Miren arriba: la historia fascinante que esconden los murales de Galerías Pacífico
Una “equivocación” de Berni, un incendio, un épico traslado y el desafío detrás de la restauración de unas obras que siguen deslumbrando
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Resulta imposible visitar las Galerías Pacífico y no detenerse a observar los murales de su cúpula. Un paseo ineludible para locales y turistas que no solo se trata de una de las pocas experiencias que se desarrollaron en el país en cuanto a muralismo, sino que también incluye a tres de nuestros artistas más relevantes: Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y Lino Enea Spilimbergo. Si bien estas pinturas engalanan las Galerías desde hace 78 años, aún esconden una fascinante historia que incluye una “equivocación” de Berni, un incendio, un épico traslado, y un enorme desafío para quienes emprendieron la tarea de restaurarlas.
El conjunto de murales, que comprende paños, pechinas y lunetas, fue realizado en 1946 por el TAM (Taller de Arte Mural) y fue el único encargo que este grupo logró concretar. Inspirados en el muralismo mexicano pero, sobre todo, en su contacto con David Alfaro Siqueiros, Berni, Castagnino, Spilimbergo, Demetrio Urruchúa y el pintor español Manuel Colmeiro iniciaron esta aventura artística que nos deslumbra hasta el día de hoy.
“Los murales de Galerías Pacífico fueron realizados por lo que se llamó TAM. Este grupo se creó en la década del 40 con toda la impronta que les había dejado su trabajo junto a Siqueiros. Él había estado en la Argentina en 1933 para pintar Ejercicio Plástico (en la quinta de Natalio Botana, dueño del diario Crítica). En aquel momento, Siqueiros también formó su propio grupo al que llamó Equipo Poligráfico, del que formaron parte Castagnino y Berni, quienes eran muy jóvenes. También estuvo Spilimbergo, que en esa época ya era un artista consagrado. La particularidad que tuvo ese mural es que realmente se trató de un trabajo en equipo. Hasta el día de hoy no se sabe quién pintó cada cosa. Esto era algo que promovía Siqueiros”, explica Damasia Gallegos, restauradora y directora de Centro Tarea, la Escuela de Arte y Patrimonio de la Universidad Nacional de San Martín.
Inspirados por este desafiante trabajo, Berni, Castagnino y Spilimbergo formaron el TAM, al que también se sumaron Urruchúa y Colmeiro. “Los artistas se quedaron con esa carga. Ellos hicieron un manifiesto para pintar estas obras de las Galerías Pacífico, pero hubo una diferencia con Ejercicio Plástico: aquí sí se sabe de quién es cada mural (porque están firmados)”, señala la conservadora.
A pesar de su gran entusiasmo, el conjunto de pinturas de Galerías Pacífico fue su único encargo. “Ellos se inspiraron en el muralismo mexicano y pensaron que aquí podrían tener la misma oportunidad. Pero lo que sucedió en México fue que se trató de una movida que vino desde arriba. Fue José Vasconcelos, secretario de Educación Pública mexicano, quien les dio la oportunidad a los artistas y les brindó todas las paredes que quisieran en los edificios públicos”. De esta manera, surgieron figuras como Diego Rivera y Juan Clemente Orozco.
"Con el paso de los años, la cúpula de las Galerías comenzó a presentar algunos problemas de humedad que hicieron que los murales se deterioraran"
En este sentido, Gallegos señala que en “la Argentina no pasó lo mismo. Nada de lo que ellos proyectaron y pensaron que podrían pintar sucedió. Tenían apalabrada la facultad de Derecho y la estación de Retiro, pero, bueno, eso no se cumplió. Así que las Galerías Pacífico fueron el primero y único trabajo del TAM”. Al momento de comenzar a trabajar en el actual shopping, los artistas tuvieron libertad para pintar: no recibieron un programa iconográfico por parte de su comitente. Según consignan Cecilia Rabossi y Cristina Rossi en Los muralistas en Galerías Pacífico, en 1945 los pintores expresaban: “En líneas generales, podría decirse que [este trabajo] tenderá a ser un canto a las cosas de la urbe y a todo lo que ha intervenido en el nacimiento de la gran ciudad moderna. Desde las formas primitivas hasta el trabajo creador, el establecimiento del mercado del trueque, las industrias, el vigoroso impulso hacia el progreso. No ha de ser una exposición rígidamente histórica, ceñida, seca, sino una representación cálida, profundamente humana y de carácter simbólico”. Estas ideas pueden encontrarse fácilmente al observar los títulos que llevan los paños y las pechinas. En La Germinación de la tierra, por ejemplo, Berni alude al agua y al sol, fundamentales para una buena cosecha en el campo. Por su parte, Spilimbergo en La lucha del hombre contra los elementos de la naturaleza abordó el duro trabajo que realizan los mineros bajo tierra.
