“No tengo conflicto con quienes no creen en lo que yo creo”, dice la astróloga
Sinónimo del horóscopo chino en la Argentina, la astróloga Ludovica Squirru Dari inspiró la canción “Gato de metal”, proviene de una familia de grandes personalidades de la cultura y devela sus mil vidas
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Yo soy un gato de metal
Vivo en un agujero
Tengo una ansiedad
Como de Año Nuevo
En un departamento neoyorquino, que Ludovica Squirru Dari hoy recuerda como un palacio, Charly García improvisaba frente a su teclado. Ella le había pedido que escribiera un cuento chino y, a cambio, él le compuso una canción. Por esos días, en 1989, vivían un romance intenso e intermitente. “Nos sentíamos John y Yoko en Nueva York. Le dije a Charly, ‘me encantaría que me escribieras para el año que viene el capítulo de astrología poética’. Acto seguido, y no te miento, compuso Gato de metal, con música incluida, adelante mío, y me lo cantaba”. Yo soy un gato de metal, entona Ludovica.
Más allá de la reencarnación, en la que cree, ¿cuántas vidas tendrá Ludovica? Es, por un lado, la conocida astróloga que desde hace 41 años es best seller con su Horóscopo chino, y la actriz que probó suerte (y la tuvo) con Tato Bores, en 1980. También es la nieta de Alicia Larguía, creadora de la famosa muñeca Marilú, e hija de Eduardo Squirru, el cónsul de la primera embajada argentina en Shangai, en 1945. Siguiendo con la rama familiar, es media hermana de Inés Quesada, creadora el café concert argentino. Y sobrina del poeta y promotor cultural Rafael Squirru, ideador y primer director del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
Es la mujer que decidió rehacer su vida en Traslasierra, Córdoba, y que decidió cambiar la fecha de la fundación de la Argentina. Una vez por año deja la tranquilidad de sus pagos, su refugio en el mundo, para sumergirse en lo que implican sus esperadas predicciones: presentaciones del libro, entrevistas varias, firma de ejemplares en las librerías. Siempre histriónica y colorida, cargada de amuletos y bijou que solo usa para esos encuentros. Atrayendo una y otra vez la misma pregunta: ¿Cómo será mi año?
–¿Cuál es la reacción de la gente cuando te ve?
–De cariño, mucho cariño y respeto. Te confieso algo, como ya hace 25 años que vivo en Traslasierra, me olvido que soy conocida. Tengo una vida en la que soy más como un monje zen.
–Salvo cuando viajás a Buenos Aires.
–Claro, entonces no sabés lo que es para mí. Imaginate que estoy casi seis, siete meses escribiendo, estudiando, investigando, produciendo el libro allá en la montaña. Cuando vengo a estas movidas me tengo que poner el overol para presentaciones, producción, maquillaje... La gente me ve en los programas, estoy más presente y se nota también en la calle. Por otro lado, me encanta la bendición de que mis libros sigan funcionando, gustando.
–Y según tu mirada, ¿a qué se debe?
–Noto en este país la locura y obsesión por el figureti, por el estar, sin contenido, ir a cualquier programa y decir lo mismo, pelearse… Entonces creo que la gente aprecia un poco esa parte mía, que no aparezco en casi todo el año, salvo cuando tengo algo para decir, para dar un mensaje. Lo aprecia porque las ponderaciones que me dicen no son para tanto, pero me gustan.
–¿Esa misma gente te pide consultas?
–Lo que les digo es verdad, no tengo consultorio, no atiendo ni cobro. Es una diferencia abismal con el resto de la gente que lo hace, y lo respeto. Pero al hacer un libro, una agenda por año, y a veces dos, no me da el cuero ni la salud. Fue una decisión que tomé de joven. Solo lo puedo llegar a hacer para amigos o con gente muy querida.
–¿Por qué fue esa decisión?
