Florencia Lopez Boo: “No invertir en la sala de 5 le cuesta a los gobiernos casi dos puntos del PBI”
¿Cómo entrar al futuro con generaciones que nacen en la pobreza? La economista, especialista en Protección social y Salud del BID, da claves para impulsar programas eficaces para la niñez
“No basta con construir jardines. La calidad de las interacciones en el aula, cómo la educadora, la maestra, la cuidadora interactúa con el grupo de niños, es central”, analiza. “Un niño pobre de 5 años, con una madre que no terminó la primaria, llega al preescolar con un desarrollo cognitivo equivalente a una edad de 3 años y medio”, alerta. “No invertir en universalizar la sala de 5 del preescolar le cuesta a los gobiernos casi 2 puntos del PBI”, advierte. “En América Latina, el 18 por ciento de los niños de 0 a 2 años va a un jardín maternal mientras que en los países de la OECD, va el 36 por ciento, es decir, el doble”, plantea. “Uruguay tiene la mayor cobertura de la región en preescolar entre 0 y 5 años”, señala. “Chile, Uruguay y Colombia son los únicos tres países de América Latina que invirtieron en mediciones de desarrollo longitudinal”, afirma. “Faltan datos en la Argentina, y es un problema de la región”, dice.
“En Chile, la intervención de la política pública empieza en el hogar antes de que el niño haya nacido”, explica. “Hoy la mayoría de los países de América Latina tiene un programa de apoyo a la crianza en el hogar. Hace 15 años, en ese mapa aparecían sólo Chile, Uruguay, Ecuador y Cuba”, sostiene y concluye: “Hay que actuar desde antes de que el niño llegue al jardín o al preescolar”. “Muchos de los países de la región están en situaciones fiscales muy apretadas. Sin embargo, hay mucho espacio para mejorar la eficiencia del gasto actual. Por cada dólar invertido, se pueden hacer mejor las cosas”, asegura. “Comparado con 20 o 30 años atrás, hoy los chicos en América Latina viven más, están más sanos y mejor nutridos”, detalla. “La infancia es una edad única para la inversión en capital humano”, afirma y sigue: “Cuando hay déficits en la infancia, hay peores resultados educativos, mayor deserción escolar y más probabilidades de comportamiento antisocial”, alerta. “Un programa de Jamaica de los ´80s, basado en visitas familiares, generó menor deserción escolar, menor probabilidad de ser encarcelado y un 25 por ciento de mejora salarial llegado los 22 años de los chicos beneficiados”, ejemplifica.
"Muchos de los países de la región están en situaciones fiscales muy apretadas. Sin embargo, hay mucho espacio para mejorar la eficiencia del gasto actual. Por cada dólar invertido, se pueden hacer mejor las cosas"
“Varios países de la región han usado el mecanismo de supervisión de estas visitas domiciliarias de Jamaica. El problema es que cuando los programas escalan, pierden efectividad”, se preocupa. “Para llegar a 200 mil niños en vez de 200, se necesitan más recursos”, sostiene. “Hemos medido el “costo de la inacción”: no invertir en universalizar el preescolar le cuesta a los gobiernos 2 puntos del PBI”, subraya. “Es muy difícil cambiar los niveles de educación de la población en el corto plazo, como la educación de las madres”, explica y desarrolla: “Por eso hay que apuntar a la calidad de los servicios para la primera infancia”, reflexiona. “Sin impacto en la calidad, no hay impacto en la acumulación de capital humano, que es lo que te saca de la pobreza”, insiste. “América Latina avanzó en llegar a más niños pero la calidad de los servicios para la primera infancia es super baja”, cuestiona y sigue: “Recién ahora empieza a haber cultura de la evaluación de los procesos y no sólo de los resultados”. “En los países nórdicos, el gasto anual en niños menores de 5 años es de 11 mil dólares por niño”, precisa. “Colombia, Costa Rica o México gastan 2 mil dólares por niño menor de 5 años por