Malena Guinzburg: “Mi adolescencia fue un drama viviente, al mejor estilo Andrea del Boca”
La actriz confiesa que se ríe de ella misma, pero que hoy lo hace de una manera más amable. Enamorada, conoció a su pareja en una APP de citas. “Encontré para mí lo que es el amor más hermoso”
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Chavela está acostada. Sospecho que puede ser ella, pero por las dudas no pregunto. Malena dice su nombre y confirma que es la misma gata siamesa, la que compró hace tiempo, hace más de 20 años, cuando se fue a vivir sola. La mira. Se ceba un mate y dice “está viejita ya”. Chavela apenas mueve la cabeza como para dar por entendido que sabe que hablamos de ella. Malena siempre fue más perruna o eso pensaba porque creció con Ñoqui [nombre más que merecido porque llegó un 29] y Samantha [por el “show mediático” del momento, el caso Coppola]. También tuvo un conejo, uno negro, al que llamó Jazz y su hermana, uno blanco, Copita.
Sentada a la mesa que está entre la cocina y el living, Malena Guinzburg reconoce que este es un tiempo en el que se siente bien. Activa, inquieta y más amiga de su “yo del pasado”, con aquella adolescente que rompía dietas, que se enamoraba, se deprimía, que no dejaba de soñar con amores posibles e imposibles, que escribía canciones, poemas y desayunaba chocolates. No lo cuenta solo en el escenario, con las páginas marcadas de su agenda devenido en diario íntimo en Querido diario..., su primer unipersonal. Lo reafirma en la charla sin dejar de mirar a aquella Malena, la que lleva nombre de tango, porque a papá Jorge le gustaba, la Malena que Homero Manzi inmortalizó con “pena de bandoneón”.
Hoy, a los 44 años, es “Male”, como la llaman todos, la mujer que ha hecho del humor su modo de vida. Se muestra orgullosa de su PH reciclado en el barrio de Villa Ortúzar y que ella misma decoró. Disfruta del espacio y ceba un mate con un coqueto termo en lugar de pava. Desde la mesita, se pueden ver en el living algunas de sus pinturas.
“Hace mucho que no pinto –dice y repasa con la mirada los cuadros en la sala que están colocados en un cuidado desorden al estilo atelier–. En un momento lo dejé por la cerámica. Pero voy a volver –asegura en ese tono que uno usa cuando busca convencerse–. Es un lindo cable a tierra. Siempre me gustó dibujar, pero nunca había pintado. En la pandemia me mudé como cinco veces, porque estaba con el reciclado del PH, no tenía mis cosas. Estaba cerca de una librería, Tesis, que es hermosa, en la que compraba todo para dibujar. Dibujaba un montón, no sé qué me pasaba. Me compraba lápices, probé con marcadores. Fue el dueño de la librería que me recomendó al profesor [Martín Palottini] y empecé. Así me animé a probar con acrílicos, óleos. No lo conozco personalmente”.
–¿Al profesor?
–Todas las clases fueron por zoom, así que no lo conozco. Una vez por semana fue un cable a tierra. Tengo ganas de volver, pero de hacer las clases en el taller, creo que me puede ayudar un poco más. También hice cerámica.
–Vi que subiste algunos videos en plena creación.
–Son cosas que te exigen estar muy presente, con la pintura, con el barro, al “estilo Ghost”.
Se ríe por la comparación con la clásica película o por no decir “la escena de cerámica más famosa de la historia del cine”, con Demi Moore y Patrick Swayze entregados al ritmo de “Unchained Melody”, de The Righteous Brothers.
Lejos de etiquetar o definir: “actriz, comediante, productora, guionista, panelista y conductora argentina”, según enumera Wikipedia, Malena reconoce que, recién ahora, se anima a decir que es “un poco actriz”. Se ríe. “Puedo decirlo, ¿no? El año pasado se estrenó una película en la que actué... –se refiere a Lennons, la comedia dirigida por José María Cicala y protagonizada por Gastón Pauls–. A veces me siento más humorista que actriz. Creo que mi deuda pendiente es hacer un poco más de ficción, pero a la vez pienso que soy malísima. No sé muy bien qué, pero sí me gustaría probar en ese mundo. Pero insisto: soy muy mala”.