–A los 27 años, cuando fue el boom de mi primer libro, tenía un novio que me decía “tenés que atender. ¿Vos sabés lo que podrías cobrar? ¿La cantidad de gente que te vendría a ver?”. Lo hice dos semanas y creí que me moría, porque la gente venía en un estado de desesperación y creyendo que le iba a solucionar temas gravísimos. Lo que yo hago realmente es por otro camino, otro enfoque, es preventivo. Tiene que ver con que te hagas cargo de tu destino. Con cada persona que atendía tenía que darme un baño de sal porque me involucraba con sus dramas. La locura humana de creer que un ser humano te puede resolver la vida en una entrevista de una hora... Algunos lo hacen y lo respeto... Como digo, cada uno tiene el astrólogo que se merece. Lo hice dos semanas y dije nunca más, aunque no vendiera un libro en mi vida.
–¿En la calle te preguntan “cómo me irá este año”?
–Sí, en Buenos Aires vivo en Recoleta y la gente me saluda, me sonríe, me felicita... pero también puede ser maleducada. Me ha pasado de estar en un bar con Claudio (Herdener), mi pareja, y sin decir perdón o disculpá vienen directo con un “Che Ludovica, qué me va a pasar, porque soy dragón de metal y este año…”. Creo que ya con mi mirada y la de Claudio los eyectamos. Pasa por un tema de educación.
–En el mundo de la farándula, ¿te hacen consultas?
–Si bien sé que me quieren, fui actriz de joven pero no curto farándula. Me invitan a todos los programas de chimentos y digo “no, gracias”. Hace años que no voy, y por ahí se ofenden. Todo lo que tenga que decir, con un margen en el que me pueda explayar, es mejor en la radio. Tengo que cuidar mi prana. Tengo 68 años y hay cosas que no hago más.
Lo que sí hace cada año, cuando presenta su libro Horóscopo chino (Penguin Random House), es recibir a los lectores y dialogar con ellos. Lo hizo en la Feria del Libro de Uruguay y en el Ateneo Grand Splendid, a fines de octubre, donde firmó libros por tres horas seguidas. Volverá a Uruguay en enero para hacerlo en las escalinatas del Hotel Argentino, en Piriápolis, y en José Ignacio, porque el 29 de enero comienza el año nuevo chino. “En las presentaciones me importa todo, desde que la gente llega hasta que se va, me parece que es un esfuerzo ir a ver a alguien y encima comprar un libro”.
Por un instante, la curiosidad de Ludovica invierte los roles, y la entrevistada pregunta, casi por default:
–¿Vos de qué signo sos?
–Rata de agua.
–Ah, pero rata y mono se adoran. Yo me llevo divino con las ratas, hay hechizo. Hay signos que tienen mucha afinidad.
–¿Solés generar afinidad?
–Me llevo bien conmigo misma, creo que esa es la base para atravesar distintas experiencias, sobre todo las mediáticas o con gente que no conocés.
–¿Cómo alcanzaste esa autoestima?
–Es mucha la búsqueda y el laburo que hago desde que tengo 24 años. Fui muy curiosa e inicié técnicas que nadie hacía, como la Gestalt, la meditación dinámica, la biodecodificación, las constelaciones familiares… Me interesa por mi vida, por situaciones, por cosas que he atravesado durísimas y que atravieso. Yo soy de las que piden ayuda.
–¿A quién le pedís ayuda?
–Le he llegado a pedir a psiquiatras, a coachers. Por ejemplo, en julio fui a México, a la Universidad Cudec, cuya dueña es una de las mejores consteladoras a nivel mundial, Angélica Olvera de Malpica. Tuve el honor de que me invitara como una de las líderes mundiales sistémicas, con capos máximos de todas las especialidades del mundo. La experiencia de compartir fue genial. Ese tipo de cosas me enriquece. Cuando despejás tu vida y te animás a una buena relación con vos misma, es más fácil. Pero la gente está mal, está enojada.
–¿Con qué está enojada?
–Consigo misma, o frustrada, porque no ha visto a tiempo las cosas o porque está casada con alguien que no quiere... Hay mil temas por los cuales está mal. Pero tampoco se ha tomado el trabajo de estar mejor.
–¿Y vos te tomaste ese trabajo?
–Viste, un poco en casa de herrero, cuchillo de palo… Yo tengo dos hermanas, una está en un geriátrico. Inválida, se tiró en una cama hace 20 años y nunca más se levantó, con dos hijos...Yo vengo a Buenos Aires mucho por ella. Es durísimo. Aunque sepa que no es culpa mía, porque es su vida, cómo la eligió, cómo la vive, es un peso pesadito verla tan mal. Le he propuesto todo, hasta llevarla a Córdoba, cerca de mío. Y todo es no.