año”, compara.”Uruguay ha invertido en cobertura, calidad, medición del desarrollo infantil y de la calidad de los servicios”, puntualiza y agrega: “Tiene la mayor tasa de cobertura de toda la región en el grupo de 0 a 5 años”. “En Uruguay, más de la mitad de los niños de 3 años están en un jardín o en preescolar”, precisa. “Muchos países están en situaciones fiscales muy apretadas, pero hay mucho espacio para mejorar la eficiencia del gasto actual”, plantea. “Por cada dólar invertido, se pueden hacer mejor las cosas”, asegura. “La evidencia sobre las transferencias condicionadas de dinero es positiva: aumentan el consumo, mejoran la educación y la salud, restauran la dignidad”, dice. “Chile fue pionero en políticas de desarrollo infantil basados en la crianza”, aclara. “Es el país que ponemos como ejemplo de una política que piensa más allá del preescolar y la escuela”, dice. “Tenemos que pensar en la mujer desde el embarazo”, propone. “La mayoría de los países está entendiendo que hay que actuar desde antes de que el niño llegue al jardín o al preescolar”, comenta. “Se necesitan recursos humanos capacitados y entrenados e invertir más”, advierte.
La economista argentina Florencia Lopez Boo estuvo en La Repregunta. Lopez Boo es la economista líder de la división de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Es doctora en Economía por la Universidad de Oxford. El foco de su trabajo es el desarrollo infantil y la reducción de la pobreza. Fue investigadora y profesora en la Universidad de Louvain, en Bélgica.
¿Cómo entrar al futuro con generaciones que nacen en la pobreza? ¿Cómo revertir el “efecto cuna” y reponer la igualdad de oportunidades? ¿Por dónde empezar? ¿Por la escuela o el hogar? Lopez Boo hizo su análisis.
Aquí, la entrevista completa.
¿Cómo revertir el “efecto cuna”? De Argentina a Chile y Uruguay, ¿por qué algunos lo logran y otros, no?
-Está la cuestión del desarrollo infantil y de cuándo ya es tarde y, al contrario, cuándo es el momento indicado para intervenir y cambiar el rumbo positivamente. Para tener claro el panorama en la región, ¿cuál es la situación hoy de la infancia, de los niños en América Latina desde que nacen hasta antes de entrar a la escuela primaria, a primer grado. ¿Cuáles son los principales indicadores?
-Empecemos por lo positivo. Hoy, en comparación con el panorama de hace 20 o 30 años, los chicos latinoamericanos viven más, porque ha habido una dramática baja en la mortalidad infantil en países como Brasil, Bolivia y Perú. Los niños también están más sanos, se enferman menos. También están mejor nutridos: las tasas de desnutrición que preocupaban tanto a muchos países de la región hace 20 o 30 años ahora sólo preocupan a dos o tres países, más allá de lo que pasó durante la pandemia. Sin embargo, si bien se registran estos grandes avances, seguimos con grandes desigualdades que se originan en la cuna. Doy un ejemplo: antes de empezar la escuela, muchos niños, particularmente los chicos más pobres, tienen serios retrasos en su lenguaje y en su desarrollo. Les propongo imaginarse el primer día de clases del preescolar y la llegada a la escuela de un niño ecuatoriano, por dar un ejemplo para el que tenemos datos, hijo de una mamá con educación superior y otro niño ecuatoriano con una mamá con educación menor a la primaria. El niño pobre con la mamá menos educada va a tener un año y medio de rezago en relación al niño más rico. Repito, el niño más rico llega al preescolar con un desarrollo cognitivo acorde a sus 5 años de edad mientras que el niño pobre de 5 años llega al preescolar con un desarrollo cognitivo equivalente a una edad de 3 años y medio. Y esto pasa en cada país donde hemos medido el desarrollo. Estas brechas tan tempranas realmente son lo que se encuentran en la base de la alta desigualdad que vemos hoy en todos los países de la región.
