Por más de treinta años, el director Michael Mann intentó contar la historia de Ferrari, el piloto devenido empresario
El film protagonizado por Adam Driver no es un biopic en el sentido tradicional: se centra en el verano italiano en 1957, en los preparativos de la que será la trágica carrera de la Mille Miglia
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Para el director Michael Mann, contar la historia de Enzo Ferrari ha sido una obsesión durante los últimos treinta años, o aún más. Ya en la década del ochenta, mientras Mann cosechaba elogios por ser el creador de la serie División Miami (Miami Vice), tenía su mente puesta en contar alguna vez la historia del piloto de carreras devenido empresario y dueño de una de las marcas más famosas y aspiracionales del mercado automovilístico.
El abuelo de Mann, judío ruso, emigró a Chicago en 1912. Su padre, Jack, estuvo en la Segunda Guerra Mundial. Michael nació el 5 de febrero de 1943 en la Rosario norteamericana. La ciudad tuvo una influencia directa en su vida con la fascinación por el crimen, los ladrones y la policía que el director llevaría después en la década del ochenta con sus películas como Thief (1981) con James Caan, L.A. Takedown (un telefilm de 1989 que sería de mucha importancia en su futuro) y las series Miami Vice e Historia del Crimen.
En 1991, el periodista especializado Brock Yates (fallecido en 2016) publica la biografía de Enzo Ferrari titulada Ferrari: El Hombre y la Máquina y el guionista inglés Troy Kennedy Martin adapta el libro para ser llevado al cine. Kennedy Martin había escrito The Italian Job, la original de 1969 con Michael Caine, no la remake norteamericana de 2003 con Mark Wahlberg y Charlize Theron. También el guionista había sido el creador de las series Z-Cars que duró 12 temporadas entre 1962 y 1978 y se centraba en los autos de la policía que patrullaban la ciudad ficticia de Newtown, cerca de Liverpool.
Mann era fan de Z-Cars habiendo visto la serie mientras estudiaba cine en la London Film School y graduándose en 1967. Durante ese período el director comenzó a trabajar en publicidades y formó parte de la camada de otros colegas que devendrían directores reconocidos al saltar hacia el cine como los hermanos Scott, Ridley y Tony, Adrian Lyne y Alan Parker.
Para Mann, Z-Cars “fue una pieza brillante de televisión británica, en los años de la era dorada de la televisión inglesa”. Mann conoció a Kennedy Martin esos años quien adaptó el libro de Yates a comienzos de los noventa con la idea que el director la filmara.
En esa década, Mann tenía contrato con Disney y rápidamente llevó el proyecto al estudio que comenzó su periplo de languidecer durante los siguientes 30 años. Mann no era fanático del automovilismo, como él mismo lo cuenta en una entrevista en la revista Vulture, su inclinación era más hacia las motos. Fue durante su educación cinematográfica en Londres que vio por primera vez una Ferrari. “Ferrari era diferente. Una pieza de escultura que de repente se mueve como una bestia salvaje, hermosa y exquisita”, describió.
Sin embargo, las películas de autos no es un género que atraiga multitudes. Hay clásicos como Grand Prix (1966) o Le Mans (1971), sí. Pero nunca impulsaron una moda o el género se sostuvo en el tiempo como otras películas. Cada tanto aparece una y el género vuelve a dormirse. Después de Días de Trueno (1990) con Tom Cruise no hubo una proliferación de películas de carreras de autos. Tampoco pasó con Driven (2001), Rush (2013), o la última Ford vs Ferrari (2019) producida por el mismo Mann, quien en algún momento amagó por dirigirla él. Finalmente la terminó realizando James Mangold, el director de Indiana Jones y el Dial del Destino.
Ferrari no es un biopic en el sentido tradicional del término. No cuenta el nacimiento, la juventud y cómo Enzo Ferrari pasó de ser un piloto a tener su propia escudería para terminar empresario exitoso. El guion de Kennedy Martin (fallecido en 2009) se centra en un periodo de unos cuatro meses en el verano italiano en 1957, cuando el protagonista (Adam Driver), hace malabares entre la relación con su esposa Laura (Penélope Cruz) y su amante (Shailene Woodley), quien le dio un hijo extramatrimonial llamado Piero.
Ferrari es un obsesivo de la ingeniera, “tengo que estar en control de todo”. Como jefe, implacable. Pero también es una coraza, como él dice en un momento. Su hermano murió en la guerra y su hijo, Dino, de una enfermedad. Eso no puede controlar y emocionalmente es frío como las máquinas que crea. En el momento en el que comienza la película, la fábrica está perdiendo plata al no vender tantos autos y estar enfocada más en la escudería cuando el contador de la empresa le propone ganar la carrera de la Mille Miglia para posicionarse otra vez en el mercado automovilístico.
