En Instagram, el paraíso post-apocalíptico del conurbano, una Nueva York en Once y los bares de antes
Las cuentas que, desde las redes sociales, miran lo urbano y lo cotidiano con otros ojos
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En una red social que hace alarde de sus filtros de imagen, ellos suman cada vez más seguidores justamente por hacer visible lo contrahegemónico. Sus cuentas toman pequeñas porciones de realidad desde una perspectiva que puede considerarse más sincera, real o simplemente “sin adornos”. Y eso es justamente lo que reinvidican quienes le ponen un like y esperan sus posteos a diario.
Muchas de ellas surgieron en forma casual, desde un interés personal por alejarse de las imagenes perfectas que inundan las redes sociales y poner el ojo en lo cotidiano.
Tal es el caso de la cuenta @thewalkingconurban, que nació de las inquietudes de Diego Flores, comunicador, y Guillermo Galeano, administrativo, dos jóvenes de 38 años oriundos de Berazategui, en el sudeste del Gran Buenos Aires, y que creció vertiginosamente.
Cuenta Flores que el proyecto cobró vida de manera azarosa, sin una planificación, sino que más bien surgió de una charla de sobremesa entre amigos y en tono de chiste. “Nos imaginábamos al Conurbano bonaerense intervenido por distintas circunstancias ficcionales y pensábamos sobre qué haríamos nosotros ante estas circunstancias. Por ejemplo, si hubiese una invasión extraterrestre, dónde nos replegaríamos, desde dónde atacaríamos, esto nos empezó a mostrar al Conurbano como una unidad”, explica.
Y aclara que, durante esas charlas, empezaron a recabar mucha información sobre esta zona de la Provincia de Buenos Aires. Flores asegura que el grupo de amigos que inició esta actividad era de cuatro y que cada uno comenzó a sacar fotos de lugares abandonados en línea con esta idea de mundo apocalíptico que los inspiraba.
“Nos mandábamos las fotos por WhatsApp y, luego, uno de los chicos pensó en armar una cuenta de Instagram para guardar todo ese material, a sabiendas de que lo iba a ver más gente pero sin pensar que, con el paso del tiempo, iba a crecer tanto”, dice.
A medida que fueron descubriendo e informándose sobre el Conurbano, empezaron a pensarlo, a problematizarlo, lo que dinamizó la cuenta. Finalmente, @thewalkingconurban quedó en manos de Flores y Galeano.
“Generalmente, el Conurbano está asociado a la delincuencia, al narcotráfico, que existen por supuesto, pero queda reducido a eso, sobre todo en términos mediáticos –explica–. Como un lugar donde pasan cosas malas. Nuestra idea es desmitificar eso desde dos variables: primero, haciendo un análisis histórico, porque hay 17 millones de personas que lo habitan. Es un lugar que da trabajo, hogar y anhelos a muchísimas personas que incluso migran desde otros lugares hacia allí”.
A su vez, advierte que son muchos los habitantes que se manifiestan de forma artística o cultural por fuera de la institucionalidad, personas que se expresan a través de un tanque de agua, un mural, un tacho de basura, una frase que se pinta en una pared o el diseño de una casa.
“Nos preguntamos por qué se ven en el Conurbano cosas que quizás no se muestran en Capital”, agrega. En cuanto a la curaduría de las imágenes de los posteos, aclara que es bastante laxa, que son bastante permisivos, pero buscan que no se estigmatice. Y asegura que la cuenta tuvo dos etapas. Antes de la pandemia eran fotos de su autoría mientras que, durante el confinamiento y limitados para salir, empezaron a usar las fotos que les enviaba la gente, de manera que se volvió más colaborativa.
Por último, sostiene que la gente se enganchó con la cuenta porque hay una idea reinvindicativa del territorio. “No había relatos sobre el Conurbano bonaerense. Las periferias eran contadas desde el centro y esto generó que uno no pudiera generar su propia narrativa, lo que conlleva el peligro de no tener una voz propia o de creerse el personaje que hacían de uno, vinculado al aguante, a cierta celebración de la precariedad. Nosotros presentamos al conurbano como una posibilidad narrativa por fuera de esa lógica. Las redes sociales fueron un canal ideal para plasmarlo, la imagen también y supimos amalgamar el humor. Personalmente, descubrí un territorio y complejizarlo enriqueció mi visión. Creo que yo era víctima de esos discursos que circulaban, de manera que, para mí fue un descubrimento bellísimo”, concluye Flores.
Once es Nueva York
“Es es el Once que yo vivo y siento”, señala Mauro Carrano (43), empleado administrativo, que vive en ese barrio porteño desde 2008 y a través de la cuenta de Instagram que denominó @ApologíadelOnce considera hacerle justicia.
Carrano es de Moreno, en la Provincia de Buenos Aires, y reconoce que Once era su entrada a la Capital, como lo es Constitución para los de zona sur o Retiro para los de zona norte. “Pero además, como centro de transbordo es una zona de transición entre el conurbano y el centro. Un territorio en el que siempre me moví con comodidad y, con el tiempo, lo más natural fue mudarme a este barrio, cerca de la estación para volver a mi ciudad materna, y de mi trabajo en microcentro”, dice.