–Hay que animarse, tenés que probar.
–Creo que nunca voy a quedar en un casting, porque soy muy mala haciendo casting, muy pero muuuuuy mala. La última vez que lo intenté me tuvo que ayudar Fernanda [Metilli, parte del cuarteto Las Chicas de la Culpa, con Connie Ballarini y Natalia Carulias, una juntada de amigas que cada vez que se sube al escenario agota funciones. Un show a pura improvisación]. Lo grabé con el teléfono. Un papelón lo que hice, parecía la parodia de una mala actriz. Fernanda se murió de risa, no podía creer lo que veía y lo me cuesta. Nunca debería haberlo mandado y lo mandé igual diciéndoles: “Mejor que esto no va a salir, pero posta que soy mucho mejor que esto”. No me contestaron, obvio.
–En Querido diario... contás algo muy divertido referido a una anécdota de un casting.
––Sí, es que es difícil, lo intento, pero peor es hacerlo con un teléfono. Hay gente a la que le sale, a mí no.
–En tu unipersonal, dejás salir a la Malena actriz en diferentes facetas.
–Rada [el actor y humorista Agustín Aristarán] me preguntó el otro día si me había dirigido alguien. Se dan cosas de forma natural, es un show de stand up, que a la vez es medio una obra de teatro, digo, tiene una mezcla de ambas. Por eso aclaro que soy mucho mejor de lo que puedo mostrar en un casting. ¿Vos fuiste a la función del sábado? [le contesto que sí, la del 12] Ese mismo día estuvieron Fernanda y Rada [son pareja] y me dijeron que creían que este es el laburo más sincero que había hecho.
–¿Lo es?
–En este show me muestro, desde las entrañas, tal cual soy, sin filtro. El diario íntimo es, realmente, mi diario íntimo. Siempre me reí de mí, pero esta vez soy buena conmigo. Me río desde un lugar amoroso, no desde el bullying que me hice en los comienzos. Era mucho más cruel conmigo. Obviamente es el laburo que uno va haciendo con la edad.
–Es cierto, hay una cosa más amorosa con vos, te seguís riendo, pero te permitís abrazarte.
–Sí, no podría hacer este show si estuviese viviendo con los mismos problemas, sufriría lo mismo y mi vida sería una mierda. Me siguen pasando cosas, algunos problemas son los mismos, pero los veo de otra manera. Ahora desde un lugar en el que me siento mucho más empoderada en un montón de cosas, más feliz. En realidad, uno es muy duro con uno, la sociedad lo es en un montón de cuestiones, las autoexigencias. Es cierto que me siento más empoderada, pero…
–Hay mucho caretaje, lo decís en el escenario.
–Sí. Yo escribía en mi diario lo que sentía, hoy todos se muestran felices en Instagram, no sé si siguen escribiendo diarios, pero quizá ahí les pasa otra cosa. Yo escribía lo que vivía, lo que sentía, lo que me pasaba en mi Citanova [clásica agenda devenida en diario], pero, en aquel entonces, no había redes sociales y sí es cierto que para el afuera yo me mostraba mucho más alegre. Mis amigas me conocían, pero para el afuera había un filtro. Además, cuando lo leo, ahí con el público te das cuenta que es el diario de una re loser.
Marcados con stickers de colores, Malena lee, desde el escenario, algunos de los pasajes de sus diarios. Sin filtro. Allí frente a todos se muestra tal como era, con sus altibajos, con sus sueños, con todas las contradicciones de una adolescente en los años 90. “Sé que podría cambiar algunas páginas, algunas cosas, y convertirlo en más gracioso aún, pero no me parece que da. Si lo hiciera, sentiría que…
–Te estás traicionando.
