Imposible de callar. Presidente He-Man vs. los “orcos” de la política española
Los nuevos personajes del casting de enemigos, en el escenario del teatro de la ofensa
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El presidente Milei no solo ama el conflicto: el conflicto lo ama a él. Siente que todas las batallas lo fortalecen porque lo ubican en una posición activa, masculina al extremo, blandiendo su fuerza sobre un escenario que se agranda hasta volverse planetario, como el He-Man de la libertad. Le encanta ese rol de He-Man (su idea de la política es un show iracundo que hasta puedan entender los niños), y también lo abraza porque está obligado a hacerlo: la capa de superhéroe debe hacernos olvidar su debilidad.
Para mantener en vilo la atención, nada mejor que renovar el casting de orcos; cuanto más intensos e internacionales, mejor. Pedro Sánchez es la nueva adquisición. Una particularmente espectacular porque, además de ser el presidente de España, Sánchez recuerda a los orcos primigenios del kirchnerismo.
El episodio de la esposa de Sánchez resultó tan positivo para el español como para Milei; a Milei le granjea popularidad que se “defienda”, después de que un ministro llamado Puente lo llamara drogadicto y tendiera un puente listo para llenarse con el teatro de la ofensa. En efecto, existe toda una estrategia de guerra digital de la derecha populista centrada en las esposas como punto de ataque a los líderes enemigos. Ya lo había hecho Jair Bolsonaro con Macron en 2019, cuando trató a Brigitte Macron de hombre. En internet pululan las falsas teorías conspirativas acerca de que Michelle Obama y Brigitte Macron nacieron como hombres; ya antes del fin de semana circulaban fotos de la esposa de Pedro Sánchez que señalan una supuesta nuez de Adán en fotos poco agraciadas.
Se trata de publicaciones, fotos y videos estrafalarios que son demasiado ridículos como para ser tomados por ciertos, pero que promueven una conversación acerca de las preferencias íntimas de los líderes de centro y centroizquierda. Es como si la derecha global se hubiera apropiado de la temática trans con el solo fin de arrojársela a las cónyuges de sus enemigos.
Percibidas como una extensión personal, las esposas son blancos ideales para ataques de gran potencia viral, por los que prácticamente no se pagan costos. En este escenario, que Milei no conozca el matrimonio –y que se haya librado rápidamente de Fátima Florez después de un par de fotos/encuentros sobre un escenario– es una ventaja competitiva. Como He-Man, Milei tiene a su lado solo a She-Ra, su hermana, la brava guerrera rubia de pelo largo con quien defienden el castillo de Greyskull. En lugar de gritar “¡Yo tengo el poder!”, su grito termina en carajo. Veamos los nuevos integrantes del nuevo casting de enemigos del presidente argentino. A veces mirar la política española se siente como si los argentinos viniéramos del futuro.
PEDRO SÁNCHEZ es un personaje de telenovela. Es como si una IA hubiera diseñado un Maquiavelo actual a partir de perfiles del fenotipo ibérico: el resultado es que el presidente de España es la versión adulta de “Tino” de Parchís, la emblemática banda infantil española de los años ‘80. Es capaz de mentir con una perversidad tan encantadora, tan en control de su aura de inocencia, que hace parecer sus derivas cínicas apenas formas de la sensatez, de la austeridad.
Pedro cumple con el decálogo de la izquierda contemporánea y se mueve más allá del bien y del mal con una destreza que condimenta con un tono siempre afable, educadísimo y hasta soñador. Tino, el más alto y guapo de los niños, se caracterizaba por llevar siempre un mono rojo, y Pedro, espigado y apuesto, también se enorgullece de encarnar a “los rojos” de España.
Hace poco Pedro protagonizó un episodio maravilloso: escribió una carta en la que se tomaba unos días para pensar si seguiría en el Gobierno. Lo que motivaba la carta eran los ataques a la pobre Begoña (rebautizada “Vergoña” gracias al colectivo troll de Milei). La carta era cursi e inverosímil, pero tuvo un éxito fenomenal porque en definitiva España es la tierra de la zarzuela y, así como Milei ofrece conciertos de rock, Pedro Sánchez ofrece una telenovela donde él es el buen chico español defendiendo el corazón de España, luchando por los valores cervantinos del honor y en defensa de su Dulcinea. Al punto que el verdadero rey del melodrama español, Pedro Almodóvar, escribió una columna haciéndose eco del sufrimiento presidencial.
