Cumple 130 años. Era una mercería y se convirtió en la gran tienda de experiencias de lujo: ahora se transforma
Emblema de la Ciudad de la Luz, las Galerías Lafayette Haussmann no pierden su esplendor mientras se reconvierten sumando nuevos servicios
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Con 37 millones de visitantes por año, las Galerías Lafayette Haussmann celebran 130 años de esplendor en el corazón del IX distrito de París. La mercería de apenas 70 metros cuadrados que inauguraron en 1893 Théophile Bader y Alphonse Kahn, dos primos visionarios llegados desde la región de Alsacia, se impuso entre la burguesía francesa que rápidamente se apropió del lugar como un símbolo de estatus social.
Lo que seguramente Théophile y Alphonse no imaginaron cuando soñaron este bazar de lujo, entre las calles La Fayette y d’Antin, fue que en buena parte del subsuelo destinado a depósito se instalaría un espacio dedicado al bienestar, el relax y tratamientos de belleza. O que los visitantes se colgarían delantales de cocina para hornear y rellenar macarons.
Como parte de su modernización y ante la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia, hace apenas 10 meses que la Wellness Galerie copó el primer subsuelo y transformó el ex espacio destinado a la zapatería en un gran spa. Con cápsulas individuales o grupales, los turnos para combatir el jet lag o tomar sesiones de yoga facial tienen lista de espera. En los 3 mil metros cuadrados destinados al enfoque holístico del bienestar se acomodan gabinetes de belleza, cápsulas inmersivas para masajes descontracturantes, peluquerías premium y salas de meditación.
En plan de transformar el paseo de compras icónico en una opción para toda la familia, cada rincón de las galerías cuenta con actividades vinculadas a promover la participación. Como el taller de macarons, uno de los hitos de la pastelería francesa, donde un chef pastelero recibe a los cocineros amateurs en la cocina-laboratorio ubicada en el tercer nivel.
Los secretos de la cúpula
Aunque fue creada originalmente como mercería, con el tiempo las galerías que marcaron el pulso de la ciudad desde el siglo XIX fueron abriendo cada vez más las puertas, democratizando la experiencia del lujo. De hecho, pican en punta en el ranking de lugares para visitar sí o sí, como la Ópera o el Museo del Louvre, hitos que posicionan a París como el destino número uno del mundo, según el reporte realizado en 2022 por la agencia Euromonitor.
Descubrir el edificio monumental desde ángulos desconocidos requiere un par de horas, además de un GPS programado para explorar rincones ocultos. Como el interior de la emblemática cúpula que difumina la misma luz dorada que aún conquista a los visitantes.
Esta joya del art nouveau, cuyos 43 metros de altura la tornan inaccesible, se puede conocer a partir de dispositivos artísticos que promueven circuitos sensoriales especialmente diseñados para conocer la proeza arquitectónica desde adentro.
En la última edición de la Semana de Diseño de París, que se realizó entre el 7 y el 11 de septiembre último, la artista coreana Soo-ja Kim, más conocida como Kimsooja, desplegó una obra site specific que transformó la cúpula en una plataforma arcoíris para viajar en el tiempo.
La instalación le rindió homenaje a la historia de este artefacto monumental a partir de la luz. Simple y emotiva, la propuesta que lleva por nombre To Breathe se puede visitar hasta fines de este mes para disfrutar la proyección natural de la luz en los vidrios.
Según pasan las horas, cambian los tonos de la obra del piso 8, junto a la terraza. Además de apreciar la silueta 360° de París, la Basílica de Sacré Coeur y la fachada de la Ópera Garnier, el rooftop es el mejor lugar para entender el diseño complejo de la cúpula, y apreciarla por dentro, desde los corredores y pasadizos que cambian de piel según pasan las horas.
La intervención urbana completa el abordaje sensorial con el sonido de la respiración de Kimsooja, que llega a través de los auriculares. Una de las video performances de la artista, Mujer Aguja, se pudo ver en Buenos Aires en 2021, en el marco de Bienalsur. Allí se filmó parada, inmóvil, en medio de las multitudes.
