Reviven los festejos del Mundial con filmaciones de la FIFA nunca vistas y 2000 videos caseros
El director Jesús Braceras y el escritor Hernán Casciari, creadores de “Muchachos, la película de la gente”, cuentan por qué el título en Qatar fue “el mejor guion posible”
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Suena una canción triste en el golazo de Enzo Fernández contra México (el 2 a 0 que nos sacó el terror de la posible eliminación). Es la voz entregada de Pity Álvarez, que canta y este es un juego que solo hay que jugar; te puede ir bien, te puede ir mal. Y después, la explosión de felicidad, multiplicada hasta el infinito en cada punto cardinal, desde Chañar Ladeado hasta Londres, desde Tupungato hasta Pekín, de los pueblos rurales más perdidos de la Argentina a los estadios futuristas de Qatar. Muchachos, la película de la gente es el film que cuenta los siete partidos de la selección albiceleste en la última Copa del Mundo –y la locura de los festejos–, en base a material inédito de la FIFA y a la curadoría de casi 2000 videos caseros enviados por los hinchas. Se estrenó el jueves último y LA NACION conversó con su director, Jesús Braceras, y con Hernán Casciari, autor del cuento que dio vida a la película. También desde el jueves está en los cines Elijo creer, producida por Gonzalo Arias, con guion de Martín Méndez y narración de Ricardo Darín.
Elijo creer cuenta con el respaldo oficial de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) y tiene testimonios exclusivos de Lionel Messi, Dibu Martínez, Rodrigo de Paul, Ángel Di María, Julián Álvarez, Enzo Fernández y Lionel Scaloni, entre otras figuras.
En el caso de Muchachos, está narrada por Guillermo Francella y producida por Pampa Films. “Había 10.000 películas posibles sobre este Mundial. Lo bueno es que teníamos de entrada el mejor guion que te puedas imaginar. En el proceso nos dimos cuenta de que este Mundial no lo podíamos contar sin mostrar la participación de la gente”, comenta Braceras, conocido por dirigir series como Monzón, Barrabrava y Todos contra Juan.
–¿Cómo se hace la película de un Mundial? ¿No está el riesgo de que sea un compilado emotivo de golazos con una buena banda de sonido, al estilo de Héroes, con Valeria Lynch de fondo?
–Braceras: Para mí es una película que siempre estuvo ahí, con todos los condimentos. Lo que pasó fue perfecto. Pero para que haya pasado se juntaron un montón de elementos: si no hubiéramos tenido crisis económicas en este país, probablemente la gente no hubiera explotado como explotó; si no hubiéramos estado encerrados por una pandemia, tampoco habría sido tal la explosión. Si hubiésemos ganado fácil la final, lo mismo… Y el Mundial lo tuvo todo, todo.
–¿No es un documental?
–Braceras: No, para mí no es un documental. Es una película de ficción que pasó de verdad. Porque vos vas a los libros de cine y te das cuenta de que esta historia tiene exactamente la estructura de un guion: con un punto de giro (cuando perdimos contra Arabia Saudita y estaba el riesgo de quedar afuera), un héroe que cae y se levanta (Messi) y un villano perfecto (Mbappé), que aparece al principio porque ya nos ganó en 2018. Y si te ponés a pensar, el protagonista es un grupo de jugadores jóvenes, liderados por un técnico poco experimentado, que terminan siendo campeones. Es una película que ya estaba escrita.
–Casciari: Y el final… recontra final, que recrudece y que baja. Es ese tipo de películas que vos decís: “bueno, ya está, y no está, y ya está, y no está…”. Cumple con todo, en los momentos exactos del metraje, lo cual es una cosa rarísima. Yo lloré 14 veces viéndola. Eso no te pasa con un documental. Porque los documentales reflejan cosas muertas, cosas que no están; te las reviven un poco y te dicen: “mirá qué bárbaro, mirá lo que pasó”. En esta película estás ahí, ya lo viviste, pero no sabés lo que va a pasar.
¿Por qué dicen que la película está basada en un “cuento” de Hernán Casciari? Porque no es un cuento… ¿Cómo construiste el guion?
–Casciari: La construcción fue al revés de un guion que nace de la propia imaginación, en el que tenés que ir buscando el punto de giro, el clima, etcétera. Acá ocurre algo que no es solamente lo que pasó, sino la construcción de un hecho artístico: hay silencio, hay una entonación musical, un ruido de dolor de cabeza cuando las cosas están muy mal, la elección de las imágenes… Y me parece que en el último año nos acostumbramos a recibir estímulos de “pedacitos del Mundial” por TikTok, que se nos aparecen en cualquier momento. En esta película es como si alguien nos fuera llevando de la mano para ver el cuento entero. Y ahí es donde digo: “sí, acepto el pacto, ya no quiero estar viendo TikTok y que me aparezca el gol de coso con miles de likes”.
–Hay una frase de Chiqui Tapia en un momento de la película que dice: “queríamos sentirnos orgullosos de algo”. ¿No es un poco triste que sea solo por el fútbol?
