El autor que su amigo publicó una versión actualizada de la biografía de Charly García
Sergio Marchi dio a conocer una extensa versión de “No digas nada” donde narra, además, las sombras que cubren la última etapa de Charly, generadas por el ala protectora de Palito Ortega
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La reedición de la biografía No digas nada. Una vida de Charly, escrita por Sergio Marchi, coincide con uno de los momentos más esperados por los fanáticos de Charly García: el lanzamiento de un disco nuevo. La lógica del escorpión aterrizó en las plataformas digitales en estos días, tras la ¿filtración? de “Yo ya sé”; en estos tiempos de marketing desembozado parece más una estrategia que reemplaza al viejo corte de difusión que un descuido, un gesto anónimo y generoso o una traición.
Estamos frente a un nuevo libro viejo. No digas nada… es algo más que una versión actualizada porque contiene una subtrama inimaginable en los días en los que se editó por primera vez: las sombras que cubren la última etapa de Charly, generadas por el ala protectora de Palito Ortega. Aparece la tensión, el nuevo cliffhanger: ¿dónde habrá quedado parado el narrador? Aunque el grueso de la historia se mantiene intacto, el nuevo prólogo –que en lugar de un clásico “allá lejos y hace tiempo” resuena con la inmediatez de un “ayer nomás”– añade una fuerza que estruja los hechos y los lleva a otra dimensión. Nos empuja a escudriñar lo que antes dejábamos pasar por alto, a leer en las entrelíneas de la relación que Charly García entrelazó con su propio mito. Por esa famosa grieta se cuela la pelea entre el músico y su biógrafo, entre García vuelto una medusa incontrolable y Marchi, montado en la fragilidad de su credo. Como si el sainete fuera parte de uno de esos guiones en los que otro Charlie, Kaufman, termina enredado en el guion.
“Pensé, ‘qué genial, algún día, poder hacer la biografía de Charly’. En 1993, recibí una llamada de un amigo suyo que había conocido en Pinamar. Me dijo que Charly quería hacer un libro y me preguntó si podía ir al día siguiente a la sala. Acepté de inmediato. Al llegar, me recibió con un abrazo y me dio la bienvenida al proyecto, diciéndome que esperaba que no fuera demasiado sacrificado. Pasamos un tiempo conversando durante un ensayo y, más tarde, en su oficina, donde seguimos charlando. La propuesta para escribir el libro surgió directamente de él. Me mencionó que la otra opción era Eduardo Berti, quien había escrito el libro sobre Spinetta. Sin embargo, Charly decidió que yo sería el elegido”.
–¿Escuchaste el nuevo disco?
–No me invitaron a la escucha porque estoy proscrito. Vi algunas fotos, hubo mucha gente de la farándula. Cuento de mi proscripción en el prólogo de esta reedición. Me llegó un enlace de “Yo ya sé”, la escuché solo para ver de qué se trataba: eso es todo lo que sé. Son viejas obsesiones, el psicoanálisis, internet. Él decía que los psicólogos te meten en una baldosa –dibuja un cuadrado en el aire– y si no encajas en el molde que Freud dictó, estás loco. Me parecen ideas viejas. Pero bueno, todo artista tiene obsesiones que se repiten. Es un disco que representa en sonido la fragilidad del Charly actual. No hay demasiada novedad, pero siempre emite algún destello.
–Imagino que los haters te habrán acusado de oportunista por esta reedición.
– No se la iban a perder, hice comentarios en mi canal de YouTube. Ya ves. La realidad es que en 2013 accedí a que se hiciera una octava edición luego de agotadas las anteriores pero no quise actualizarla, hacía cuatro años que me había apartado de la intimidad de Charly desde la primera vez que lo vi. Esta nueva edición abarca los acontecimientos en torno a él hasta mayo de 2024. Consideré que, cuando se cumplieron 25 años desde la publicación original, era el momento adecuado para actualizar su historia.
–¿Qué pasó puntualmente?
–Me eyecté cuando vi dos o tres ninguneos seguidos. Decidí irme con mi familia y pasar todo un domingo ahí, desconectado. Obviamente, si sos amigo de Charly, sin pudor podés conseguir lo que sea después de todo eso. Yo fui amigo de Charly, no lo soy más. Me fui cuando ocurrieron esas cosas, que detallo en el libro. La cuestión es que cuando hacés mucho por alguien y le pedís un pequeño gesto a cambio, que no es un privilegio ni nada especial, solo un mínimo reconocimiento, esperás una respuesta positiva. Después de tantas entrevistas, de tantas veces que me esforcé por él, cuando finalmente le pido algo, me responde que no. ¿Me castigás por ser tu amigo? ¿Me ninguneás? ¿Querés bajarme el precio? Es un trago amargo. Y luego, ni siquiera un gracias cuando le pedí al manager que organizara una lista de temas, grabara algunos CDs para los músicos, para que aprendieran las canciones.
–¿Qué hiciste cuando la relación se rompió?
–Escribí un mensaje en Facebook que decía que a partir de ahora ya no estaría más en el entorno de Charly. Lo busqué una vez, lo encontré, pero luego no lo encontré más el posteo. En el mensaje, dejé la puerta entreabierta, pero aclaré que no tenía nada más que ver con eso. Después, el manager Fernando Szereszevsky se acercó molesto. “¿Qué te pasa? ¿Qué querés? ¿Guita?”.
– ¿Te ofreció plata?