-Mencionó una serie de ejemplos de países como Bolivia, Brasil, Perú, que lograron la baja abrupta de la desnutrición infantil. También se refirió a mediciones de desarrollo infantil disponibles en países de la región. ¿Qué grado de precisión tienen esas mediciones en América Latina y por qué en ningún menciona el ejemplo de la Argentina?
-Faltan datos en la Argentina. La falta de datos es un problema de toda la región. Voy a enumerar los cuatro países, en realidad tres porque en uno de ellos se discontinuó la medición, en los que los gobiernos han invertido en medir el desarrollo frecuentemente y longitudinalmente: es el caso de Chile, de Uruguay y de Colombia, que han invertido desde el gobierno para medir el desarrollo en la infancia. Los tres tienen encuestas longitudinales que siguen a los niñitos desde que son bebés y ahora ya los están midiendo en la adolescencia. Todos los demás países de la región tienen déficit de datos, la Argentina es uno de ellos, pero UNICEF ha estado haciendo esfuerzos para contar con encuestas, las Encuestas Mics, para medir mejor el desarrollo de niñas, niños y adolescentes.
"Un niño pobre de 5 años, con una madre que no terminó la primaria, llega al preescolar con un desarrollo cognitivo equivalente a una edad de 3 años y medio"
-Pero en este caso de las Encuestas Mics es una organización de la gobernanza internacional, no son políticas de medición del desarrollo infantil de los gobiernos. La existencia de mediciones de ese desarrollo longitudinal desde que los niños nacen hasta que llegan a la adolescencia en Chile, Uruguay y Colombia, ¿correlaciona positivamente con la implementación de políticas de desarrollo infantil que hayan dado resultados positivos para revertir realidades que pesaban antes de su lanzamiento?
-Sí, porque la infancia es una ventana única para la inversión en capital humano que sienta los cimientos futuros, de los futuros aprendizajes. Es como construir una casa: si los cimientos no están bien sólidos, no se va a poder construir la casa entera. Una oportunidad como esa no ocurre en ninguna otra etapa de la vida. No sólo correlaciona con el aprendizaje, sino también con cómo se sientan las bases para el comportamiento, para la salud en la adultez. Cuando hay déficits tempranos, eso contribuye negativamente en peores resultados educativos, mayor deserción escolar, más probabilidades de tener un comportamiento antisocial. Vemos que los programas que apuntan a mejorar el desarrollo en la primera infancia, luego, catorce o quince años más tarde, ya en la adultez, correlacionan con mejores resultados. Hay un famoso estudio de Jamaica que mostró que las visitas domiciliarias efectuadas en los años ´80s por agentes comunitarias de salud una vez por semana, con un currículum muy basado en la evidencia, generaron menor deserción escolar, menor probabilidad de ser encarcelado y un 25 por ciento de mayores salarios llegado los 22 años. Eso demuestra que estas políticas no son solo algo que se hace por su valor moral, sino que tiene un efecto grandísimo en la productividad y en la disminución de la pobreza.
Bebés y niños malnutridos y mal educados, ¿cómo impacta en el PBI?
-Me interesa ponerle números a ese impacto positivo en términos del crecimiento del PBI. ¿Cuánto impacta la decisión de intervenir en la primera infancia en términos del aumento del PBI?
-En el BID, hace muy poco hicimos algunos estudios preguntándonos qué es lo que haría que se mueva la aguja en inversiones de primera infancia. Para lograr mayor inversión, hay que encontrarse con un ministro de Economía, al que le interesa cuánto va a costar una política. Pero en realidad ése no es el dato importante: lo importante es cuánto va a ser la relación costo beneficio, es decir, el indicador de eficiencia, que se ha usado mucho. Pero últimamente, y esto es lo que quiero comentar, hemos calculado lo que llamamos el costo de la inacción: ¿cuánto le cuesta a este país, este gobierno o a la región el no invertir en expandir preescolares, por ejemplo? Nuestro cálculo muestra que no invertir en expandir el preescolar a un nivel universal le cuesta a los gobiernos casi 2 puntos del PBI. Este número, por supuesto, va a ser más alto en países donde la cobertura es menor, como Guatemala, y va a ser más bajito en países donde la cobertura está cerca de la universalización.
