Hay una IA en mi solapa
La inteligencia artificial podría desbancar a los teléfonos celulares; Humane presentó un dispositivo diminuto que, sin usar pantallas, permite realizar todo tipo de operaciones
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En el capítulo final de la serie Full Circle, de Steven Soderbergh, el FBI le pone una cámara espía a un arrepentido. Se la pinchan en la solapa del saco. Lo vimos miles de veces, desde el Superagente 86 hasta las películas de mafia. Se ve que las cámaras dan una buena subjetiva desde ese lugar. Lo aprovechan los personajes de esta serie trepidante, que sucede en la Nueva York de 2023. Y tal vez lo aprovechemos muchos más en el futuro.
La startup Humane acaba de presentar un aparatito de solapa que reemplaza al celular. Dicen haber creado el primer dispositivo diseñado para la IA. Lo lanzaron en la Semana de la Moda de París, donde lo lució Naomi Campbell.
"Detrás de estos intentos hay una misma idea: ahora que podemos hablarle a la tecnología en cualquier idioma, igual que le hablamos a otro humano, ya no se necesitan pantallas. La tecnología desaparece. Se desmaterializa. No sabemos si el amor está en el aire, pero la IA sí"
La novedad empezó a circular en la conferencia global TED de este año, cuando uno de los fundadores de Humane, el ex diseñador de Apple Imran Chaudhri, mostró el dispositivo en acción. Con un toque en su solapa, habló con su mujer por teléfono, dobló su propia voz al francés y chequeó un mensaje proyectado en la palma de su mano. El producto se lanzará al mercado justo en un mes, el 9 de noviembre.
No le faltará competencia. La semana pasada se filtró a la prensa que Sam Altman, el CEO de OpenAI, dueña de ChatGPT, junto a otro ex-Apple y mil millones de dólares del fondo de inversión SoftBank, están en la misma búsqueda.
Detrás de estos intentos hay una misma idea: ahora que podemos hablarle a la tecnología en cualquier idioma, igual que le hablamos a otro humano, ya no se necesitan pantallas. La tecnología desaparece. Se desmaterializa. No sabemos si el amor está en el aire, pero la IA sí.
Parece una evolución natural: pasamos de las supercomputadoras de habitaciones enteras a las PC de escritorio, las laptop, los celulares tipo ladrillo y recién después los smartphones. Más capacidad de cómputo, envase cada vez más chico… o inexistente.
Esta desmaterialización no se da sólo en dispositivos tecnológicos. Las latitas de gaseosa pesan hoy la mitad que hace 50 años. Un cable de cobre transmitía 24 canales de voz, pero su equivalente actual de fibra óptica, más liviano y finito, transmite 32 mil. Desde los años 70 el peso de los autos cayó un 25 por ciento en promedio.
La IA agrega nuevos rasgos a ese proceso. Botones, menúes, íconos y otros elementos visuales que pueblan la pantalla del celular ya no serán necesarios si podemos pedir lo que necesitemos hablando, y escuchar las respuestas.
Claro que esta modalidad de interacción tendrá consecuencias. Por ejemplo en nuestra memoria. Está muy documentado –en el trabajo de Pam Mueller de Princeton, entre otros– que recordamos mejor lo que escribimos a mano que lo que tipeamos en teclados. Es así porque, al tomar apuntes a mano, obligamos al cerebro a procesar y resumir lo que escucha, antes de trasladarlo al papel. Ese trabajo interno fija los conceptos en la memoria. A eso se suma nuestra habilidad visual. Como el cerebro tiene amplias zonas dedicadas a la visión, registra con facilidad la posición en que ubicamos los elementos en la página. Cuando usamos el teclado, en cambio, somos rápidos y eficientes, pero por eso mismo las ideas llegan a la computadora casi sin pasar por el cerebro. Una vez en pantalla, además, su ubicación depende más del software que de nosotros. ¿Qué pasará cuando le hablemos a la solapa?
Si la tecnología está en todas partes, invisible, tal vez perdamos aún más el registro de nuestros intercambios, notas, ideas. Puede que también cedamos otras habilidades, como hoy delegamos en Waze y Google Maps nuestra antigua solvencia para encontrar un camino. Pero quién sabe. Si ya no recordamos nuestra idea más reciente, o ni siquiera sabemos si la inventamos nosotros o la IA, tal vez a cambio podamos levantar la vista de la pantalla y volver a ver el cielo, los árboles u otras caras humanas. Veremos si nos miran a los ojos o a la solapa.
La autora es directora de Sociopúblico
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