Dio su primer concierto en un teatro a los 4 años y es considerada la mejor pianista del mundo
Intensidad y genialidad, la vida y la carrera de la pianista más emblemática del siglo XX es contada en la biografía del crítico francés Olivier Bellamy; un talento que continúa inspirando a nuevas generaciones
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Hace algunos domingos se citaba al profesor italiano Nuccio Ordine en su diatriba contra la pulsión de eficiencia: “Hoy en día impera una concepción que considera solo útil aquello que genera dinero, pero se necesitan muchas otras cosas para nutrir el espíritu humano, como la música, la literatura o la filosofía que no generan margen económico y que contribuyen a hacer una sociedad más humana”, escribía en rebelión ante la lógica del beneficio. La lectura de Martha Argerich, la biografía del crítico francés Olivier Bellamy, ofrece argumentos irrebatibles sobre el valor del arte y la importancia del Estado como promotor o mecenas justo en una época en que se nos dice que solo vale aquello que rinde.
Recién publicado acá, es uno de los libros más esperados del año. Entre las mil historias de esta mujer intensa y genial, acaso la pianista más importante del siglo XX a la que la prensa musical bautizó “el milagro Argerich”, hay una anécdota bautismal.
Hija mayor de una familia gorila de clase media, a los 12 años consiguió una audiencia con Perón y allá fue con su madre Juanita un día de agosto a las 7 de la mañana: necesitaban ayuda para que la niña pudiera estudiar en el extranjero.
El presidente las recibió en la Casa Rosada, preguntó a Martha adónde deseaba ir (“¡a Viena!”) y satisfecho con la respuesta, porque ella no quería saber nada con los Estados Unidos, dio trabajo a los padres en la embajada argentina en Austria. Agradecida por el gesto, ella acercó a Perón la libreta donde coleccionaba los autógrafos de músicos famosos y él le escribió: “¡Adelante, Marthita!”.
Como suele hacerse con “las diosas y las niñas, las monjas o las prostitutas”, Martha es una de esas poquísimas personas a las que se reconoce solo por el nombre. En el mundo de la música clásica, no hace falta decir el apellido.
Famosa por su talento, pero también por su temperamento inestable, su pánico escénico y sus cancelaciones de conciertos, merecía una biografía como esta en la que Bellamy consigue combinar lo académico con lo vital. ¿Cuál es su milagro? “Gran fuerza física y un toucher tan sutil que saca a la luz los matices más finos, una silueta menuda, una sensibilidad a flor de piel y una técnica magistral”.
Personaje trasnochado, porque se dice de ella que “en su reino nunca sale el sol”, Martha es fascinante como niña prodigio, joven harta de su genio y mujer compleja en eterna rebeldía ante las exigencias del sistema. “Ella no es solo la mejor pianista del mundo”, dijo su mentor Friedrich Gulda: “Es un fenómeno que no se puede explicar”.
Artista total, Martha es un recordatorio viviente de que el arte no sirve para nada si se lo mide en los términos del lucro (nunca le importó el dinero); aunque se nos diga que no se financiará la obra que sea un fracaso comercial, algunos pensamos que es útil aquello que nos ayude a hacernos mejores.
De todas las anécdotas de Martha, me quedo con una que no está en el libro. Fanático hasta la locura, un buen amigo mío estuvo escondido debajo de una mesa todo un día en el Teatro Colón para tener la oportunidad de verla de cerca. Al final, cuando pudo cruzarla, dominado por la emoción, le dio un apretón de manos tan fuerte que un famoso director de orquesta saltó sobre ellos y los separó, con un grito visceral: “¡Esos dedos cuestan un millón de dólares!”.
ABC
A. Argentina con nacionalidad suiza, Martha Argerich nació en Buenos Aires en 1941 y a los 4 años dio su primer concierto en un teatro.
B. En 1957, ganó dos concursos seguidos (Bolzano y Ginebra) y en 1965, el primer premio en el certamen Frédéric Chopin; también obtuvo tres Grammy.
C. En Martha Argerich, el biógrafo Olivier Bellamy la refleja como una artista en eterna duda sobre lo que hace, intensa y genial como casi nadie.
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