-¿Usted se refiere a la cobertura, es decir al alcance, de políticas de desarrollo infantil en general o del sistema escolar?
-En este caso, me refiero a la cobertura del preescolar. Este número del casi 2 por ciento es el costo de no invertir en la expansión de la cobertura de la sala de 5 años del preescolar.
-Es decir, cuando los países no tienen la política de expandir el preescolar en la sala de cinco, genera la imposibilidad de que el PBI crezca un 2 por ciento.
-Es exacto. Por eso el concepto es “costo de la inacción”. Si no se invierte hoy en preescolar, cuando los ciudadanos, los niños de hoy, sean adultos, el país se estará perdiendo casi 2 puntos del PBI.
La educación de las madres, ¿cómo impacta en el desarrollo? El Estado, entre la escuela y la crianza
-En su ejemplo inicial, planteó la comparación entre el hijo de una madre con educación superior y el hijo de una madre que no ha terminado la primaria. Si el factor clave en el desarrollo infantil es la educación de las madres, es muy difícil transformar ese factor cuando un niño nace. Entonces, ¿en qué momento de la vida de un niño debe intervenir el Estado en esos casos donde las realidades son muy duras y, por ejemplo, el nivel educativo de los padres está muy consolidado en niveles bajos? ¿Y con qué tipo de políticas como para poder revertir ese futuro, para impedir que ese futuro se concrete?
-Súper excelente pregunta porque es muy difícil cambiar los niveles de educación de la población en el corto plazo. Por eso es que desde el BID planteamos apostar a los servicios de primera infancia de alta calidad para cerrar estas brechas que mostraba antes y estos déficits en el desarrollo infantil. Y repito: servicios de calidad porque sin impacto en la calidad, no hay impacto en la acumulación de capital humano, que es lo que finalmente saca de la pobreza a las personas. En la primera infancia, estos servicios se dan en los dos ámbitos donde los chicos pasan la mayor parte de su tiempo, en los jardines y preescolares y en los hogares, sus casas. En las casas, hay programas de apoyo a la crianza. También hay que proveer servicios de salud, de nutrición, de transferencias monetarias para el combate a la pobreza. Pero sin programas de calidad específicamente dirigidos a los chicos, las brechas no se van a reducir. El foco tiene que estar en la calidad. América Latina, en comparación con otras regiones, ha avanzado mucho en cerrar brechas de cobertura, pero la calidad sigue siendo super baja.
"En América Latina, el 18 por ciento de los niños de 0 a 2 años va a un jardín maternal mientras que en los países de la OECD, va el 36 por ciento, es decir, el doble"
-¿La brecha de cobertura es en relación a la asistencia al preescolar y también en relación a la cantidad de familias que reciben algún tipo de beneficio de programas de crianza, antes de que los niños entren al preescolar?
