La mujer de Milán, brújula del estilo en Italia
El best seller que la caracteriza como emblemática de la capital del diseño, rica, culta y bastante snob
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MILAN.– Esta redactora bajó del tren “Flecha blanca” que venía de Grosetto y en la cola para el taxi ya se dio cuenta de que estaba todo mal. Aunque apenas había pasado un día y medio en la célebre campiña del norte de Italia por el cumpleaños de una amiga, había sido suficiente para incorporar el total look de la zona. Esto, claro, en la versión del film Bajo el sol de la Toscana, y los romances del canal Hallmark, donde la urbanita angustiada de Nueva York/San Francisco/Los Ángeles se reinventa con la sensualidad de la naturaleza europea y algún galán mediterráneo acorde.
En concreto, el look se basa en vestidos de los años 50 con falda completa, cintura ajustada, botón desabrochado en el pecho, bolso y sombrero de mimbre, y géneros alegres. La opción elegida en esta ocasión, el monocromo amarillo.
Pero llegar así a Milan fue sentirse como un limón elemental gigante rodando por la Via della Spiga.
Todo el mundo estaba de beige o sus variantes, del terracota al crema, pasando por el camel, biscuit y comino. Se multiplicaban vestidos minimalistas o jeans de buen corte y camisa, pero con algún toque folk, o alhajas de la abuela combinadas con otras ecológicas y biodegradables, o sandalias de hombre feas y con medias pero que daban un toque inesperado y contrastante. Efecto de avanzada.
Esta información, que hubiera sido útil al decidir la ropa por la mañana, llegó recién al recorrer librerías y encontrar el que fue el best seller de 2020 y del cual recientemente salió la continuación: La milanese. Caprichos, estilos, genialidad y neurosis de la mujer que todo el mundo envidia, de Michela Proietti, periodista del Corriere della Sera. Proietti analiza a la mujer emblemática de la capital del diseño, rica, culta y bastante snob. Se basa en una figura mítica: la famosa sciura, palabra del antiguo dialecto que hoy designa a las señoras que mantienen la estética de la vieja aristocracia lombarda. La definen pieles, perlas y pelo de peluquería con mucho spray, combinados con una actitud de desenfado, compromiso social y la capacidad de convertir marcas desconocidas en icónicas. Con Instagram la sciura está teniendo un renacimiento entre irónico y admirativo, pero la figura a la que Proietti describe sería una versión más joven y aggiornada.
Proietti señala que la milanese en el bar ya no pide “un espresso”, sino que oscila entre “el marrochino, macchiato frío con leche de soja, deca macchiato y el café con espuma doble, cebada y ginseng” –por algo se la llama la “neoyorquina de Europa”. Como corresponde a las mujeres de un centro financiero que se enorgullece de ser tan serio, incluso las citas con la esteticista o el gimnasio son compromisos laborales, aunque la milanese cuenta con poco tiempo porque nunca tiene menos de tres hijos. “Uno es muy Deng Xiaoping y dos, como consideran los británicos, es de clase media», dispara la autora. A la milanese le encanta ponerse la remera de algodón orgánico de su marido “para proteger al planeta”. Si está conflictuada, prefiere la vía cognitivista a la freudiana, porque es más rápida y en Milán “la velocidad lo es todo”.
También es cierto que el tono del libro es autoirónico. “En Italia es muy peligroso –opinó admirativo Aldo Cazzulo, autor de más de 20 libros sobre la identidad italiana–. Los tontos te toman en serio; los sinvergüenzas entienden el autodesprecio y lo usan en tu contra”.
Otra que salió a a defender a la milanese de Proietti fue la francoargentina Inés de la Fressange, en el prefacio al segundo libro de la serie. “La napolitana o la romana pueden sonreír –reconoce–, pero en el fondo todos saben que esta mujer llena de inventiva siempre va a estar un paso por delante y que al final todos la seguirán”.
“La milanesa es la brújula de Italia –concluye–. Devorará la vida a toda velocidad como sobre el asiento de una Vespa, con el pelo al viento. Pero claro, ahora exigirá que la moto sea eléctrica”. Y de limón redondo, aunque no lo aclara, no se va a vestir jamás.
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