“El desarrollo de los temas seleccionados grupalmente encontró, sin duda, una interpretación particular en la poética de cada artista. No obstante, la unidad discursiva se oculta tras un recurso que contrapone pares opuestos, como lo celestial y lo terrenal; el trabajo y el descanso; lo calmo y lo dinámico; la fuerza y el abatimiento. Son contraposiciones que se abren a la interpretación, manteniendo la vitalidad que les confiere el juego de la propia contradicción”, añaden Rabossi y Rossi.
Con el paso de los años, la cúpula de las Galerías comenzó a presentar algunos problemas de humedad que hicieron que los murales se deterioraran. Es aquí donde vuelve a hacer su aparición Berni, quien fue convocado para realizar una restauración que, con el ojo actual, resultó ser al menos cuestionable. “En los 70, llaman a los artistas para realizar una puesta a punto de los murales. Spilimbergo, quien ya era un señor mayor, no quiso participar; Colmeiro se había vuelto a España; y, al final, el único que agarró viaje fue Berni. Y bueno, se mandó a hacer algunas intervenciones”, cuenta Gallegos. Urruchúa, por su parte, sí aceptó el trabajo, pero solo se centró en su mural.
"Debido a una reforma realizada a mediados de los 90, las cuatro enormes lunetas ubicadas en cada una de las entradas del shopping fueron retiradas y, actualmente, forman parte de la colección del Museo del Libro y de la Lengua"
En este sentido, Rabossi y Rossi comentan: “Si bien fue una tarea realizada con las mejores intenciones y preocupación, la restauración dirigida por Berni fue cuestionada por los restauradores [de la época]. La crítica focalizó los métodos empleados por el artista, así como la ausencia de procedimientos técnicos y materiales idóneos para la conservación de los murales. [Además], próximo a concluir la obra, el artista señaló la necesidad de colocar un revestimiento exterior para evitar las filtraciones y exhortó a que se tomara alguna medida de protección que los preservara. Una vez terminada la restauración en 1978, [el artista y restaurador] Liber Fridman señaló [con ironía] que Berni había hecho ‘un hermoso mural nuevo’”.
Mostrándose un poco más piadosa con las tareas que realizó el artista, Gallegos continúa: “Durante la década del 70, aquí en la Argentina casi nadie hablaba de conservación ni de restauración y era muy común que se llamara al propio artista para estas tareas. Eso pasa aún hasta el día de hoy. Podríamos decir que, hasta el siglo XIX, era un poco así, la figura del pintor y del conservador se fundían. Luego, la actividad se profesionalizó y comenzaron a aparecer normas como la ‘mínima intervención’ o la ‘reversibilidad de los materiales’. Todo eso es en pos de buscar un respeto por el original. Nuestro trabajo es casi en la sombra, nuestra intervención no se tiene que notar y lo que debemos hacer es revalorizar el trabajo del artista. Pero bueno, en el caso de Berni podríamos decir que tal vez sintió esa confianza porque eran las obras de sus amigos”.
A pesar de que los murales de Galerías Pacífico son un gran atractivo turístico y patrimonial, es importante destacar que no están completos. Debido a una reforma realizada a mediados de los 90, las cuatro enormes lunetas ubicadas en cada una de las entradas del shopping fueron retiradas y, actualmente, forman parte de la colección del Museo del Libro y de la Lengua. La temática de estos cuatro murales son las estaciones del año: verano (Colmeiro), otoño (Castagnino), invierno (Urruchúa) y primavera (Spilimbergo).
