Pola Oloixarac: “Alberto es el chivo expiatorio ideal del peronismo”
La escritora habla de su libro “Bad hombre”, del uso del feminismo para venganzas personales y traza un perfil de Javier y Karina Milei
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Pola Oloixarac combina la piel dorada de su bronceado europeo con un maquillaje perfecto. Si no se hubiera dedicado a escribir, cuenta risueña, podría haber sido maquilladora. “Me encanta maquillar, maquillo y peino a mis amigas. En realidad, hay un montón de profesiones que me parecen fascinantes”, dice en una de las salas de reuniones del diario la nacion, a pocos metros de un busto de Bartolomé Mitre.
Pero en su caso, la escritura asomó tempranamente. Fue el modo de conjurar la ansiedad que le generaban las personas. Entonces, llevó diarios personales, imaginó hazañas y tragedias, inventó personajes, escribió novelas sobre sus amigas y leyó todo lo que pudo. Y ese inicio en la escritura que primero fue catarsis y desahogo, luego se convirtió en placer. “Mi vida empezó a parecerme una gran aventura a partir de esta situación de escribir. Para mí es lo más vital que puedo hacer”, describe.
Desde hace unos años vive en Barcelona, pero viaja regularmente a la Argentina. Esta vez llegó para acompañar la presentación de su libro Bad Hombre (Random House), una expresión acuñada por Donald Trump cuando se refería “a masculinos que hablaban español cuya presencia era indeseable en ese país”.
La última novela de Oloixarac reúne casos reales de mujeres que contactaron a la autora para sumarla a una misión con un objetivo claro: castigar a ciertos hombres (bad hombres), con los que habían tenido o no un romance, sobre los que pesaban denuncias terribles, escalofriantes, basadas en rumores. La instaban a unirse al escrache colectivo y a la cancelación, “a reparar un daño, a hacer justicia”. El libro aborda un tema incómodo y delicado: el uso de una causa noble como el feminismo y la lucha contra la violencia machista para venganzas personales y mezquinas.
“Hay que aceptar que están las denuncias reales y las falsas. Existen todas estas. Dentro del universo del #Yotecreo, hay colores y hay grises. El problema del #Yotecreo es que instaura una totalidad”, dice Oloixarac sobre los mecanismos devastadores de la cancelación y el linchamiento social y mediático, operaciones que llegan antes que la Justicia y, a veces, ni siquiera están acompañadas por instancias judiciales.
Oloixarac aterrizó en Buenos Aires horas antes de que se conocieran las denuncias por violencia de género de la exprimera dama Fabiola Yáñez contra su expareja, el expresidente Alberto Fernández. Se trata, ni más ni menos, del mandatario que vino a “terminar con el patriarcado”, “el presidente de las mujeres”, quien creó el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad. Esas denuncias hoy se plasman en expedientes judiciales que recorren distintos fueros y sacuden al peronismo, al kirchnerismo y a los feminismos.
“Alberto estuvo al comando de narrativas que venden virtud, pero al escarbar un poco se advierte que esa supuesta virtud está ahí para encubrir algún crimen: sexual, físico, económico o de la más variopinta gama penal”, dice Oloixarac, y describe la actitud “desfachatada” de Cristina Kirchner de declararse ella también “víctima de violencia de género” del exmandatario. “Cristina banaliza la causa de la violencia de género, utilizándola para su agenda personal”.
Además de observar el debate que atraviesa lo que ella denomina el #MeToo del kirchnerismo, Oloixarac, que se ha dedicado a hacer retratos de la dirigencia política argentina –reunidos en su libro anterior, Galería de celebridades argentinas (Libros del Zorzal)–, también pone su mirada en el presidente Javier Milei y en su hermana Karina.
Para la escritora, Milei “está haciendo una ‘derecha groncha’. Es una derecha bizarra, una derecha macha, de griterío, de aguantes, que apela a la bronca, al banco de ira, a lo mal que la gente la pasó en la pandemia y a lo mal que lo sigue pasando. Supongo que por eso sigue habiendo tanta tolerancia de la gente”, sostiene.
