El más curioso: estudió física y arquitectura, crea piezas transformadoras y sueña con la casa de Oliverio Girondo
También interiorista y matemático, Julio Oropel lanzó una línea de accesorios artesanales que ahora sólo vende al exterior, y planea experiencias inmersivas en la vivienda del poeta
- 5 minutos de lectura'
“Las casas ordenadas son para los clientes, acá soy libre”. En el estudio del arquitecto e interiorista Julio Oropel se apilan libros y revistas bajo lámparas de diseño. En las vitrinas transparentes se suceden con un orden secreto distintas tallas de madera, teteras japonesas de hierro fundido, estribos de cuero y plata. En la cocina cuelgan cucharas de distintos tamaños y los cuchillos enfundados encuentran un rincón junto a torres de tazas de cerámica. Nada parece fuera de lugar en el búnker de San Telmo, un auténtico gabinete de curiosidades diseñado por él, el refugio donde siempre hay lugar para un objeto más.
“Era un baldío con apenas un par de árboles que quedaron intactos”, dice sentado frente a una gran mesa de trabajo o de comedor, según la ocasión. Entre ramas escultóricas, fanales de vidrio y piezas con historia, el diseñador que estudió física, matemáticas y arquitectura en Córdoba, su ciudad natal, detalla los avances de sus nuevas exploraciones creativas: reformas, creación de una nueva línea de accesorios en cuero y acero, experiencias inmersivas en la casa de Oliverio Girondo y un abordaje puntual que lo sumergirá en el mundo fúngico.
“La fusión de la arquitectura, la naturaleza, la gastronomía y la literatura me fascina desde hace tiempo”, dispara. El enunciado se compone de varias aristas. Por una parte, la intervención en el hall de la próxima sede de Casa FOA, en el edificio racionalista del Ex Tiro Federal, donde planea transformar el espacio de líneas geométricas y simples en un auténtico laboratorio que permita indagar los alcances de los hongos y las algas, una de sus últimas pasiones que trajo de un viaje a Tierra del Fuego.
La curiosidad lo llevó a sondear la historia de un edificio por el que pasa muy seguido pero que nunca pudo entrar a conocerlo. Se trata del volumen de Suipacha al 1400, donde vivieron los poetas Oliverio Girondo y Norah Lange desde 1934 hasta 1973, y que actualmente es patrimonio del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. “Está anexada al museo aunque nunca se abrió al público. Quiero montar una muestra en este espacio por el que pasaron González Tuñón, Rafael Alberti y Conrado Nalé Roxlo. Es una casa muy icónica”, señala.
Escenario de tertulias y reuniones de intelectuales vanguardistas, fue visitada por Federico García Lorca en octubre de 1933. “El número redondo es el puntapié para diseñar una experiencia en la casa, una instalación que permita espiar la biblioteca, el escritorio, la escalera, el patio, sitios emblemáticos. Donde la propuesta incluya un cruce interdisciplinario entre interiorismo, literatura, nuevos materiales y abordajes gastronómicos. La interacción me tiene entretenido. Es un desafío”.
Entre croquis a mano alzada y bocetos que llevan sus ideas al papel, también le da forma a una línea de productos premium que combinan cuero e incrustaciones de plata y alpaca. Las piezas únicas, que por ahora sólo vende a clientes del exterior, están realizadas en forma artesanal por maestros del oficio que recuperan técnicas ancestrales. Con alma de cuero y metal, la colección Matungo es el resultado de un proceso de investigación que partió de un estribo gauchesco: “Me gustan los ornamentos bien argentinos, donde se destaquen aspectos de nuestra identidad y reflejen un trabajo de artesanía y orfebrería”.
Destacado por su huella personal al momento de resolver una reforma o ponerse al frente de la curaduría de experiencias artísticas, el arquitecto también es docente en el posgrado de Diseño del Espacio Interior en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA. El diálogo con sus alumnos y alumnas es fluido, aunque a Oropel le gustaría que los egos quedaran de lado en pos de optimizar la experiencia académica. “Diseñan elementos muy protagonistas sin tener tan presentes a los referentes del diseño industrial”, subraya.
Salirse del molde es el camino que también le sugiere a los clientes cuando lo llaman para remodelar, ampliar o refuncionalizar sus casas. “Trato de adaptarme, de guiarlos más allá de mis gustos, de generar diálogos entre sus objetos preciados y los nuevos espacios. Los años me dieron cancha”, confiesa el triple ganador de la Medalla de Oro de Casa FOA. La sustentabilidad es otro eje que lo convoca. Articular tecnología, arquitectura y nuevas formas de habitar es su pasión. Y también, una obsesión, en el caso del concurso que está organizando junto a FADU UBA y el Instituto Antártico para desarrollar nuevas residencias habitables en la Antártida.
Para Oropel, la relación con sus clientes es tan valiosa como los proyectos que propone para transformar las viviendas. “Se espera de mí que pueda aportar detalles que sumen comodidad, que sean coherentes y con un criterio personal. Sino el trabajo sería solamente ubicar objetos. El interiorismo se trata de aportar una mirada integral que sume clima e identidad”.
Resignificar el lujo, darle una vuelta de tuerca a las nuevas formas de habitar. Y generar escenarios donde la creatividad sea la materia prima, el motor de la curiosidad.
Otras noticias de Conversaciones
- 1
El rey Carlos III brindó un mensaje navideño íntimo en un año marcado por el tratamiento contra el cáncer
- 2
Un holding de capitales peruanos expande sus negocios en la Argentina
- 3
Dos íconos de la arquitectura que desafían las reglas
- 4
Menopausia: el impacto poco admitido, pero que afecta a 7 de cada 10 mujeres, y consejos para atravesar mejor esta etapa