Sálvese quien pueda: De El encargado a El marginal, series y películas para una época que no cree en nada
Las series y películas que triunfan en el streaming ofrecen una mirada ácida del entramado social
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¿Quién es más cruel y despiadado, Eliseo Basurto que usa y abusa de su puesto de portero de un edificio de un coqueto barrio porteño para extorsionar a los vecinos? ¿O los propietarios que están por removerlo del puesto para construir una piscina en la azotea en donde está su vivienda? A primera vista, éste es el interrogante que plantea la serie El encargado ( Disney +). Un éxito cuya cuarta temporada se encuentra en etapa de producción.
El dato de que sea una serie tan masiva y revele un impacto mediático “invita a bucear un poco más para comprender”, indica Elias José Palti, doctor en historia por la Universidad de California en Berkeley e investigador principal de Conicet, que se propuso analizar el fenómeno. Sin dudas, esta obra audiovisual logra “una eficaz combinación de comedia y thriller” con el sello local e inconfundible de la dupla creativa Mariano Cohn y Gastón Duprat para contar una historia amena y divertida sobre un encargado de un edificio que podría ser cualquiera de los que conocemos. No obstante, el académico señala que “la clave” del impresionante alcance de audiencia está en la identificación, es decir, en que logra “la secreta complicidad entre el espectador y Eliseo”, interpretado por Guillermo Francella.
Este protagonista perverso y manipulador, que cuida con devoción una planta carnívora y tiene la escalofriante costumbre de relatar a diferentes interlocutores ocasionales distintas causas de muerte de su esposa Clarita, está dispuesto a chantajear para salir favorecido. “Así, sintoniza con un cierto sentido común que se volvió dominante en las sociedades actuales”, señala Palti. Este sentido común es el “sálvese quién (y cómo) pueda. Total, todos son hijos de p...y bien merecido tienen el mal, si es que les llega”.
Esa lógica aplica a todos, a tal punto que el actor rompe la cuarta pared y acusa al espectador, mirando a cámara, de ser tan oscuro y sucio como él. “Estos vínculos reflejan un clima de época donde prevalece la desconfianza en los otros”. Y si bien el fenómeno del antihéroe no es nuevo en el panorama cultural, “lo que distingue a estas ficciones es su capacidad de resonar con las tensiones sociales contemporáneas”, afirma el investigador.
Es claro que no es la única entrega del streaming que se vuelca a sistemas similares. Series como Nada, Bellas Artes (de los mismos creadores de El encargado) o en alguna medida, las también argentinas –aunque menos masivas– Doble discurso (de Hernán Guerschuny), El sabor del silencio (de Martín Kweller y Mariano Hueter, dirigida por Pedro Levati) y hasta la singularísima serie El marginal (creada por Sebastián Ortega) lo hacen. Todas tienen protagonistas carismáticos, de moral cuestionable, y abordan la hipocresía, la lógica de la supervivencia, el desencanto que produce que nada ni nadie resulte confiable y el quiebre profundo de los lazos sociales, del valor de lo colectivo y la buena fe o los valores solidarios como puntapié de cualquier intercambio.
Calificado como giro “neo reaccionario” o “anti progresista” por el especialista en biopoder y discursos audiovisuales Ricardo Esteves, el cambio en la narrativa y la caracterización de quienes encarnan las historias es acompañado por un tono mordaz, corrosivo. En ocasiones, con una buena dosis de humor negro. Develando personajes contradictorios, densos, chantajeadores, con matices múltiples en comparación con el antiguo héroe costumbrista de las series televisivas en los años 80 y 90.
“Hasta la crisis de 2001 las apuestas de ficción reconstruyen condiciones de vida de existencias, pasiones, miserias, siempre en la vida cotidiana con acento en perfiles solidarios, entrañables, generosos, importantes para su comunidad”, señala Martín Becerra, docente e investigador por Conicet, especialista en Industrias culturales.
Así, lo disruptivo con respecto a ese momento televisivo costumbrista y colectivista es que la crueldad calculada y “el ombliguismo” en Eliseo (El Encargado), en Antonio (Bellas Artes) y en Manuel (Nada), y en otras, parece ser una característica identitaria de los actuales protagonistas.
“Al individualismo y el oportunismo, se le suma un aire de nihilismo con desaprobación hacia todo lo englobado como progresista, ahora nombrado bajo el amplio paraguas del término estadounidense woke”, subraya Esteves.
Autora de ficciones exitosas como Socias y Graduados, Silvina Frejdkes advierte: “La crueldad controlada es casi un sello de estos autores, sin duda es un don de los creadores narrar personajes psicópatas, realmente detestables, desde facetas muy humanas. Es el caso de Eliseo, pero es cierto que esto aparece también en roles como Diosito o Mario de El marginal. Al conocer lo que les pasa, por ejemplo, a Los sopranos (del estadounidense David Chase), y ver su vulnerabilidad, su punto de vista, su sensibilidad y contradicciones o conflictos, aunque moralmente no estés de acuerdo nace la empatía. La fuerza de estos personajes es que hacen espejo de nuestras propias contradicciones. Lo novedoso es que emergen de un contexto deteriorado e híper mediatizado, fragmentado socialmente”.
