Imposible de callar. Insaurralde y Massa: dos vivos VIP los machos proveedores del PJ
El jefe de gabinete de Kicillof violó el primer mandamiento de Cristina: “no gozarás”. Y lo pagó al ser apartado del negocio
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Resistamos por un momento el llamado del yate Bandido con su precioso cargamento de simbología peronista en las aguas de Marbella, para detenernos en otro vehículo cargado de símbolos, en otras aguas. Una simple búsqueda en Google de las palabras “vuelos de la muerte” y “Sergio” arrojará como primer resultado el lanzamiento de Sergio Massa como candidato presidencial del peronismo 2023. Para marcar la ocasión, el ministro Massa había gestionado la recuperación de un avión Skyvan PA-51 original, de los que usó la dictadura para los vuelos en los que arrojaban a personas dormidas a las aguas del Río de la Plata. Si bien voces opositoras objetaron que se estuviera banalizando la dictadura, no deja de ser interesante que Massa haya elegido un instrumento de tortura y muerte para sellar su nueva identidad. El acto se realizó en Aeroparque, frente al río, con el avión infausto como escenografía macabra: allí, Massa fue ungido como el sucesor de Alberto por Cristina Kirchner, y aplaudido por la primera plana del kirchnerismo (sólo el príncipe Máximo faltó a la cita). Ya no era +a, el “Sergio de la gente”, la campaña con la que osó destronar a Cristina en 2013; ahora era el Sergio de los vuelos de la muerte.
El acto con la aeronave asesina fue el rito iniciático de Massa en el ciclo necrófilo del kirchnerismo. Massa no sólo quería mostrarse como un proveedor de los chiches simbólicos de la Jefa caviar; era su oportunidad para darle su touch personal, de quedar como un hombre de gestión que, si bien es incapaz de domar la inflación o controlar la caída del peso (cuando asumió, el dólar estaba a 288 pesos, hoy está a 895), al menos conoce los mecanismos para movilizar plata del Estado cuando se lo propone. En tiempo récord, el Estado compró el Skyvan, cimentando el perfil de acción y audacia de Massa, que ahora podía añadir a su CV su compromiso con los derechos humanos y el beso de Taty Almeida.
Cristina mantiene una relación muy especial con sus vencidos, sus socios minoritarios que extrae de la cantera del Frente Renovador. Los convierte en machos laburantes para ella, en engranajes de la acción, mientras ella se reserva el femenino rol del veto, del “no es no”. Los selecciona, los exhibe y los transforma. Primero lo puso a Alberto para ganar la elección de 2019, y Alberto, obediente como Dylan, cumplió con creces: le permitió retener el poder y absorbió el desastre que supo fogonear como único responsable. El periodismo se deleita escribiendo sobre la debilidad de Cristina que, víctima de su falta de poder, debe recurrir a sus viejos traidores, Alberto y Massa; pero es Cristina quien los usa y descarta como una mantis: y ahora Massa toma el rol del hombre activo que provee para la Señora, para el Partido. Un Massa domesticado, que ya no clama “barrer a los ñoquis de la Cámpora” sino que se aviene a la liturgia de Cristina. Esto no significa que ella haya logrado dominar en él las voces que la detestan. Ingenioso, el candidato las terceriza vía Milei, el Massa blue. Devaluado como el peso bajo su propia gestión, Massa se presenta con la misma desfachatez que tiene un dólar oficial.
Pero el que ha descollado como un gran macho proveedor es Martín Insaurralde, el jefe de Gabinete de Axel Kicillof. No sólo por su divorcio millonario de Jésica Cirio (que habría obtenido 20 millones de dólares, pese a pedir 50). La aventura naviera por Marbella lo muestra en pleno ritual menemista, la tradición a la que pertenece según Carlos Bianco, el quien era jefe de gabinete de Kicillof antes de ser destronado por Insaurralde (por orden de Cristina). En los videos, Insaurralde aparece retratado junto a los objetos sagrados del alto menemato. Los crustáceos se apilan en bandejas plateadas, el champagne es carísimo, hay Rolex y Cartier; la mujer que retoza en el yate se ve costosa. Todo en ella es abundancia. Miss Clerici posa como una Venus de Willendorf con un filtro de TikTok en tanga, y se nos ofrece en una pose more ferarum: a la manera de las bestias, se inclina sobre el Mediterráneo y nos entrega su ser más íntimo, sin cara, sólo piernas coronadas por su trasero omnívoro al sol. Implacables, las redes le tatuaron en una pierna la cara de Kicillof.
Pero es una foto que no reniega de la pureza de su denominación de origen, porque en esa cola –mascarón de proa de la aventura inolvidable del Bandido– el Mediterráneo se funde con la bailanta bonaerense, donde también puede trazarse el origen ideológico de Jésica, la ex de Martín, que solía inclinarse en un ángulo de 90 grados ante un mar de caras admiradas. (¿Por qué no podría ser la bailanta también una forma de militancia, de “poner el cuerpo” para luchar por un ideal, el de una vida ociosa?). No hay discurso: hay verdad. El intendente está desnudo, literal: la cópula no se infiere, se incluye. Una casta que es cero casta, que goza según los cánones del menemismo tradicional. Insaurralde y su novia calipgia son atrapados en una burbuja idílica donde los años 90 no terminaron, como si hubieran sido emboscados por la modernidad.
