Filmar la muerte. Snuff, la primera película que mostró asesinatos reales, se rodó en la Argentina
Con el eslogan que el film se hizo “donde la vida no vale nada”, se presentó la cinta que dio nombre al género. Un dilema de época: el material del que abusan los noticieros también es snuff.
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“Una película que sólo se pudo hacer en Sudamérica, donde la vida no vale nada”. El eslogan es un ejemplo perfecto del ingenio publicitario: un viejo mito urbano dice que Snuff, la primera película que mostró asesinatos reales, se filmó en la Argentina en 1971, más precisamente en una casa del Tigre. Y hacia allí se enfoca el escritor porteño Ariel Pukacz en su novela Snuff, una escalofriante pieza metaliteraria que narra el recuerdo de un grupo de estudiantes que hace diez años quisieron filmar un documental sobre aquella cinta maldita. Con el espíritu de El proyecto Blair Witch o Tesis, acá hay cine-dentro-del-cine y literatura matrioska: una narración que llega al hueso y devela la gracia de un escritor pura sangre.
El mito: a comienzos de los años 70, en los Estados Unidos circuló el rumor sobre la llegada de películas clandestinas desde México y la Argentina que incluían escenas con asesinatos reales, como Snuff, el título que bautizó el género, originalmente conocida como Slaughter y rodada acá con treinta mil dólares. En el libro, Pukacz declara su amor por el gore, el giallo, el slasher y otros subgéneros cinematográficos y compone una novela de explotación con un protagonista fabuloso, un Nosferatu alto, peludo y desgarbado que da cursos en el Rojas sobre la cinefilia maldita.
Si el género snuff explota la muerte como pornografía, con asesinatos verídicos como fuente de placer para algunos espectadores, la novela plantea un dilema de época: cierto material documental del que abusan los noticieros también es snuff, y por lo tanto pornográfico, como el asesinato de Kennedy, las cámaras de las matanzas en la escuela Columbine, la muerte de Saddam Hussein o el anticipado corchazo final de nuestro Malevo Ferreyra (placa roja: “En instantes se pega el balazo”).
La brutalidad es propia de la naturaleza humana: sólo se actualiza la técnica. En 1907, el escritor francés Guillaume Apollinaire fue un visionario cuando escribió el cuento “Una bella película”, en el que unos cineastas sin escrúpulos ni dinero se lanzan a filmar un crimen auténtico para obtener un rédito económico. En la década del 70, la dictadura argentina superó el horror de cualquier ficción: se dijo que algunos militares filmaron las torturas en los centros clandestinos de detención y que vendieron esas películas snuff por miles de dólares a empresarios morbosos de los Estados Unidos, Europa y Japón, que también compraban material vinculado al nazismo esotérico y hasta viejas cintas con vejámenes al cadáver de Evita. Y aunque jamás se pudo comprobar que esas filmaciones hayan existido, la maldad absoluta de los torturadores hace de la sospecha una posibilidad verosímil. Aquí mismo en ese entonces fue donde la vida no valió nada.
En Snuff, Pukacz hace decir a un personaje: “A mí me interesa desde la metaficción, pensar cómo funciona el snuff dentro de las películas, cómo es un mecanismo narrativo dentro de otra obra”. Y así construye la novela, en un intento por romper la cuarta pared literaria. Nunca sabremos si lo que sucede en una película snuff es real o es un hoax, es decir, un engaño: por la integridad de las víctimas rogamos por un truco de efectos especiales y que esos chorros de sangre sean litros de ketchup, aunque se vean tan reales.
ABC
A. El snuff es un género fílmico que muestra vejámenes, torturas, suicidios o asesinatos reales para satisfacer el placer de espectadores morbosos.
B. La película Snuff bautizó el género: Roberta y Michael Findlay la filmaron en la Argentina en 1971 y se le agregaron escenas en Nueva York.
C. Se estrenó en 1976 en un cine de Broadway y después en Filadelfia, Indianápolis y Nueva Jersey hasta que un juez prohibió su exhibición.
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