Célebres montañistas, los mellizos Benegas tienen una productora para películas extremas como “La sociedad de la nieve”
Por su experiencia internacional, son buscados para filmar en lugares imposibles y tienen sus propios trabajos audiovisuales
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En la escena hay un pibe de 14 años buceando con su hermano mellizo en el Golfo de San Jorge, en la costa atlántica argentina. Es pleno invierno. Salen temprano y navegan dos horas hasta dar con el lugar correcto para recolectar mejillones, vieiras, almejas o, tal vez, cholgas. Es mediados de los 70 y la familia completa –padre, madre, mellizos y otros dos hermanos mayores– vive en una casilla rodante, apostada sobre la costa, en un paraje chubutense llamado Riacho San José. El oficio de ellos tiene nombre: marisqueros. Así se ganan la vida. Damián Benegas –el pibe de 14– evoca esos tiempos de sacrificio y dice que fue su primer ensayo en el “arte del sufrimiento”, que años más tarde lo llevó a la montaña. De hecho, este hombre escaló, junto a su hermano Willie, los picos más altos del planeta; de hecho, son los mellizos-alpinistas más famosos del continente. Y armó, también, una productora que hoy genera contenidos en los sitios más inhóspitos, insólitos y extremos que uno pueda imaginar.
Quienes recuerdan el paso de los hermanos Benegas por Madryn –en donde se instaló la familia a partir de 1982– pueden atestiguar que estos muchachos se pasaban los días escalando las chimeneas de las casas más altas de la ciudad (además de paredes y acantilados varios).
A falta de desniveles mayores, solían visitar a su hermana en El Bolsón. Nada parecía ser demasiado inclinado ni tortuoso para ellos. La pasión por escalar había nacido en la lectura de ciertos libros –la historieta de Tintin en el Tíbet aportó lo suyo– y en la inspiración de un padre que había alcanzado los picos más picantes de Mendoza (los Benegas vienen de esas tierras y son fundadores de la bodega El Trapiche).
En 1988 –con apenas 19 años– los mellizos partieron a subir el Aconcagua, pero no pudieron hacer cumbre al primer intento. En la segunda oportunidad, se aventuraron por el Glaciar de los Polacos, la vía más complicada para llegar a la cima. “Subir por ahí eran palabras mayores. Si íbamos a fracasar otra vez, que fuera con estilo”, rememora Damián. Y, efectivamente, lo lograron. No tardarían demasiado en comprar cinco mulas para cargar los equipos y vituallas de los turistas que intentaban el ascenso. Terminaron subiendo el Aconcagua más de 50 veces.
En 1991, Damián viajó a los Estados Unidos y se dedicó a trabajar en pesqueros en Alaska. Su mellizo Willie se sumó un tiempo después y juntos se embarcaron en remolcadores que operaban en la Bahía de San Francisco. La trayectoria de ambos como escaladores profesionales comenzó al año siguiente. Hoy, en algunos países se los considera verdaderas celebridades del alpinismo.
Damián hizo cumbre seis veces en el Everest y lideró la primera expedición íntegramente argentina en alcanzar la cima; Willie lo logró en más de una docena de oportunidades y el año pasado sobrevivió a una avalancha masiva: pasó 23 minutos sepultado bajo 20 metros de nieve. Durante dos décadas viajaron a Nepal casi todos los años, guiando grupos de todas las nacionalidades. Sus aventuras de rescates en alturas imposibles (le salvaron la vida a más de uno) son para escribir varios libros.
Estos datos son retazos de una carrera increíble que tomó nuevas formas con la creación de la productora BBE Productions, que trabajó durante una década para el ciclo ESPN Adventure (filmaron 160 episodios), de esa cadena televisiva. Entre los hitos del equipo figuran: la filmación del descenso más largo jamás registrado en mountain bike, desde la cumbre del Ojos del Salado –en la Cordillera de los Andes– hasta el Pacífico, para el documental The Longest descent (GCN, Discovery Channel); el ascenso más alto fuera de los Himalayas: 7000 metros de desnivel, iniciando a –40 metros, sumergidos en Chile, hasta hacer cumbre en el Aconcagua; filmaciones submarinas con ballenas, delfines, lobos marinos, pingüinos y tiburones; el registro de dos expediciones a la cumbre del Everest; y documentales sobre la navegación en kayak de ríos salvajes que a duras penas figuran en el Google Maps.