Aquí, en cambio, comparte el sonido de su respiración desde lo alto de la cúpula. Kimsooja inhala y exhala. La cúpula también, invitando a detener el tiempo, escuchar y sentir.
El secreto de la intervención es la película que envuelve los paneles vidriados y promueven los juegos lumínicos, fugaces, como el arcoíris. Tonos iridiscentes que Kimsooja creó para concientizar sobre la contemplación y celebrar a Théophile Bader, el visionario que imaginó un techo abovedado incrustado por rayos del sol que dotarían al salón de un tono dorado. El truco tenía fines comerciales más que artísticos: pretendía que estos rayos acentuaran el brillo de los productos.
Fue el arquitecto Ferdinand Chanut quien le cumplió el sueño, proyectando el diseño ondulado de la cúpula a la que se suele referir como de estilo neobizantino. Para acrecentar el esplendor se utilizaron revestimientos y herrajes tallados en oro que elaboró Edouard Schenck para que la luz irradiara todo su potencial.
Un espectáculo totalmente analógico que ofrecía distintas funciones según pasaban las horas: desde el azul turquesa hasta el rojo bermellón, la atmósfera funcionó como un imán. El mismo imán que hoy atrae a millones de personas fascinadas por deambular por los maravillosos balcones dorados realizados por Louis Majorelle, autor también de la monumental rampa de la escalera de honor, que fue retirada de la tienda en 1974.
La cúpula se desmanteló durante la Segunda Guerra Mundial para evitar destrozos en caso de bombardeos. A la hora de rearmarla no se pudieron encontrar todas las piezas que componían los vitrales
Las circunstancias históricas que impactaron en la cúpula de 1000 metros cuadrados fueron variadas. Si bien supo resistir la prueba del tiempo, y del clima, tuvo que aceptar que la desmantelaran durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se desmontó la cubierta para evitar destrozos en caso de bombardeos. Y también para evitar que los vitrales hirieran a alguien si se rompían.
A pesar del minucioso relevamiento previo no se pudieron encontrar todas las piezas que componían los vitrales. A la hora de rearmarla –y festejar el fin de la guerra con un concierto de la cantante francesa Édith Piaf– hubo que reemplazar muchos vidrios por otros totalmente blancos: estos fueron los elegidos por Kimsooja para envolverlos con su film arcoíris y homenajear el espíritu original del domo.
Entre renovaciones y arreglos, la joyita vidriada sigue siendo una de las grandes atracciones y, a pesar de que las galerías tienen sede en Dubai y Berlín, son sinónimo indiscutido de París. El intento por sostener el éxito europeo en Nueva York fue un fracaso que sólo duró tres años en la Torre Trump de Manhattan.
El adn de las galerías fue, desde un comienzo, diferenciarse del resto de las tiendas con adn propio. Por eso, Théophile Bader decidió poner al alcance de todos los presupuestos la indumentaria más vista del momento. Para eso desarrolló un sistema de fabricación exclusiva de prendas para ser vendidas como marca propia.
Conocedor de la fugacidad de la moda tuvo que instrumentar un método ingenioso para estar siempre al día. Según el archivo histórico que atesoran las galerías, Théophile asistía a las carreras y a la Ópera, acompañado por una diseñadora que copiaba discretamente las prendas de las mujeres más elegantes, las que vestían marcas famosas.
Después las replicaba lo más rápido posible. Así puso en marcha una estrategia de democratización que fue un éxito para todas las clases sociales. En plan de subrayar esta intención se colgaban carteles en las marquesinas que aseveraban: “Galerías Lafayette, la tienda con los mejores precios de todo París”.
El equipamiento y el mobiliario para la casa también participaron de esta apertura. Ya en 1922 la tienda inauguró los talleres de artes aplicadas “La Maîtrise”, a cargo del decorador Maurice Dufrêne, quien con el tiempo se transformó en su director artístico.
