, propone. “La democracia es un sistema de reglas que protege a los individuos y que permite una libre selección de gobiernos y un proceso de transición de gobierno pacífica e institucional. No es más que eso”, explica y agrega: “No es un sistema de producción de mejores políticas económicas y sociales”. “Pero el punto principal es que los gobiernos autoritarios no rinden mejor; en mucho caso, son peores”, compara.
"Siempre es un riesgo para la democracia elegir una figura que no está comprometida con la democracia como Trump o como Bolsonaro, como Bukele en El Salvador"
“La democracia argentina está más fuerte que hace 20 años o 30 años y las instituciones, aunque son más débiles que, por ejemplo, Uruguay o Chile, están más fuertes que hace una generación”, subraya. “Es la vieja historia en la Argentina, mala en rendimiento económico pero la democracia se sostiene, y me parece que eso sigue”, remarca. “En el `83, Alfonsín nos decía que con la democracia se come, se educa, se cura. Y lamentablemente no es cierto”, advierte. “La democracia es el mejor sistema que tenemos para gobernarnos, pero no implica todo lo bueno del mundo”, opina. “La democracia es simplemente un sistema para proteger derechos y seleccionar gobiernos. No debemos esperar demasiado de la democracia”, define. “En cuanto al libre mercado y el fin de la historia, ya aprendimos hace mucho tiempo que no hay utopías en el mundo y, sobre todo, que no hay utopías en la política”, cuestiona. “No cargo de demasiada responsabilidad a los votantes. Es entendible que la mayoría de los argentinos votara por Carlos Menen”, cree. “Los argentinos sabían de la corrupción pero juzgaron, en el ‘95, que la estabilidad económica era lo más importante”, se extiende. “En el caso de Cristina Kirchner, los radicales o las fuerzas no peronistas, de nuevo, habían guiado al país a un colapso en 2001, 2002 pero bajo el kirchnerismo, la economía empieza a crecer de nuevo”, analiza. “Gran parte del voto Milei es un voto de rabia, un voto de descontento, un voto que expresa la actitud de “que se vayan todos”, concluye.
El respetado politólogo Steven Levitsky estuvo en La Repregunta. Levitsky es autor, junto a Daniel Ziblatt, de Cómo mueren las democracias, un best seller de análisis político traducido ya a veinticinco idiomas. Es profesor e investigador en el área de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard y director del David Rockefeller Center for Latin American Studies, también en Harvard. Es Doctor en Ciencia Política por la Universidad de California. Su trabajo de investigación se enfoca en la democratización y autoritarismos, partidos políticos e instituciones.
¿Cómo mueren hoy las democracias? ¿Hay cada vez más democracia electoral pero presidentes poco democráticos? ¿Cuánto pesan las crisis sociales y económicas? ¿Se equivocó Francis Fukuyama y su utopía de la democracia liberal? ¿Milei es un riesgo contra la democracia, o lo fue el kirchnerismo? ¿Por qué Massa no podría ganar? Levitsky hizo su análisis.
Aquí, la entrevista completa.
¿Cómo mueren las democracias? De los golpes a los presidentes elegidos pero antidemocráticos
-Cómo mueren las democracias se publicó en enero de 2018. Hacía apenas un año que gobernaba Donald Trump en Estados Unidos y en Brasil, Jair Bolsonaro no había sido elegido presidente y su figura todavía no se veía como un riesgo electoral; en ese enero de 2018, nadie podía anticipar ese resultado. ¿Cómo ha cambiado su análisis acerca de cómo mueren las democracias a partir de esos casos y del modo en que se desarrolló el gobierno de Trump y de Bolsonaro? ¿Qué aprendieron de los últimos procesos?