Como Milei, Sánchez no puede hacer aprobar las leyes que quiere. Como Milei, Sánchez representa una minoría en el parlamento; incluso sacó menos votos que Feijóo, pero la magia del sistema español le permitió hacer alianzas y quedarse en el poder, que es la gran especialidad de Pedro. Pedro Sánchez no tiene realmente nadie que se le compare en la política argentina, pero es lo que le hubiera gustado ser a Martín Lousteau, si el senador radical no hubiera cometido la torpeza de exhibir su personalidad demasiado pronto.
Massa tampoco se le acerca, aunque por supuesto hubiera aspirado a un uso del poder tan cínico y perverso como él; pero Sánchez tampoco hubiera ofrecido a los países árabes, en mal inglés, nuestro rústico shale gas, como hizo Massa. Sánchez directamente les abre el país, los invita a recuperar los territorios perdidos momentáneamente (desde 1492) de la Alhambra y más allá.
La astucia de Pedro lo lleva a levantar todas las banderas de la izquierda, no tanto por convicción sino porque confía en que debajo late la verdadera hiel de España: los rojos versus los azules, los republicanos socialistas versus los falangistas de Franco.
SANTIAGO ABASCAL. El “amigo español” de Milei es el líder de Vox, el partido de ultraderecha. Abascal viste camisas ajustadas azules, y a veces lleva un simbolito rojo al costado: es la ropa clásica de las brigadas falangistas. Es como si un político se dejara el bigote de Videla y saliera un domingo vestido de militar a pasear por las calles de Belgrano. Algo impensable.
Busca traccionar esta guerra silente que lleva casi noventa años y una dictadura de cuarenta, que es el tiempo que estuvo Franco en el poder hasta su muerte. Los misterios de lo “cutre” español, cierta buscada conexión con el pueblo o el mero gusto personal, llevan a Abascal a combinar sus camisas falangistas con pantalones chupines ajustadísimos que le prestan la elegancia de un pollo.
En el acto de VIVA24 al que acudió Milei, Abascal se dedicó a denostar a su enemigo electoral: la “derechita cobarde”, esto decir el PP. Hace lo mismo que hizo Milei cuando buscaba limar a Macri y al Pro, la centroderecha moderada. Pero, para Abascal, llamar “derechita” a sus competidores puede salirle por la culata de su fusil imaginario. “Derechita” sería una manera de decir: una derecha femenina, pequeña, peluda y suave.
El problema es que estos diminutivos pueden tener efectos adversos, como cuando la izquierdista Myriam Bregman acusó a Milei de ser no un león, sino un simple gatito (del FMI). Bregman no imaginó que así proyectaba un carácter tierno y sensible sobre Milei, en un momento en el que todos buscaban demonizarlo remarcando sus atributos más dementes. La “derechita” puede terminar configurando un sinónimo de mesura y sensatez.
Abascal tiene otro problema: carece dramáticamente de algún rasgo simpático o divertido. Milei, con su pelo, su locura y su tendencia al ridículo, consiguió instalar una idea de sí mismo entrañable y vulnerable, como un Pity Alvarez de la política. Abascal no tiene un lado soft; quizás por eso le da por los chupines. Su esposa, Lidia Bedman, es influencer de moda y, como está casada con el líder de la ultraderecha, no corre peligro de que alguien venga a decir que en realidad nació hombre.
YOLANDA DÍAZ. Es la vicepresidenta de Pedro Sánchez, del partido Sumar; en las últimas elecciones sacó menos del 2% en su provincia natal, Galicia. Yolanda busca ser la representación de las mujeres de clase media y media alta con sensibilidad social, como una especie de Victoria Donda rubia de largos cabellos. Le gusta hablar de una política de los afectos y la contrapone a la política del odio; está a un paso de armar, como Donda en sus tiempos dorados, mesas redondas con intelectuales para pensar qué hacemos con el odio, y por qué nos odian tanto si somos tan geniales. Mantiene intacta la película de moho sobre el discurso del kirchnerismo demodé.
ALBERTO NÚÑEZ FEIJÓO. Es el presidente del Partido Popular, y su comportamiento recuerda al Pro de 2016-2023. Siempre va detrás de la agenda que imponen otros y, cuando lo corren por izquierda, sale a aclarar una posición que busca ser equilibrada, pero es aburrida e intrascendente. Con todo, Feijóo carece de picardía, y está muy lejos de jugar al ajedrez en cuatro dimensiones como el eximio calabrés Mauricio Macri. Sabe que el plato fuerte del PP no es él, sino Isabel Díaz Ayuso, la rutilante presidenta de la comunidad de Madrid. Pero todavía no llegó su momento.
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