–No, no me ofreció nada. Fue una especie de retórica. Mi respuesta fue una defensa: no se trataba de dinero. Yo no tenía ningún contrato; simplemente iba porque habíamos acordado que cada dos domingos iría a quedarme con Charly para que Palito pudiera venir a Buenos Aires a descansar. Mi presencia era una forma de contención. Sin embargo, empecé a preguntarme si realmente Charly me necesitaba cerca, si realmente le importaba. Yo estaba en un diario de tirada nacional como Crítica y él daba notas para Clarín, La Nacion, Rolling Stone... Entonces pensé: “¿Por qué no me da una nota a mí también? Estoy aquí al lado, sabés que te voy a cuidar”. Me sorprendió que me dijera que no y a otros sí. Había pruebas de que lo había cuidado; él lo sabía. Me sentí ninguneado a pesar de nuestra relación. Así que me barrí, me fui y listo. El manager me dijo: “mirá, parte de lo fundamental es que Charly mantenga la normalidad. Y la normalidad es que vos estés”. Le digo: ni lo va a notar, no va a decir nada.
–Existe el cliché de que los trabajos de Charly posteriores a sus problemas de salud no son comparables con sus obras anteriores. ¿Qué opinás sobre esto?
–Pienso varias cosas. No podemos comparar ningún pico de Charly García, incluso si hubiera sido un señor atlético, con lo que entendemos como un pico en los músicos modernos. Los artistas tienen un período de esplendor que, generalmente, se limita a dos o tres discos. Pero el pico de Charly fue mucho más extenso. Desde Pequeñas anécdotas sobre las instituciones hasta Parte de la religión, son más de once años de creatividad y luz pura. No podemos medir eso con los estándares actuales, independientemente de su estado de salud. Es cierto que, con el tiempo, su condición física le ha impedido hacer lo mismo que antes. No es el Charly de antes, y eso es lógico. Pero tampoco podemos ser completamente indulgentes. Viendo el tracklist de su nuevo disco, sin haberlo escuchado aún, noto que hay material que viene de hace tiempo. Muchos critican Random, su disco anterior, diciendo que no fue un buen disco. Pero yo no estoy de acuerdo. ¡Random fue un gran disco para Charly!: 10 temas nuevos, que no habíamos escuchado en ningún otro lado. Eso tiene un valor enorme.
No digas nada está narrada en primera persona, lo que puede llevarnos a pensar en los campos de eso que se conoce como literatura del yo. Sin embargo, los nuevos capítulos parecen configurar una literatura del shock. Creada de un modo evolutivo –la presión biológica que genera el modo supervivencia García en la que el autor se introduce resulta difícil de maniobrar–, acá no encontramos los rastros de un simple cronista: la cercanía del vínculo y, a veces, la aparición de distintos conflictos, añaden capas adicionales a la mera biografía, el libro documenta los eventos de la vida de García y también refleja el impacto de la relación. ¿Qué pacto secreto regula el acto de seguir la vida de una (¿la?) estrella del rock hecho en el país? ¿Cuál es el límite? ¿Quién lo fija? Quienes integran el star system suelen construir un muro humano dispuesto a hacer lo necesario para proteger de los ataques del mundo exterior: fans ansiosos, periodistas molestos, parientes ávidos, novias demandantes, conocidos y peluqueros.
“Creo que Charly nunca fue del todo adecuado para mantenerse aislado tras los muros de la fama. Acá, los muros son de menor densidad que en Estados Unidos, por ejemplo. Allá tenés mansiones, asistentes, como el señor Burns de Los Simpson. Acá no es así. Charly, siendo el más famoso de todos, tampoco tenía ese tipo de barreras. Es más, se necesitaba desafiarlo. No es que cuando salíamos había que armar un operativo. Si salís con Charly, olvidate de caminar rápido. No es que él no caminara rápido, sino que lo paraban todo el tiempo. Si mirás el prólogo de mi libro, cuando dice ‘vida privada’, a él le sonaba a ‘privación de vida’. Intimidad era algo como estar cagando en el baño. Es una frase muy definitoria de él, y es lo que marca la primera edición del libro”.
–¿Cuándo fue la primera vez que hablaste con él?
–En el año 1984 le hice la primera nota a Charly. Esa nota está también en el libro. Fue para Twist y Gritos, una revista en la que trabajábamos con Eduardo De La Puente. Nosotros teníamos nuestra propia revista, Tren de Carga, y luego nos fusionamos con Twist y Gritos, algo que resultó ser una pésima idea. Aunque la revista estaba bien, Tom Lupo, el director, no cumplió con lo que había prometido. Al final, me fui. En ese momento tenía a mi hija internada y necesitaba dinero.
–Cuentan que es muy estricto con los bateristas, que no quiere “pases”, ni firuletes, ¿con vos cómo fue?
–No me daba indicaciones específicas cuando tocaba, pero dependía del momento y de la situación. Cuando tocábamos en Fitz Roy (unas de las famosas salas de ensayo de García) canciones de Steely Dan, tenía que añadir algunos adornos porque la música lo pedía, aunque nunca había practicado ese estilo. Así que simplificaba las partes pero añadía algún toque. He participado de zapadas con Moris, Claudio Gabis, Rinaldo Rafanelli y otros. Charly percibía a un periodista que también tocaba un instrumento decentemente. A pesar de que no era una estrella, había que adaptarse al entorno y no desentonar con esa constelación de músicos.
–¿Qué deseás para el futuro de Charly?
–Quiero que esté bien y le vaya bien. Yo me enojé y punto, pero eso no menoscaba mi admiración hacia él y mi agradecimiento por haberme elegido en su momento. Le deseo felicidad. Lo mejor del mundo. Yo puedo deponer antinomias para acercarme a un amigo. Eso no significa resignarme a una esclavitud perpetua a su figura. Yo siempre ponía límites. Charly lo respetaba porque es un tipo muy educado, un tipo que, digamos, por ahí discernía esas cosas. A Charly lo pintan como un loco; no es un loco. Pero, evidentemente, había algunos mambos que podría haber arreglado. Siempre tiré para ese lado.
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