–Sí, es romper un código. Son mis diarios, lo que sentía, lo que me muestra, lo que fui y soy. No me sale caretearla. Es que no me sale de otra manera y eso es lo que más gusta de mí, que me muestro como soy, que cuento lo que me pasa, como cuando compartí el momento que se me llenó la casa de caca. Lloraba, reía [en noviembre, con una serie de fotos y videos, Malena mostró el problema]. “Tengo la casa llena de caca. Me estoy haciendo pis, y no puedo entrar a ningún baño porque está lleno de caca”, contaba con cierta desesperación en vivo. Lo primero que me salió fue compartirlo. Esa soy yo, todo está bañado con una cuota de humor, es mi manera de mostrarme, de mostrar la verdad.
–¿Escribiste siempre diarios?
–Me parece que sí, el más antiguo que tengo guardado es de 1992, cuando tenía 14 años.
–Pero, para Querido diario... elegiste el de 1994.
–Pasan más cosas. Tiene todo ese dramatismo, la exageración adolescente, esa cosa fatalista. Me divierte mucho ese mundo en el que un día amás a uno, al otro día amás a otro con la misma intensidad. Eso me parece hermoso y la gente se identifica porque todos pasamos por eso.
–Con los diarios ocurre algo muy particular. Conozco gente que los tiene guardados y que nunca los leyó, y otros que cada tanto les echan una mirada.
–Es muy personal.
–Además, tenés que encontrar la llave del candado si eras de las que tenían esos diarios “súper secretos”.
–Claro (se ríe), en el show me cuentan cómo los hermanos o los padres se los abrieron con una hebilla, con ganchito. Yo me puse a releerlos en 2019 y me causaron mucha gracia por lo patético de la adolescencia. Así que dije: “Esto no me lo puedo guardar para mí, esto es muy gracioso y muy espectacular, necesito que deje de ser íntimo”. Empecé a hacer unos videítos para Instagram, ya en ese momento sentí que había algo interesante, la devolución de la gente era hermosa, la empatía que generaba eso que leía, que mostraba, las fotos, los dibujos, todo eso me hizo creer que podía hacer algo más. Así que me dije: “no sé en qué momento, pero voy a hacer mi show con esto”. ¡Y acá estoy!
–En tu máximo esplendor del dramatismo.
–Era muy dramática, depresiva, enamoradiza…
–Una enamoradiza no correspondida. En aquellos tiempos donde las princesas de Disney necesitaban ser salvadas y el sufrimiento de Andrea Del Boca era el camino a recorrer para encontrar el amor soñado.
–Así nos criamos, con ese mensaje de mierda, así crecimos.Hoy tenés princesas empoderadas, se habla de otro amor… Hoy podés estar sola y no está mal visto, no está esa cosa de que si no estás con alguien no estás completo. Nuestra heroína era Andrea del Boca, por eso en el monólogo digo que soy de la época de ese mensaje horrible que decía que “si no llorabas por amor, no era amor, si no sufrías, no era amor verdadero”. Yo me lo tomé muy a pecho. Me enamoraba, de uno, de otro, todos amores no correspondidos, amores que los sufría. Leer los diarios, compartirlos, fue una reconciliación con mi adolescencia, con esa Malena con la que estuve enojada mucho tiempo. Por suerte hoy me encuentro en otro lugar y me parece que sirve contarlo, es un lindo mensaje. Acá está la Malenita que la pasaba muy mal y hoy no. No podría hacer humor con mis diarios si fuese la misma. El humor es sanador. Para mí, ahora es re lindo estar en pareja. Encontré para mí lo que es el amor más hermoso que puede haber, sin ese sufrimiento que yo relacionaba con el amor. Durante mucho tiempo pensé que era así. Ya sea por mí, porque las terapias no alcanzaban, por mis inseguridades, por mil millones de cosas… En un momento me sentí recontra vencida.
–Y el amor llegó a través de una app de citas.
–A mis amigas que están solas les re insisto que se animen. A mí me daba mucha vergüenza, siempre cuento que me daba vergüenza estar ahí, que me reconocieran, me parecía un quemo. Abría la aplicación, la cerraba. “Esto es una mierda”. Con la pandemia, volví a abrirla, la cerré, es una especie de entrenamiento. Cuanto más practicás, más rápido es el filtro. Ya a la primera frase te das cuenta de si va o no. Estaban esos chats en los que se te iba la vida. En cambio, con Adrián fue distinto. Al toque fue gracioso, directo, no hubo un chat eterno. Fue como “che, hablamos”. Creo que fue un viernes y el domingo nos vimos. Por Dios, esos chats eternos, es como estar de novia con uno que ni conocés y yo no quería eso. Y se dio con Adrián. Nos agarró a los dos en un momento en el que pudimos encontrarnos.