-Sí, casi el 70 por ciento de los chicos en América Latina que tienen entre 3 y 5 años va a un jardín o preescolar. Comparado con los países de la OCDE, son 20 puntos porcentuales menos, donde el 80 por ciento de los niños de 3 a 5 años está en preescolar. O sea, hay una distancia pero no es tan grande como era hace 20 años. En el caso de los niños más chiquitos, esa diferencia sí es más grande: en promedio en América Latina, el 18 por ciento de los niños de 0 a 2 años va a un jardín maternal mientras que en los países de la OECD, el 36 por ciento, es decir, el doble. La distancia es mucho más amplia en los grupos etarios más bajos, más chiquitos. Ahora, lo que quiero enfatizar es que no basta con construir jardines, no basta el ladrillo, aunque está muy bien expandir la oferta educativa para cerrar brechas de cobertura. La calidad de las interacciones en el aula, lo que se llama la” calidad de procesos”, es decir, cómo la educadora, la maestra, la cuidadora interactúa con el grupo de niños a su cargo es central. La frecuencia, la calidad y la intensidad de esas interacciones es la condición necesaria para mejorar el desarrollo infantil. Si no, estos espacios podrían, incluso, tener un impacto negativo en los niños.
Igualar oportunidades antes de la escuela. ¿Programas de crianza en el hogar? Del caso Jamaica a Colombia y Perú
-En su análisis, la calidad del vínculo entre el adulto que cuida y el niño es clave. Ese vínculo funciona distinto en el hogar que en los profesionales en un jardín de infantes. Usted citó el ejemplo de Jamaica y del estudio impulsado por el Premio Nobel de Economía, James Heckman, un especialista en economía del desarrollo infantil. Ese proyecto atendía dos variables que impactan en el desarrollo infantil, el apoyo psicosocial y un apoyo nutricional. En la región, en países como la Argentina, Uruguay, Chile, Perú, Bolivia, Brasil, ¿qué tipo de proyectos se están llevando adelante desde el Estado para impactar positivamente en el desarrollo infantil desde el hogar?
-El programa de Jamaica se llama “Reach up”. Es un ejemplo de un tipo de currículum basado altamente en la evidencia, por eso es que el Premio Nobel de economía y otros tantos investigadores se han enamorado de este proyecto. Tiene actividades muy claras protocolizadas para cada rango de edad del niño. Va desde los 6 meses a los 24 meses de edad. Como se dio en Jamaica en un contexto de altísima pobreza, los materiales de “Reach up” no son juguetes de la juguetería sino que están hechos con elementos reciclados. Se hace un llaverito o un sonajero con una botella de plástico y piedritas. En las actividades propuestas para bebé de 6 meses, por ejemplo, se aprovecha la hora del baño para jugar y enseñar conceptos cognitivos como el concepto de opuestos: con una taza, se le va a decir al bebé cuándo la taza está llena, cuándo está si vacía o cuándo el bebé está seco o está mojado. Las actividades a los 12 meses van a ser completamente distintas. Se pone el foco en actividades motor fino como hacer garabatos o dibujos y conversaciones con acciones, “adiós papá”, etcétera. En la región, Jamaica fue uno de los países más emblemáticos a la hora de usar este modelo que se replicó a escala en Perú con el programa “Cuna más”, que llegó a más de 90 mil familias. En Colombia, se insertó en el programa de transferencias monetarias “Familias en acción”, con un programa piloto que llegó a unas mil familias. Algunos elementos de este modelo de Jamaica se usaron en Brasil en el programa “Crianza feliz” y en varios programas estaduales. Nicaragua y varios países de la región han usado el mecanismo de supervisión de estas visitas domiciliarias de Jamaica. Pero hay un problema: en Jamaica, el programa tuvo menor alcance y sólo 62 tuvieron este porcentaje de salarios más altos en la adultez, después de la intervención por sólo dos años. Pero cuando la escala aumenta, la cantidad de beneficiarios, los impactos disminuyen fuertemente. Entonces, una de las cosas en las que trabajamos con los países de las regiones es cómo hacemos para no perder la efectividad cuando se aumenta la escala.
-¿La pérdida de efectividad tiene que ver con que al aumentar la cantidad de beneficiarios, se vuelve inmanejable? ¿Se vuelve inmanejable por falta de capacidades del Estado, de la burocracia estatal, de los técnicos y de quienes intervienen en esas acciones? ¿O el problema es la falta de la inversión necesaria para acompañar esa escala?