La Mille Miglia (Mil Millas, 1600 km) era una carrera que se hacía desde la década del veinte por las rutas entre Brescia y Roma, ida y vuelta. La de la película, la de 1957, fue la última por un trágico accidente de uno de los pilotos de Ferrari, el corredor y aristócrata español Alfonso de Portago que pinchó una rueda en el tramo entre Cerlongo y Guidizzolo (a 70 km de la línea de llegada), y su auto salió disparando hacia el público que miraba la carrera matando nueve espectadores (cinco niños), a él y su copiloto.
Mann podría haber hecho Ferrari hace una década, pero el dinero que lo ofrecían de presupuesto, unos 40 millones de dólares, no le alcanzaba para la ambiciosa producción que significaba una recreación de época, filmar en los lugares verdaderos o cerca de ellos en Italia y los efectos visuales requeridos para mostrar los autos corriendo durante la Mille Miglia. Tampoco ayudaba el hecho ya contado que las películas de autos no son una gran atracción en sí. Sin embargo, mientras Mann se consolidaba a lo largo de los años como un maestro director, la historia de Ferrari seguía en su mente.
La mayoría del público relaciona a Mann con historias policiales, ya sea por su trabajo en la televisión o también su adaptación al cine de su serie Miami Vice, con Jamie Foxx y Colin Farrell, que lo tuvo filmando en Montevideo, Ciudad del Este y Republica Dominicana en 2005. (Hay un famoso video de Maradona dándole un pico en a boca a Farrell en un boliche, pero esa es otra historia). Poco exitosa en su momento, Miami Vice ha ganado estatus de culto a lo largo de los años, algo que parece seguir a Mann en toda su filmografía.
Sus películas no son tan exitosas, pero con los años la gente las va reevaluando y descubriendo composiciones de cámara, temas profundos o actuaciones que en el momento de su estreno pasan por alto. Pasó con Miami Vice, cuyo final fue recortado de tres semanas de rodaje a solo tres días por ataques de diva de Jamie Foxx que abandonó la película.
Pero también pasó con Fuego contra fuego (Heat) de 1995, una obra maestra compleja, llena de capas y personajes desarrollados por doquier que al momento del estreno fue vista como una oportunidad perdida para que Al Pacino y Robert De Niro compartan película por primera vez en la historia. En El Padrino 2 estuvieron pero no juntos ya que De Niro interpretaba un joven Vito Corleone (Marlon Brando en la primera) en escenas que sucedían varias décadas antes del nacimiento de Michael (Pacino). Fuego contra fuego no fue nominada a ningún Oscar, algo usual en la filmografía de Mann.
El realizador solo tuvo cuatro nominaciones en toda su carrera como guion adaptado, película y director por El informante (The Insider, 1999) y no ganó. La otra fue como productor de El aviador, de Martin Scorsese en 2005. Ni antes ni después la Academia reconoció a Mann. Y Fuego contra fuego, como casi toda su filmografía, creció con el tiempo y ahora es un clásico absoluto hasta llegar a estar en varias listas entre los mejores policiales de la historia. Y también tiene uno de los mejores tiroteos vistos en el cine, una orgia de balas sobre el segundo tercio de la película que lo tiene al ladrón De Niro y su banda (Val Kilmer y Tom Sizemore) contra un policía obsesionado (Pacino). Fuego contra Fuego, además, es un caso curioso. Es la remake de L.A. Takedown, su propia película para televisión de los ochenta, pero agrandada y con más presupuestos y más complejidad. Es Mann dándose cuenta que quiere contar una historia, pero mejor y va hacia ello.
Mann, como muchos de sus personajes, es un obsesivo de la narración. Sus encuadres están pensados, la iluminación es certera y las actuaciones justas. También es un innovador. En Collateral con Tom Cruise, estrenada hace 20 años en 2004, el director volviendo a filmar Los Angeles después de Fuego contra fuego decidió innovar con su la estética de presentar a la ciudad. No quedándose cómodo, eligió filmar con una cámara digital, algo pocas veces visto en una película de Hollywood de entonces. Le llovieron las críticas por la forma en que se veía el ruido del cuadro. Ahora, dos décadas después, Collateral, es de nuevo, considerada otra obra maestra.
