Hay una posibilidad de ver el mundo de una manera diferente, de separarse de lo igual
El director Federico Luis y la actriz Kiara Supini, de “Simón de la montaña” invitan a reflexionar sobre las relaciones y la discapacidad frente a la compleja mirada y comportamiento de la humanidad
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Son como mucho diez jóvenes. Aunque en grupo, están asustados. Quieren caminar, avanzar sobre el ripio o las rocas del lugar, y no pueden. Entonces, el paseo se complica. Es que ese día, el viento de montaña del pueblo donde viven, es puro impedimento. Los aturde y no pueden escucharse entre ellos. Les vuela el pelo y flamea sus ropas, les sacude la estabilidad y por eso se acuclillan y apoyan sobre una ladera, para protegerse. No son escaladores ni turistas. Pero sí un grupo con una historia particular: cada uno de ellos tiene una discapacidad distinta. Y además, son jóvenes en pleno pasaje de la adolescencia a la vida adulta. A ese grupo se empezó a sumar Simón, de 21 años, que no tiene una discapacidad. Sin embargo, ese día está ahí con los demás y sortea las ráfagas de viento como todos. Se siente a gusto con ellos. Empatiza. Busca ser parte, por eso cada tanto hace esos movimientos repetitivos con su cabeza; una ladeada hacia la derecha, y otra, y cuando la cabeza rapada vuelve a su eje, enmarca aún más lo que todavía le queda de niño.
Con esa escena –simbólica, si se quiere– de ellos al tener que resolver una situación de un día hostil, comienza Simón de la montaña, la película del director Federico Luis. No es su primer trabajo en cine. Este hombre de 34 años estudió Comunicación en la UBA. En su currículum aparece La siesta, un corto que estrenó en el marco de la competencia oficial de cortometrajes en el Festival de Cannes en 2019, mismo año en que ganó como mejor corto en el BAFICI.
Cuatro años más tarde, otra de sus obras, Quédate quieto o te amo, resultó mejor cortometraje en el Festival de Cine de Mar del Plata. Simón de la montaña es su ópera prima. Se filmó en Mendoza, entre locaciones de la ciudad y la bellísima Potrerillos, en la vía a Uspallata (donde alguna vez Brad Pitt se alojara para filmar Siete años en el Tíbet), ese camino que es un ascenso espiralado como parte de la ruta que cruza a Chile. Es decir, un auténtico pueblo a la vera de los Andes.
El film que ya se estrenó con buenas críticas en los cines locales viene de cosechar distinciones en los diferentes lugares en los que se presentó: el Festival Internacional de Cine de Cannes, en el Grand Prix del FilmFestival de Munich. Su protagonista, quien hace de Simón, es el actor Lorenzo “Toto” Ferro. Y ya hizo suyos algunos premios más por su actuación en esta producción, como en el Festival de Lima (Perú). Y en el reciente Festival de Montreal, donde Ferro ganó nuevamente por actuación; en el mismo festival, también hubo una mención especial para el elenco de la película.
Decir el elenco significa que una parte importante del reparto de Simón de la montaña son actrices y actores que tiene cada quien una discapacidad. No son sujetos que actúan una discapacidad: son actores que hacen un personaje, desde la materialidad de su propia discapacidad. En el caso de la coprotagonista, Kiara Supini, su personaje es la “Colo”, una chica con síndrome de down –como Kiara– que provoca la curiosidad de Simón. Pero Supini no es novata en materia de tablas. A ella, como a otro de los actores, Pehuén Pedre, coprotagonista que también tiene una discapacidad, el director los conoció a partir del grupo de teatro de Tamara Garzón, hija del reconocido actor Gustavo Garzón.
Sobre la forma en que dio con ellos dos, Federico Luis dice: “El personaje de Kiara era el último que me faltaba para completar a los más importantes de la película. A ella ya la había conocido dentro de la clase de Tamara, que es también donde lo conocí a Pehuén. En las clases hay mucha gente, y sí había notado algo muy particular de ella: su expresividad y su sensualidad, su desinhibición: su capacidad actoral”. Eso que le llamó la atención al director, también se ve en la pantalla. Las escenas de la “Colo” son intensas. Así ella sonría a cámara y solo suceda eso, ahí está lo que el cine narra: lo que la cámara ve.