Y sostiene que, una vez mudado, empezó a ver al barrio con otros ojos, “a defenderlo, sobre todo ante los propios porteños, porque para un pibe que creció en un barrio del tercer cordón con calles de tierra , Once es Nueva York”, asegura.
La cuenta en Instagram llegó mucho después, cuando maduró en él la idea de pensar Once en torno a la dicotomía centro/periferia. “De allí surgió también el lema de la cuenta de Instagram: la marginalidad del centro, la centralidad de los márgenes”, advierte. Si bien empezó con @ApologíadelOnce en 2019, asegura que fue durante la pandemia cuando le dedicó más tiempo.
Respecto a su proceso creativo para cada posteo, estos surgen de distintas maneras: a veces lee algo que le trae una imagen del barrio y al otro día busca en su álbum de fotos. En otras ocasiones sale a la calle y algo le recuerda un pasaje de un libro o una canción y ya se imagina el posteo.
“Trato de respetar la diversidad del barrio en el feed, para que no quede sobrerrepresentada ninguna colectividad, ningún estilo arquitectónico. Trato de plasmar allí mi experiencia del Once, no acepto colaboraciones, es el Once que yo vivo y siento. La cuenta responde a mi experiencia personal. En las historias soy más relajado, comparto todo lo que me envían y me divierto más”, explica.
Carraro considera que la gente se enganchó con la cuenta porque se siente identificada con un barrio que, en general, es menospreciado. Entonces, se genera una empatía por lo débil o subalterno. “Once es duro, es un quilombo, es la vida misma”, señala. Por último, aclara que más allá de la elección estética, elegir administrar una cuenta de Instagram dedicada a Once es una elección ética.
Los bares de todos
Otro ejemplo de una mirada más auténtica de la vida es la cuenta de Instagram @bardeviejes. Empezó en abril de 2018 y es el espacio en el que Martina Alfuso comparte todo este universo que denominó en un primer momento como Bar de viejos.
“Empezó como un circuito de bares que estaban por fuera de la ley de Patrimonio de la Ciudad de Buenos Aires y de los Bares Notables, fue la forma de mapear algo que quedaba fuera de ese reconocimiento. Eran los bares no notables, o casi notables, que para mí tenían una relación, un vínculo fuerte con la identidad de la ciudad”, reconoce. Su proyecto creció y se convirtió en un proyecto de gestión cultural.
Alfuso empezó con su trabajo de campo sobre estos bares cuando estudiaba Letras, alrededor de 2008, en la zona de Villa Devoto o Villa Pueyrredón, sus barrios de la infancia y adolescencia. Recuerda que cuando concurría a alguno de ellos lo anotaba en un cuaderno para tener un relevo de ese mundo que le llamaba la atención. Diez años después lo llevó a una red social.
“El proyecto creció de manera orgánica y empezó a funcionar como un concepto y una idea de mundo que va más allá de los bares”, dice. Tal fue su éxito que en 2021 salió, a través de Mecenazgo, la plataforma de apoyo cultural del Ministerio de Cultura porteño, la web con el mapa interactivo de los Bares de viejes.
En un principio con un relevo de la Ciudad de Buenos Aires, que hoy tiene 400 bares mapeados. Luego se extendió a la Provincia y al resto del país. Si bien estos bares de viejes están concentrados en el centro, hay dos o tres en cada barrio periférico y la idea es que estén todos representados.
“Incluso hay mapeados bares en Montevideo, Uruguay, o Río de Janeiro y San Pablo, en Brasil. Si bien no tienen la misma dinámica que en la Argentina, es un concepto que se puede trasladar a otros lugares porque tiene que ver con estos espacios anclados en los barrios, donde la gente va a encontrarse”, subraya.
En 2022, surgió el ciclo de eventos de Bar de Viejes, que se trata de música en vivo, charlas, lecturas, bajo la denominación de Bar Abierto. Se trata de una actividad gratuita, itinerante, en un bar y en un barrio diferente cada mes. “Este ciclo es una forma de convocar a la gente a que vaya a los bares y consuma, porque son lugares comerciales y necesitan que la gente vaya para sobrevivir. Este no es un proyecto romántico ni nostálgico; son bares que están vivos ahora y hay que pensar cómo actualizar una tradición”, añade.
Alfuso sostiene que algo para destacar de estos lugares es que son inclusivos y que hay diversidad, que no son solo económicamente accesibles. “Allí pueden estar desde un estudiante, alguien que trabaja en una oficina y va a almorzar o un obrero de la construcción de la vuelta. Es el ejercicio de poder convivir en un mismo espacio personas muy diferentes, algo que no pasa en un café de especialidad ni en una franquicia internacional, y ese es un valor imporante de reivindicar”, sostiene. Hallazgos para mirar con otros ojos.
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