En una cultura machista como la del peronismo, lo de Insaurralde es imperdonable. No sólo porque mostró lo que debe ocultarse, sino porque el cerco con el que protege su intimidad fue violado; eso lo humilla, lo disminuye ante sus pares. Que hayamos podido verlo gozando lo ridiculiza ante la política. En Insaurralde convergen demasiados negocios de la Provincia, cajas inmensas y renegridas: el juego, la limpieza del Riachuelo, la Universidad de Lomas de Zamora, la feria La Salada, y hasta su delfín, Otermín, está ligado al conspicuo “Chocolate” Rigau, en una ola que llega hasta la compra de las listas legislativas de Milei por el propio Insaurralde. Martín no sólo es proveedor de sus amantes, rubias y morochas: proviene de una mamushka de proveedores del Estado, y su red parece expandirse infinita a todos los recaudadores de cajas morochas. Por eso Massa dice que Insaurralde ya pagó “su error”, porque perdió su cargo: está diciendo que los cargos son negocios, y que pagó porque fue apartado del negocio. ¿El error fue no lograr esconder que es corrupto? Pero el problema real es que Insaurralde violó el primer mandamiento de Cristina: no gozarás. Es lo que le ha permitido duplicar el tiempo de Menem en el poder: en el kirchnerismo la guita se puede hacer, pero no gozar.
¿Por qué Insaurralde y el Bandido desatan la indignación general y, en cambio, las pruebas judiciales de las múltiples causas de Cristina Kirchner, no? La ruta del dinero K, los cuadernos, los hoteles, son abstrusas abstracciones matemáticas comparadas al despliegue goloso de Insaurralde: porque a él se lo ve gozando y a ella no. El principal activo ético de Cristina es que no disfruta de su fortuna; y si no hay placer, es como si no existiera. Cristina se cuelga las Louis Vuitton al hombro (igual que Sofía) porque es lo que corresponde a su estatus de reina, pero nunca la vemos disfrutando; hasta parece que lo sufre un poco (y este sea quizá su máximo logro como actriz). Heredó la corrupción del marido y, oh, ahora ese poderío inacabable de dólares tenebrosos es su karma. Lázaro podrá acumular, pero nunca se sacará esos pólars cremita; tampoco goza. El goce de Máximo no lo veremos nunca: sólo nos dejará verlo mal vestido, poco aseado, en ese estilo de izquierda que heredó de su padre. Aunque algunos dicen que Máximo también acogía las ternuras de Miss Clerici, y que ella aceptó convertirse en la Mata Hari bonaerense por orden de Máximo para desbancar a Kicillof, su rival gemelo en el afecto de su madre, porque Axel es el hijo adoptado, el brillante y lindo, contra el poco agraciado aunque genéticamente exacto Máximo. Otros sostienen que fue Kicillof, que quiere reinar solo, aunque por supuesto esta versión es más difícil de sostener porque esto explotó en plenas elecciones. Puestos a imaginar, acaso los episodios del Bandido se relacionen con esa cerrazón kirchnerista que lleva a las multinacionales a dejar el país. Las nuevas regulaciones internacionales les impiden a las empresas coimear; y acaso “la cama” de Insaurralde haya venido a modo de pago diferido, por ejemplo, una empresa española invitando al intendente y a su novia a vivir un poco de la magia de la Costa del Sol, y que los relojes y carteras hayan sido parte de ese cadeau. Es lo que ella dice: que son todos regalos, mientras se fotografía con la pericia de una Wanda Nara acariciando sus tesoros. El kirchnerismo desbancó únicamente la estética del menemismo, imponiendo que su estética de izquierda fuera percibida como una ética.
Por eso Massa elige un instrumento de tortura y muerte para lanzar su candidatura; porque a veces no basta con no gozar. Los muertos son fundamentales: la atmósfera de recogimiento otorga un velo de santidad que permite disipar la fogosa compra de autos de su esposa Malena, los negocios de Sergio con el cepo, entre otras liturgias. Tercerón empedernido, Massa fue el diseñador en las sombras de una elección a su medida: hasta Carlos Fiorentino, histórico puntero de Insaurralde, es un armador bonaerense de Milei. Massa fue el gran proveedor de la elección de los “tres tercios”, la teoría que Cristina expuso orgullosa en el programa de Pablo Duggan luciendo una camisa violeta, el color de La Libertad Avanza. El traje era verde: CFK, la Joker.
La Argentina es, a su manera, como la Francia revolucionaria: obedecemos a nuestros reyes, siempre que las fiestas de Versailles se mantengan ocultas y que María Antonieta no nos mande a comer torta. (Por eso resuena Milei: es un jacobino absoluto). Lo que produce indignación es que la transferencia de energía se haga visible: yo trabajo y me deslomo, pero el que goza es el soberano que recauda. Si lo veo, veo la confirmación de que mi falta de fuerzas, mi agotamiento, son el producto de una conexión íntima y mortal: me han drenado y mi energía ahora es la energía de él. Por eso la rebelión es visceral: cuando el soberano goza, el robo se siente físico, personal. Como la fiesta de Fabiola en la pandemia, donde el robo de energía fue también el robo de la libertad de las personas, encerradas por la cuarentena.
Es indudable que el sistema funciona a la perfección: a las 36 horas del escándalo de Insaurralde, se cerró la causa de la fiesta de Fabiola. Alberto había dicho que con él “la Argentina de los vivos” se terminaba; y es cierto que hay una relación fecunda entre los negocios de los kirchneristas pícaros y los muertos que va dejando a su paso. De esa otra energía, la que emana de las tumbas, de las piedras, se alimenta también el soberano peronista. Porque para poder ser vivos, hay que poder alardear de ciertos muertos: muertos VIP (Perón, Evita, Néstor) o muertos en masa (los desaparecidos). Mientras tanto, flotamos como la Argentina flota sobre el Río de la Plata e intentamos mantenernos despiertos para que no nos lleve otro vuelo de la muerte.
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