Una mención especial merece la filmación, en tres oportunidades, del ascenso a El Capitán –en el Parque Nacional Yosemite–, una pared de 914 metros, considerada la más difícil del mundo (la misma ruta que se filmó en Free Solo, la primera película de escalada que en 2019 ganó el Oscar a mejor documental).
“Nunca hemos hecho cosas que tuvieran un peligro extremo ni tampoco nos metemos en proyectos que no nos interesen realmente –avisa Damián–. Podemos armar un campamento en casi cualquier lugar del mundo y nuestros contenidos resultan súper exclusivos porque son sitios a los que nadie ha ido antes”.
El arte del sufrimiento
“Desde chicos ya escalábamos lo que nos pusieran adelante”, se ríe Damián, recordando las trepadas a las chimeneas de Madryn. El alpinista y productor conversa con la nacion desde Salt Lake City, Estados Unidos. En el mismo zoom está conectada Bianca Fidani, una talentosa productora y realizadora que nació en Bariloche. Criada en un refugio de montaña, también es una abonada al “arte del sufrimiento”, que al parecer genera una satisfacción tan sutil como potente, difícil de explicar para la mayoría de los mortales. Ellos forman parte de esta productora, que también integran Willie Benegas y Nipi Bailey, entre las cabezas del equipo.
–¿Qué es lo que más disfrutan de filmar en lugares a los que pocos (o ninguno) se animan a llegar?
–Damián: Tengo 55 años y llevo más de la mitad de mi vida haciendo esto. Siempre digo que hacer montaña a gran altura es “un arte de sufrimiento”. En cierta forma, aunque suene raro, ese es el verdadero disfrute. Cuando estoy allá arriba realmente me pregunto “¿qué carajo estoy haciendo acá?”. Pero después miro hacia atrás y pienso: “wow, yo hice eso”. Y creo que en el fondo las cumbres nunca me importaron. No es llegar a la cima lo que me interesa sino todo el proceso. Es algo 100 por ciento filosófico.
–Bianca: Bueno, soy mucho más joven (26) que Damián, pero lo que hacemos ya es un estilo de vida para mí. Creo que no podría hacer otra cosa porque es el lugar en donde siento que soy más “yo”. No tiene que ver con una adicción a la adrenalina, porque muchos tienen ese enganche con lo extremo. Yo pienso en cambio que en la montaña es todo tan lento... Es como dice Dami: es el “arte de sufrir”, porque parte de tu cuerpo te dice: “che, no estás preparado para estar acá”. Vamos a lugares en donde no tenés señal y no tenés miles de problemas cotidianos; es como abstraerse por un rato y estar con vos, con tus compañeros y con el medio.
–¿Hacer posible el rodaje de algunas escenas de La sociedad de la nieve, a casi 4000 msnm, fue lo más difícil que hicieron?
–Bianca: Fue la producción más ambiciosa que hizo la productora, pero no por la dificultad del trabajo (hemos filmado en sitios más complejos y con menos recursos), sino por el grado de repercusión que tuvo.
–Damián: La película se filmó en un 90 por ciento en España y lo que se grabó en el Valle de las Lágrimas fueron lo que se llaman los backdrops (vendría a ser el telón de fondo in situ). En algunas escenas, el director nos pedía recrear momentos puntuales: por ejemplo, cuando Nando Parrado y Roberto Canessa están bajando de la montaña y hay una transición de la nieve a la piedra. Entonces nosotros buscábamos un lugar preciso que reflejara exactamente eso.
–¿En cierto modo ustedes tienen la misión de plasmar los deseos del director?
–Damián: Lo interesante en este caso es que no fueron solo los deseos del director, sino también el relato que tenían los sobrevivientes. Por ejemplo, nos decían que en una de las expediciones habían pasado por una canaleta y que había un precipicio... Teníamos que adecuar el relato de esta persona –algo que además ocurrió hace medio siglo– a la realidad y a esa montaña en particular.