–No siempre se puede ayudar.
–No, no se puede ayudar de afuera cuando el tema es interno. Claudio me dice: “vas a ver a tu hermana y volvés hecha pelota”. Y cómo querés que venga, soy humana. Con una situación así, si no hubiera hecho todo lo que hice, como llevarme bien conmigo, quizás me enfermaría. Lo primero que tenés que hacer es conocerte. “Conócete a ti mismo”, lo que dijeron los maestros de todo el mundo.
–¿Cómo influye en los vínculos?
–Tengo buenas relaciones y sé decir no, administrar mi tiempo, poner límites. Por supuesto, me pasó de todo, como a todo el mundo, pero no soy una mujer que se levanta enojada. Es al revés: prendo una vela todos los días, sigo el calendario maya, agradezco más que pedir. Hago rituales.
–¿Qué rituales?
–Todos. Los de la Pachamama, rituales de los solsticios, de los equinoccios. Estudié a los mayas, viajé siete años por todas sus rutas. Aprendí la ceremonia de pedir permiso a los lugares antes de entrar. Si me preguntás en qué creo, soy sincretismo puro. Integro otras cosmovisiones que permiten ver el mismo camino desde distintos puntos de vista. Cuando más te metés en esto, más te das cuenta de que en el fondo somos uno. Pero el mundo está cada vez más dividido, tremendamente xenófobo, con guerras. Nunca me imaginé esto, aunque sí sabía que se venía algo pesado. Y será aún más pesado. El ser humano no aprendió lo necesario para que este planeta nos siga sosteniendo. Es un mundo bisagra.
"Me encanta la bendición de que mis libros sigan funcionando, gustando"
–¿Bisagra porque habrá algo mejor o peor?
–Mejor no vamos a ver nada, ni vos ni yo, ni en esta reencarnación. Estamos en tiempo de descuento, en todo sentido. Pero si vos tenés instrumentos, porque hiciste la búsqueda, el camino, la bendición o te iluminaron maestros, vas a atravesarlo mejor que otras personas.
–Entonces, ¿qué hacemos con la esperanza?
–Es que es una época de desamparo total, de parirse a uno mismo. No se puede contar ni con políticos ni con nadie, todo es un fraude, es una estafa sin escapatoria. Tratan de denigrar al ser humano. Pero solo sucede es si no hacés tu trabajo interno y externo para que eso no te ocurra a vos y a tu familia o a tu gente, porque nadie te va a ayudar.
–¿Y en la Argentina?
–La gente la está pasando tan mal en la Argentina, en especial en Buenos Aires, por la frivolidad que hay. Habla, dice, compra, porque para pertenecer hay que tener. ¿Pero qué es eso? ¿Pertenecer a qué?
Su amor por Córdoba comenzó mucho antes de su mudanza definitiva a Traslasierra. En su infancia pasaba los veranos en Las Rabonas, en la casa de su abuela materna, Alicia Larguía. Ella fue la creadora, en 1932, de la Casa Marilú y de la muñeca más importante del país, a la que dio vida 30 años antes de que existiera Barbie. La bautizó así por la madre de Ludovica, María Luisa. “Mi abuela era mitad alemana, mitad criolla. Se hizo sola, se formó como maestra en San Nicolás, hablaba distintos idiomas y viajaba a Europa para investigar las muñecas de esa época, hasta que se le ocurrió crear Marilú, un suceso que por décadas no tuvo competencia. Mi abuela era amiga de Constancio Vigil y tenía, además, la revista semanal Marilú, que dirigía. Vendía la muñeca con el ajuar, la casita”.
–¿Llegaste a jugar con las Marilú?
–Sí, y hasta desfilé en la Casa Marilú, que quedaba en Viamonte y Florida. Porque después fue haute couture, casa de moda de las mujeres en la Argentina. Mi abuela fue una emprendedora, tenía campos en Río Tercero.
–Con tu padre también tuviste una escuela de vida.
