En el filo. Dos rockeros y un cineasta se juntaron a beber y decidieron el cambio de sus vidas: dedicarse a su pasión por los cuchillos
Comenzó como un hobby, pero no dejaron de crecer. Con un diseño alejado del clásico criollo, se inspiran en el modelo japonés
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¿Qué tienen en común el rock, el cine y la creación de cuchillos artesanales? Mucho: dos músicos y un cineasta dedicado a la publicidad descubrieron que era una pasión en común. Desde entonces, se dedican a su fábricación artesanal con un diseño alejado del clásico criollo. Joaquín Korn estaba abocado a la publicidad; Germán Cohen era productor de vinos y músico, y Andrés Servidio, dueño de una cafetería y panadería, DJ y productor musical. Los tres son amigos desde los 20 años.
Una noche se juntaron en un cumpleaños, donde “medio copeteados” –confiesan entre risas–, surgió un tema que tenían en común sin saberlo: la pasión por los cuchillos. “Ah, ¿te gustan los cuchillos?, a mí también”. “Me encantaría hacerlos, a mí también”, fue la conversación que resultó reveladora y que decantó en Ramo Filos, el emprendimiento donde los tres, desde 2018, crean cuchillos artesanales de cocina para uso doméstico o profesional. Ramo es por Ramón, el primer hijo de Germán.
Joaquín Korn estudió arquitectura y cine, y trabajó en publicidad: “No lo estaba disfrutando. Cuando buscaba un cambio, los chicos habían alquilado un taller”. El emprendimiento había nacido como un hobby y los cuchillos aún no habían tomado forma. “Era sólo una diversión y una manera de tener algo para hacer juntos –cuenta Korn–. Tenía idea de diseño y me gustan las cosas funcionales. Pero ningún background de los cuchillos. Sí un poco de la madera”.
Al empezar a trabajar en el taller, Andrés tenía una panadería que no funcionaba como esperaba. Siempre había tenido fascinación por los cuchillos y, de chico, los coleccionaba (tenía 30 plegables). Germán tiene otro costado fuerte que es la música. Con Onda Vaga llenó el Luna Park y está de gira por Europa. “Un día vi en YouTube un video de un ex cineasta de Letonia que había tenido un burn out y había dejado todo para irse a una cabaña a martillar fierros calientes y armar cuchillos y herramientas de corte. Dije, esto es lo que quiero”. A las pocas semanas estaba aprendiendo cuchillería y montando el emprendimiento con sus amigos.
En un pequeño espacio alquilado funcionó el primer taller. “Hacíamos cosas chicas, hasta que salió el primer cuchillo. Luego hicimos dos más y, con esa plata, cuatro más. Así creció hasta que decidimos mudarnos”, cuenta Joaquín. Lo hicieron al espacio en el que están hoy, pero planean mudarse por a su fábrica propia que funcionará en La Paternal, donde abrirá sus puertas un showroom.
Al principio los tres se dedicaron a aprender el métier con videos de YouTube. “Teníamos que aprender a hacer todo, cómo pegar los cuchillos, forjarlos, templarlos, desbastarlos y darles filo. Fueron un año y medio de investigación muy manual”, recuerda Germán Cohen. Lo que uno aprendía se lo enseñaba al otro. “Nos dimos cuenta de que uno era mejor para una cosa y otro, para otra. Orgánicamente nos pusimos cada uno en su lugar”, agrega Joaquín.
Andrés se concentró en el aspecto productivo; Germán, en la parte final de la producción y en la afilación, y Joaquín, en la terminación del cuchillo. Así funcionaba cuando eran tres. Con la incorporación de personal, Andrés se transformó en jefe de producción, Joaquín se encarga del marketing y la comunicación, y Germán está a cargo de la parte de ventas, del departamento gerencial y la administración. El diseño es un trabajo grupal.
"Buscamos la manera de crear un producto que funcione de la misma manera que un cuchillo japonés, pero muchísimo más económico y con cierto diseño"
“Hacemos todo acá, desde el inicio, los perfiles y diseños, hasta la fabricación de todas las partes, con una búsqueda constante de mejora en su utilidad, la estética, la funcionalidad y en la simpleza de lo lindo”, dice Andrés. En cuanto al diseño, de entrada se propusieron evitar las fórmulas rebuscadas y tuvieron en claro que no harían cuchillería argentina en general, del tipo criollo. Sumaron diseño y modernidad.
Una fuente de inspiración son los modelos japoneses, caracterizados por tener un cuchillo para cada función. En Ramo Filos los adaptan a un uso corriente. “La cuchillería japonesa más tradicional usa aceros al carbono. Esto, llevado al uso doméstico, es engorroso. Son aceros muy duros, difíciles de reafilar y se corroen rápidamente. Tienen espesores distintos para los usos. Nosotros los adaptamos a lo que somos, a nuestra raíz que no deja de ser occidente y Argentina”, explica Andrés.
Otros responden al diseño occidental, con espiga no oculta y metal recorriendo todo el mango. Las hojas de los cuchillos son de acero inoxidable o acero al carbono. “Este último es un poco más profesional porque hay que cuidarlo más para que se corroa, pero mantiene mejor el filo”, detallan. Los aceros provienen de España, de Suecia o de Alemania. En los mangos emplean “maderas latinoamericanas, resina y micarta, que es un termoprensado fenólico. Todo el cuchillo está hecho a mano en el taller”.
El tema de los costos es muy tenido en cuenta al momento de producir. “Un cuchillo japonés acá cuesta un dinero que muy poca gente podría pagar. Por eso, buscamos la manera de crear un producto que funcione de la misma manera, pero muchísimo más económico y con cierto diseño”.
Eso que arrancó como un hobby, hoy es la actividad central en la vida de los tres. A futuro, la idea de los socios es hacer cosas nuevas muy puntuales, como juegos de mesa, tablas de picar o delantales.
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