Sobre el azar, el lado B del éxito y cómo sobrepasar los fracasos
“Hay que leer para vivir lo máximo posible”, dice el multipremiado escritor David Foenkinos, que presentó su libro “Número dos” en la Argentina
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Por las calles más parisinas de Buenos Aires, un hombre francés hace el recorrido de esas pocas cuadras que separan la embajada de su país –donde tuvo un almuerzo– del hotel donde se hospeda. Apenas un rato después, ya en el hotel, está algo cansado: es que lleva desde las 10 de la mañana de entrevista en entrevista, y seguirá. Es su día de seguidillas, de escuchar y responder por lapsos que, cada media hora, cambian de interlocutor. Es ese tiempo de estar frente a gente que nunca vio ni volverá a ver, algo así como los ratos pautados, también para entrevistas, que dan los actores de la industria antes de cada estreno.
Pero este hombre francés, si bien tiene mucho que ver con el cine y la música, no es actor ni rockstar. Es escritor. Se formó en la Universidad de la Sorbona, aunque también es sólido su recorrido y conocimientos sobre el jazz. Se hizo muy conocido por uno de sus libros, La delicadeza (2009), que recibió diez premios y fue finalista de galardones como el Médicis, Femina o el Goncourt. Pero no quedó ahí, fue llevada al cine y dirigida por el propio David Foenkinos y su hermano, Stéphane Foenkinos, y protagonizada por la actriz francesa Audrey Tautou.
Entonces, el hombre que sabe de dar entrevistas en continuado, celebra estar en la Argentina y se predispone para una nueva oportunidad de hablar de sus libros. En esta tarde fría de mayo, sobre los últimos días de la Feria del Libro –de la que fue parte–, David Foenkinos (París, 1974) hace de anfitrión junto a su traductor, desde uno de los salones del hotel donde se aloja.
El escritor ya había estado en Buenos Aires, y esta vez también lo trajo un libro, su última novela, Número dos (Alfaguara), que es la historia de Martin Hill, un chico que casi llega a ser el protagonista de la saga de Harry Potter. Salvo porque en ese casting es Daniel Radcliffe quien finalmente queda como el actor protagónico para el personaje en las versiones para cine. Así, Martin, que pasa tan cerca del paraíso, pero no sucede, lleva otra vida, que se aleja cada vez más de esa posibilidad de ser la cara de Harry, de ser el número 1.
La novela, que hace muchas referencias al mundo del cine, empieza así: “Para entender la envergadura del trauma de Martin Hill, había que remontarse a la raíz del drama”. Si bien tiene muchos condimentos del mundo audiovisual, del pop, de lo dark, es una historia sobre el lado B del éxito. Algo que lleva a pensar sobre el lugar del deseo, y por qué no, del azar. Sobre esto, también en el libro, se lee: “Siempre asociamos el azar con una fuerza positiva que nos catapulta hacia momentos maravillosos. De forma sorprendente, casi nunca se alude a su versión negativa, como si el azar hubiera confiado la gestión de su imagen a un as de la comunicación”. Lo que se desea. Lo que toca.
Tal vez sea la propia experiencia del escritor la encargada de sumar matices al punto de vista de sus obras, de lo que traten. Cuando tenía 16 años, estuvo internado por mucho tiempo, en estado grave, y eso lo cambió todo. “Leía mucho por esos días”, dice. El hombre que proviene de una clase no acomodada, puede nombrar hoy un listado de premios literarios y reconocimientos. En 2015 recibió el Renaudot y Goncourt des lycéens por otros de sus títulos, Charlotte, un libro que recupera al patrimonio cultural, la figura de la pintora Charlotte Salomon. “Se lo lee en las escuelas y lo votaron los estudiantes”, resalta.
También dentro del registro de cómo contar las vidas –reales– de los otros, es autor de una biografía novelada sobre el beatle, Lennon. Ahí, un trabajo sobre el sujeto, un verdadero análisis para ver de cuántos yo está hecha una persona; y sin miedo a rayar el bronce. Contar a John Lennon. No es por casualidad que David Foenkinos sea un autor traducido a más de 40 idiomas, que sus historias circulen por el mundo en las diferentes lenguas. Otros de sus libros, también premiado, El potencial erótico de mi mujer, Premio Roger Nimier 2004. En cuestión de premios, hay un último, que recibió en 2022, el Prix Nice Baie des Anges, justamente por esta novela, Número dos. Entonces, a pesar de verse cansado en lo salón del hotel, Foenkinos empieza a hablar de literatura, y revive.