Por eso, aunque los malvados no son nuevos, el doble discurso está muy presente para el espectador. “Vivimos inmersos en un doble discurso constante, por eso ese concepto interpela muchísimo, porque está en todos lados, todo el tiempo: las redes sociales no tienen que ver con la sociedad analógica, y constantemente estamos navegando entre las dos – dice Frejdkes–. En el caso del personaje de Gonzalo Heredia, Vicente (El sabor del silencio), y el de Diego Peretti, El griego (Doble discurso), tienen el impulso por momentos escapar de esa lógica de crueldad naturalizada o sienten culpa por su vil accionar, aunque enseguida lo justifican. E incluso el primero conversa con el personaje de Violeta Urtizberea, que hace de su esposa, y ella le marca: ‘siempre fuiste esto’. Como si señalara un lado B latente que sale a la superficie: ‘el hombre, lobo del hombre’ idea del filósofo inglés Thomas Hobbes para referirse al egoísmo, la maldad o la violencia inherente al ser humano”.
Pedro Levati, el director de El sabor...opina que “se trata de una tendencia de los últimos años, que a Argentina llegó un poco más tarde. Los personajes oscuros y moralmente ambiguos están ganando terreno, no tienen el fisic du rol de malvado tradicional, son súper carismáticos, pero a la vez están constantemente tomando decisiones cuestionables, siempre con una lógica interna que responde a sus propias prioridades, como la familia o la supervivencia. Lo vemos en series internacionales y anteriores como Ozark (drama creada por Bill Dubuque), en donde los protagonistas obligan a empatizar con aspectos incómodos de nuestra propia naturaleza. Esa mezcla de identificación y desconcierto pensando qué haría uno en esa situación es un imán”.
Desde el análisis de la producción cultural, Becerra señala que, en estos personajes “la falta de registro de las angustias y problemas de otras personas es notoria”. Mientras que Palti va más allá y dice que más bien éstos buscan en esos problemas o angustias el lado débil que les permite capitalizar en su favor, catalogando este proceder como “espantoso. La crueldad calculada”.
El núcleo que diferencia mucho estos dos períodos de ficciones y abre un abismo entre uno y el otro, es justamente que “en aquel primer momento lo que había era una narrativa de la solidaridad, de no es que me salvo solo o no puedo salvarme solo, sino de valor puesto en las relaciones, basadas en la confianza y la buena fe. Éstas eran una malla de contención frente al deterioro de las condiciones de vida en general”, puntualiza Becerra. “Ahora lo que tenemos es la descripción, el reflejo del deterioro de condiciones de vida, y los personajes son mensajeros de esto. Responden a esta lógica de despojarse de cualquier tipo de sentimiento por necesidades o sufrimientos de otros, como no sea para sacarle ventaja”. Incluso esto aplica a personajes como Beba, la propietaria anciana de El encargado interpretada por Pochi Ducasse. Pues ella es funcional a la lógica de la crueldad aún cuando es bondadosa e inocente, porque es manipulable.
En cuanto a la normalización de estas formas, continúa Becerra: “Hoy se tolera, e incluso se avala, la crueldad hacia otros en las narrativas en general. Esto es un cambio significativo respecto de las ficciones de hace 25 años, donde ser cruel no solo estaba mal, sino que era incompatible con los valores estéticos y morales que regían en las historias de entonces. En este sentido, lo interesante de las obras culturales es que retratan su tiempo, incluso cuando esto podría ser o no la intención explícita de sus creadores. El encargado o Nada funcionan como productos que reflejan un presente de lazos colectivos rotos, desencanto e individualismo”.
Por su parte, Ricardo Esteves subraya: “Series como Bellas Artes tienen gran recepción porque el discurso progre ya no está en el centro. Nos cansamos de relatos políticamente correctos. Se da una narrativa del egoísmo cool. Está de moda ser estratégico, posicionarse para tomar ventaja sobre otros, correrse incluso de valores morales hasta el extremo del chef que hace justicia por mano propia en El sabor del silencio porque son todos tan corruptos y horribles o dispuestos a todo, como él. Todas estas historias lo demuestran: hay un reconocimiento de que todos, al final del día, defendemos un interés personal. Eso no era algo celebrable antes, pero ahora es casi un mandato cultural. El egoísmo, en todos sus matices, dejó de ser condenable para convertirse en una virtud. Lo colectivo ya no es aspiracional. Lo que se valora ahora es el ingenio a toda costa, la supervivencia en un sistema atomizado”.
No obstante, “mientras Bellas Artes es una sátira explícita al progresismo, El encargado se sitúa dentro de la misma lógica que critica, mostrando a Eliseo como un producto de esta ideología. A diferencia de Bellas Artes, donde un personaje externo busca imponer orden, Eliseo opera desde dentro del caos, utilizando los mismos principios que gobiernan la sociedad que retrata”, distingue Palti.