Por recomendación de Tamara Garzón, el director conoció de a poco a Kiara. Hasta incluso le llegó un video de la actriz patinando (es campeona nacional de esa disciplina), algo que después se incluiría en la película. Luis lo cuenta así: “Tamara me mandó un video de Kiara patinando. Esa es otra cosa que la película recibió de ella. En mi vida me había imaginado una escena en la que este personaje va patinando...Es una de las escenas que más me gustan de la película”.
Ese ida y vuelta entre director y actriz, se amplía cuando, a la hora de dar la entrevista, él le referencia a ella, varios momentos de lo que “habían preparado” para responder. Anticipó de qué iba a tratar eso de hablar con la prensa. “Ella el otro día, cuando estuvimos practicando para hacer las entrevistas, me dijo algo como que, no sé si era así”. Entonces, mirándola (Kiara sentada a su lado) sigue: “Como que vos te enamoraste de ‘Toto’ para hacer mejor tu personaje”. Ella, vestida para la avant premier a la que irá tres horas más tarde, corre un mechón de su pelo lacio –que ya no es el rojo de la “Colo”, sino un castaño almendrado– y dice: su verdad: “Es verdad. Yo lo venía planeando desde los ensayos para poder filmar bien la peli. Estaba planeando enamorarme de ‘Toto’ para poder hacer bien mi personaje, que sería la ‘Colo’. Y le agregué el baby”.
El director escucha y suma: “Cuando ella me dijo eso, me puse a pensar que era una de las cosas de compromiso profesional con el personaje, de las más extremas que había visto en mi vida. Enamorarte de alguien por fuera de la película para hacer mejor la película, es un poco algo del orden de lo que nos sucede a las personas cuando pensamos que no estamos haciendo la película. Cómo afecta cuando sí la estamos haciendo”.
Hablar de las diferentes formas de estar en el mundo, siempre es complejo. ¿Cómo mirar a quien mira de otra manera? Y, ¿cómo devolver esa mirada? Aún hay mucho camino por recorrer en términos de aceptación, derechos. Pero si hay músculo, siempre puede haber espacio para hacerle lugar al otro. O acompañar, si es que alguien va a otra velocidad, si necesita sus tiempos para encontrar sus propias maneras y espacialidades. Algunas de estas cosas pueden surgir al ver Simón... Pero aún así, su director destaca: “No creo que sea una película que busque hablar de la discapacidad”.
La síntesis del film que ofrece la producción la cuenta de este modo: “Simón tiene 21 años, vive al borde de la Cordillera y se presenta a sí mismo como ayudante de mudanzas. Dice no saber cocinar ni limpiar el baño, pero sí hacer la cama. Cuando comienza a pasar tiempo con un grupo de chicos con capacidades diferentes, parece convertirse en otra persona”. Esa transformación de Simón, incluye enfrentamientos con su madre, que no lo reconoce, y un día en su casa, al verlo con sus nuevos modos, le dice: “¿Podés dejar de mover la cabeza, por favor?
Hay un arco del personaje que lleva adelante Ferro, donde cada día es más profunda la mímesis con algunos de sus nuevos amigos del grupo, especialmente, el vínculo con Pehuén, que es algo así como su iniciador. Es quien le comparte sus propias experiencias, le da letra para que Simón responda lo que le preguntan, y así. Y está el vínculo con la “Colo”, una relación de amistad con coqueteo, que incluye un beso. No estaba previsto en el guion, pero Kiara Supini puso una condición. “Yo le escribí una nota a él –dice Kiara, refiriéndose al director– y puse: ‘Si no hay beso, no hay escena. Perdón. Sorry, Fede’”.