-Obviamente, para tener más capacidad y llegar a 200 mil niños en lugar de 200, se necesitan recursos. Pero también tiene que ver con la supervisión de las intervenciones y el recurso humano. Muchos de estos programas pilotos tan bonitos como el de Jamaica, fueron implementados por el equipo de investigación que estaba detrás del programa, incluso cuando se replicó en 700 niños en Colombia. Los equipos de investigación estaban muy metidos en la implementación. Entonces, cuando uno escala se va de las manos porque queda bajo la responsabilidad del personal del municipio, la provincia, el personal del Estado. En ese cambio de escala, es clave el recurso humano y la supervisión y monitoreo de la interacción. En América Latina, recién ahora se está empezando a tener una cultura del monitoreo y la evaluación de los procesos, no sólo del impacto sino de los procesos. Si el visitador domiciliario no llegó a la casa, es obvio que no vamos a tener un impacto. O si no llegó en la frecuencia que el programa establece, tampoco. O si cuando llegó a la casa, se quedó 20 minutos en lugar de quedarse 45 minutos. Es como una función de producción, como decimos los economistas, de qué es lo necesario para lograr el impacto cuando se escala un programa: se va necesitar de mayor apoyo por parte de las entidades gubernamentales al programa.
"Hoy la mayoría de los países de América Latina tiene un programa de apoyo a la crianza en el hogar. Hace 15 años, en ese mapa aparecían sólo Chile, Uruguay, Ecuador y Cuba"
¿Por qué Chile y Uruguay se volvieron casos ejemplares en políticas de desarrollo infantil?
-En la Argentina, hay una preocupación creciente en torno a la pobreza, que ha aumentado en niños y adolescentes y hoy afecta al 63 por ciento. Si se comparan los presupuestos de protección social de la Argentina con los países vecinos, hay un estudio muy interesante de los politólogos Rodrigo Zarazaga y Andrés Schipani que muestra que el gasto en protección social de la Argentina, un 11 por ciento, es el segundo en porcentaje del PBI después de Brasil, con un 12,6 por ciento. Sin embargo, Uruguay y Chile, con un tercio o la mitad de ese gasto, han reducido la desigualdad. Usted señalaba que hay países en la región que han reducido los niveles de desigualdad o la desnutrición infantil como Chile, que tienen políticas de desarrollo infantil muy orientadas y con muy buenos resultados o como Uruguay, que ha reducido las brechas de desigualdad entre los distintos niveles socioeconómicos de los niños. ¿Podría hacer una descripción de qué hizo Chile con el programa “Chile crece contigo” y qué hizo Uruguay en términos de inversión y de cómo están diseñadas esas políticas para lograr resultados tan interesantes?
-Hay un dato sobre gasto público total para niños menores de 5 años. En los países nórdicos, a los que les va mejor en temas educativos, el gasto por niño menor de 5 años, por año, es de 11 mil dólares en “purchasing parity power”, poder adquisitivo comparable. Es cinco veces mayor que lo que gastan países para los que tenemos datos, como Colombia, Costa Rica o México, que gastan 2 mil dólares por niño menor de 5 años por año. Esto es lo que genera estas diferencias de cobertura de preescolar, pero también genera que la calidad es mejor en países donde se invierte más.
-En América Latina, ¿cuál es la magnitud de la disparidad entre los países muy exitosos en términos de políticas de la infancia y desarrollo infantil, medidas y con buenos resultados, y aquellos que no lo logran todavía? ¿Hay datos?
