Elecciones en Reino Unido: ¿Quién es Keir Starmer?
Gracias a este líder de origen modesto, ajeno a los guiños woke y con el prefijo “Sir” unido a su nombre, el laborismo británico vuelve a soñar con un buen resultado en las urnas
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Si el pelo despeinado de Boris Johnson simboliza el caos de su gobierno, Keir Starmer, líder del partido laborista británico, contrasta con su atuendo respetable de trabajador inglés: camisa planchada, pelo canoso peinado hacia atrás, pulcro, y la mirada seria. Tiene sesenta y un años y es hijo de un fabricante de herramientas y de una enfermera. Sus padres eran relativamente pobres y tan laboristas que llamaron a su primer hijo “Keir” por “Keir Hardie”, el fundador y primer líder del partido.
Gracias a la biografía de Tom Baldwin -Keir Starmer: The Biography- podemos conocer que Starmer es el mayor de cuatro hermanos, criados en una casa donde nunca había suficiente dinero y su madre padecía la enfermedad de Still, que la obligaba a pasar mucho tiempo en el hospital. Está casado con Victoria Alexander y es padre de dos hijos adolescentes. Fanático del Arsenal, todavía juega al fútbol y se junta con amigos a tomar cerveza en el bar de la esquina de su casa al norte de Londres. Es abogado, estudió en Leeds y en Oxford, y se dedicó a forjar una carrera como defensor de los Derechos Humanos. Se convirtió en Director de la Fiscalía Pública (un cargo equivalente al de Procurador General en Argentina) y, a los cincuenta y dos años, tuvo su primer cargo político como miembro del Parlamento en 2015.
Starmer compite con el actual primer ministro conservador, Rishi Sunak, para ocupar el sillón de Downing Street 10. “Desde que se convirtió en líder del laborismo, Starmer se propuso tres prioridades. Uno: desintoxicar al laborismo después de la grieta creada por Jeremy Corbyn; dos: denunciar la incapacidad del Partido Conservador para gobernar; y tres: marcar una agenda propia que le permita al laborismo recuperarse en las urnas y ganar las elecciones”, dice Andrea Oelsner, Doctora en Relaciones Internacionales y profesora de la Universidad de San Andrés, en diálogo con La Nación.
"Starmer intenta solo usar un lenguaje que conecte con las preocupaciones de los trabajadores: la crisis del costo de vida, la falta de vivienda propia, el miedo a la delincuencia y el malestar creciente por la inmigración ilegal"
Uno: cambiar el partido
Victoria, esposa de Keir, es hija de un padre que nació en Inglaterra y que es parte de una familia judía que llegó de Polonia escapando de los nazis. Cuando la pareja iba con sus hijos a la sinagoga de St. John’s Wood en Londres, Keir contó que sentía impotencia cuando conocidos del templo le preguntaban: “¿No te da vergüenza ser diputado de un partido antisemita?” y le aseguraban: “nosotros no podemos votar a los laboristas porque somos judíos”. A Starmer le resultaba insoportable, lo enojaba y quería cambiarlo desde adentro.
En diciembre de 2019, los laboristas sufrieron la peor elección desde 1935. La derrota electoral puede explicarse por denuncias de antisemitismo, promesas de aumento de impuestos, coqueteos del exlíder laborista Corbyn con Rusia, una energía desmedida puesta en las “guerras culturales”, el abandono de los núcleos obreros del partido en el “Muro Rojo” del norte, y una buena campaña de Boris Johnson sintetizada en el slogan “Get Brexit done” [Conseguir que se haga el Brexit].
Starmer se convirtió en el decimonoveno líder del partido laborista en abril de 2020. “Ganó el liderazgo en 2020 con el 56% de los votos, por lo que tenía legitimidad para cambiar el partido de raíz. Este primer paso involucró expulsar a una serie de miembros que negaban el problema del antisemitismo en el laborismo. Después de que la Comisión de Igualdad y Derechos Humanos confirmara que en el partido hubo acosos a miembros judíos, Corbyn dijo que el informe había sido ‘exagerado’, y esto hizo que fuera expulsado”, le explica a La Nación Rachel Wearmouth, periodista política del diario The i. “En términos del liderazgo de Starmer, la palabra clave es ‘implacable’. Cada decisión que Keir ha tomado ha molestado bastante a la izquierda del laborismo; expulsar a Corbyn del partido fue su decisión más contundente”, dice Daniel Cody, periodista del Evening Standard.
