São Paulo, una maravilla al paso
Contra los prejuicios de quienes desconfían de las megalópolis, las calles y la arquitectura paulistas invitan a iniciarse en el arte del buen flâneur
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SAN PABLO.– Tráfico infernal, restaurantes de lujo, flotilla de helicópteros que sobrevuela constantemente la ciudad, ropa cara, calles en las que nadie camina, una urbe que vibra al compás de las finanzas, y problemas de polarización extrema de la riqueza. Encima, es parte de la nación que, en su camiseta de fútbol, tiene dos estrellas más que la albiceleste.
Todo lo que esta cronista conocía sobre la megalópolis del país vecino la convertía en un destino contrario a cualquier inclinación natural propia, pero una visita reciente resultó extraordinaria.
"Recomendó salir a caminar por la ciudad vieja (sí, se puede perfectamente) para ver los maravillosos edificios que quedaron del período modernista, y el plan no defraudó"
En buena parte, esto fue gracias a la providencia de las redes sociales, donde apareció que un viejo amigo, Raúl Juste Lores, justo presentaba la reedición de São Paulo nas alturas (San Pablo desde las alturas) su best seller sobre la ciudad. Juste Lores es un multipremiado periodista de arquitectura y está en el directorio del MASP, el Museo de Arte de San Pablo. Pero sobre todo se define a sí mismo como un flâneur, esa figura baudelairiana que deambula por las calles y observa las transformaciones con bagaje cultural y una cierta distancia crítica.
Por supuesto, recomendó salir a caminar por la ciudad vieja (sí, se puede perfectamente) para ver los maravillosos edificios que quedaron del período modernista, y el plan no defraudó. En su libro no solo da una guía detallada de cómo hacerlo, sino que cuenta cómo entre 1950 y 1960, una combinación particular llevó a obras icónicas. Ocurrió que, durante la Segunda Guerra, Brasil se alineó sin medias tintas con EE.UU. “Teníamos a un dictador, Vargas, cuyo instinto natural seguramente hubiera sido expresar simpatías por el eje o, al menos, declararse neutral, pero triunfó su olfato político”, resume. Al terminar el conflicto, como reconocimiento, EE.UU. canalizó sus inversiones de América Latina en Brasil. San Pablo, centro industrial que ya despuntaba también financiero, fue el gran privilegiado. Además, los soldados norteamericanos habían probado el buen café estacionados en Europa. A su regreso a casa, la demanda por el grano se disparó, y San Pablo ya era el centro históricamente ligado a dicha producción.
Es decir que había capital disponible, y Juste Lores cuenta que la gente no confiaba en los bancos, sino que prefería invertir en bienes inmobiliarios.
A esta mezcla se sumó una cantidad considerable de extraordinarios arquitectos y urbanistas judíos o con familiares judíos que se escaparon del Holocausto. San Pablo era una ciudad con fama de ser abierta a la inmigración, y de hecho hoy más de un tercio de sus habitantes tienen antepasados italianos, hay más libaneses que en cualquier ciudad de El Líbano y el barrio Liberdade alberga la colonia japonesa más grande del mundo fuera de Japón. Igual, estuvo lejos de ser fácil. “Muchos habían estado vinculados a la Bauhaus, pero llegaban sin papeles, y cualquiera hubiera sido su fama académica anterior a los nazis, no era inusual que tuvieran que ponerse a trabajar como obreros o constructores”, explica Juste Lores. Aún así, personalidades como Lucjan Korngold, Alfred Duntuch, Majer Botkowski, Israel Galman y David Libeskind resultaron fundamentales para crear, junto con otros personajes icónicos del diseño como Franz Heep, Oscar Niemeyer, Lina Bo Bardi, Maria Bardelli, Artacho Jurado y Salvador Candia, una nueva escuela.
“Una Bauhaus con color, es decir una Bauhaus a la brasileña –explica Juste Lores–. Revolucionaron con edificios modernistas que no son ni cajas cuadradas ni parecen tortas de casamiento como los que se construían entonces en el resto del mundo”.
Según el académico y columnista de la Folha de São Paulo Marcos Lisboa, el libro de Juste Lores es una “obra maestra” que narra “una historia desconocida para la mayoría”. Pero además, casi todo los edificios que menciona están bien mantenidos; San Pablo para cualquier aspirante a flâneur, contra todo preconcepto, hoy resulta un plan maravilhoso.
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