-Buenas preguntas. El proceso, el cambio que describimos en Cómo mueren las democracias no empieza con Trump ni con Bolsonaro, sino que es un producto de algo que empezó en los años ´90s y el principio del siglo XXI: el modo de acabar con la democracia cambió de una manera dramática. En gran parte del siglo XX, el golpe militar, que lamentablemente la Argentina conoce muy bien, fue la manera más típica de destruir la democracia: un golpe completo, con junta y gobierno militar, que lleva de una democracia a plena dictadura casi de la noche a la mañana. Y eso cambió. En el mundo, todavía hay golpes pero son muy raros, sobre todo en América Latina. Ahora, casi siempre, la muerte de la democracia es más lenta y es un proceso civil. Son los gobiernos o primer ministros, los presidentes elegidos muchas veces democráticamente los que utilizan las propias instituciones de la democracia para minar lentamente, debilitar y, a veces, destruir la democracia. Escribimos el libro, sobre todo, porque queríamos advertir a los norteamericanos que esto puede pasar. Por suerte, los norteamericanos no hemos vivido un proceso de autoritarismo en la vida de todos. Nosotros queríamos describir cómo es el proceso para que los yankees pudieran entender y reconocer la amenaza. Resulta que, luego, se convirtió en un proceso común a la región. En Brasil, poco después de la publicación del libro, surgió Bolsonaro. Pero lo que hemos aprendido, y eso importante para la Argentina, es que la democracia puede resistir la elección de un presidente autoritario. Siempre es un riesgo para la democracia elegir una figura que no está comprometida con la democracia como Trump o Bolsonaro, o como Bukele en El Salvador. Pero hay democracias como Brasil que logran resistirlo. México es otro caso de una democracia que, creo, va a resistir la elección y el gobierno de AMLO (NdelE: Andrés Manuel López Obrador). Y en la Argentina, se está por ver, pero yo creo que la solidez de la democracia argentina debería ser suficiente como para resistir un gobierno de Milei, si esto ocurre.
-¿Por qué sostener de manera tan contundente que Donald Trump no es democrático o que Bolsonaro no lo es? Fueron elegidos por las mayorías o las primeras minorías en sus países. ¿Por qué una elección libre no es suficiente para definir a un gobierno como una democracia?
-Donald Trump no fue elegido por la mayoría, sino por una minoría porque, a diferencia de ustedes, nosotros mantenemos el colegio electoral. Pero aunque un gobierno sea elegido por la mayoría, como lo fue Perón en los años ‘40s, eso no dice necesariamente que el nuevo presidente es un demócrata y no garantiza necesariamente la democracia. En todo el mundo y en toda la historia de América Latina, hay figuras que han sido muy populares y que han sido elegido libremente y, sin embargo, no tienen ningún compromiso con la democracia. Desde temprano, Trump decía públicamente que no iba a aceptar los resultados de una lección. Y en el caso de perder, sabíamos desde el principio que Trump no tenía un compromiso fuerte con la democracia. En este caso, la historia nos dio la razón porque una regla cardinal, absolutamente clave de la democracia, es que hay que aceptar los resultados de las elecciones, ganar o perder. Lo mismo en el caso de Bolsonaro.
-Esa negación a aceptar el resultado electoral se dio en los intentos de reelección. Pero a lo largo de los de esos cuatro años de gobierno, luego del triunfo electoral y de su modo particular de gobernar, antes de que buscaran la reelección, ¿en qué rasgos de su gobierno se puede decir que Trump o Bolsonaron fueron antidemocráticos?
-Repito, Donald Trump decía que no iba a aceptar el resultado de la elección en la que compitió contra Hillary Clinton si es que perdía. Es decir, se negaba a aceptar los resultados de la elección, que es la regla número uno en cuanto al compromiso con la democracia. La regla número dos es la tolerancia de la violencia: un demócrata, un político comprometido con la democracia rechaza siempre el uso de la violencia en la política. En muchos de sus discursos, no en 2020 o 2021 sino ya en 2016, toleraba y a veces aplaudía el uso de la violencia, otra señal clarísima de alguien que no esté comprometido con la democracia. Bolsonaro, igual: aplaudía abiertamente el régimen militar, apoyaba en su discurso el uso de la violencia, la tortura, las violaciones a los derechos humanos. Y aunque las instituciones en Brasil se mantuvieron firmes, Bolsonaro intentó revertir los resultados de la elección, muy parecido al intento de Trump. En ninguno de los dos casos fue un misterio: ellos se proclamaban autoritarios.
"No cargo de demasiada responsabilidad a los votantes. Es entendible que la mayoría de los argentinos votara por Carlos Menen. Los argentinos sabían de la corrupción pero juzgaron, en el ‘95, que la estabilidad económica era lo más importante"
¿La locura es Milei o la locura fue el kirchnerismo? ¿Cuándo mueren las democracias?