Según Oloixarac, Milei realiza una operación similar a la del kirchnerismo: sabe que quien controla el lenguaje en la Argentina es quien controla el poder, por eso el Presidente se pone al frente de la cruzada cultural. “A Milei le interesa instituirse como el rey del lenguaje”. Y marca las diferencias con quienes ven en el mileísmo una reencarnación del menemismo. “Menem era un presidente que se divertía, pero era un adulto que se divertía con juguetes de adulto. Y Milei es como un niño que va a ver a sus ídolos. Viaja a ver a sus superhéroes. Lo interesante que tiene es que, en lugar de tratar de hacer un relato del futuro, él trata de involucrarse directamente en la creación del futuro”, dice sobre los viajes presidenciales a Silicon Valley y Sun Valley.
Con respecto al rol de Karina Milei, Oloixarac la describe como “su acompañante terapéutica; ella lo complementa, lo completa. Son una entidad simbiótica”.
Egresada de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Oloixarac es autora también de las novelas Las teorías salvajes, Las constelaciones oscuras y Mona. Colabora con medios internacionales y actualmente es columnista de LA NACION.
–Este libro comienza con una confesión. Decís que “entre 2016 y 2018 fuiste contactada por distintas mujeres para que las ayudaras con una tarea específica: arruinarles la vida a ciertos hombres”. Algunas acusaciones eran terribles, otras más banales, pero en ninguna había pruebas concretas y todas buscaban la cancelación. ¿Qué te llevó a escribir sobre esto?
–Siento que este libro me acosó a mí. Quería ser escrito. Yo atravesé una experiencia de cancelación bizarrísima como castigo por no haberme sumado a otra cancelación. En 2017, yo estaba por presentar un libro en el Festival de Literatura de Berlín y alguien que había sido mi amiga me acusó de negacionista. Esa persona les había mandado cartas a mis editores de Alemania, a periodistas, insinuando que iban a hacerme escraches en el aeropuerto, en el festival. Y cuando en esos años empezaron a contactarme algunas mujeres para darles un castigo ejemplar a algunos hombres, sentí que mi vida empezaba a entrelazarse con las vidas y los dramas de otras personas a partir de esta lógica de accionar todos juntos en contra de alguien a partir de un evento. Eso me fue llevando a otras historias de hombres y mujeres. Pero lo que yo no sabía era que alguna vez yo también iba a terminar implicada en un intento de cancelación.
–No vamos a revelar los detalles de las historias, pero abordás un tema poco abordado que es, al mismo tiempo, un campo minado: quienes aprovechan el clima de época, el auge del #MeToo y el #Hermanayotecreo, para echar a rodar rumores y poner en marcha escraches o linchamientos mediáticos por venganzas personales, a veces, basadas en mentiras. Este contexto tiene un lado virtuoso porque permitió una escucha y una visibilización de la violencia machista; pero tiene un lado oscuro, el de la utilización y la banalización de un tema delicado para un aprovechamiento personal.
–A mí me parece que hay que hablar de estos temas y hay que escribir sin miedo. Como artefacto cultural, la novela es el lugar donde nosotros nos podemos meter para encontrar los colores dentro de los grises, podemos recorrer lugares en donde no nos meteríamos usualmente. Quiero decir, yo quiero también poder entender a la villana. Me fascina la villana. Y es lo que me pasó con algunas de las mujeres de este libro: el amor explota como una especie de arma nuclear y no sabés dónde termina esa ola expansiva. Te rompen el corazón y de pronto estás en un momento en el que le podés destruir la vida a un tipo. Me resulta mucho más interesante pensar nuestro poderío mirándolo, mirando cómo funciona y cómo puede funcionar incluso de maneras injustas. Me parece más interesante pensar eso que decir “somos víctimas de todo”. Yo creo que hay un problema con la cancelación.
–¿Cuál es?