La aspiración de estos talleres consistía en producir muebles, telas, tapices, papeles y cerámicas como obras al alcance de todos. Entre los nombres más conocidos colaboraron con sus diseños los hermanos Jean y Jacques Adnet, arquitectos y diseñadores de mobiliario e iluminación, referentes del art déco.
Experiencia de bienestar
Bajar por la escalera mecánica hacia Wellness Galerie, ese universo entonado en colores naranja, tierra, ocre y pastel, es sumergirse, por un momento, en otra dimensión. Lejos de la inmensidad del circuito de perfumes, cosméticos y accesorios de la planta baja, donde los aromas conviven con las copas de champán de las clientas exclusivas, comienza la experiencia de bienestar.
Muchas de las compradoras que hacen fila en los locales de Chanel, Prada, Cartier o Hermès son las que luego sueltan sus bolsas para desconectarse a través de las propuestas del nuevo espacio, en un entorno circular, envolvente, con guiños al diseño de los años ‘70.
El nuevo destino del bienestar cuenta con un menú de pasos, tantos como el usuario requiera: especialistas en drenajes linfáticos para mitigar los efectos del jet lag, osteópatas expertos en ejercicios posturales, entrenadores personales de fitness, nutricionistas, cosmiatras y chefs que customizan tragos detox.
“Ideal para volver al vértigo de la ciudad después de un tratamiento es el jugo Ipanema batido (a 8,5 Euros), que incluye bayas de açaí, plátano, arándanos y manzana”, señala Philippe desde el mostrador del café DS, un espacio rodeado de plantas y ambientado con equipamiento de formas orgánicas. Eunice es la encargada de guiar el circuito wellness desde el lobby. Allí toman las reservas y derivan los tratamientos personalizados.
Quienes prefieran conocer los beneficios de las cremas de las 200 marcas internacionales seleccionadas cuentan con explicaciones y demostraciones en los distintos gabinetes. En tanto, quienes opten por preservar la intimidad tienen la posibilidad de disponer de las salas “burbuja”, diseñadas para entregarse a los tratamientos en pareja o en pequeños grupos.
“Es una de las más pedidas para celebrar ocasiones especiales y compartir la experiencia entre varias personas”, destaca Eunice antes de mostrar el gimnasio, equipado con la última tecnología. En los vestuarios se apilan los toallones negros, las botellas de agua envasada y los dispensers de productos para una ducha final.
Mientras tanto, en el tercer nivel un chef pastelero está al frente del taller de macarons. Allí, cada participante dispone de su propia estación de trabajo y cuenta con todos los utensilios e ingredientes para elaborar los típicos “alfajorcitos” que llevan pasta de almendras, clara de huevo, azúcar glass y distintos colorantes. “El secreto es la temperatura ambiente de la clara del huevo”, confía Adrien, el asistente de Civitatis, la empresa que organiza el taller, con posterior degustación y caja de macarons para llevarse a casa.
Otro de los hitos que posicionaron al edificio como postal fue la inauguración de la escalera mecánica que, en 1951, fue la más alta de Europa. La refuncionalización implicó además la eliminación de halls interiores y la construcción de dos pisos.
La arquitectura cambiaba, y la oferta también. Pero en 1974 esta escalera de honor fue desmontada para lograr una planta libre, abierta y de gran escala, como se la conoce desde entonces: allí se distribuyen las grandes marcas, los productos de diseñadores prestigiosos en un recorrido circular, sin barreras.
Las distintas remodelaciones configuraron el mapa de tal manera que el segundo piso quedó destinado a la ropa informal; el tercero, a la indumentaria Prêt-à-porter, y el cuarto, a la lencería. Luego está el departamento de ropa para hombres, para niños (con juguetes y accesorios) y, finalmente, el de marroquinería.
La planta baja es donde mejor se aprecia el esplendor del edificio. El punto panorámico donde se amontonan miles de personas que levantan la mirada para apuntar con sus celulares hacia la emblemática cúpula. La joya mejor conservada de este bazar de lujo, un hechizo en el corazón de París.
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