-Usted plantea una oposición entre la muerte súbita de la democracia por un golpe de Estado versus la muerte lenta, a partir del debilitamiento de las instituciones democráticas por la voluntad política de un líder poco democrático. Ahora, si la muerte de la democracia es gradual, la pregunta sobre el cómo ya está contestada pero surge otra pregunta sobre cuándo. ¿Cuándo arranca ese proceso de debilitamiento democrático? ¿Quién es el responsable? Porque uno de los debates que se dan en la Argentina tiene que ver con eso: buena parte de la clase dirigente y del mundo intelectual ve en Javier Milei un riesgo contra la democracia. Ahora, hubo una presidenta saliente como Cristina Kirchner que se negó a participar del traspaso de mando de un gobierno al otro cuando ganó el presidente Mauricio Macri. No reconocer los resultados electorales es uno de los cuatro indicadores que ustedes señalan como señales de debilitamiento de la democracia. ¿El inicio de esta muerte gradual de la democracia puede atribuirse al kirchnerismo? ¿La locura es Milei o la locura fue el kirchnerismo? ¿Por qué tener tan claro que Milei es un riesgo contra la democracia y no considerar que el kirchnerismo comenzó a construir ese camino gradual de riesgo contra la democracia?
-Durante todo el período actual de la democracia argentina, en los últimos 40 años, muchos argentinos se han preocupado públicamente por los políticos peronistas considerándolos no cien por ciento democráticos, y con cierta razón porque la historia del peronismo, también la historia del anti peronismo, fue poco democrática: Perón no fue demócrata; hubo mucha violencia en su gobierno, sobre todo en el segundo gobierno de Perón; el peronismo, como también los anti peronistas, habían apoyado golpes militares en el siglo XX. A partir del ´83, la duda sobre el compromiso democrático estaba ahí. Y los gobiernos peronistas, sobre todo los de Menem y Kirchner no fueron gobiernos suizos, o sea, hubo corrupción y cierta concentración y abuso de poder, pero, dicho eso, durante 40 años, el peronismo en todas sus expresiones nacionales ha jugado dentro de las reglas del juego democrático. Siempre ha aceptado la derrota; siempre ha salido del poder cuando le tocó salir del poder y no violó seriamente, ni mucho menos, los derechos civiles de los periodistas, de los opositores, etcétera. Entonces, es cierto que algunos gobiernos peronistas se han acercado a la línea crítica del autoritarismo pero desde el ́ 83 hasta ahora, ninguno ha cruzado esa línea. En el caso de Milei, no lo sabemos. Milei no es tan abiertamente antidemocrático como Bolsonaro o como Trump, pero hay señales que a mí me preocupan. Me preocupa mucho su selección de candidata a vicepresidenta. Una de las cosas más importantes en cuanto a la democracia que ha ocurrido en la Argentina en los últimos 40 años, es el consenso construido alrededor del “Nunca más”, con el rechazo completo, bajo cualquier circunstancia, de los militares y de los golpes. Y, en el discurso de la candidata a vicepresidente de Milei, que conocí hace unos años en una conferencia, me preocupa mucho. Rompe con este consenso y me parece un paso muy negativo que ella llegue al poder. En el caso de Milei, no sabemos, o yo personalmente no lo sé. Su discurso no es tan abiertamente autoritario como en algunos otros casos, como Bolsonaro.
Crisis económica y social. ¿Las democracias también mueren por su ineficacia?
-Hay un piso básico para considerar que hay una sociedad democrática, que son las reglas de la democracia electoral, las reglas para elegir presidente, y la aceptación de los resultados de una elección, se acepta perder o que gane el adversario. Ahora, para considerar la muerte de la democracia, ¿alcanza con el plano institucional como punto de partida? En la Argentina, está cada vez más claro que desde el regreso a la democracia, se han generado más deudas que soluciones como los niveles de pobreza, de corrupción, de estancamiento y decadencia educativa, la pérdida de trabajo formal, la falta de crecimiento. ¿Las democracias mueren también porque no son capaces de satisfacer las necesidades básicas de las personas?
-La respuesta es sí. El mal rendimiento de los gobiernos democráticos es un factor. Si los gobiernos democráticos de varios partidos, a través de los años, no gobiernan bien, y no le demuestran a los ciudadanos que están respondiendo a sus demandas y sus necesidades, la democracia puede debilitarse. Pero es importante separar la democracia de otra cosa como el Estado, la economía y la sociedad.
"Gran parte del voto Milei es un voto de rabia, un voto de descontento, un voto que expresa la actitud de “que se vayan todos"
-¿Cómo es esa separación?