–Por un lado, tenemos la revolución de las mujeres, queremos protegerlas y escucharlas y, por otro lado, están las herramientas de la cultura woke, que tienen que ver con emitir un juicio sobre otra persona y decir “éste no puede trabajar más”. Son cosas separadas, distintas, me parece. La cultura de la cancelación se da por las redes sociales y por este auge de una superioridad moral de un grupo por sobre otro. Me parece que tiene un efecto deshumanizador porque es muy difícil tener todos los elementos para decir, por ejemplo, que alguien tiene que ser apartado de todo, cancelado. La otra cosa que yo veo es que los que se benefician de la cancelación son otros hombres, no son las mujeres. Cuando corren a un hombre de un lugar, es otro hombre el que tiene la oportunidad, además de que hay mujeres que forman parte de la familia de estos hombres cancelados que pueden sufrir por esto. Hay algo curioso en eso, ¿no? ¿Estamos usando una causa tan noble como la causa de las mujeres para ayudar a otros tipos? El otro tema detrás de la dinámica woke de la cancelación es que esconde una lógica darwinista, porque hay muy pocos puestos de trabajo, sobre todo en el ámbito de la cultura o en la academia. Entonces, ¿cómo te sacás de encima a un tipo que tiene un curriculum impecable, que es joven? Bueno, este tipo de denuncias son la kriptonita de estos Supermans. Existen denuncias falsas. Hay que empezar a asumir que esto es una realidad.
–Esto que describís es, de hecho, una de las historias del libro, la del profesor en París. En ese relato aparece una mujer policía que trabaja para investigar y proteger a las mujeres que son víctimas de abuso, de maltrato y de violencia física. Reconoce que se han multiplicado las denuncias, pero que se multiplicaron también las falsas denuncias. Admite con amargura que esa situación termina derivando recursos públicos y tiempo que deberían estar destinados a los casos reales.
–Sí, es lo que pasó con un profesor en París, que terminó perdiendo todo, endeudado, en bancarrota, separado. Incluso en esa historia, vamos a spoilear un poco, nunca hubo una víctima porque el caso se armó desde un perfil falso. Enfrentó un proceso sin siquiera haber estado en una misma habitación con su acusadora y ella solo presentó su palabra de mujer ultrajada y recortes de Facebook. Este profesor no solo terminó apartado por la universidad, sino que no pudo concursar para una cátedra muy codiciada. Ese tipo ni siquiera había estado con la persona que dice haber sido abusada por él. Todo se comprueba después, pero esa es la manera en la que se construye la idea de la víctima. Entonces, ¿cómo se arma el caso? ¿Quién es la víctima al final? Son preguntas incómodas, pero es interesante porque los casos del libro son reales. Hay que aceptar que están las denuncias reales y las falsas. Dentro del universo del #Yotecreo, hay colores y hay grises. El problema del #Yotecreo es que instaura una totalidad. Y esa totalidad puede tener efectos complejos.
–Las redes sociales permiten amplificar rumores y noticias falsas que terminan manchando el buen nombre y honor de personas que pueden, de la noche a la mañana, convertirse en parias y perderlo todo. ¿Por qué creés que cuesta tanto hablar de este tema?
–Es como si sintiéramos que por pensar y por ver estos problemas se pone en riesgo la revolución feminista y el movimiento feminista. Creo que es lo contrario. Me parece que, si somos honestas, si miramos los problemas, podemos mejorar lo que tenemos. Es más interesante mirar cómo somos las mujeres, cómo podemos actuar y lo peligrosas que podemos ser porque incluso es más empoderante. Estoy a favor de la emancipación de las mujeres, pero quiero mirarla, quiero poder describirla, quiero entenderla. Esta herramienta permite ejercer el poder de una manera indiscriminada y puede, en algunos casos, ser más justa y, en otros, injusta. Estamos en un momento donde volvemos a ser las diosas de la tierra que te dan la vida y también te la pueden destruir. Hemos visto cuáles son nuestras armas y cómo las podemos usar, pero ¿es esto lo que queremos? ¿No queremos un universo de cuidado y salir de una lógica de revancha? ¿No queremos vivir mejor con los hombres en lugar de estar contra ellos? Me parece que haciendo este tipo de preguntas incómodas es que podemos pensar mejor el feminismo, un feminismo humanista, de amistad con los hombres, de entendimiento.
–En el libro contás la historia de tu tía abuela Ana, que murió asesinada por la violencia machista. Pero te preguntás: “¿es justo usar el sufrimiento de Ana y tantas mujeres asesinadas como la coartada virtuosa que disimula venganzas personales?”
–Por supuesto pasan cosas espantosas y por eso cuento que en mi familia pasó algo terrible. Yo tuve la suerte de crecer de una manera empoderada, pero a la vez, claro, tengo muy presente, por esta historia familiar, lo que es el miedo y la violencia de un hombre al que no se puede controlar, la bestia que no se puede dominar. El feminismo, como el futuro, no se distribuye equitativamente en todos lados.