–Tuve una familia del lado de mi mamá y de mi papá que me dio escuela de vida. Cuando me preguntan cómo aprendiste el horóscopo chino, cuento que mi papá vivió en China. Era cónsul de la primera embajada de la Argentina que abrió en Shangai, en 1945 (cuenta la historia en su libro autobiográfico Mi China).
–¿Qué te inculcó tu papá?
–Me inculcó todo lo que es una mujer en China, porque nos crio como chinas a mi hermana y a mí. A hacer el trabajo de hombre y mujer, a obedecer. La máxima de mi papá era “la mujer no debe molestar y en lo posible hacerse útil”. Soy eso, porque en las relaciones afectivas no molesté a nadie, en ningún sentido. Ganaba plata, era independiente, nunca me bancó un tipo. Y me hice útil para todos, no solo para los hombres. Me sale naturalmente.
–¿Qué lectura tenés hoy de esa máxima de tu papá?
–Cuando era chica odiaba eso, porque no nos dejaba respirar, con lo que había que hacer en la casa, estudiar, ser buena alumna. Una exigencia de vida. Mi papá tenía eso, y si me preguntás qué siento hoy es gratitud.
–¿Cómo fue tu infancia?
–En mi infancia hubo mucho arte. Mi hermana mayor, Inés Quesada, de otro matrimonio de mi mamá, fue la creadora del Café Concert, con la producción de Help Valentino, con Gasalla, Perciavalle, Edda Diaz y Norah Blay [NdR: el 1°de julio de 1966 estrenaron el show fundador del género]. Carlitos Perciavalle es como un hermano mayor para mí, lo amaban mis padres, vivió en nuestra casa, hacían las obras de teatro ahí. Yo era una chiquita que mamaba todo eso, feliz porque me fascinaba.
–¿Así fue cómo llegaste a Punta del Este y al primer acercamiento con Tato Bores?
–Yo estudiaba teatro en el Conservatorio de Arte Dramático, en horario nocturno porque trabajaba de día como loca. Se nos había quemado la casa y solo teníamos para comer y para vestirnos. Un verano, Carlitos con Donald estaban en la Punta, en un boliche, y yo hacia mi sketch. Vio el show Tato Bores, fue al camarín y me dijo “algún día vos vas a trabajar conmigo. Me encantó lo que hiciste”. Pero pasaron cuatro años y yo seguía intentando con los bolos, iba al canal, dejaba fotos...
–Querías ser actriz.
–Quería ser actriz y vivir de esto, pero no pasaba nada, hacía cosas mínimas y seguía estudiando. Pero en 1980 me programé y dije “es mi año, el año del mono, lo llamo a Tato Bores a ver si se acuerda de mí y le digo que quiero trabajar con él”. Y lo hice.
–¿Cómo resultó?
–De terror. Fui a su casa y estaban (Juan Carlos) Mesa, (Aldo) Cammarota y él sentados, como un triunvirato. Me dijo que hiciera lo de Punta del Este y recitara esos poemas. No se les movía un músculo de la cara, ni se reían ni me decían nada. Mudos. Tato me dijo “gracias, Ludovica, te llamamos”. Yo me fui levitando, e internamente sabía que estaría con Tato. Siempre tuve mucha intuición.
–¿Cuándo volviste a tener novedades?
–Por un mes el teléfono no sonó. Y a los 24 años, con esa expectativa, me quería matar. Un día sonó. Era de Canal 13, con una invitación para que fuera por un programa. Fui y lo hice. Mi participación duraba un minuto y medio, dos. Al día siguiente me paraba todo el mundo en la calle. Obviamente, se dieron cuenta de que eso había pegado y volvieron a llamarme para un programa, después para otro. Nunca cobré con Tato porque era como un bolo. Cuando le conté a Lino Patalano, porque éramos amigos, me dijo “boluda, pero vos no tenés que cobrar, estás con Tato Bores, ya vas a hacer otra cosa y vas a cobrar”. El éxito de Tato fue un antes y después para que yo me hiciera tan conocida. Siempre fui agradecida e intuitiva.
–¿Por esa intuición también rechazaste propuestas?
–Hay ofertas que he tenido, como de hacer merchandise de Ludovica, y dije no. Tampoco de publicidades, no a todo. No me late, como digo yo.
