Mujer policía condenada: la batalla legal por un crimen mediático que sorprende en Netflix
El caso pasional generó controversia por la miniserie protagonizada por Úrsula Corberó, la actriz detrás de Tokio en La casa de papel
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Abrumado por el potente contexto sociopolítico de la Rusia zarista, en medio de sus dificultades para escribir y su necesidad de hacerlo, Fiódor Dostoyevski se autocuestionaba en Crimen y castigo: “No comprendo en modo alguno por qué es más glorioso bombardear una ciudad sitiada que asesinar a alguien a hachazos”.
En Netflix, los dos retratos del llamado Crimen de la Guardia Urbana comienzan con dos personas ya condenadas: Albert López, a 20 años, y Rosa Peral, a 25. Ambos fueron juzgados a principios de 2020 por el asesinato de Pedro Rodríguez en la madrugada del 1° de mayo de 2017.
Se trata de una de las historias que más conmovió a la justicia española en los últimos años y que más agitó la cobertura de los medios. Más allá de la Justicia, hay una coincidencia generalizada acerca de cómo se expuso el caso, a partir de presentar a la acusada como una femme fatal. Tal es así que Netflix eligió a Úrsula Corberó, la actriz detrás de Tokio en La casa de papel, para protagonizar El cuerpo en llamas, la miniserie “basada en hechos reales” que da cuenta de los sucesos y los enmarca en la historia íntima de los protagonistas.
Desde el título y el afiche –con una pareja apasionada y rodeada de fuego–, está claro que el enfoque no es policial. A la par, la misma plataforma estrenó el documental Las cintas de Rosa Peral, que incluye el testimonio desde la cárcel de la mujer condenada, a la vez que entrevista al fiscal (que buscó trazar un perfil de la acusada a partir de sus múltiples relaciones sentimentales) y a algunos periodistas que cubrieron el caso y reconocen el atractivo de la acusada como personaje mediático.
Rosa Peral, hoy de 42 años, nació en el seno de una familia tradicional catalana. Sus padres la apoyaron desde niña en sus deseos. Brillante desde pequeña, aunque sin destacarse en la escuela, su primer empleo lo tomó a los 16 años bailando en una discoteca, mientras seguía sus estudios. Allí también fue camarera. Dentro de una jaula, montada en un atril o rondando un par de parlantes se convirtió en la estrella del sitio. Los medios españoles se han cansado de citar la anécdota en torno a la concurrencia de numerosos visitantes atraídos por la figura de Peral que cautivaba con su personalidad y su habilidad danzarina.
Allí Rosa conoció a Rubén Carbó, quien también trabajaba en el lugar, pinchando música. El primer encuentro se dio hace 23 años. Ella coqueteaba pidiéndole temas, él la seducía haciéndose el reticente. Comenzaron a salir. Ella aún era menor y no tenía licencia de conducir, entonces era común que él la pasara a buscar por el colegio y que armaran planes de fin de semana.
Según testimonios que se pueden ver en el documental, Peral mantuvo otras relaciones en paralelo, aunque se presentaba como novia de Rubén. Para 2010 nació la primera hija del matrimonio y, dos años más tarde, la segunda. En 2013 decidieron casarse. De todos modos, según declaraciones de Peral en una de las charlas que puede verse en el film, nunca fue un vínculo exclusivo y, con el tiempo, se convirtió en “una relación bastante tóxica”.
Antes de que nacieran sus hijas tanto Rubén como Rosa decidieron postularse a las fuerzas de seguridad de Barcelona. Él se alistó como Mosso d’Esquadra; Rosa entró como oficial de la Guardia Urbana de Barcelona.
A poco de ingresar a su nuevo puesto, Rosa comenzó una relación con Óscar, un subinspector del cuerpo. Según la versión de Peral, ella decidió terminar el vínculo en febrero de 2008, aun contra la insistencia de su jefe. Para fines de ese mes un mail enviado supuestamente desde el correo de la propia agente, pero que ella niega haber mandado, distribuía imágenes de Rosa practicando una felación, acompañadas de un texto que incluía su número de teléfono. Denunciado Óscar, los testigos diluyeron la idea de la pornovenganza porque consideraban que Rosa era capaz de cargar contra él. La jueza consideró que no había culpabilidad y dejó libre a Oscar. El juicio demoró en llevarse a cabo porque otro delito corría en paralelo.
“El mismo crimen se trata distinto si el autor es hombre o mujer”, dice Nuria González a LA NACION. Ella es una de las abogadas de la ex policía condenada. “El tema penal tuvo entonces y tiene ahora implicaciones –dice–. Ahora volvemos a ver cómo se centran los medios en Rosa, incluso con falsedades. Por ejemplo, dicen que estaba cobrando de Netflix por la serie, cosa que es absolutamente falsa. Tampoco es cierto que ella hubiera puesto una demanda para hacerlo”.