“Pensé que el amor era pasarla para el orto, pero desde hace dos años descubrí que era todo lo contrario. Tarda en llegar, pero al final hay recompensa. Dos años con el amor de mi vida”, escribió el 11 de julio pasado en Instagram, y subió nueve fotos junto a Adrián. Los corazones y las frases de apoyo son una muestra del cariño que colegas y seguidores sienten por Malena. “Yo blanqueé mucho cómo lo pasaba, ya estaba muy cansada de pasarla mal con ese tema, lo sabía la gente que me conoce y los que me siguen. Se generó una identificación, la de una mina normal, a la que entienden lo que le pasaba”.
–Esa identificación, esas ganas de que te vaya bien tuvo su gran momento cuando cumpliste 40.
–(risas) “Los 40 de Malena” –le pone título–. Pampita cumple cumple en enero, 15, 20 días antes y se fue a la Riviera Maya con 40 amigas...Empecé a joder en redes con qué tiene Pampita que yo no tenga. Por qué no puedo llevar a 40 amigas –que no tengo, no sé de dónde saca tantas (bromea)–. Y se armó toda una movida, me empezaron a llamar para ofrecerme de todo, desde comida, zapatos, ropa, cervezas, una bicicleta [indica la que está debajo de la escalera, al lado de Chavela que se acomodó en busca de sombra]. Hasta me escribió el de la Riviera Maya. Fue una locura, todos estaban ansiosos viendo lo que recibía, cómo lo pasaba. La gente se alegró, querían verme feliz. Ojalá siempre me sigan viendo como una mina normal, y por eso se alegran de mis logros, se genera una empatía, como algo que a ellos también les puede pasar. Como cuando hice una dieta y me convertí en una especie de influencer de la dieta –hace una pausa y pide disculpas por haberlo hecho–. Y me puse por primera vez un pantalón blanco, subí la foto y las respuestas fueron increíbles. Me preguntaban de dónde era la ropa que me ponía, porque veían a una mina normal poniéndose algo que les podía quedar más o menos bien.
–Romper con los estereotipos y con la homogeneidad de los cuerpos no es una tarea nada fácil.
–Hoy yo tengo más confianza con mi cuerpo, pero hay cosas de las que todavía no logro salir, recuperarme. Estoy enamorada de mi novio, me ama, nunca me hizo sentir que si engordaba no me iba a querer o que le iba a gustar menos. Encaro las cosas con otra madurez. Cumplo años en febrero [el 5] y el año pasado lo festejé con amigos en una pileta. ¿Entendés? En una pileta, la Malena de hace 10 años ni en pedo festejaba en malla. Hace calor, vamos a la pileta, y la pasé tan bien. Antes miraba a los otros cómo se tiraban a la pileta y yo me cagaba de calor.
–En un momento dijiste que el humor es sanador y desde hace un tiempo se habla de lo que se puede decir o no desde el humor, lo que es políticamente correcto, lo ofensivo, ¿hay límites?
–La idea es reírnos, siempre contesto lo mismo, por lo menos para mí el límite es que el chiste sea bueno. Se puede hacer humor con cualquier cosa, con los peores temas del mundo. Hay chistes que no tienen humor. Muchos tuvieron que cambiar sus monólogos. Yo me burlé y fui muy cruel conmigo. Veo mis monólogos viejos y ni a mí me causan gracias. Hay cosas que ya no podría decir, pero no porque estén canceladas sino porque no tienen humor, no me hacen reír. Tampoco creo que se puedan juzgar. Juzgar lo que decíamos hace diez años con la vara de hoy me parece injusto. Pero también hay una cosa con el humor que es muy interesante y es la manera que a veces te permite criticar o denunciar. Si es gracioso, vale.