–¿Te gustaría volver a actuar?
–Con Almodóvar y Woody Allen, ya.
Se ríe, con carcajada fuerte, mientras dice que la última película de Almodóvar, La habitación de al lado, la decepcionó. Pero la actuación, una de las vidas de Ludovica, tendrá revancha. Anticipa que el año próximo hará un documental de su vida, que prepara desde hace cuatro años: “Será como serie, por capítulos, y la haré en Uruguay. Tengo 17, 18 horas de mi vida entera filmada. Habrá un revival de la Ludovica que mucha gente extraña”.
–¿Te quedaron amigos de la actuación?
–Hace poco lo vi a Boy Olmi. Miguel Ángel Sola, Carlitos Perciavalle en su momento.. Si voy al teatro, lo adoro a Taricco... Oscar Martínez, Mercedes Morán. Toda gente de mi época. Pero yo no me siento parte de la farándula, ya elegí un camino, son 41 años con los libros. Vivo en Córdoba, tengo amigos allá en la sierra.
–¿Por qué decidiste vivir en Traslasierra?
–Porque vi cómo la vida sería en las ciudades, porque pude hacerlo con lo que había ganado con mis libros. Mi sueño de chiquita era irme a vivir a Las Rabonas. Siempre fui una mujer que ama la naturaleza. Creo que no me hubiera ido así si seguía como una señora de Barrio Norte, de Recoleta, caminando por acá. Las miro, a mi edad, y digo qué bajón.
–¿Podrías haberlo sido?
–Creo que sí, si no te reinventás ni vas a tu esencia, si no te conectás con gente diversa ni escuchás los temas que pasan en otros lugares del país, te convertís en un robotito. Porque Buenos Aires no es como cuando éramos jóvenes, no está la movida cultural. Soy sobrina de Rafael Squirru, me gusta la gente que hace cosas. Hoy ser de vanguardia ser anónimo y hacer cosas geniales. Yo estoy en otra movida, buscando respuestas en un mundo que no te da nada.
–¿Como la movida del 4 de diciembre que hacés desde hace 21 años?
–Sí, porque ese día pasan cosas geniales, se encuentra gente de todos lados, de distintas especialidades, seminarios, cursos. Nos juntamos a pensar la vida una vez por año en la Fundación Espiritual de la Argentina.
–¿Qué significa esa fecha?
–Es la movida de refundar la Argentina. Porque el nacimiento del país un 9 de Julio de 1816 es la peor fecha que se podía haber elegido. Yo tuve como una revelación, convoqué astrólogos de distintas especialidades y estuvimos un año estudiando la fecha y decidimos que fuera el 4 de diciembre del 2003, a las 5 de la tarde.
–¿Pero se puede elegir una fecha del inicio de la Argentina?
–Sí, porque yo como astróloga y estudiosa, y con la gente que me rodea, tengo el derecho de una nueva idea que no tenga que ver con lo político. Es una fundación astrológica, bien aspectada, de distintas cosmovisiones. Se me ocurrió a mí como se le pudo haber ocurrido a otro astrólogo. Lo hice porque tiraba el I Ching durante años y salía el mismo hexagrama, el trabajo en lo echado a perder, y me parecía que algo estaba mal. Ahí me inspiré.
–Y buscaste otra fecha.
–Después de que decreté con estos astrólogos la fecha nueva, algunas personas empezaron a decir “creo que la fecha de inicio de la Argentina es con la Asamblea de 1813″; otros, “me parece que tendría que ser con la Confederación de Urquiza en Entre Ríos”. Yo hice otro trabajo, que tiene que ver más con lo astrológico, con distintas cosmovisiones.
–¿Cuánta gente se junta cada 4 de diciembre?
–Es más si cae sábado o domingo, pero la fecha no se mueve. El primer año logré que viniera Charly a tocar el Himno Nacional. El decía: “nadie más que vos y Mercedes Sosa me han logrado llevar al medio del campo”. Vinieron muchos músicos conocidos, porque yo sí tengo onda con los músicos: me aman, nadie sabe por qué tanto. Han ido desde Hilda Lizarazu, Maxi Trusso, Ricardo Iorio. Es muy genial lo que pasa ahí, abro la tranquera y entra gente, no me importa dé qué partido político, y a ellos tampoco les importa. Todo gratuito.
