Redes y prensa: asunto (no) separado
Aunque a veces se miren entre sí con desconfianza, las redes sociales y el periodismo tienen mucho para sumar el uno al otro
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La agenda de noticias de esta semana no hubiera sido la misma sin las redes sociales. Se comparó el caso de Cecilia Strzyzowski con el asesinato de María Soledad de Catamarca en 1990, pero son dos eras que no tienen puntos de contactos. Entonces hicieron falta numerosas marchas y sacrificios para romper el cerco de silencio que impone el poder político de las provincias. En el caso de Chaco, el contacto personal de personas y periodistas de la provincia con pares en otros lugares y cierta insistencia alcanzó para que el caso saltara a la prensa.
El video de la madre angustiada, clamando justicia para Cecilia y conciencia para las elecciones de Chaco no requirió una producción especial. Algún conocido sostuvo el móvil y le pidió que expresara su angustia con honestidad. Ese video circuló indiscriminadamente tanto en celulares de todo el país como en la prensa, mostrando que la información no resulta del dilema de medios o redes, sino de la sinergia de ambos sistemas.
"Las redes ciudadanas necesitan del espacio profesional de los medios y viceversa. De ellas vienen las noticias que sortean el filtro del poder. Ahí suenan las alertas de abusos, crímenes, injusticias, de quienes no tienen jefe de prensa. A la vez, esas alarmas necesitan de la experiencia profesional para convertirse en noticias, ganar notoriedad y construir confianza en esas fuentes"
En otro momento de la semana un móvil anónimo capturó el instante en que una mujer detenida en los disturbios de Jujuy rompía con su cabeza el vidrio de un auto policial. La escena es incidental y dura segundos. Pero es un tratado de las marchas violentas que padece la Argentina hace años. El movimiento de la mujer es estudiado, preciso, y podría haber pasado desapercibido de no haber estado ese celular ahí. Su cara ensangrentada quizás hubiera viajado en otros celulares para justificar la versión de una mujer maltratada por la policía. Ese encuadre ha sido muchas veces aceptado sin más pruebas que la sangre en el manifestante. Que esas heridas sean tan calculadamente infligidas ponen en cuestión todo el discurso construido alrededor de la violencia callejera.
Los periodistas suelen hablar despectivamente de las redes sociales. Las acusan de ser una cueva de desinformación, llena de anónimos que se dedican a hostigar a gente de bien. Sus argumentos vienen de su pequeña o nula experiencia en redes. O quizás de conclusiones de ciertos investigadores, también con poca experiencia en redes y una posición tomada en contra de su efervescencia. Sin embargo, se trata de una fructífera y expandida conversación ciudadana la mayoría de las cosas que pasan en ellas.
La prensa las ve como una competencia porque los números dicen que la gente pasa la mayor parte de su tiempo en internet. Sin embargo, mucho de lo que hacen en red tiene que ver con la prensa. Estos casos muestran cómo las redes ciudadanas necesitan del espacio profesional de los medios y viceversa. De ellas vienen las noticias que sortean el filtro del poder. Ahí suenan las alertas de abusos, crímenes, injusticias, de quienes no tienen jefe de prensa. A la vez, esas alarmas necesitan de la experiencia profesional para convertirse en noticias, ganar notoriedad y construir confianza en esas fuentes.
Ese trabajo profesional es agradecido con creces porque quienes encuentran eco de su dolor en el trabajo periodístico son los primeros portavoces de la noticia. La comparten, la validan, le aportan la credibilidad que tanto necesita hoy el periodismo. Cuando alguien extracta un momento de televisión y lo comparte en red, lo convierte en una cápsula informativa que va más lejos de lo que la noticia inicial podía alcanzar.
Una escena de ocho minutos de la interacción de la periodista Mariana Brey con sus compañeros de la tertulia Argenzuela tuvo un millón y medio de reproducciones en diez horas. El momento en que el equipo de C5N entrevista al sindicalista Pablo Moyano fue visto un día después por cinco veces más personas que las que vieron el programa. La clase ilustrada lleva años pidiendo una mirada crítica de los medios. Bueno, el sueño se les ha cumplido, solo que de la manera que menos esperaban.
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