"Para lograr recuperar el mural de Castagnino, ella y su equipo trabajaron con una idea en mente: recomponer la imagen, pero sin que sus intervenciones pudieran confundirse con el original"
“Los murales fueron intervenidos en la década de los 90 por un grupo de restauradores mexicanos liderados por Manuel Serrano y Mónica Baptista. En ese momento, el proyecto del centro comercial implicó remover las lunetas porque, si mal no recuerdo, querían colocar las escaleras mecánicas. Las lunetas no estaban en la cúpula sino en los cuatro accesos al shopping (Av. Córdoba, Viamonte, San Martín y Florida). Estos murales fueron extraídos con todo su hormigón, es decir que se extrajo parte de la pared, y fueron guardados en un depósito. Estuvieron ahí durante 20 años y quizás no con las mejores condiciones de conservación”, recuerda Gallegos.
Escondidas y casi olvidadas, estas obras volvieron a estar en boca de todos luego de que el depósito se incendiara y la luneta pintada por Castagnino resultara gravemente afectada. “Se quemó y se perdió entre el 60 y el 70 por ciento de la imagen. Ahí fue que nos convocaron desde el Ministerio de Planificación de la Nación en 2012. Nosotros veníamos con el antecedente de que acabábamos de restaurar el mural de Siqueiros (que ahora puede verse en el Museo Casa Rosada). Nos encontramos con un gran desafío: intervenir estos cuatro murales, de los cuales uno tenía su imagen perdida casi por completo. Incluso, cuando nos convocaron, las pinturas ya habían sido trasladadas, no estaban en el lugar del accidente”.
Una de las particularidades que tuvo este caso es que las lunetas fueron destinadas al Museo del Libro y de la Lengua, institución que fue creada especialmente para albergarlas. Sobre esto, Gallegos explica: “Los murales, debido a su gran tamaño, tuvieron que ser ingresados cuando el edificio aún no estaba terminado, los entraron por el techo. Hubo que contratar una pluma, cortar la avenida Las Heras, fue toda una movida. Si algún día se los quieren llevar van a tener que sacar el techo nuevamente (risas)”.
Gallegos y los integrantes de Centro Tarea se encontraron con varias dificultades al momento de restaurar las lunetas. Una de sus principales inquietudes fue cómo accionar frente al mural de Castagnino, destruido casi por completo en el incendio. “Todo lo que nosotros hacemos como restauradores tiene que estar justificado. En este caso, nos cuestionamos qué hacer y hasta organizamos un seminario para ver cómo podíamos resolverlo. Podríamos haber dejado la superficie como una laguna, eso se llama ‘laguna arqueológica’, y no restituir la imagen. Por suerte, en este caso, contábamos con la inmensa fortuna de tener una fotografía y eso nos permitió reconstruir las figuras”, detalla la conservadora.
Parte de la decisión de intervenir la obra estuvo basada en la continuidad que existía entre las cuatro lunetas. También, con el objetivo de evitar que los murales siguieran descontextualizándose tras ser retirados del shopping. “Las cuatro estaciones nos iban a quedar interrumpidas. Teníamos primavera, verano y pasábamos directo al invierno. Queríamos devolver esa continuidad”, señala Gallegos.
Para lograr recuperar el mural de Castagnino, ella y su equipo trabajaron con una idea en mente: recomponer la imagen, pero sin que sus intervenciones pudieran confundirse con el original. “Un 60 por ciento de esta obra es de nuestros conservadores, pero nosotros no buscamos engañar a nadie. No decimos que esta obra es de Castagnino porque toda la parte central es una intervención. Usamos diferentes técnicas para diferenciar los agregados del original. Por eso, si la superficie era rugosa, nosotros hicimos una superficie lisa. Toda la parte nueva tiene una textura diferente. Los trazos del pincel también son distintos e incluso pintamos en un tono de valor más alto (más claro). Son técnicas que diferencian aquello original del agregado, pero que, a su vez, logran mantener una unidad y hacen que el espectador pueda mirar la imagen. Es una forma de devolver el mensaje que quiso dar el artista”.
Orgullosa del trabajo que realizaron junto a su equipo, Gallegos comenta: “Las lunetas están ahora en un nuevo emplazamiento, con un nuevo guion curatorial, es como si fuera una historia nueva. En este sentido, creo que ya no debería decirse más que son las lunetas de Galerías Pacífico. En esto me basé a la hora de decidir intervenirlas”.
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