–Contaste que tus padres tuvieron una experiencia relacionada con la vida extraterrestre,
–Fue en el 67, yo tenía 11 años. No lo vi, mi hermana y yo dormíamos. Estaban viendo tele y de golpe vieron algo sobrenatural, sintieron que era el fin del mundo, había una luz verde esmeralda, que no era de este mundo. Quedó el pasto quemado en forma circular. Después vi varios, pero cuando vas a lo de Mirtha siempre es la misma pregunta, ¿viste un plato volador? Yo no puedo contar tan naturalmente esto. A una altura de la vida hablás depende de qué temas y con qué personas, porque sino es un gasto de energía. Muchísima gente no lo concibe porque dice, hasta que no lo vea no creo. Si no creen les digo, me parece muy bien. No tengo conflicto con nadie que no crea lo que creo yo.
–¿Existe el karma instantáneo?
–Sí, Instant Karma!, ya lo escribió Lennon. Cómo transitás la vida tiene que ver con esa capacidad de darnos cuenta a tiempo de cambiar cosas, de reciclarlas, de transmutar, sino quedás ahí, estancada, y no se puede salir más de eso.
–¿Decís que necesitan otra vida para hacerlo?
–¡Seguramente! Yo también necesitaré varias vidas más.
–¿Se subestima a la astrología china?
–Al principio la gente creía que era un invento mío, que había inventado el horóscopo chino. Porque lo hacía con humor, iba a lo de Tato. Ya no siento que lo subestimen. ¿Me costó 41 años? Sí. ¿Nunca me importó si me subestimaban? Tampoco, y seguí. Estudié acá Tao e I-ching en el Instituto Dharma. filosofía oriental. Después 5 años con el sinólogo Juan Flesca. Viajé a China seis meses, recorriendo y estudiando.
–¿Creés en la suerte?
–Creo que la suerte la generás vos, la buena suerte y la mala suerte.
–¿Qué se espera en la Argentina para 2025?
–Creo que la Argentina está destinada a ser un territorio en el planeta que recibirá en los próximos diez años a millones de personas para vivir, que vendrán por todo lo que está pasando en el mundo. Será positivo, porque vendrán a trabajar, para que los territorios vacíos inmensos produzcan.
–¿Podemos saber algo de Milei según el horóscopo chino?
–Milei, para mí, se escapó de un laboratorio en cuanto al signo. Tiene como una clonación diferente a lo que sería un signo perro de metal. Después estuve comprobando, aunque no soy experta en la astrología asirio caldea, que creo que nació por esa constelación entre Libra y Escorpio que se descubrió. No es un perro de metal clásico, sí en la franqueza, en lo ácido, en no tener filtro; hay perros que no son diplomáticos. Tiene la parte de la disociación entre lo que dijo que es la Libertad Avanza y lo que está proponiendo. Por un lado, la libertad de expresión, de pensamiento, y por otro, si no pensás como yo, no existís. Mi papá decía que los argentinos son hijos del rigor y algo de razón tenía. A Milei le voy a poner fichas en cuanto a la herencia recibida, que es algo que solo un extraterrestre puede agarrar.
–¿Te arrepentís de algo?
–Es muy dificil de responder esa pregunta, porque en mi vida no he podido detenerme mucho a pensar en cosas que han pasado y que hice. Si me arrepentí de algo, no me pesa. Vivo el día a día.
–¿Entonces lo de Charly fue real?
–Nos encontramos en el año 89, en Nueva York, a través de amigos. Fue divino el romance y ahí llegó, ahí quedó, porque Charly es imposible. Fue como una estrella fugaz y algo que te queda para toda la vida. A mí me han atropellado los hombres, hay mujeres que esperan que se los presenten, yo nunca lo hice. Los hombres importantes de mi vida aparecieron.
–¿Pero cómo puede ser? ¿En el amor no hay predicciones?
–Para mí no, porque soy un ser absolutamente unpredictable (impredecible). Con Claudio estamos hace 18 años, es un récord, y también pasó sin que pudiera imaginarlo, me tomó por sorpresa. No soy una mujer que estuvo esperando que apareciera alguien en su vida.
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