La obsesión por las series y películas basadas en hechos reales que son éxito en las plataformas
El éxito de “Nahir” confirma la fascinación, la empatía y el dolor que generan los “true crime” ¿Por qué nos atraen tanto las historias de crímenes verídicos?
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Nahir es la “novedad” del momento. La película sobre la mujer más joven condenada a cadena perpetua encabeza la lista de las más vistas en Prime Video y está dentro del top cinco de países como Brasil, Chile, Colombia y Bolivia. Además, de ubicarse en el sexto puesto a nivel mundial. Y es que detrás de estos datos hay un suceso: el del contenido audiovisual basado en crímenes reales.
Casos controvertidos, con distintas versiones o puntos de vista, truculentos o con giros inesperados en la historia y una buena dosis de misterio son material codiciado por directores, guionistas y productores como disparador para generar series o películas. A veces son historias completamente recreadas mediante la ficción, que narran de forma detectivesca un crimen real, y otras, con partes documentales o directamente docuseries.
¿Qué es lo que interpela al espectador y atrae a tal punto que es uno de los formatos más buscados? Veamos de qué se trata esta tendencia, que renueva votos con la audiencia, y parece afianzarse cada vez más, a la luz de los catálogos digitales.
Dicen los que saben que un verdadero fenómeno siempre se relata a sí mismo, es decir, aparecen producciones que intentan reflejarlos: esto es lo que ocurre en la aclamada serie –que ya lleva cuatro temporadas– Only Murders in the building (Star+, en breve Disneyplus). En clave de comedia negra, es la historia de tres contenidistas de podcasts (Selena Gomez, Steve Martin y Martin Short) cubriendo crímenes reales. Allí se habla de lo que suscita el morbo, de la audiencia fanática que genera el misterio, de víctimas y victimarios, enredos con la justicia y del impulso por comprender las motivaciones.
Así, a la luz de los nuevos medios, este subgénero del policial crece exponencialmente e inunda las plataformas de contenido audiovisual. Pero, ¿cuáles son los motivos profundos por los que este formato capta a una audiencia masiva ávida de contenido impactante y real?
El director, guionista y productor Alejandro Hartmann ensaya su doble hipótesis, ligada sobre todo a las nuevas formas de consumir contenido derivado del auge de las redes sociales y a aquello que interpela socialmente. Director de la serie documental Carmel ¿Quién mató María Marta? y de El fotógrafo y el cartero, el crimen de Cabezas, es un referente indiscutido del true crime argentino.
“Si bien la resolución de misterios y el morbo es algo que atrae al público desde siempre –pensemos en Sherlock Holmes de Conan Doyle o las novelas de Agatha Christie o Patricia Highsmith–, en los últimos años empezó a aparecer un interés muy particular por lo real. Esto se ve en la pulsión que tenemos por estar contando a cada momento lo que hacemos y por saber qué están haciendo los demás. Además, con el nivel de avance tecnológico, el crimen real puede ser documentado, en ocasiones en vivo, (NdR: como en el caso de Fernando Báez Sosa), y así lo policial real cobra una relevancia aún mayor”.
“Por otro lado, en los true crime se dirimen algunas otras cuestiones más profundas de la sociedad. Opera a nivel simbólico para pensar el punitivismo, la violencia, qué se hace con los victimarios, con las víctimas, el rol de la justicia, el de los medios, para hablar de cosas como las clases sociales y su manejo con respecto a las leyes, la justicia, la impunidad, la necesidad de un culpable más allá de la verdad, como en el caso María Marta Belsunce. O bien representan toda una era, como los noventa en el caso del crimen de Cabezas. Así, estas series o docuseries ponen en jaque varias de esas cuestiones y por eso el interés que hay por estos crímenes reales representados en una pantalla: tienen que ver con discusiones sociales más profundas, que de alguna manera encuentran una válvula de escape a través del entretenimiento”.
Por su parte, la realizadora, directora y guionista Tatiana Mereñuk, que integró el equipo de guionistas del documental que narra el crimen de Cabezas, aporta: “Aquel documental cuenta todo un final de época, la menemista. Del expediente sacamos el hueso de la historia. Uno se convierte en una suerte de voyeur para descubrir la estructura más idónea para narrar. Sin dudas, la realidad supera la ficción: ser narrador de estos formatos conlleva una responsabilidad y un respeto por los involucrados inmenso”.