Para mitad de la década de 2010, Ferrari parecía tener una nueva oportunidad. En 2015 sucedieron dos cosas en la carrera de Mann. Estrenó Blackhat, un thriller sobre un hacker con Chris Hemsworth y Paramount aceptó producir Ferrari al año siguiente con Christian Bale como protagonista. Blackhat fue un fracaso estrepitoso, quizás uno de los mayores en la carrera del director en Hollywood. Con un presupuesto de 70 millones de dólares, recaudó 20 en todo el mundo. Sumado a los costos de marketing y publicidad, la productora Legendary terminó con un rojo de 90 millones.
Y a fin de ese año, para peor, Bale se bajó del proyecto porque tenía que subir de peso para el personaje y estaba preocupado después no poder bajarlo. La película, titulada Enzo Ferrari en ese momento, tentó a Hugh Jackman quien aceptó la oferta. Paramount no siguió con el proyecto y para el Festival de Cannes 2020, Mann y su productora empezaron a buscar financiación independiente. Llegó un tiempo después de la mano de la productora STX, cuyo dueño, un iraní-norteamericano tiene varias inversiones entre ellas los Phoenix Suns, el equipo de básquet de la NBA. Pero para entonces Jackman estaba afuera y Mann después de verlo a Adam Driver en Marriage Story de Netflix, se decidió por él.
Financiada no por un estudio de Hollywood, Ferrari comenzó el rodaje en abril de 2022, en Italia, donde la producción, Mann inclusive, se había mudado varios meses atrás para buscar las locaciones y la autenticidad requerida por el director, desde filmar en la misma barbería hasta los detalles de utilería como un auto de juguete metálico que juega un papel importante entre Ferrari y Piero.
Es precisamente entre Enzo y su hijo no reconocido donde se sucede un diálogo que bien podría extenderse a toda la carrera de Mann como realizador. Ferrari, explicando cómo funcionan los motores y cómo de la combustión sale energía para que un auto ande le dice a Piero: “Si algo funciona mejor, es más agradable a la vista”.
Las películas de Mann siempre buscan que funcionen mejor y, por consiguiente, sean agradables a la vista. Su estética es una conclusión del drama que quiere contar, no una sucesión de imágenes bonitas porque sí. En Ferrari, Mann sale de lo urbano de sus últimos proyectos; hasta en 2022 fue a Tokyo a filmar el piloto de la hipnotizante serie Tokyo Vice, de HBO Max. Acá, utilizando locaciones reales, una fotografía ocre y cálida desarrolla un drama con escenas de automovilismo. No al revés. Quizás la diatriba de Mann sobre las carreras se aplica también al cine: “¿Por qué corremos? ¿Por qué queremos ir más rápido? ¿Por qué tratamos de ir a la luna? ¿Por qué intentamos algo nuevo y diferente y mejor que lo anterior? Vos y lo que hacés se convierten en uno. No estás manejando un auto. Vos y el auto se convierten en una entidad, algo armónico”.
Anatomía del accidente
El momento más extremo de una película, hasta entonces, más enfocada en el drama de los personajes es el accidente que Alfonso de Portago (Gabriel Leone) tiene en la ruta durante la carrera de la Mille Miglia y mata a once personas.
Mientras Janice Polley, la directora de locaciones, y Michael Mann estaban viendo el lugar real del accidente se les acercó un hombre con un bastón que les contó que vio el accidente cuando tenía tres años. Su familia estaba cenando cuando escucharon los ruidos de los motores. Su hermano, de 9, corrió y se quedó mirando al costado de la ruta. Fue uno de cinco niños que fallecieron por el auto que arrasó con los espectadores. Mann incorporó el relato del hombre en el guion.
Los espectadores son una mezcla de extras y dobles de riesgo. Cuando la producción lanzó el auto fueron reemplazados por maniquíes que después a su vez serían borrados y dobles digitales serían utilizados.
El auto de Portago, al pincharse una rueda y salir despedido por el aire a causa de la velocidad (se calcula a unos 260 kms/h), choca contra un poste de luz y deja la zona a oscuras por varias horas. Una de las líneas de tensión del poste se dice que fue la que cortó el cuerpo de Portago por la mitad.
El director quería una toma sin cortes del auto arrasando con los espectadores. Como referencia vio la filmación de la BBC cuando durante la carrera de Le Mans en 1955 un auto voló hacia el público y mató 83 personas. “Ves este auto venir, aparentemente benigno, cuando te das cuenta que está pasando: está segando a toda esta gente”, describió Mann. “Es una guadaña caliente y llamas cortando cuerpos humanos. Y eso influyó en cómo lo filmé”.
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