“Sí, esta película es una carta de amor al vinilo”
El director Ned Benson explora en “The Greatest Hits” los caminos que la música ofrece para conectarse con el pasado
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Sucede en cualquier momento, sin aviso. En un supermercado, en un café, arriba de un taxi. De pronto, suena una canción y nos transporta al pasado. Las góndolas se convierten en las paredes de un boliche, un par de décadas atrás; la barra del café, en la mesa familiar un domingo soleado de la infancia; la ciudad que se ve a través de las ventanillas del auto se borra y aparece la cara de alguien a quien preferiríamos olvidar.
La música tiene ese poder de transportarnos al pasado. En pocos minutos, una canción nos devuelve imágenes y sensaciones que, tal vez, ni siquiera recordábamos hasta ese momento. La melodía funciona como una máquina del tiempo infalible, con todos sus ajustes personalizados a la medida de nuestra historia particular. “La música te puede llevar atrás en el tiempo, también actuar como un descarga de electricidad que enciende tu cerebro y lo hace funcionar –explica Andrew Budson, especialista en neurología cognitiva y conductual, en una nota publicada por el Washington Post–. Todos tenemos la experiencia familiar de volver a nuestros hogares, visitar el colegio al que fuimos y sentir cómo los recuerdos nos inundan. La música puede hacer lo mismo. Provee un escenario emocional que nos permite recuperar todos esos recuerdos”.
¿Qué pasaría si esta experiencia común no solo sucediera en la mente de una persona, sino que las canciones pudieran literalmente enviar a alguien al pasado? Sobre esa premisa, Ned Benson construyó su nueva película The Greatest Hits, que se estrenará el 12 de abril, por Star+.
El drama romántico con toques fantásticos está protagonizado por Lucy Boynton, quien interpreta a Harriet, una joven cuyo novio murió en un accidente automovilístico. Desde ese momento, cuando Harriet escucha ciertas canciones, viaja al pasado. En esos viajes, que duran apenas minutos, ella intenta cambiar el destino trágico de su novio, sin resultados. Cuando conoce a David (Justin H. Min), en un grupo de ayuda para elaborar el duelo, cambia su perspectiva sobre cómo vivir el resto de su vida.
“Quería que la película fuera sobre nuestra posibilidad o intento de dejar ir al pasado, para poder seguir adelante con nuestras vidas –dice Benson, en una entrevista vía Zoom con un grupo de medios internacionales de la que participó LA NACION–. Creo que es un tema que aparece de nuevo en cada película que hice. En este caso, quería que fuer
El guionista y director del tríptico The Dissaperance of Eleanor Rigby, que se presentó en el festival de Cannes en 2014, explica que se inspiró para The Greatest Hits en las ideas expuestas por Oliver Sacks en su libro Musicofilia. Relatos de la música y el cerebro.
“Creo que fue la idea de cómo la música interactúa con el cerebro y cómo puede crear una experiencia alucinógena –dice Benson–. Eso fue con lo que me quedé, porque la música me afecta mucho personal y emocionalmente. Así que esas dos cosas combinadas fueron la inspiración para pensar ‘oh, podría usar este concepto para intentar hacer una película con eso’”.
El poder de la música para afectar a las personas también le interesa a Lucy Boynton, quien actuó en otras películas centradas en la música, como Bohemian Rhapsody y la fabulosa Sing Street, de John Carney. “A través de estas películas realmente empecé a diseccionar mi relación con la música –dice Boynton–. Creo que porque algunas, ciertamente Sing Street, suceden en los 80, pude apreciar mucho más la universalidad de la música. El hecho de que canciones que salieron en los 80, escritas por jóvenes de esa época, pudieran resonar ahora, subrayó lo que ya sentíamos: que una canción puede atravesar el tiempo, o que puede ser en otro idioma, y su sensación y sentimiento pueden resonar de forma universal”.
“Es muy poderoso que esta película explore eso -continúa Boynton-. También puede tener un sentido muy personal. Te permite no sentirte tan solo en tus sentimientos y transportarte a otros lugares, buenos o malos, para mejor o peor, y conectar con distintas partes de tu vida, lo cual creo que es tan poderoso y lo más cercano y tangible que tenemos a viajar en el tiempo”.
Su coprotagonista, Justin H. Min, reconocido por su trabajo en las series Beef y The Umbrella Academy, está de acuerdo con ese sentimiento: “Siempre hay canciones que aparecen en la radio o con las que me cruzo y me llevan inmediatamente a cuando escuché ese tema por primera vez. Es una forma de viajar en el tiempo. Me pasa con ‘Space Song’, de Beach House. Esa canción no está en la película, pero sí otra canción de la banda. Siempre me hace acordar a cuando estaba atravesando una separación”.
