La vida en red no se parece a la política en red
Puede ser más sencillo analizar tuits de políticos que la diversidad de las actividades de comunidades digitales que poco tienen que ver con la hostilidad y la ira de los fanáticos
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Dos tercios del mundo ya está en internet donde pasamos 6,35 horas al día, según los datos mundiales que compila el informe WeAreSocial. Prácticamente todo el tiempo de vigilia estamos conectados. Algunos, incluso, seguimos en internet después de dormidos, como me pasa con esos videos de YouTube para conciliar el sueño.
Poco más de tres horas se dedican a TV o videos en directo. Algo así como una película y un video al día. O un par de programas de TV. Dos horas y veinte se dedican a medios sociales, la segunda actividad digital en importancia, seguida de noticias y música, que se llevan hora y media cada una. Una hora promedio se dedica a videojuegos, y un poco menos a radio o a pódcast.
Lejos de la actividad contemplativa que se esperaba de un espectador, internet es un espacio de intercambios. Especialmente con conocidos, con quienes conversamos y compartimos intensamente lo personal y comentarios y pistas de todo lo que hacemos en el mundo digital.
"Cuando políticos, periodistas y los académicos que los estudian hablan de hostilidad y de noticias falsas, hablan de una actividad marginal de las cuentas políticas, minorías en cualquier plataforma. La desinformación no tiene chance en los foristas que compraron un tendedero de ropa"
Incluso la búsqueda de información es conversada y recomendada, especialmente si se trata de tutoriales, productos que planeamos contar, pronóstico del tiempo, tendencias de moda, resultados de partidos.
Siendo que la oferta de información crece cada día de fuentes cada vez más diversificadas y la atención humana sigue siendo secuencial, la orientación que brinda la conversación en línea es vital. Las recomendaciones y advertencias son tan esenciales que ya nadie compra nada sin leer antes los comentarios que dejaron seres anónimos con quienes quizás solo nos una el interés por una tostadora o un pasaje en una aerolínea.
Ese mundo vibrante, de solidaridad anónima y comentaristas entusiastas, poco tiene que ver con ese exiguo territorio del debate político. Cuando políticos, periodistas y los académicos que los estudian hablan de hostilidad y de noticias falsas, hablan de una actividad marginal de las cuentas políticas, minorías en cualquier plataforma. La desinformación no tiene chance en los foristas que compraron un tendedero de ropa.
Una prueba de esta marginalidad de la política en el mundo digital, y que las redes problemáticas son las menos, es el fallo del juez Moraes que suspendió en Brasil la plataforma X. Así restringió el acceso a más de 20 millones de personas a raíz de un bloqueo de poco más de 200 cuentas sospechosas. Esa cifra en dos tercios de la población total de Brasil que usa internet es irrelevante.
Como la dirigencia política suele pensar que todos son de su condición, proyecta sus problemas digitales al resto de la humanidad que usa internet con normalidad y provecho. Sin embargo, siendo que las redes políticas son las de menos relevancia en el ecosistema digital, concentran buena parte de investigación académica.
"Vivimos en redes sociales mucho antes de que se inventaran las plataformas que llamamos con ese nombre. Los vínculos que antes se construían alrededor del fuego se expandieron con el correo que permitió a quien partía de su aldea mantener un hilo de comunicación con los suyos"
Solo los usuarios de WhatsApp y Messenger superan a la plataforma más popular, que sigue siendo Facebook, con siete veces más usuarios que Twitter. Las mensajerías siguen creciendo, lo que no puede decir la plataforma de Elon Musk.
Puede ser más sencillo analizar tuits de políticos que la diversidad de las actividades de las comunidades digitales. Pero es poco serio extender las conclusiones de los fanáticos a lo que hace el resto de la humanidad.
Vivimos en redes sociales mucho antes de que se inventaran las plataformas que llamamos con ese nombre. Los vínculos que antes se construían alrededor del fuego se expandieron con el correo que permitió a quien partía de su aldea mantener un hilo de comunicación con los suyos.
Las cartas también fueron usadas para hacer conspiraciones y difundir mentiras. A nadie se le ocurrió cerrar el correo porque algunas cartas eran portadoras de conspiraciones o desengaños amorosos. Pero muchos creen que se terminarían cerrando X (ex Twitter) o WhatsApp.
La autora es analista de medios
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