Sea cual sea el formato que se elige para contar un crimen real, gestionar la complejidad de narrar una historia implica tomar decisiones e ir por un objetivo diferente al del periodismo o la justicia, sin romantizar ni tergiversar. Perfilando los personajes en clave de ficción, el género busca contar de forma atractiva todo lo que se sabe de un caso, hilarlo y jugar con los giros de la historia. No parece sencillo.
“El hecho social disruptivo de un asesinato, sobre todo si el victimario podría ser el que vive enfrente, ese que saluda a tus hijos camino al colegio o a tu perra al pasar, es el gancho principal, pero después tiene que haber personajes atractivos, intriga, rigurosidad y una historia que identifique más allá del caso. El desafío de construir la narrativa en torno a un espectador exigente que quiere detalles, información y pruebas es enorme”, cuenta la guionista y fan del género Natalia Torres.
El caso Asunta (Netflix), de España, es otra de las producciones que se mantiene en el top 10 en diferentes países de la región. La historia invita a desentrañar en un viaje emocional de intriga y suspenso qué pasó a partir del hallazgo de una niña de 12 años muerta en un descampado. ¿Serán sus padres adoptivos capaces de tal atrocidad? El espectador queda invitado a descubrir el caso que conmocionó a toda Europa.
También en Netflix y protagonizado por Úrsula Corberó, otro estreno reciente de gran éxito es El cuerpo en llamas, una miniserie que narra la macabra historia de un policía calcinado dentro de su propio auto. Todas las sospechas recaen sobre otros dos agentes: su novia y el amante de ella.
Además, sus creadores aseguran que cuando conviven una versión documentalista con una de ficción, éstas dialogan y se retroalimentan empujándose una a la otra en una polisemia más que tentadora para el espectador. El éxito de Dahmer, la historia del asesino en serie Jeffrey Dahmer que estrenó Netflix en 2022, producción creada por Ryan Murphy y que le valió a su protagonista Evan Peters un sinfín de premios, reafirmó el auge de las series basadas en crímenes reales y la fascinación macabra que despiertan este tipo de historias. Solo basta pensar en el caso de Candace Montgomery, una ama de casa que el viernes 13 de junio de 1980 mató con 41 golpes con un hacha, 28 de ellos en la cabeza, a su amiga y la mujer de su amante. En Candy, la serie de Star+, Jessica Biel interpretó a Montgomery . Un año más tarde, en la miniserie de Max, fue el turno de Elizabeth Olsen en Love and Death.
Sergio Nakasone, vocero de Max (propiedad de Warner Bros), señala que detrás del éxito del true crime se combinan muchos factores: “Por un lado, abordan casos reales que tuvieron gran impacto en la opinión pública, por lo cual resuenan especialmente entre la audiencia. Mientras que aportan algo novedoso como aspectos desconocidos del caso, material inédito y sobre todo, el acceso a los protagonistas como motor del relato. La evolución de la narrativa de este género también es fundamental para su éxito. Se trata de historias con un gran arco dramático”. Pues sean o no documentalistas, los relatos son siempre más cercanos a la construcción de una ficción, con el drama y el suspenso como grandes impulsores del género.
“El consumo de este formato es muy emocional: circulan pasiones diversas como la empatía, la curiosidad, el dolor o la intriga que nos conectan de un modo profundo con estas historias –reconoce Nakasone–. Menem Junior: la muerte del hijo del Presidente es una clara muestra de ello”.
“Darle carnadura a los personajes es de alguna manera reinterpretar el hecho, generar distintas capas de conflicto como guionista; el que ve una noticia de un diario o accede a un expediente no tiene ese nivel de profundidad. Entonces, darle esa tridimensionalidad se vuelve super interesante para el espectador porque además hay un factor cultural que identifica a la gente cuando lo que se cuenta está atravesado por la historia de tu país”, desgrana Martín Méndez, guionista de María Marta: El crimen del country, protagonizado por Laura Novoa en un papel del que se habló por meses por el logrado parecido con la víctima.