Las mismas canciones pueden transportar a distintas personas a situaciones diversas, por lo cual no hay nada más personal que la construcción de una playlist que logre ese viaje en el tiempo. Así lo entendió Benson, quien asegura que las canciones de la película tienen mucho que ver con su historia personal: “La canción de Jamie XX me lleva a cuando fuimos con mi esposa al festival Outside Lands, un show al aire libre como el que se ve en la película, así que, obviamente, es una referencia muy personal para mí –explica el director–. Avalon, de Roxy Music, todo ese disco es una piedra angular para mí, en lo que se refiere a mi madre. Pero también es una canción que PJ Harvey tocó en un set en Los Ángeles, en 2021 o algo así, y fue una gran noche para mí. Me acuerdo que sonó la canción y la experiencia fantástica que fue bailar con un grupo de personas. Nelly Furtado me lleva a un período de los 2000, cuando era más joven. Todo fue en cierto grado personal o canciones con las que me identifico, y luego pensé a través del lente de cada personaje y lo que cada canción significa para cada uno en la historia”.
Los actores tuvieron la posibilidad, no muy común, de contar con estas canciones como referencia para su interpretación, algo que para Boynton resultó muy útil. “Creo que muy pocas canciones cambiaron de cuando las pusieron en el guion –dice la actriz–. Es raro poder vivir en el tono de la escena tal como el montajista y el director la van a ver. Porque uno tiene una visión medio miope sobre cómo se siente tu personaje, pero no podés ver todo el cuadro completo y tampoco es ese tu foco. En cambio, en este caso pude hacerlo y sentí que era más fácil adaptar la escena a la conexión que el público tiene con el personaje. También, te permite perderte en el sentimiento, porque las canciones, la playlist que Ned seleccionó para el film, son tan desgarradoras y también felices en los momentos más tristes. Así que te afecta mucho emocionalmente y esa es una herramienta muy útil”.
Para llevar la experiencia familiar de “viajar en el tiempo” con una canción al terreno de lo fantástico, en el cual Harriet puede revivir literalmente un momento de su pasado y afectarlo con sus acciones, el director tuvo que encontrar la forma de representar ese viaje como algo real, no solo una sensación. “Cuando trabajamos con Lucy en los ensayos, fuimos encontrando cómo manifestarlo de forma física, pero también buscando sincronizarlo con la cámara, para que funcione –dice Benson–. Llegamos a sujetar una cámara al cuerpo de Lucy, para que cuando cayera sintieras la cámara con ella. También usamos elementos que podíamos agregar para crear una sensación de realidad mágica”.
Parte de esa magia que busca Benson se entrelaza con la nostalgia, un sentimiento que recorre la película. Los discos de vinilo que escucha Lucy para transportarse al pasado, presentes en tantas escenas del film, son la nostalgia materializada. “Parte de lo que hice con la narración es hablar de la experiencia tangible de poner un vinilo, lo importante que es para mí y lo importante que es para nuestra memoria tener esos objetos físicos a los que aferrarnos –explica el director–. Pero, al final, creo que la idea termina siendo que la canción en sí, como sea que la escuches, tiene un increíble poder emocional, sin importar que sea tangible, tocado por una púa en un tocadiscos, o a través de un parlante o digitalmente. En lo personal, amo el vinilo. Amo su textura, cómo se siente. Sin embargo, la gente escucha cosas diferentes de distintas maneras. Y creo que cualquiera sea tu experiencia, es genial. Sí, esta es una carta de amor al vinilo, en muchos sentidos”.
Más allá de los formatos, los cambios tecnológicos también afectaron la manera en la que se comparte, o no, la música. “Cada día se suben a Spotify más canciones que en todos los 90 o alguna locura por el estilo –dice Boynton–. Así que creo que antes había una celebración más colectiva cuando salía un disco, que ibas corriendo a comprarlo o un CD cuando yo era chica. Y entonces tenías una memoria colectiva, que creo que se está perdiendo o no es tan frecuente. Pero en un nivel personal continuará. La música no pierde su significado e importancia en la vida de la gente solo porque haya mucho más. Tal vez ahora tenés más oportunidades de encontrar algo con lo que conectar personalmente, ya que hay mucho más disponible”.
Aunque Min está de acuerdo con que la experiencia colectiva se perdió un poco, para él ahora hay otras formas de compartir la música: “Por la accesibilidad que hay ahora con la música, está la posibilidad de compartir inmediatamente una canción que te encantó, de una manera en la que antes no se podía. Eso está bueno”.
Al final, las mismas canciones significan distintas cosas para diferentes personas. Boynton dice que “Waterloo Sunset”, de The Kinks, la transporta a los 60, aunque, por su-puesto, nunca estuvo en esa época. A Min, en cambio, le basta con escuchar “It’s All Coming Back to Me”, de Céline Dion, una canción justamente sobre los recuerdos, para transportarse a los viajes que hacían en auto con su familia, cuando era chico.
El pasado está siempre ahí, a una canción de distancia.
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