Las chicas solo quieren un “finance bro”
Ni poetas soñadores ni cripto genios: los verdaderos objetos del deseo de las mujeres del Norte, al menos esta temporada, son los prolijos muchachos de Wall Street
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NUEVA YORK.– La canción del verano –esa que suena en todas las radios, ya remixó David Guetta, es imposible de evitar en Tik-Tok y YouTube, y que con el primer frío que anuncia el otoño desaparece de la faz de la tierra– está aquí. Se llama “Man in finance” y anuncia que si se quiere estar a la moda, lo máximo no es lograr una relación con un artista conflictuado, poeta profundo o guerrero apasionado de la ideología de turno. Ni siquiera con un cripto genio en bermudas cargo y muchos rulos (según la Vogue, Sam Bankman-Fried arruinó por siempre ese look). No, lo que se volvió aspiracional es –pausa para efecto por lo tremendamente controvertido que es decir esto en un ambiente de alguna pretensión intelectual– salir con un joven muy prolijo que trabaje en Wall Street.
"Lo que se volvió aspiracional es –pausa para efecto por lo tremendamente controvertido que es decir esto en un ambiente de alguna pretensión intelectual– salir con un joven muy prolijo que trabaje en Wall Street"
Ocurre que desde Gordon Gekko al Lobo de Wall Street pasando por el American Psycho y todo tipo de protagonista de documentales sobre la crisis financiera de 2007/2008, quienes trabajan en finanzas han sido retratados en la cultura por mucho tiempo como los villanos de la sociedad. “Sí, tienen poder y riqueza (y eso es sexy), pero ¿son buenas personas con las que te gustaría salir a largo plazo? –se preguntaba la biblia del estilo de Anna Wintour al analizar la tendencia–. No, porque se los presenta como padres espantosos que gritan a sus móviles mientras corren para encontrar una juguetería abierta en Nochebuena porque se olvidaron del regalo para los hijos, psicópatas vanidosos y obsesionados por el sexo con predilección por la cocaína, o, mínimamente, maridos estresados con exceso de trabajo y dependencia del alcohol”.
El finance bro, como se llama en EE.UU. a la versión joven contemporánea en dicha industria, con sus camperitas sin manga Patagonia con el emblema de su empresa, pantalones beige y zapatillas eco-minimalistas, era hasta hace poco un objeto de cierto desdén por los observadores de la cultura popular. Las mujeres de la industria escapaban de la burla e incluso el viejo banquero con lo que era llamado un power suit, o traje corbata y ademán conservador, era tratado como, al menos, más auténtico.
Sin embargo, algo está cambiando. “Los finance bros están teniendo un renacimiento –dijo Vogue–: un estudio encontró que era la industria a la que a la mayor cantidad de graduados quería pertenecer, escalando desde el quinto puesto donde estaba en 2021″.
The New York Times fue más allá: “Si bien la imagen principal de los campus de élite durante esta temporada de graduación podría ser la de activistas levantando tiendas de campaña sobre césped verde eléctrico, la mayoría de los estudiantes en los campus no se concentran en protestar contra la guerra en Gaza, sino en lo que vendrá después de la graduación. Y el número de estudiantes cuyo objetivo es estar “muy acomodados económicamente” no para de aumentar. En particular, el atractivo de la industria financiera en los últimos cinco años, según los académicos y administradores se volvió supercargado (supercharged).
Según Vogue, “esto se combina con las rondas de despidos en las industrias tecnológicas y creativas”. El resultado, subraya el matutino, es que Goldman Sachs tuvo este año seis veces más solicitantes para pasantías de verano que hace 10 años, y fue un 20 por ciento más selectivo. JPMorgan también registró un número récord de solicitudes de pregrado para pasantías y puestos de tiempo completo este año. En buena parte de las firmas emblemáticas del capitalismo a ultranza ocurrió algo similar. “Muchos de la generación Z en Harvard dicen que ser un ‘vendido’ no es un insulto”, reconoció The New York Times, reflejando la sorpresa de tantos que consumen las noticias del ámbito universitario.
Cuestión que la canción del verano es excesivamente simple, y parece creada por uno de los personajes secundarios más calculadores y mezquinos de una novela de Edith Wharton. Pero quizá está captando el espíritu de la época mejor de lo que uno imaginaba. Al menos, hasta el otoño.
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