-No hay ninguna garantía… De hecho, hay mucha evidencia en todo el mundo de que el régimen político no importa demasiado en cuanto al rendimiento económico y al crecimiento, el PBI, o en cuanto al nivel de inflación, y en cuanto a muchas otras medidas, inclusive la corrupción. Lo más probable históricamente y tomando en cuenta evidencia del resto del mundo, si la Argentina tuviera una dictadura desde hace 40 años, es que estaría peor. Hay muchos problemas con la democracia argentina, muchos problemas con la economía argentina, pero no es culpa de la democracia. La democracia es un sistema de reglas que protege a los individuos y que permite una libre selección de gobiernos y un proceso de transición de gobierno pacífica e institucional. Ningún otro sistema en el mundo permite que la gente cambie su gobierno cada cuatro o cinco años. No es más que eso. No es un sistema de producción de mejores políticas económicas y sociales. Pero el punto principal es que los gobiernos autoritarios no rinden mejor; en mucho caso, son peores. Entonces, es cierto, las democracias que no logran sostener altos niveles de crecimiento económico o que no logran reducir la pobreza suponen un riesgo más alto de debilitamiento o de colapso, pero no me parece que la Argentina esté hoy corriendo ese peligro. La democracia argentina está más fuerte que hace 20 años y más fuerte que hace 30 años y las instituciones, aunque son más débiles que, por ejemplo, Uruguay o Chile, están más fuertes que hace una generación. Es la vieja historia en la Argentina, mala en rendimiento económico pero la democracia se sostiene, y me parece que eso sigue.
De Fukuyama al presente, ¿el fin de la utopía de la democracia liberal? ¿También la del libre mercado?
-¿El problema entonces es una especie de utopía engañosa? Estoy pensando en Francis Fukuyama y su idea del fin de la historia y de la democracia liberal como el sistema más eficiente para resolver las demandas de la sociedad. Esa idea es casi un espejo de la idea de que también el libre mercado es el sistema más eficiente para resolver los desbalances de la sociedad. ¿Es esa especie de utopía democrática perfecta lo que no se está cumpliendo? ¿Deberíamos corregir, entonces, la definición de democracia como un proceso en marcha y no como un estado permanente al que se llega y que logra todos los balances posibles de una vez y para siempre?
-De acuerdo. Y en la Argentina, no es un problema nuevo: en el `83, Alfonsín nos decía que con la democracia se come, se educa, se cura. Y lamentablemente no es cierto. Yo creo en la democracia, creo que es el mejor sistema que tenemos para gobernarnos, pero no implica todo lo bueno del mundo. La democracia es simplemente un sistema para proteger derechos y seleccionar gobiernos. No debemos esperar demasiado de la democracia. En cuanto al libre mercado y el fin de la historia, ya aprendimos hace mucho tiempo que no hay utopías en el mundo y, sobre todo, que no hay utopías en la política. Y lo del mercado libre, no creo que los argentinos estén votando por Milei por su programa económico, pero si lo hacen, bueno, así es la democracia. Y si ganan los ultra libre mercado, pues que intenten gobernar. Vamos a ver los resultados
-El fin de semana pasado, la vicepresidenta Cristina Fernández señaló que el kirchnerismo no había sabido dar debates necesarios, por ejemplo, sobre los paros que afectan a la escuela pública, que hacen que la gente elija la educación privada. Su conclusión fue que a partir de ese no debate en el kirchnerismo, entraba ahora la lógica de los vouchers vía Milei. Fue una especie de autocrítica al efecto cámara de eco que generó el kirchnerismo en relación a sus creencias y su imposibilidad de pensar críticamente. Detrás del surgimiento de un Milei, ¿hay algo de responsabilidad de un modo de ver la democracia donde las hegemonías, donde el partido hegemónico silencia la posibilidad de la palabra de los adversarios políticos y de quienes piensan distintos y le quita valor? En definitiva, que Cristina Kirchner no haya querido traspasar el poder a Macri es minimizar la legitimidad de esa opción política.
-Sí, todo el mundo sabe que Cristina Kirchner no es la política más tolerante de la historia argentina. No le gusta la crítica. No le gusta mucho la disidencia dentro de su partido. Fue muy lamentable lo que hizo cuando asumió Macri. Pero creo que en los últimos años, en la Argentina, el problema principal no fue que el kirchnerismo fue hegemónico. Tampoco fue tan autoritario. Pero dadas las circunstancias, dado el colapso total del radicalismo y la fragmentación por más de una década de las fuerzas de clase media, el kirchnerismo dominó la política entre 2003 y el surgimiento del Pro. Y tuvo la suerte del aumento de precios de los commodities. Entonces, la Argentina creció como loco en 2006, 2007, 2008 y ganaron la presidencia tres veces sin mucha oposición. La ausencia de oposición seria siempre le hace mal a los gobiernos y a las democracias. Tal como se da en la Argentina, siempre es mejor tener una competencia fuerte entre dos o más fuerzas políticas. La ausencia de competencia seria por un poco más de una década en la primera década del siglo XXI, le costó a la Argentina porque el kirchnerismo no tuvo que responder a nadie, aún cuando erraron, no tuvieron que responder a nadie, no tuvieron que hacer autocrítica, no tuvieran que reflexionar por mucho tiempo. Así terminaron cometiendo muchos errores que le van a costar al partido peronista, al movimiento kirchnerista y, quizás, al país.
