Islas de calor, sin palmeras ni bikinis
Las imágenes del verano infernal que están viviendo los europeos encienden el alerta: algo hay que hacer, y rápido, para que las ciudades dejen de ser hornos de cemento
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“El calor extremo está rostizando a la gente en sus casas, escuelas y trabajo”. Esta vez no se anduvo con eufemismos la declaración de prensa de Naciones Unidas el año pasado, cuando anunció que por primera vez nombraba a una Chief Heat Officer (CHO). La elegida fue Eleni Myrivili, ex CHO de Atenas.
La sigla es igual que la de Chief Happiness Officer que se puso de moda hace un par de años, pero esta es mucho menos feliz. Cada vez más ciudades y organismos le ponen cara al responsable de lidiar con el calor. Pobre gente: en estos días batimos el récord de temperatura de la Tierra. Es probable que estos funcionarios vivan al borde del infarto.
La idea de designar a alguien para lidiar específicamente con el calor fue de la fundación Arsht-Rockefeller, que en un alarde de soft power logró varios nombramientos. Primero en Miami –que supera a menudo los 30 grados– y después en Melbourne, Los Angeles, Freetown y Atenas, hasta llegar a Naciones Unidas.
"En la Argentina, como en todo el sur del planeta, podemos anticipar este fenómeno desde lejos, como pasó con el Covid: un tráiler que nos llega del Norte alertando sobre lo que puede pasarnos en diciembre"
El calor extremo causa más muertes que todos los demás desastres climáticos, aunque los otros sean más cinematográficos. Comparen el letargo de una tarde con 40 grados con las toneladas de agua disparadas contra edificios en los tsunamis, los árboles arrancados de cuajo en los huracanes, o los autos flotadores y la gente en canoas que navega por la calle en las inundaciones. Todo eso es más viralizable.
Para levantar el perfil público del calor la Arsht-Rockefeller tuvo otras buenas ideas. Una fue empezar a ponerles nombre a las olas de calor, como se hace con otras emergencias. En eso la pionera es Sevilla, que ya tuvo en un año a Zoe (julio de 2022) y a Yago (el mes pasado). Otra fue aliarse con los desarrolladores de Fortnite y Call of Duty para crear videojuegos educativos sobre la temática.
Todo esto busca reforzar algo que escuchamos cientos de veces pero no tomamos al pie de la letra: lo que mata es el calor. En la Argentina, como en todo el sur del planeta, podemos anticipar este fenómeno desde lejos, como pasó con el Covid: un tráiler que nos llega del Norte alertando sobre lo que puede pasarnos en diciembre.
Los récords de temperatura se batieron ahora, en julio, porque hay más superficie terrestre en el hemisferio norte. Nosotros tenemos más mares. Sin embargo, si comparamos ciudades, las diferencias Norte-Sur se evaporan.
En la jerga del ambientalismo se habla de islas de calor. Puede remitir al Caribe pero, de nuevo, este fenómeno es menos feliz. Se trata de los círculos concéntricos de calor agobiante que se producen en las ciudades, donde el asfalto, el hormigón y la falta de árboles conspiran para retener el calor durante el día y exhalarlo a la noche.
"En la jerga del ambientalismo se habla de islas de calor. Puede remitir al Caribe pero, de nuevo, este fenómeno es menos feliz. Se trata de los círculos concéntricos de calor agobiante que se producen en las ciudades, donde el asfalto, el hormigón y la falta de árboles conspiran para retener el calor durante el día y exhalarlo a la noche"
Los centros urbanos pueden tener entre uno y diez grados adicionales respecto de la periferia. A diferencia de las olas de calor, este fenómeno no es pasajero sino permanente. Cippec, una usina de políticas públicas, acaba de lanzar una iniciativa para ayudar a las ciudades argentinas que busquen combatir este problema con planes y acciones de mitigación.
La división de Desarrollo Urbano y Vivienda del BID, por su parte, lanzó junto al Tec de Monterrey una herramienta de código abierto que usa imágenes satelitales para detectar islas de calor. Se llama URSA, por Urban Reporting based on Satellite Analysis.
El mecanismo es ingenioso. Los satélites miden la radiación que emite la Tierra lo que, con una serie de ecuaciones, se traduce en una estimación de la temperatura del suelo. Así, hoy se puede saber cuánto calor agobia a una ciudad, un barrio o incluso una manzana. La herramienta permite también estimar cuánto bajaría la temperatura si se implementaran medidas como plantar árboles o instalar techos verdes. Parece buena idea ir pensando todo esto en frío, antes de que nos rosticemos en diciembre.
Directora de Sociopúblico
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