Martín escribió también, junto a Pablo Ramos y a Javier Van de Couter, Historia de un clan (sobre la familia Puccio) dirigida por Luis Ortega. Éste fue también director y coguionista de la película El Ángel (sobre el famoso asesino Carlos Robledo Puch), que protagonizaron Lorenzo Ferro, Chino Darín y Peter Lanzani. “Hay una metáfora de Alan Moore, autor de la novela gráfica sobre Jack el destripador, que compara el proceso creativo con una autopsia, en donde el guionista, con un escalpelo, disecciona ese hecho real, y lo reconstruye de manera ficcional, con los condimentos de un policial: el suspenso al sembrar una información para recuperarla más adelante, también al elegir lo que se muestra o lo que se omite, trabajando con diferentes indicios y revelaciones, todo lo que es la nafta a dosificar para contar estas historias”.
De esta manera, parece que es la fuerza narrativa, el arte de contar, sumado a lo real y lo cultural, lo que hace imbatibles a este tipo de formatos, pues el espectador, muchas veces, ya conoce el final, pero eso no es lo importante.
A nivel nacional, se suman a la lista hitos como la película protagonizada por Valentina Bassi sobre el crimen de María Soledad Morales, El caso María Soledad (1993), dirigida por Héctor Olivera, o la serie Monzón (2019). que hizo foco en la investigación y el juicio por el asesinato de Alicia Muñiz, en febrero de 1988. La serie recreó con flashbacks la construcción de un personaje que, al momento del crimen, se sentía intocable. Mauricio Paniagua y Jorge Román son los dos actores que le dieron vida a Monzón, el primero en sus inicios en su Santa Fe natal, y el segundo en sus últimos años que incluye cuando asesina a su esposa, Alicia Muñiz, interpretada por Carla Quevedo. Todas estas ficciones cuentan con actores y actrices que asumen el reto de la comparación con los personajes reales.
Laura Novoa, quien fue María Marta Belsunce en la serie de HBO Max, cataloga el momento de componer su personaje como un antes y un después en su carrera. Primero, por la oportunidad de contar uno de los más resonantes casos argentinos y, después, por su llegada al público masivo.
“Es un espacio para pensar sobre qué nos pasa, nos pasó, nos conmueve y nos preocupa a partir de la ficción –reconoce–, es un lugar ganado de reflexión, por eso el arte y la cultura en general creo que son claves para una sociedad. Me involucré mucho en la historia de ella y sus familiares para ir en profundidad, y todo lo demás estaba dado para otorgarle la calidad que creo después se vio en el resultado. También creo que fue una buena crítica a los medios de comunicación e incluso a los espectadores, a cómo reciben y se posicionan frente a la información. Lo que fue interesante a su vez fue que, de alguna manera, nos adelantamos a lo que después pasó. Siempre tenía en mis pensamientos a la víctima y deseaba enviarle luz para que se aclarara lo que realmente le ocurrió”. (NdR: Tras 22 años, de los cuales siete el esposo de la víctima, Carlos Carrascosa, pasó en prisión, Nicolás Pachelo fue condenado a perpetua en marzo de 2024).
Por su parte, Valentina Zenere, quién personifica a Nahir en el film homónimo, catalogó como “doble desafío” esta interpretación: “La parte más atractiva de la propuesta fue justamente que fuera un hecho verídico. El reto de armar un personaje cuya referencia es una persona que realmente atravesó por todo eso fue super estimulante, el proyecto me atrajo de principio a fin, la comparación hacía que me exigiera aún más, fue increíble. Trabajé tanto con una coach actoral, como con una coach vocal para lograr el acento de Gualeguaychú y su tono más agudo”.
El director de Nahir, Hernán Guerschuny, apela con fuerza a la caracterización: la trama está llevada casi completamente por la tensión e intensidad de la relación de los personajes de César Bordon (en el rol del padre) y el de Valentina como Nahir Galarza.
Por supuesto, más allá de que las producciones apunten al rigor sobre los datos relevantes en la historia, los hechos reales son el puntapié y la inspiración. Suelen aparecer licencias narrativas para convertir estas historias en un entretenimiento.
Desde ya, no se pretende reemplazar al poder judicial y sí dar con una búsqueda creativa original, de alto impacto y suspenso que, a la luz de los rankings de las plataformas, se afianza y promete muchos más éxitos en la pantalla.
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