Reelecciones polémicas y la responsabilidad de la sociedad. Hoy, ¿oficialismos sin chances? ¿Y Massa?
-En esa ausencia de oposición, ¿qué responsabilidad tiene la sociedad, los votantes? ¿Cómo encaja la responsabilidad de la sociedad en su análisis de cómo mueren las democracias? Porque a Menem, los argentinos lo votaron la segunda vez por más del 50 por ciento aún cuando ya estaban todos los hechos de corrupción denunciados. Y a Cristina Kirchner también la votó más de la mitad de los argentinos cuando ya se sabían las debilidades y los problemas estructurales derivados de su voluntad hegemónica o de corrupción de ese gobierno.
-Yo no cargo de demasiada responsabilidad a los votantes. Es entendible que la mayoría de los argentinos votara por Carlos Menen. En el ‘95, la Argentina todavía tenía, básicamente, un sistema bipartidista: el radicalismo había gobernado y el colapso de la economía fue total en el ‘89 y Menem acabó con la hiperinflación. Los argentinos no son tontos ni son ignorantes: sabían de la corrupción pero juzgaron, en el ‘95, que la estabilidad económica era lo más importante. En el caso de Cristina Kirchner, los radicales o las fuerzas no peronistas, de nuevo, habían guiado al país a un colapso en 2001, 2002. Y puedes o no darles el crédito, pero bajo el kirchnerismo, la economía empieza a crecer de nuevo. Aunque había señales de problemas económicos y de problemas fiscales, en 2011 había señales todavía de que la economía estaba creciendo. Entonces la gente vota a favor de los gobiernos cuando hay crecimiento económico y estabilidad económica y vota en contra de los gobiernos cuando la situación económica está mal. Me parece racional.
-¿Cómo es que ahora Sergio Massa, que es el candidato del oficialismo y ministro de Economía de una inflación que va a superar el 200 por ciento anual, puede tener chances electorales, al menos según los mostraron las PASO en esos tercios imperfectos en que se dividió la elección?
-Sería una sorpresa si Massa, siendo representante del oficialismo durante una situación económica como la actual, si logra ganar. Si tuviera que apostar 1 peso, probablemente no apostaría por Massa.
-Steve, si apuesta 1 peso, es poco.
-Un dólar, digamos. Si Massa gana, primero, será una sorpresa. Sería algo casi inédito. Y si gana, probablemente sería porque sus rivales fueron realmente débiles. Podría ser porque parece que Massa y Milei, hoy por hoy, van a segunda vuelta. Masa podría aprovechar el hecho de que Milei es realmente un candidato bastante extremista
Voto Milei, ¿En contra del Estado presente y a favor de la iniciativa individual?
-Última cuestión. Usted estableció una separación entre democracia y Estado o economía. Ahora, uno de los análisis muy razonables que se hacen en relación al voto en favor de Milei tiene que ver con votantes jóvenes que han escuchado el relato del Estado presente y han recibido algunos beneficios del Estado kirchnerista pero no han podido construir sus propios proyectos vitales. Se sintetiza en el “voto Rappi”, el voto de las repartidores de aplicaciones, eso del cuentapropismo que se gana el peso día a día con su propio esfuerzo porque el Estado no le ha cumplido. ¿Los votantes no están votando un plan económico, como usted plantea, pero sí están votando una concepción de la economía donde el Estado no esté tan presente?
-No sé, no he estudiado la opinión pública como para saber con ese detalle la naturaleza del voto a Milei. Hay algunos que están votando a favor de su visión económica y hoy en la Argentina, hay razones como para tener dudas acerca del Estado. Pero me parece que gran parte del voto Milei es un voto de rabia, descontento, un voto que expresa la actitud de “que se vayan todos”. Hemos visto eso en todas las democracias de América Latina, inclusive también en el Norte. La gente está muy descontenta, con mucha rabia, sobre todo después de la pandemia, y el oficialismo está perdiendo en todos lados. La última vez que un gobierno oficialista retuvo la presidencia en América Latina en una elección libre fue en Costa Rica. Hubo más de veinte elecciones en toda la región, y también en Estados Unidos, en las que el oficialismo pierde. La gente, y sobre todo, la gente joven está con mucha rabia. Están votando a Milei por el discurso “anti” de Milei y no porque esté ganando votos el discurso libremercadista.