Mientras Corbyn fue instintivamente hostil con Occidente, no condenó categóricamente la anexión rusa de Crimea a Ucrania en 2014, tampoco responsabilizó a Rusia por la invasión a Ucrania en 2022, y se expresó en contra de la OTAN, Starmer decidió seguir la tradición de Ernest Bevin -secretario de Asuntos Exteriores de Clement Attlee, cofundador de la OTAN y quien trabajó para que Gran Bretaña fuera una potencia nuclear-. Hoy Starmer apoya a la OTAN, defiende la posesión de armas nucleares por parte del Reino Unido, respalda a Ucrania frente a la invasión rusa y contribuye con el gobierno de Zelensky para que se logre procesar a Putin por los crímenes de guerra del Kremlin.
Cuando Hamás asesinó a 1200 personas en Israel, el 7 de octubre de 2023, Starmer homenajeó a las víctimas y aseguró que Israel tiene derecho a defenderse y responsabilizó a Hamás por lo ocurrido. Sin embargo, no le ofreció a Benjamin Netanyahu un apoyo incondicional, sino que respaldó públicamente a los oponentes políticos del primer ministro israelí, defendió la solución de dos Estados y advirtió que las infracciones al derecho internacional tendrán consecuencias para Netanyahu en un futuro cercano.
Es probable que, si Starmer se convierte en Primer Ministro, sus principales aliados sean Joe Biden en Estados Unidos, Olaf Scholz en Alemania y Anthony Albanese en Australia.
Dos: Incompetencia de los conservadores
Mientras Boris Johnson fue primer ministro, durante la cuarentena en Downing Street 10 hubo peleas de borrachos, karaokes, insultos a los guardias de seguridad, vómitos en el suelo, y vino tinto esparcido por la pared. La pérdida de la confianza de la opinión pública y de su partido fue tan grande que tuvo que renunciar en septiembre de 2022. Liz Truss pasó en Downing Street siete semanas, su paso fue el más breve de cualquier primer ministro en la historia de Gran Bretaña; el periódico Daily Star transmitió por streaming una lechuga para ver si se descomponía más rápido que la Primera Ministra. La lechuga duró más.
“Starmer no parece estar atado a las lealtades de las facciones laboristas tradicionales, tiene un proyecto -hacer que el laborismo sea elegible- y lo ha perseguido con determinación. Parece que lo está consiguiendo, pero también es cierto que los británicos sólo quieren que se vayan los conservadores. Liz Truss fue una Primera Ministra desastrosa a la que muchos británicos culpan del aumento de las hipotecas (el mayor gasto de muchos hogares) y Sunak es profundamente impopular porque no muestra ninguna comprensión de los problemas del costo de vida a los que se enfrentan muchas personas (es más rico que el Rey) y su campaña ha sido una catástrofe hasta ahora. Starmer ha hecho un trabajo formidable para transformar su partido, pero si los laboristas ganan, se deberá a que los británicos votarán en contra del Partido Conservador tanto como a favor de los laboristas”, explica Will Dunn, editor de economía de la revista The New Statesman en declaraciones a La Nación.
“El problema en la calle es que muchas personas tienen menos dinero que hace tres o cuatro años por la inflación, los precios de la energía, los precios de los alimentos, y el aumento de las hipotecas (gracias Liz Truss). Sin embargo, aunque una mayoría de votantes apoyan al partido laborista hoy, y Starmer tiene buena reputación para ser líder del partido, no creo que haya ningún apoyo abrumador para él personalmente. Hay una apatía con la política en su conjunto, donde los ciudadanos no sienten que el sistema político vaya a arreglar las cosas”, dice Thomas Smith, que trabaja en consultoría política y que estudió una maestría de Política y Comunicación en la London School of Economics. “Los británicos no sienten amor por Keir, sino que los tories no tienen credibilidad. Starmer sabe que lo único que tiene que hacer es no ser los Tories para ganar”, dice Sebastian Leman, que trabaja en una consultora privada de Londres. “Su principal ventaja es no ser Sunak, es no ser el líder conservador”, agrega el periodista Daniel Cody.
