Discursos en campaña: del lenguaje claro al rugido oscuro
En tiempo de elecciones, de Milei a Malconian pasando por todo el espectro político, el uso de las palabras es clave para hacerse entender... o para lanzar chispas que nadie sabe cómo prenderán
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A fin de mes se reúne en Buenos Aires el Congreso internacional de lenguaje claro. Los mayores expertos del mundo se juntan en esta ciudad, invitados por Plain (Plain Language Association), la organización que promueve esta agenda a nivel global, y el Observatorio de Lenguaje Claro de la Facultad de Derecho de la UBA. Son estudiosos con un objetivo noble: permitirnos entender los trámites administrativos, los escritos jurídicos, lo que dicen los médicos.
Difícil que lo hayan previsto. Lo habrán planeado ya en Oslo, en la conferencia anterior. Pero llegan en el momento justo. Pueden pararse a aplaudir en las escalinatas de Derecho. Regodearse con las frases de Milei o Melconian. El lenguaje claro domina la campaña. Había que venir a verlo.
El lenguaje claro es una disciplina con sus propios métodos y fórmulas para medir cuán accesible es un texto. Todas consideran la extensión y variedad de las palabras usadas: palabras más cortas y más repetidas se nos hacen más sencillas. También consideran la estructura de las frases, si se usan incisos o derivadas antecedidas de “lo cual”, “a pesar de que”, etcétera, y la cantidad de palabras inusuales, según algún parámetro como las más repetidas en Internet, o el vocabulario promedio de los chicos de cuarto grado.
"Pensamos con impulsos eléctricos formados a partir de nuestras experiencias e historia, que luego transformamos en palabras para comunicarnos con otros"
Un paper recién salido del horno de Rafael Di Tella, Randy Kotti y otros –citado en No es economía, el blog del investigador Nicolás Ajzenman– muestra cómo los candidatos en las campañas de Estados Unidos y Francia tienden a modificar sus discursos entre las primarias y las generales. Pero no solo porque sus ideas se desplazan hacia el centro político –algo ya bastante estudiado– sino también porque su lenguaje se simplifica. En la Argentina podríamos felicitar a los autores, palmearlos con suficiencia: así es, acá lo estamos viendo.
Como en otras ocasiones, sin embargo, puede que la Argentina sea un caso limítrofe, una versión exagerada del hallazgo científico. Acá tenemos las metáforas de Melconian, que tildan todos los casilleros del lenguaje claro. Mi favorita es la que explica el problema de cerrar el Banco Central. “Es como cortarse una pierna para que te den un asiento porque el colectivo está lleno”, dice.
La frase las tiene todas: palabras cortas y habituales, sumadas a una historia que se puede contar con imágenes. Nuestro cerebro la absorbe con facilidad, porque varias de sus neuronas están dedicadas a procesar imágenes, y se encienden del mismo modo cuando nos describen algo que cuando realmente lo vemos.
Milei, en cambio, parece forcejear con las reglas del lenguaje claro. A veces las niega totalmente y se embarca en citas macroeconómicas incomprensibles hasta para los expertos. Y a veces exacerba la simplicidad: no solo usa pocas palabras, las usa de a una: casta, dolarización. Es más, por momentos no usa palabras. Ruge. Mueve la melena. Se conecta con las corrientes eléctricas que surcan el cuerpo. El neurolingüista Steven Pinker, en su libro El sentido del estilo, explica que –contrario a lo que solemos creer– no pensamos con palabras. Pensamos con impulsos eléctricos formados a partir de nuestras experiencias e historia, que luego transformamos en palabras para comunicarnos con otros. Esa capacidad de convertir chispas sueltas en una antorcha, que ya no quema y puede ir de mano en mano, es la gran distinción de la humanidad. Ese rasgo único habilita la ultra-socialidad y la cooperación a gran escala que nos caracteriza. Hace posible todo, desde la cultura hasta la política. Por eso es importante distinguir el lenguaje claro de los gestos prelenguaje, esas chispas sueltas que nadie sabe dónde o cómo prenderán. Ojalá los paneles de la conferencia Plain nos den alguna pista.
Directora de Sociopúblico
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