–¿Es la primera vez que está en el país?
–No, ya había estado. Vine hace 8 años para Charlotte, mi otro libro. Esa vez me quedé solo dos días para entrevistas. Ahora, me quedo tres días más, con un día libre para pasear un poco y recorrer.
–¿Le gusta Buenos Aires?
–Vi muy poco de Buenos Aires, pero es una ciudad soñada para los escritores, sobre todo. Con su mitología literaria. Tengo muchas ganas de descubrir más. Algunos edificios sí se parecen a los de París, pero es una ciudad que tiene claramente una identidad propia.
–¿Cuál es su relación con la literatura argentina?
–Bueno, no, mi panteón literario está ligado más a los países de Europa del este. Pero de la Argentina leí mucho a Borges, por supuesto, a quien cité mucho en mis libros. Y Cortázar, que está en el corazón de La delicadeza, hablo de él al principio. Uno de mis autores preferidos es Witold Gombrowicz, que vivió bastante en la Argentina. Hay muchos autores de este país que me gustan.
–Y de los autores contemporáneos, ¿leyó a algunos?
–No. Es por eso que me gusta viajar, para conocer escritores, para recibir consejos. De hecho, no duden en darme consejos, recomendarme autores. Me gusta mucho Damián Szifrón.
–Su último libro es la historia del lado B del éxito. ¿Por qué le interesó contar eso?
–Es una muy linda manera de expresarlo. Tendría que habérsela robado hace mucho tiempo (risas). Es que a veces las mejores canciones están en el lado B.
–Entonces, ¿qué significa escribir sobre esas personas, lugares, que quedan al margen de las cosas?
–Es que ese es el objetivo de la literatura: buscar a los olvidados, a los que no están bajo la luz, el proyector. Cuando escribí Charlotte, por ejemplo, quería escribir sobre esta pintora olvidada. Había escrito este libro en la biblioteca de los autores rechazados, que no habían sido publicados, y este libro cuenta la historia de alguien que es alejado, expulsado de un destino extraordinario en el último instante. Pero en realidad, Número dos es también un libro sobre el fracaso y cómo sobrepasar los fracasos.
–En diferentes momentos del libro surge la palabra azar, ¿hay un sentido del azar trazado en el libro?
–El azar es muy importante en el libro. Porque el punto de partida del libro es la entrevista de la directora de casting. Es que el destino depende de muy pocas cosas, a veces. Y que la maquinaria del destino y del azar a veces puede tomar mal camino. Es como si el azar tuviese una muy buena agencia de comunicación que se ocupa de él. Porque la imagen que tiene el azar, en general, es una imagen muy positiva, creemos que es genial. Pero podemos ver que puede ser algo absolutamente nefasto. Y que este pobre chico se encuentra en una situación en la que no pidió nada y va a tener que confrontar un fracaso. Pero es verdad que en el corazón del libro está el azar.
–En el libro hay mención todo el tiempo a la industria americana del cine, ¿cómo se le ocurrió usar ese mundo de Harry Potter en esta historia?
–A mí me encanta crear historias extraordinarias, por ejemplo, lo que pasa en el casting de Harry Potter, y luego voy yendo hacia lo íntimo. Pasar de una historia extraordinaria hacia una más íntima. Cada uno puede identificarse así en el manejo del fracaso. Yo no quería escribir un libro sobre Harry Potter. Para mí lo importante era otra cosa. Pero en la primera parte había que ser muy preciso sobre cómo Harry Potter se convirtió en Harry Potter. A mí siempre me interesa observar un éxito antes del éxito. La intuición de algunos, por ejemplo.
–¿Por qué le interesa contar ese recorte, el del éxito antes del éxito?