Tres: ¿Por qué Starmer?
Starmer intenta solo usar un lenguaje que conecte con las preocupaciones de los trabajadores: la crisis del costo de vida, la falta de vivienda propia, el miedo a la delincuencia y el malestar creciente por la inmigración ilegal. Su estrategia fue sacarle a los conservadores las palabras “familia”, “patria” y “comunidad”, y hablar de lo que Corbyn nunca quiso o pudo hablar: patriotismo (“Amo este país”, dijo Starmer en su primer discurso como líder laborista y puso una bandera de la Unión en su despacho para las entrevistas televisivas), lucha contra el antisemitismo y seguridad nacional en un Reino Unido con una economía estancada. Starmer está más cerca de los trabajadores de las energías limpias -dice que su trabajo se ha convertido en una especie de deber patriótico, que le recuerda a los mineros del pasado que impulsaron la nación- que de un militante woke.
El entorno familiar obrero de Starmer lo diferencia de los tres mandatarios laboristas que Keir elogia: Clement Attlee, Harold Wilson y Tony Blair procedieron de familias más acomodadas que la suya. Y si bien es el líder más obrero que tuvo el Partido Laborista, también es el primero en su historia en llevar el prefijo “Sir” unido a su nombre. En 2014, quien era entonces el príncipe Carlos hizo los honores en la ceremonia que lo convirtió en “Sir Keir Starmer” por sus servicios a la Ley y a la Justicia Penal.
“Sus prioridades de campaña son: promover el desarrollo de energía limpia, bajar la criminalidad, reformar el sistema educativo desde las guarderías en adelante y reconstruir el NHS (servicio de salud pública), disminuyendo las listas de espera para cirugías y tratamientos; y unificar el reino -es decir, evitar un nuevo referéndum independentista en Escocia-, y volver a construir un sentido de nación. El principal desafío de quien gane las elecciones será la política fiscal, y seguramente sea Starmer quien gane las elecciones. Para Starmer esto se traduce en cómo mejorar los servicios públicos -transporte, educación, salud y justicia- sin subir impuestos. O cómo mantener sus metas fiscales sin recortar servicios públicos. Su plataforma electoral no lo aclara suficientemente”, asegura la profesora Andrea Oelsner.
—¿Por qué creés que el Partido Laborista es hoy competitivo y está cerca de ganar una elección? —le pregunta La Nación a la periodista británica Rachel Wearmouth.
—Porque se ha alejado de una agenda socialista para ser un partido centrista más en sintonía con el gran público. Tiene un funcionamiento increíblemente disciplinado, con una fuerte campaña sobre el terreno y se ha posicionado como fiscalmente responsable, patriótico (Starmer se ha comprometido a aumentar el gasto en defensa) y preparado para hacerse cargo de las preocupaciones que los ciudadanos tienen sobre el aumento de los niveles de inmigración.
—¿Qué características destacás del liderazgo de Starmer?
—Starmer es metódico y mucho más duro de lo que parece. Desde el principio, decidió hacer lo necesario para ganar. Starmer es visto como un líder firme que es poco probable que sea un gran perturbador cuando llegue a Downing Street, y para muchos votantes agotados por los altibajos del Brexit, Covid y la crisis del costo de la vida, eso es muy atractivo.
—¿Cómo percibe la mayoría del pueblo británico a Starmer?
—Mejor que a Rishi Sunak, que por el momento es de lo único que debe preocuparse —concluye Wearmouth.
Reginald Maudling, político británico, observó una vez que Gran Bretaña era “un país conservador que a veces vota laboristas”. Por el momento, parece que Starmer conseguirá revertir esta tendencia.
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