–A pocos días de tu llegada a la Argentina para presentar tu libro, se conoció la denuncia por violencia de género de Fabiola Yáñez contra Alberto Fernández que tramita la Justicia. ¿Qué mirada tenés de todo lo que se sabe hasta ahora?
–Alberto es el chivo expiatorio ideal del peronismo: es el homo sacer, la bestia sacrificial donde confluye todo lo malo y que ahora se pueden sacar de encima, por eso Cristina se apura a anotarse del lado de las víctimas de Alberto, al punto de tener la desfachatez de declararse víctima de violencia de género. Alberto genera un #MeToo del peronismo: Mayra (Mendoza) confirma la violencia contra Cristina como si fuera Gwyneth Paltrow dando testimonio de algo que sabía y callaba. Pero Cristina banaliza la causa de la violencia de género, utilizándola para su agenda personal, como hacen algunas mujeres que retrato en mi libro. Terminan bastardeando la causa de las mujeres: que la violencia real contra las mujeres y las violaciones son crímenes inaceptables.
–Vos has sido muy crítica de la relación entre el movimiento feminista y el peronismo.
–Me parece que no ha sido una buena experiencia la de un feminismo asociado al peronismo. El feminismo woke fue sumiso. Fue un feminismo colonizado por el peronismo, un feminismo prebendario cooptado por los círculos del poder. Y no ha sido bueno, hay que admitirlo. El peronismo funcionó como un sistema de encubrimiento y delitos de su star system que usó a las capitanas morales del feminismo y de la ciencia. Me gustaría que en adelante haya más asociaciones civiles que no tengan que ver con partidos políticos y que miren a las mujeres y las protejan más allá de los intereses partidarios. Así que a mí me parece que es una gran oportunidad para volver a tener una mirada amplia y humanista.
–En estos años también te dedicaste a hacer retratos políticos, muchos de ellos publicados en la nacion. Tu libro Galería de celebridades argentinas incluye, entre otras, una semblanza de Javier Milei, que en el momento de la publicación era candidato. Ahora es Presidente. ¿Qué observás de Milei en su nuevo rol?
–Milei es un experimento y hay algo que me hace pensar en él como un presidente IA (Inteligencia Artificial). No sabemos si está alineado o no con los seres humanos. No sabemos todavía. Sabemos que él está ocupado en el tema de la economía, que parece que es lo que más le interesa, pero todavía hay mucho misterio alrededor. A mí me sorprende que Buenos Aires sea más cara que Barcelona. La verdad, no sé cómo funciona este país maravilloso, pero sigue funcionando.
–Recuerdo que escribiste: “el chillido desencajado y los insultos ya son parte de su marca personal”.
–Eso sigue, por ejemplo, en la forma en la que elige relacionarse con el periodismo. Hace una puesta en escena de esa violencia, lo hace a propósito. Quiero decir: lo elige. No creo que se le suelte la cadena y reaccione. Creo que es una estrategia. ¿Por qué? Porque considera que quien detenta el lenguaje es el que detenta la autoridad. Si el kirchnerismo fue el que durante 20 años hizo tanto trabajo para controlar el lenguaje –con el tema de hablar con la e, con el apoyo de la comunidad de artistas, científicos y feministas, y la batalla cultural– Milei siente que no existe a menos que él mismo esté a la cabeza de la batalla cultural, a menos que él sea el cruzado de una batalla cultural. Me parece que no es una actitud liberal. Es totalmente antiliberal. Si sos liberal no importa lo que los otros digan, que digan lo que quieran. Incluso podría tener una posición más irónica, pero él elige fustigar porque el que controla el lenguaje en la Argentina es quien tiene el poder. Creo que Macri fracasó porque no controló el lenguaje. Y por eso, diría, Milei incluso sobreactúa estos malos tratos. Por supuesto, sabemos que es muy capaz de tener malos tratos, no es que está haciendo un esfuerzo especial, pero me parece que lo hace a propósito. Y yo creo que no le conviene hacer eso. No le conviene a nadie. Y no le conviene a la vida cívica.