–Bianca: Cuando nos convocaron, ellos ni siquiera sabían si era posible filmar en el Valle de las Lágrimas [donde ocurrió la tragedia]. Lo primero que hicimos fue un viaje de scouting. Subimos caminando, usando pieles de foca para no deslizarnos, y bajamos esquiando. A los pocos días les mandamos las imágenes a España y ellos no lo podían creer. En octubre de 2021 vinieron con mucha gente y organizamos un campamento para unas 40 personas a 3600 msnm. Tuvimos que “educarlos” en el manejo del frío: qué ropa usar, cómo hidratarse bien y muchos otros aspectos.
–¿Cómo fue la logística para llevarlos a tanta altura?
–Bianca: Primero llegó –desde España, Uruguay y distintos puntos de la Argentina– un contingente del equipo de filmación, desde camarógrafos y asistentes de cámara hasta operadores de drones. Casi ninguno tenía experiencia en alta montaña. Les enseñamos cómo ordenar su equipaje y cómo dividirlo para los dos campamentos a los que íbamos a ir. Me acuerdo que uno de ellos incluso me preguntó: “no entiendo, ¿adónde vamos?”.
–¿Se tuvieron que aclimatar?
–Bianca: Sí. Llegaron a la ciudad de Mendoza, durmieron en un hotel y de ahí partieron a Los Molles, cerca de Las Leñas, para que se aclimaten a 1800 metros. Desde ahí, tres horas de combi hasta el Valle del Atuel, para tomar un helicóptero hasta el campamento intermedio, a 2500 metros, en el Valle de las lágrimas. Pasamos la noche y al día siguiente caminamos cuatro horas y media hasta el “campamento base”, a 3400 metros. Allí había que pasar un día más antes de ir hasta donde estaba el fuselaje, a 3600 metros. Este campamento funcionó durante 35 días, desde su armado hasta su desmonte. Eso fue en octubre y la falta de nieve complicó un poco las cosas para la filmación; por eso volvimos en agosto del año siguiente (2022), con un equipo de diez personas, para completar lo que faltaba.
–Más allás de esta película, ¿quiénes son los clientes que contratan sus servicios?
–Damián: Personas o empresas que necesitan nuestra capacidad de producción en lugares extremos y que, al mismo tiempo, nosotros podamos desarrollar el proyecto con un mínimo impacto en el lugar al que vamos. Eso es muy importante porque para hacer una pequeña escena de una publicidad se mueven unas 200 personas y equipos pesados. Por lo general nos llaman buscando una solución para poder filmar de forma eficiente y segura en lugares alejados o recónditos. Nuestro trabajo con Bianca es escuchar la idea y analizar cómo podemos plasmarla. En los últimos años trabajamos mucho para productoras audiovisuales, a las que les resolvemos las partes más difíciles en el terreno (desierto, alta montaña, mar abierto); y también para compañías de medios, automotrices o firmas de equipamiento de outdoors.
–¿Qué proyectos tienen ahora?
–Bianca: Está la historia de Leo Poke Martínez, un joven de San Rafael, un esquiador de alto nivel que tuvo un grave accidente en una competencia y quedó paralítico. Aun así, nunca dejó de hacer deporte y el año pasado logró subir el Lanín con sus amigos. Queremos hacer lo mismo en el Aconcagua: ayudarlo a subir y que haga el descenso con esquí adaptativo. Es un proyecto difícil por cuestiones físicas, técnicas y geográficas, pero la historia de esta persona es impresionante y lo queremos hacer. Estamos buscando financiamiento para ver de qué forma podemos ayudarlo a cumplir y documentar su sueño.
–También presentaron el trailer de Marisqueros, un documental que cuenta tu historia familiar...
–Damián: En mi familia éramos marisqueros y Juan, uno de mis hermanos, lo sigue siendo. Él es un marisquero artesanal (“marisquea” vieiras), un oficio que se ha ido perdiendo y que tiene que ver con nuestra esencia. El documental, que vamos a presentar en los próximos meses, no fue un pedido de ningún cliente, sino un gusto propio que nos queríamos dar. Nosotros siempre decimos que lo mejor, lo más interesante, está por venir. Por eso nos pasamos la vida estudiando mapas, haciendo research, llamando a contactos y analizando cuál es la manera más conveniente de “entrar” a un lugar. Es lo que hacemos.
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