Luego del affaire con su superior, Rosa fue trasladada. Allí comenzó a patrullar durante 12 horas al día con un nuevo compañero, Albert López. Iniciaron una relación, mientras ella mantenía su pareja formal con Rubén. En algún momento sintió que ese vínculo no iba a ningún sitio y decidió cortarlo. Separada de ambos, de Albert y de Rubén, inició una batalla por la custodia de sus hijas, mientras conformó una nueva pareja con el agente de tránsito Pedro Rodríguez, separado y con un hijo. Al poco tiempo él se fue a vivir a la casa familiar de Rosa en Vilanova i la Geltrú. Las dos propuestas de Netflix muestran a Pedro como un hombre impulsivo, celoso y agresivo, y se citan circunstancias en las que habría agredido a Rosa por celos.
En tanto, Albert López seguía en el fondo de la escenografía con apariciones intermitentes. Durante una de ellas desencadena la muerte de Pedro en el sótano de la casa de Rosa y su posterior calcinación cerca del pantano de Foix, con una superficie de 79 hectáreas.
“Todo esto se está centrando sólo en Rosa Peral –insiste Nuria, especializada en derechos de la mujer y socia fundadora del bufete Tienes Derecho–, cuando hay otro protagonista que también está en la cárcel. Los medios de comunicación están viendo este segundo round. Con la publicación de la serie y de las cintas de Rosa Peral, otra vez todos se han centrado en ella y han vuelto a revivir su vida personal, han buscado todo tipo de informaciones, han intentado volver a ponerla en el centro mientras que el otro condenado está completamente al margen de todo y pareciera que no tiene nada que ver”.
Durante el juicio, ella acusó a Albert del asesinato y de presionarla con amenazas hacia la integridad de sus hijas para que se involucrara en la desaparición de cadáver. Él, por su parte, contraatacó diciendo que ella lo instó a cometer el crimen bajo el relato de las supuestas agresiones que sufría de parte de Pedro. Decenas de indicios rondan los hechos y juegan a favor y en contra de las declaraciones.
“La serie como tal no tiene ninguna consecuencia legal todavía –informa Nuria–. Nosotros intentamos que fuera vista por el fiscal de menores antes de que se publicara, y no se dio pie a esa medida. Ahora estamos estudiando interponer otras acciones precisamente por la afectación sobre todo del personaje que interpreta a la hija mayor de Rosa. Las únicas consecuencias que ha tenido han sido para ella. Ha sido doble en prisión. Después de que la prensa la pone en la picota, ella es la que es sancionada por hablar con la prensa cuando eso no está prohibido. Entonces Rosa está sancionada por haber salido al paso de las acusaciones de que se estaba haciendo millonaria con su serie”.
Rosa, igual que Albert, debe por su condena, además de tiempo tras las rejas, una suma que supera los 800 mil euros. Según notificó el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC), la propia Rosa Peral envió una denuncia contra la producción de Netflix para impedir el lanzamiento de la serie. En dicha presentación argumentó que se estaba vulnerando “su derecho al honor”, pero el Juzgado de Primera Instancia N°54 decidió rechazar la demanda por falta de competencias. “La ley del derecho al honor dice que los condenados con sentencia firme no pueden hacer negocio que les haga lucrar de su propia condena –indica Nuria–. La ley prohíbe en este caso que Rosa lucre con eso”.
El documental sí ha sido autorizado por Peral, y ella habla en él en primera persona. “La serie es ficción en la que no se ha pedido permiso a nadie ni se han tomado grabaciones, ni tiene por qué responder a la verdad –sigue la letrada–. Sin embargo, responde a la realidad en muchos puntos y en otros no, en lo que les interesa argumentalmente, y eso confunde mucho las cosas”.
El paso de Rosa por la cárcel tiene dificultades singulares. Ha sido trasladada cinco veces a otros penales. Diferentes presas y guardiacárceles buscaron trascender contando que han tenido relaciones con ella. En el trayecto falleció su madre y es su padre quien hasta el día de hoy lleva semanalmente a sus hijas a visitarla.
Para Nuria, además del hecho concreto, se vivieron otras condicionantes asociadas a la “violencia mediática, comunicativa y misoginia social. Hay dos personas condenadas exactamente por los mismos hechos, una es un hombre y otra es la mujer del hombre, ambos están condenados por asesinato. De la mujer sabemos todo sobre su vida personal, sexual, todo se ha vendido, se ha expuesto como algo negativo. Siempre se ha querido vender esa imagen de mujer fatal, mientras que se ha querido soterrar una imagen de hombres manipulados por ella”.
“Rosa parece la absoluta culpable de todo por su vida personal -agrega-. Eso no pasa con los hombres, por lo tanto estamos de un caso clarísimo de violencia comunicativa contra una mujer por el hecho de serlo, porque, repito, es el mismo delito, la misma condena y sin embargo de él no sabemos nada: lo que hace, ni lo que hizo. Un hombre y una mujer no son tratados igual. Ni por la prensa ni por la sociedad”.
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