–Uno podría pensar que cada época genera su propio glosario, su propio repertorio. También sucede en tiempos de Milei con las palabras “domar”, “zurdos” y tantas otras que se han repuesto y se repiten a diario.
–Él está haciendo una “derecha groncha”. Es una derecha bizarra que te incluye a partir de lo groncho, que apela a la bronca, al banco de ira, a lo mal que lo pasó la gente en la pandemia y a lo mal que lo sigue pasando. Supongo que por eso sigue habiendo tanta tolerancia de la gente. La idea de una derecha groncha, una derecha macha, de griterío, de aguantes, es diferente a la de Macri, a los globos y posteos de Juliana, a las tortas ricas. Todavía no vimos ni una torta de Karina Milei, que es su expertise al final del día. Todos queríamos probar la chocotorta (risas).
–Se suele comparar esta época con los años noventa. ¿Ves algún parecido de familia con esa época?
–No, no le veo nada parecido al menemismo. Menem era un presidente que se divertía, pero era un adulto que se divertía con juguetes de adulto. Y Milei es como un niño que va a ver a sus ídolos. Viaja a ver a sus superhéroes. Lo interesante que tiene es que, en lugar de tratar de hacer un relato del futuro, él trata de involucrarse directamente en la creación del futuro. Cuando va a ver a los superhéroes, está tratando de armar su liga de súper amigos para involucrarse en cómo se produce el futuro. Si eso llegara a funcionar para la Argentina, sería increíble. Conozco gente de Silicon Valley y todos están fascinados con Milei porque dice cosas que ellos no pueden y quieren decir. Por ejemplo, que los monopolios están bien en algunos casos. Vos le decís eso a Apple, a Google y les encanta. Porque esos tipos no son liberales tampoco. Todo esto tiene que ver con las tesis que luego Milei quiere demostrar: que la Argentina es el testing ground para su premio Nobel. Para los de Silicon Valley es genial porque “tenemos a un loco argentino que la ve, como nosotros la vemos. O sea, los monopolios son algo espectacular, es la manera de operar”. Me parece bueno que haya ido a Sun Valley y también me parece súper interesante que haya encontrado esta escucha en Silicon Valley. Son muchos los líderes que quieren hablar con todos éstos y no es nada fácil llegar a ellos.
–En esa galería de retratos podríamos incluir a dos personas clave en este gobierno: Karina Milei, “El Jefe”, y Santiago Caputo.
–No conocemos la voz de Karina. Sabemos que es la acompañante terapéutica y que, gracias a ella, él puede operar. Porque ella lo conoce bien, sabe hasta el momento en que él se va a poner mal porque él tiene muchas limitaciones y ella lo complementa, lo completa. Son una entidad simbiótica. Son un mismo ser, en realidad. Y en el caso de Santi… bueno, a mí me encanta que todos tengan rinoplastia. Santi, ella, Milei, es un gobierno de rinoplastia. Me gusta eso, tiene algo de transhumanista: la gente que ya empezó a cambiarse a sí misma, no acepta la naturaleza de lo dado y abraza la técnica. Me parece muy divertida la idea de un Rasputín rubio y chiquitito, fumador, que le gustan los rusos además y que está todo tatuado de rusos. Tampoco le conocemos la voz y no creo que se la vayamos a conocer. Lo más divertido para mí es que él formaba parte del Pro, entonces es un estudioso de todos los problemas del Pro. Todo lo que se ve de la estrategia de Milei tiene que ver con cuáles tendrían que ser los remedios para no ser el Pro.
–Con lo que falló.
–¡Y lo que sigue fallando! Porque en lugar de tener un rol de expresidente, Macri hace una asamblea para plantear que deberían tener más cargos. Es un rol un poco indigno en comparación a cómo venía jugando. Macri parecía un jugador político interesante. Y Milei tiene un juego político que le funciona muy bien porque se dedica a comer dentro del peronismo y a comer dentro del Pro. Tiene un hambre de poder real y creo que la cara visible del hambre de poder es cómo hacer este uso estentóreo de la fuerza del lenguaje para aplacar al otro. Ahí Milei manda un mensaje reptiliano directamente al argentino promedio. “Ah, bueno, éste es el que manda”. Lo que le interesa a Milei es instituirse como el rey del lenguaje.
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