–Cuando la primera persona lee Harry Potter, el editor, por ejemplo, no tiene forma de saber que va a ser la autora más leída del mundo. Y cuando el productor le dice, bueno, podemos hacer una película con este libro, no tienen ni idea del potencial que eso puede alcanzar. Ahora Harry Potter está en todos lados, todo el tiempo, y lo que me divirtió de escribir es que se trata sobre un personaje que trata de escapar de Harry Potter. Bueno, algo bastante difícil (risas). Y entonces cuento detalles de J. K. Rowling y el comienzo de la adaptación.
–Contar la vida de Martin, ¿cuestiona el sentido del éxito? Como si fuera aun más adentro, ¿qué sería el éxito?
–Para mí pone en duda todo. Me interesa tomar una situación que parece clara en un primer momento y, poco a poco, el punto de vista cambia. Leyendo el libro uno se da cuenta de que él éxito de tales dimensiones puede volverse complicado. Digamos, contienen toda una serie de dificultades, el éxito. Y que de alguna manera uno puede darse cuenta de que hay un fracaso virtual dentro del éxito. ¿Qué se puede sacar de positivo? Finalmente es eso lo que me interesa del fracaso. La verdad es que el libro va a tratar de invertir el punto de vista, de darlo vuelta.
Una curva tonal constante
El hombre viste todo de negro. Ni muy formal ni tampoco como un chico de 20. Se lo ve sobrio y muy observador: mira en silencio. Es delgado, longilíneo, y ahí, sentado en el sillón de cuero negro, su silueta se recorta sobre las paredes también oscuras del hotel donde da la entrevista. Cruza las piernas y se lleva la mano a la cara. Todavía no hay ninguna pregunta en el aire, y, sin embargo, parece pensar. Ser alguien que capitaliza lo que le sucede, como cuando leyó y leyó internado en ese hospital a los 16. O la manera en que mira la vida de los otros.
Por caso, el libro Lennon, abre así: “El primer recuerdo fuerte de mi vida es el asesinato de John Lennon. Yo tenía entonces un poco más de seis años. La verdad de un hombre es extremadamente compleja. Y más aún en alguien que ha suscitado tantos comentarios”. Cuando Foenkinos habla, responde en un tono parejo, sin sobresaltos, que va muy de la mano a su ritmo más bien lento. Y responde corto, como si se autoeditara. Más allá de que su traductor, sentado frente a él en otro sillón, haga en tiempo real el pasaje de una lengua a otra, en el pulso del francés de David Foenkinos, se escucha una estructura, una secuencia: esa forma de sintaxis de alguien que piensa y piensa.
–En tu relación con el jazz, que tiene mucho de improvisación, ¿esa dinámica la traslada a su trabajo con la escritura? Es decir, ¿cómo trabaja tus textos?
–Fui estudiante de jazz. Como estudiante, tocaba tres horas por día. Y luego, poco a poco, bueno, la literatura empezó a ocupar un lugar. Para mí era como casi lo mismo.
–¿Por qué sería casi lo mismo?
–Porque lo que importa es el ritmo, el sentido de las frases. A mí no me importa que les guste o no mi trabajo, pero pienso que lo esencial para un escritor es que su trabajo tenga su particularidad. Para tocar un instrumento es lo mismo: hay que encontrar un sonido, eso específico de la manera en que se interpretan las frases. Lo que me gusta del jazz es que hay una grilla estructurada y luego se improvisa. Y la escritura se aproxima a eso: hay un marco preciso y luego se pasea adentro.
–¿Se busca el tono?
–Cada novela tiene un tono diferente. Es que cada novela tiene una tónica. Incluso diría, que una música diferente. Esta novela, Número dos, es un poco como The Cure, un poco con eso de los años 80.
–En diferentes entrevistas, usted dice que uno de sus maestros fue Paul Auster. A propósito de la muerte de Auster, circuló un video donde él decía que escribía ocho horas para llegar, quizá, a una página. ¿Cómo trabaja usted, en relación al maestro?
–Para mí no hay generalidades. Algunos días puedo escribir tres o cuatro páginas y a veces dos o tres líneas. Nunca es igual. Creo que a veces uno puede escribir una novela y a la siguiente vez, incluso sentirse perdido e incapaz de escribir una novela. Para mí no hay lógica.
–¿Y hay algún momento o situación en particular en la que le guste escribir?