Casciari: Yo no creo que sea verdad eso. Es decir, me parece tremendamente reduccionista en un punto, porque hay millones de cosas por las cuales sentirnos orgullosos. Lo que pasa es que ninguna es común, ninguna nos atraviesa a todos. Siempre tenés que andar pidiéndole permiso a la otra mitad para sentirte orgulloso de algo. En cambio el fútbol tiene ese componente tan alucinante que no le tenés que pedir permiso a nadie: todo el mundo entiende que estés sufriendo o que estés llorando de alegría. En el resto de las cosas tenés que andar diciendo: “disculpe, che, me estoy emocionando; perdón, estoy enojado”. El fútbol no tiene eso.
–¿Cuál es la conclusión o el “mensaje” de la película? Porque más allá de que ganamos el Mundial, la explosión fue tan tremenda que resulta difícil de explicar…
–Braceras: Cuando Hernán me mandó la conclusión final, que no la voy a spoilear, para mí puso en palabras eso que yo no entendía que nos había pasado. Él consiguió bajarlo a las palabras.
–¿Pero qué nos pasó? (sin spoilear)
Casciari: Lo que pasó es el amor. Sí, el amor entre las personas. Primero porque el mundo miraba, ¿no?; el mundo miraba una actitud de alentar. Lo veíamos cuando la hinchada entera arrullaba a un nene en el metro o el repentismo del canto que no le hace mal a nadie; la forma de entrar y de salir de lugares en Qatar, en Buenos Aires o en Jujuy; eso de querer subirse a lugares altos –semáforos, techos de paradas de colectivos–, nadie sabe bien por qué; o lo de la abuela la la lá. Todas esas cosas hacían que cuando terminaba cada partido saliéramos corriendo a vernos a nosotros y a ver qué hacía el otro. Yo antes, cuando terminaba un partido, quería quedarme viendo en la tele qué le preguntaban al Dibu Martínez. A partir de este Mundial lo que realmente quería era ver qué hacía la gente. Y me parece que ese amor de la gente también llegaba a los jugadores.
–¿Cómo jugaron las redes sociales en el Mundial?
–Casciari: Nunca antes se vio a la Argentina ganando un Mundial con redes sociales, es decir, con un espejo para mirar cómo funciona el otro, el vecino, el de al lado. Salís a la calle, lo filmás, lo guardás, lo editás... Y todo eso es lo que consigue Jesús, editando todo como nuestro cerebro lo imagina, como un cuento. Por eso en cada gol, en cada penal para ellos, en la cara de Van Gaal o en el segundo de Arabia Saudita estábamos nosotros todo el tiempo, en vivo y en directo, como un espejo gigante.
–Más allá de que se cumple un año del título de Qatar, ¿tiene un significado especial que se estrene en diciembre, en un mes en el que siempre pasan cosas difíciles en nuestro país?
–Casciari: Independientemente de que se estrena ahora, porque se cumple el aniversario del Mundial, hay una parte de la película que dice que “van a venir muchos diciembres”. Es un mes que en la Argentina no significa nada bueno: van a romper 80 veces el McDonald’s de siempre, van a agarrarse a trompadas... Decimos que van a venir muchos diciembres, pero ojo con el que pasó porque fue único.
–Braceras: El otro día escuchaba en la radio algo así como que “es un diciembre terrible para un montón de gente”, por el triunfo de Milei. Pero también hay un montón de gente que lo siente como una oportunidad. Entonces lo que nos está diciendo este diciembre es que, una vez más, la Argentina está dividida. Lo que pasó en aquel diciembre del Mundial fue que todos estábamos con el mismo estado de ánimo. Esa es la rareza, que por única vez estuvimos todos igual.
–Hace unos días, la escritora Mariana Enríquez dijo en una entrevista que no iba a “escribir un libro donde Milei sea un monstruo” porque “casi el 60 por ciento de mis compatriotas lo votó”. ¿Esto también va en línea con lo que dice Jesús acerca de que mucha gente siente que este momento también es “una oportunidad”?
Casciari: Sí, hay que hacer un ejercicio con eso también. Porque se está dando muchísimo esta cuestión de presuponer que adentro de nuestro frasco está el mundo. Y en realidad no pasa eso. El otro día decía en la radio que a mi mujer la tengo que “levantar con cucharita” (después de las elecciones). Es muy peronista, es muy socióloga. Tiene muchos problemas (risas). Y yo le digo: “la gente que vos estás tratando de salvar todo el tiempo tiene esperanza en este momento”. Entonces, bueno, levantémonos a ver qué onda, porque no sabemos nada de nada. Y me parece que la peli le hace bien a todo eso, porque nos recuerda quiénes somos exactamente.
–Braceras: La película en cierto modo te está diciendo: “seguimos siendo los mismos, no pasó nada de tiempo. Fue hace un año, hace el mismo calor. Volvamos ahí mismo, a ver si podemos”.
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