-Sí, pero los datos de gasto en primera infancia son muy complejos porque es un tema multisectorial. Entonces hay que aislar los datos de salud, de los gastos de preescolar, de las intervenciones en programas con las familias. Contar con estos datos de gasto en desarrollo infantil es una gran cuenta pendiente de la región. Hay datos en Colombia, México y Costa Rica. Uruguay es un caso interesante porque está claro que ha invertido en una agenda muy integral de cobertura, de calidad, de medición del desarrollo infantil a nivel poblacional, de medición de la calidad de los servicios, y también con una agenda de conocimiento fuerte. Hoy, Uruguay es el país que tiene la mayor tasa de cobertura en el grupo entre 0 y 5 años de toda la región. Esto se dio, particularmente, por un gran aumento en el grupo de 0 a 3 años: hoy, casi más de la mitad de todos los niños de 3 años en Uruguay están en un jardín o en preescolar.
-En este caso, Uruguay está liderando en cobertura escolar de algún tipo desde que un niño nace hasta que entra a la escuela primaria. ¿Qué otro tipo de política desarrollo infantil tiene Uruguay?
-También invirtieron en generar los datos representativos sobre desarrollo infantil, lo que no es menor. Parece que sólo fuera tener datos. Pero en realidad es contar con datos que permiten entender dónde están los déficits y dónde hay que actuar. Estos datos informaron las políticas públicas y la asignación presupuestaria. Por ejemplo, cuando empezaron hace más de 10 años, Uruguay entendió que la obesidad infantil estaba empezando a ser un gran problema. Lo entendieron porque estaban midiendo. También se fortalecieron los sistemas de monitoreo y seguimiento de los servicios porque el programa “Uruguay crece contigo”, que se basó en el conocidísimo programa chileno “Chile crece contigo”, entendió que si no medían la calidad del servicio, no iban a poder mejorar y llegar cada vez a más niños. Es un programa pequeño de acompañamiento familiar pero que de forma periódica está viviendo cómo mejorar el servicio. Eso no sucede en todos los países de la región. Esta generación de datos permitió construir una agenda de investigación muy rica para las políticas públicas. No es una agenda de investigación en el vacío sino que está realmente impactando en la mejora de esta política que se está implementando.
Antes de la escuela, ¿cómo aportar al desarrollo infantil desde el nacimiento? Chile, el pionero
-Una primera conclusión de estas experiencias es que pesan los dos momentos, el “antes” de que los chicos entren al sistema escolar, no importa si son bebés de meses, y la experiencia ya dentro del sistema escolar: impactar con políticas públicas en el hogar e impactar positivamente en la educación en esas edades tan tempranas es absolutamente clave. En Uruguay como en “Chile crece contigo”, ¿qué porcentaje de esas políticas se destinó y de ese esfuerzo se destinó a intervenciones en el hogar, a esas visitas a la familia, a enseñar a madres y a padres a interactuar con sus hijos bebés? Porque ese tipo de interacción implica todo un aprendizaje y en vidas bajo enorme estrés, en condiciones de vulnerabilidad brutales, hacinamiento, es muy difícil desarrollar esa voluntad de crianza.
-Chile fue pionero y es el país que siempre ponemos como ejemplo de que, más allá de pensar en la escuela, en los centros de primera infancia, en el jardín, dijo: tenemos que pensar en la mujer desde el embarazo. En Chile, van al hogar antes de que el niño haya nacido. Se plantearon identificar pautas de riesgo bio psicosocial, tal como las llaman. En las primeras visitas de control del embarazo, identifican a una mamá en riesgo de violencia, en riesgo de adicciones, a una mamá con muy bajo nivel de ingreso o de educación. A partir de ahí, con esta identificación del riesgo, empiezan a seguir y a visitar a la mamá en particular y a su hogar. Ecuador es otro país que tiene un programa histórico de visitas domiciliares, “Creciendo con nuestros hijos”, que cubre al 20 por ciento de la población elegible, que son las familias muy vulnerables. Es uno de los programas que también ha establecido visitas domiciliarias a escala. " Uruguay crece contigo” cubre hoy unas 3 mil familias.
-¿Y en el caso de Chile? ¿Cuántas familias cubre “Chile crece contigo”?