Quince años pasaron desde la muerte de Jorge Guinzburg, el papá de Malena. El 12 de marzo de 2023 escribió en Instagram: Hoy tuve ganas de llorar todo el día. Estoy feliz, en un gran momento, me gusta lo que hago, lo que me está pasando, pero me da mucha bronca no poder compartirlo con vos. Algunos van a decir que vos lo sabés estés donde estés, y ojalá sea cierto. Pero hace 15 años que no te doy un abrazo y eso lo recontra extraño.
–En varias oportunidades comentaste que en la época que falleció tu papá estabas conflictuada con el trabajo, con lo que hacías.
–Era productora, empecé atendiendo llamados. Estaba detrás y quería estar adelante de la cámara, del micrófono [trabajó con su papá como productora en el programa de radio El Ventilador. Aprendió viéndolo laburar, en compartir momentos con sus pares. También participó en La Biblia y el calefón]. Me estaba volviendo una resentida porque lo que realmente deseaba era estar al aire en la radio o frente a una cámara de tele. Lo último que hice en producción fue el programa de Seba Wainraich y Julieta Pink en Metro y medio. No quería producirles a otros, no era por ellos, quería estar yo ahí, haciendo las preguntas, conduciendo. Me enojaba, pero no era con ellos, era porque no estaba bien conmigo. No la estaba pasando bien, no disfrutaba. Ya en ese entonces estudiaba teatro, estaba también medio perdida en eso.
–Hasta que llegó Pablo Fábregas.
–Me quemó la cabeza como solo Pablito sabe hacerlo. Me dijo: “Si no empezás a hacer algo con tu vida yo no te hablo más”. Y así empecé a estudiar stand up con Fer [Fernando] Sanjiao. Empecé a disfrutar, a subir a los escenarios, a estar delante de las cámaras, del micrófono. Cambió mi vida. Pablo y Fer me llevaban a probar mis ocho minutos de monólogos, después empecé a reemplazar a otros y no dejé de subirme al escenario, con todas las inseguridades.
–Hubo un momento que la bio de tu Instagram decía: “Quiero ser influencer de la luna”.
–Siempre me fascinó el cielo, desde chica. De campamento, el cielo en la Patagonia me hipnotizó. Fábregas me regaló un telescopio, después me compré uno más grande y una cámara con teleobjetivo para poder sacarle buenas fotos a la luna [esta semana subió una imagen espectacular de la luna: “Andan todos diciendo que la luna está hermosa. No se veía desde mi casa. Pero busqué una de las fotos de la luna que saqué hace tiempo. En cualquier momento vuelve la Malena fotógrafa del cielo].
–En tu infancia y adolescencia los campamentos tuvieron protagonismo, ¿de ahí aparece tu devoción y amor por Silvio Rodríguez?
–Sí, creo que viene de ahí, de las guitarreadas, del fogón, mucho profesor hippie. Cuando lo escucho me lleva a la adolescencia. Fui muy fanática, siempre que venía lo iba a ver. Una vez, después de un recital, le dejé una cartita en el hotel, me llamó al otro día y lo conocí. Era una chica de armar rompecabezas y escuchar a Silvio. Era un drama viviente [no por nada elige para Querido diario...un momento de “Por quien merece amor”:Te molesta mi amor. Mi amor de juventud. Y mi amor es un arte en virtud].
Le entusiasma la idea de que pronto volverá a España, esta vez para presentarse con el unipersonal Querido diario... en Bilbao, Valencia, Mallorca, Barcelona, Málaga, Madrid. Todo un desafío. Allí se encontrará con Soledad, su hermana [dos años mayor, de la misma madre. Tiene también dos hermanos de parte de su papá con Andrea Stivel]. “Ella y mis sobrinos están en Barcelona”.
–Con Las chicas de la culpa giraste por Estados Unidos, ¿cuándo volverán a presentarse en Buenos Aires?
–En abril. La pasamos tan bien, fue un viaje de amigas. Con Connie [Ballarini] estamos preparando otro podcast, nos fue re bien con Correo no deseado. Ya grabamos algunos capítulos. No puedo quedarme quieta. Me asusta no saber lo que viene. Cuando me da miedo, no es bueno.
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