El director, la mira y dice: “Y al final (de la hoja), una carita triste. La tengo enmarcada. Cuando recibí la carta dije, guau, esto que uno creyó que era solamente una película, de repente es una película que se afecta por un montón de cosas que están por fuera de ella”. Ese afuera o dentro de lo que la película propone y cuenta, tiene una plomada que centra en lo vincular.
“Es un filme que trata de cómo se relacionan las personas –afirma Federico Luis–. A mí me gusta pensar que es de ficción y, a la vez, siento muchas veces que la ficción se hace aún más ficción, cuando incorpora cosas de lo real. Contrario de volverla un poco más en dirección hacia el documental, es como si esos elementos de la vida real puestos encima de una base muy de ficción, acentuasen aún más el nivel de ficción que tiene la película”.
En relación a ese desdibuje de fronteras entre géneros, en la película hay una perla curiosa. Sobre la figura del protagonista, ese chico que dice ser ayudante de mudanzas y que es también hijo de padres separados con una infancia de niño mimado, la peli juega con un truco del verosímil a su favor.
Los videos de primera infancia de Simón (que son en realidad, material del actor “Toto” Ferro con su papá, el actor Rafael Ferro, a los 4 ó 5 años, disfrazado para algún Halloween), donde se lo ve actuar en la intimidad de la casa. De nuevo sobre Simón, Federico Luis dice: “El personaje es alguien que evidentemente se siente atrapado en un montón de cosas que se esperan que él haga de la vida y, una vez que él se convierta en un adulto, eso es muy parecido a lo que se espera que muchos humanos cumplan: tener un trabajo, una personalidad, un grupo de amigos con los que te juntes a decir quién sos”.
Sobre ese límite entre lo que se puede y lo se espera, el director vuelve a su protagonista y destaca: “A este personaje se ve que no le sale muy fácil todo eso. Quizás, cuando se encuentra con estos personajes, sienta como una libertad. Y un nivel de vida que lo inspira mucho más. A pesar de que no pareciera haber en su adn o en su historia, condiciones como las que tiene el resto de los que están en este grupo, él hace un esfuerzo para parecerse. Que es lo que cualquier persona hace cuando quiere estar en un grupo. Y quizás el empieza a sentir eso, como algo que lo hace sentir bien. El problema, después, es qué piensan las demás personas”.
En estos días Simón de la montaña fue Declarada de Interés de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por su promoción de los Derechos de las Personas con Discapacidad, recomendándola como un película que invita a reflexionar sobre la igualdad de todos y la discapacidad frente a la compleja mirada y comportamiento de la humanidad.
Está la historia. La forma en que está contada. Y el origen, ¿cómo surgió la idea de contarla? “Me pasa algo muy similar a lo que le pasa al personaje –reflexiona el realizador–. Tampoco me resulta tan extraño ni difícil. Era encontrar la forma de poder contar un sentimiento o una emoción que yo ya tengo: que cuando voy a una fiesta con gente de mi edad y de mi círculo social, en general no duro mucho. Me aburro. Me siento presionado a hacer un montón de cosas que no me gusta hacer”.
Si bien Federico Luis habla de corrido, ahí se detiene. Se reorganiza y sigue: “Cada vez que me encuentro con personas que tienen algo distinto para proponerme y me ponen en un lugar donde se produce un intercambio mucho más interesante, me siento mejor. Tampoco sé si eso está bien o no. Por eso, no creo que sea una película que busque hablar de la discapacidad. Va a sonar muy mal, pero este personaje medio de casualidad encuentra a este grupo, como se podría haber encontrado a un grupo de bailarines flamencos. Podría ser un montón de cosas. Pero fue una búsqueda de separarse de lo igual”.
Y de esa situación de origen, al sentido. Federico Luis vuelve sobre el tema y reflexiona: “Después del mundo de estos personajes con condiciones diversas mentales y físicas, lo que tiene en general es que ese abanico es infinito, de algún modo, y a la vez hay una especie de posibilidad de ver el mundo de una manera realmente innovadora para mí y para Simón, creo. Y un poco empieza a tener sentido la vida”.
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