-En el caso de Chile, la población elegible es población en riesgo, es decir, más que vulnerable. Tienen un alto porcentaje de cobertura. Muchos países están empezando a trabajar. Hicimos un mapa con los países de América Latina que tienen un programa de apoyo a la crianza en el hogar. Hace 15 años, en ese mapa aparecían Chile, Uruguay, Ecuador y Cuba. Hoy está casi la mayoría de los países. La mayoría está entendiendo que hay que actuar desde antes de que este niño llegue al jardín o llegue al preescolar.
-¿La Argentina tiene un lugar en ese mapa?
-La Argentina tiene un programa que empezó hace unos 15 años, en 2007. Es el programa “Primeros años”, que buscó llegar a las familias en las zonas remotas: la elegibilidad del programa de acompañamiento a las familias comenzó en zonas aisladas no urbanas.
"En Chile, la intervención de la política pública empieza en el hogar antes de que el niño haya nacido"
-¿Hubo medición de resultados?
-No tengo los datos. Muy pocos de estos programas han medido los resultados.
El futuro de la infancia. ¿Dónde poner el esfuerzo del Estado para las familias más pobres?
-En una realidad acuciante como la que atraviesa la población vulnerable en la Argentina, que es la gran mayoría: la pobreza en general afecta a un porcentaje de entre el 38 y el 40 por ciento, que se va moviendo de acuerdo con los niveles de inflación. Y en el caso de la pobreza infantil y de los adolescentes, llega al 63 por ciento. Un país que, además, tiene problemas económicos y macroeconómicos, con falta de recursos en el Estado para implementar esas políticas. ¿Cuál sería la sugerencia para encarar los problemas que afectan a la primera infancia en condiciones de mayor vulner la vulnerabilidad hoy? ¿Por dónde debería avanzarse?
-El primer paso es invertir lo que se tiene que invertir: los programas no son gratuitos. Se necesita de un recurso humano capacitado y entrenado. Tiene que haber una inversión adecuada. Necesitamos invertir más. Hay cinco veces más de inversión en los países a los que les va bien. Pero muchos de los países de la región están en situaciones fiscales muy apretadas, entonces tampoco podemos soñar con que se va a invertir lo mismo que los países nórdicos, pero sí hay mucho espacio para mejorar la eficiencia del gasto actual de todos los países. Un ejemplo interesante es Guatemala: si se operara en la frontera de la eficiencia, que quiere decir hacer las intervenciones con las mejores prácticas, con los protocolos que muestra la evidencia, se podrían salvar 20 vidas de cada mil, o sea, se podrían salvar 20 niños. Esta posibilidad se puede dar en todos los países de la región: por cada dólar invertido, se pueden hacer mejor las cosas. En países muy pobres, en Centroamérica, dentro de pequeños rangos de calidad, con educadoras de jardines que tienen apenas la educación primaria completa o la secundaria, que es el recurso humano que existe, hemos visto mejoras en el desarrollo del niño.
-La AUH es una política muy elogiada en la Argentina. Se basa en una transferencia condicionada de dinero a las familias para que manden efectivamente sus hijos a la escuela. A cambio, el Estado les da un aporte económico, que no es muy cuantioso en las condiciones actuales. ¿Tiene un impacto positivo?
-Hay evidencia sobre los programas de transferencias condicionadas en la región. Los programas de transferencia condicionadas son de los programas que cuentan con más evidencia que cualquier tipo de programa social. La evidencia es positiva: aumentan el consumo, mejoran la educación, mejoran la salud, restauran la dignidad, sobre todo en contextos de alta vulnerabilidad como en los países donde hay muchos refugiados. Estos programas sí tienen altos impactos. El gran desafío hoy es adaptarlos a las realidades de cada país, por ejemplo, en Colombia o Brasil, al hecho de que tienen unos flujos migratorios y una cantidad de niños migrantes. O tener en cuenta, por ejemplo, el impacto del cambio climático.