Entonces, ¿La era digital tiene algo que ver con el fenómeno? “Las redes sociales analógicas se vieron afectadas por la mediatización tecnológica de los vínculos. Este cambio no es la única causa de la transformación en las narrativas, pero sí un elemento que contrasta con la solidaridad que predominaba en las ficciones de hace dos décadas”, señala Becerra. Y puntualiza: “Es interesante cómo, en un momento de auge de las redes sociales digitales, las series contemporáneas retratan el aislamiento y la desconexión personal. Las narrativas ya no muestran comunidades que se sostienen, sino individuos que luchan por sobrevivir en un entorno hostil”.
Entonces, ¿es cruel o es un héroe? “Depende desde dónde lo mires. Si te identificás como trabajador, Eliseo es un héroe: alguien que intenta salvar su puesto en un sistema injusto. Pero desde el punto de vista del propietario, es un villano que pone en jaque el orden del edificio. Y ese posicionamiento en tensión atrae”, rescata Esteves. O el flamante director del Museo Iberoamericano de Arte Moderno de Madrid, Antonio Dumas (interpretado por Oscar Martínez en Bellas Artes) es quién se planta contra empleados gremialistas, artistas desmesurados y acusaciones de diferentes agrupaciones en nombre de la corrección política.
“Desde allí incomoda a todos. No importa si sos progresista o reaccionario; de alguna manera, trae la conversación social y la pone en tensión. Ese es el mérito de estas tramas. No es casual que sean tan populares en España, Brasil y Argentina –opina Esteves–. El mundo está girando hacia relatos donde lo tradicional y lo jerárquico recuperan espacio frente a lo colectivo y lo disruptivo. Es un reflejo de cómo las narrativas están marcadas por un cambio en la hegemonía cultural”.
Otra de las cuestiones que remarcan los analistas es que hay una sobrerrepresentación del privilegio, de lo privado y lo exclusivo. En El sabor del silencio, por ejemplo, el protagonista posee un restaurante a puertas cerradas en donde la élite corrupta encuentra un espacio para negociar. En Doble discurso aparece una centralidad de las posiciones de poder en el marco de oficinas de lujo y presentan las decisiones políticas más como estrategias para manejar escándalos o perpetuar poder que como acciones con impacto social, evidenciando una visión de la política orientada al espectáculo. “Estas narrativas reflejan al 1 por ciento de la población como si fueran el centro de las aspiraciones, aunque el resto de la sociedad solo lo mira desde afuera”, recalca Esteves.
En el caso de El encargado, esto parece saldarse, y podría explicar más aspectos de su enorme éxito. Diego Bliffeld –showrunner de la serie– afirma que ésta funciona porque crea “un microcosmos donde están representados todos: el encargado, los propietarios, el cartonero, los comerciantes, la alta sociedad que hace beneficencia. Ese mosaico es la sociedad, donde cada uno de nosotros persigue un interés. Es un relato que no deja lugar para héroes ideales. Así, el personaje es irresistible porque logra ser amable y servicial, pero al mismo tiempo es sombrío y patológico. Es humano: tiene virtudes dentro de las horribles miserias. Es un antihéroe que camina siempre en la cornisa. Tiene un costado horrendo, pero no cruza ciertos límites, tiene su propia lógica moral, y resulta atrapante. La audiencia se pregunta cuándo cruzará el límite, hasta donde se mantendrá de uno u otro lado”.
Lo que parece unánime es la crítica al pasado progre. El personaje decadente que aparece en Nada resulta atractivo, en parte, porque critica constantemente la corriente que aspira ser inclusiva, equitativa y justa. Allí Luis Brandoni interpreta a Manuel, un crítico gastronómico tan cínico como caduco. La serie utiliza un tono irónico para abordar la hipocresía desde la visión de la clase alta porteña, destacando un punto de vista desalentador sobre las relaciones humanas en tiempos de hiperindividualismo. Este humor desafiante, del protagonista discutible, incorrecto e interesado, con su trama llena de mentiras, sin duda resuenan con cierta desilusión social. “Los personajes cínicos y sus ecosistemas en donde cualquiera puede embarrarme o estar ocultando algo, al que hay que embarrar antes de que me lo hagan a mí dejan el sabor amargo de una suerte de imposibilidad de lo comunitario como algo deseable, pero creo que esta es justamente la trampa, se presenta como la única realidad posible”, advierte Palti, que en su canal de Youtube tiene varias entregas analizando a Eliseo.
“Estos productos culturales plasman y a la vez refuerzan estructuras de sentido común dominante, no son solo entretenimiento. Por poner un ejemplo ajeno: no hubo serie sobre Kamala Harris, la hubo sobre Donald Trump (Trump An American Dream, Netflix) ¿quién resultó electo?”, ironiza Esteves.
Estas producciones funcionan como los relatos en los que nos contamos cómo somos, en una función secular que antes cumplían los mitos antiguos: “éstas son las historias que orientan la forma en que entendemos nuestra realidad –analiza Esteves–. Por eso el espectador queda en una suerte de limbo moral donde no hay salida aparente”.
Producciones que nos invitan a cuestionar nuestra posición frente a una incómoda verdad: la complicidad de los miembros de un sistema donde el egoísmo y la crueldad se normalizan. La pregunta es si cada uno está dispuesto a desarmar esa trama.
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