La vuelta a clases de ChatGPT
El bot de inteligencia artificial provocó un terremoto en el mundo educativo; ¿prohibirlo en el aula o aceptarlo como una parte más del diálogo educativo?, esa parece ser la cuestión
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Parecía que ChatGPT se comía el mundo. Sin embargo, el mes pasado su tráfico cayó un 9,7 por ciento. Por primera vez desde su lanzamiento estelar y su empinada carrera, la mayor de la historia del capitalismo, el bot de inteligencia artificial retrocedió unas zancadas. ¿Qué pasó? ¿Se acabó la novedad? François Chollet, un ingeniero de deep learning de Google, tiene otra hipótesis: son las vacaciones. Millones de estudiantes que no están yendo a la escuela o la universidad dejaron de pedirle al sistema que les haga la tarea o les complete los trabajos prácticos. Para probarlo, Chollet mostró un gráfico que contrasta la caída de ChatGPT con una trayectoria inversa del tráfico en el videojuego Minecraft. Son dos curvas que se cruzan, justo para el arranque del verano del hemisferio norte.
Veremos qué pasa desde mañana en la Argentina, con la vuelta a clases. ChatGPT es un terremoto para el mundo educativo. Cambridge y Oxford en el Reino Unido y Science Po en Francia lo prohibieron. Los departamentos de educación de Los Ángeles y el de Nueva York lo bloquearon en todo el distrito escolar, aunque ahora Nueva York revirtió la medida. Harvard se diferenció: lanzó un bot para ayudar a los estudiantes novatos de Computación con sus primeras líneas de código y liberar tiempo de profesores.
"La enseñanza escolar hoy se organiza alrededor de la transmisión de conocimiento entre humanos, de quien más sabe a quien menos sabe. El bot mete un intermediario en el medio, como quien mete una cuña"
Parte de la fama de ChatGPT se cimentó en sus dotes de buen alumno: aprobó todo tipo de exámenes de negocios, biología, medicina, derecho. Le podríamos decir Doctor Chat. The Atlantic publicó una nota titulada “El ensayo escolar está muerto”. Organizar ideas, argumentar, discutir y fundamentar son justo lo que mejor le sale al chat. Las antiguas artimañas de alumnos tramposos, como los machetes o el más actual Rincón del Vago, palidecen frente a estas nuevas posibilidades.
Algunos profesores le buscan la vuelta. Los más ingeniosos permiten el uso del chat de Open.IA, pero piden a los alumnos que detecten sus errores y los corrijan, que expliquen cómo se podría mejorar la respuesta o qué otro prompt hubiera dado un resultado mejor. Parece, sin embargo, una ventana de oportunidad breve, que se cerrará cuando el bot se equivoque menos.
Los alumnos no son los únicos que delegan tareas en estas nuevas herramientas. Hay millones de posteos sobre cómo usar ChatGPT si sos maestro. Microsoft lanzó un curso dedicado a docentes, para hacer en vacaciones. El chat de Open.IA y sus equivalentes saben redactar exámenes multiple choice y armar el contenido de una clase. Neil Almond, vicedirector en una escuela de Londres, contó que lo está probando para corregir y escribir reportes personalizados sobre cada alumno.
La enseñanza escolar hoy se organiza alrededor de la transmisión de conocimiento entre humanos, de quien más sabe a quien menos sabe. El bot mete un intermediario en el medio, como quien mete una cuña. Scott Belsky, el fundador de la plataforma para diseñadores Behance, propuso en su blog que inauguremos nuevas formas de intercambio educativo. Por ejemplo, una vuelta al método Socrático basado en los diálogos que podemos tener con la inteligencia artificial generativa.
Demis Hassabis –el jefe del equipo que entrenó al sistema AlphaGo– contó que cuando la herramienta que había creado le ganó una serie de partidas a Lee Sedol, uno de los mejores jugadores de go del mundo, quiso entender por qué la IA había propuesto estrategias aparentemente irracionales. Llevó su pregunta a los mayores expertos en el juego: ¿por qué la movida 37, en los albores del partido 2, les resultó tan inesperada? La respuesta fue simple y trascendente: durante milenios, los maestros de go enseñaron que ese era un mal movimiento. La computadora acababa de probar que todos estaban equivocados, o al menos habían olvidado desafiar la autoridad de sus antecesores y probar por sí mismos
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