–Me gusta mucho escribir cuando estoy de viaje. Cuando estoy moviéndome. Escribir en los trenes, en los aviones. Eso me gusta. Mucho. Pero no le creo eso de ocho horas para una página. Para mí no es verdad, porque una de sus novelas tiene 800 páginas (ríe).
–Vayamos al libro sobre John Lennon. ¿Podríamos decir que es una biografía novelada?
–Sí, lo es.
–Bien, entonces, ¿cómo es contar una vida de alguien que todo el mundo sabe quién es? O mejor dicho, ¿cómo se cuenta una vida que ya es conocida?
–Sí. Es verdad. Todo el mundo conoce a Lennon, pero a mí lo que me interesaba era hacer una vida que no fuera musical. De contar las neurosis de su vida, todas las temáticas de su vida. Las cosas que lo marcaron para siempre. Como que uno nunca se repone de una infancia abandonada, pese al éxito. Hay como una especie de rajadura imposible de curar, de arreglar. Solo Yoko Ono logra ser, en un momento para él, todo: su madre, su amante, su hermana. Todo me apasionaba de la vida de Lennon y me conmovía profundamente.
–Tomar al sujeto más allá de todo lo conocido, digamos, ¿como alguien vulnerable?
–Era alguien totalmente vulnerable y que se buscó toda su vida. Hizo todo, y lo contrario de todo. Por ejemplo, con su primer hijo estuvo ausente y con el segundo estuvo todo el tiempo ahí. Su primera mujer no existe y con la segunda no camina un metro sin ella. Hace la cura a través del silencio en India y cuando vuelve hace la cura por el grito. Toda su vida así. Alguien extremadamente violento, un chico malo. Un auténtico bad boy, alguien que probablemente haya matado a golpes a un marinero en Hamburgo y que luego se vuelve el líder máximo del pacifismo y la no violencia. Hay un montón de ejemplos así, en los que Lennon pasa de un extremo al otro. Es muy difícil escribir sobre alguien tan conocido.
–¿Eso lo descubrió en la investigación o durante la escritura del libro?
–Es un libro que maduró dentro mío durante 20 años. Conozco todo de la vida de Lennon.
–Hay que llevar 20 años un libro, ¿no?
–No es que durante 20 años supe que lo iba a escribir, sino que el interés por Lennon estuvo ahí siempre. Sin embargo, no es el libro más importante para mí. Charlotte sí es mucho más importante.
–¿Por qué?
–Charlotte Salomon había sido olvidada. Y me fascinaba su obra, todo de ella. Su valentía. La manera en la que, al borde del suicidio, va a buscar la belleza dentro suyo. El éxito del libro para mí fue maravilloso: todo el mundo la descubre a ella a través del libro.
–El poder de un libro.
–Sí. Pero no siempre funciona. Era imposible imaginar que un libro escrito en verso sobre una vida como esta iba a tener un éxito tal. Hoy en día en Francia se lo lee y se lo estudia mucho en los colegios.
–¿Por esto, por la reivindicación de esta vida o por cómo está escrito?
–Por las dos cosas. Recibió el Premio Goncourt de los estudiantes secundarios.
–A propósito de participar de la Feria del Libro, ¿qué le puede decir a los lectores sobre la lectura?
–Pienso que estamos en un mundo que va cada vez más rápido. Que es brutal, violento, que es frenético. Y pienso que la literatura es el espacio absoluto de lo íntimo, de la lentitud. Hay que leer para vivir lo máximo posible.
–¿Por qué la lectura alargaría la vida?
–Porque hace el tiempo más lento. Da lugar a la intimidad, a la interioridad. Yo estuve muy enfermo a los 16 años, pasé como 10 meses en un hospital y la literatura me cambió la vida. Bueno, no es que estén obligados a leerme, pero lo que entra dentro de la literatura es absolutamente extraordinario.
–¿Qué diría él sobre este último libro? Digamos, no lo mismo que se puede leer en la contratapa.
–(Risas). A mis lectores, empezaría por decirles gracias. Pienso que es un libro, que por un lado tiene la venganza de los números dos, y que quizá le va a permitirle darle el valor que merece a eso que se perdieron. Es decir, valorar ahí donde fracasaron.
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