Cuando el plan de gobierno salió de la pantalla
Milei es un hijo de la televisión en la era digital y buena parte de su novedad y su potencia tienen que ver con ese origen
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Lo que acaba de pasar en las elecciones de la Argentina no es novedad. Los candidatos outsiders ofrecen una cantera de momentos inconvenientes para que exploten los adversarios en su descrédito. Claro, vienen de la vida real, sin el disimulo propio de quien se dedicó a la política toda la vida. Pero la comparación más precisa del triunfo de Javier Milei no es con Donald Trump en 2016 ni con Jair Bolsonaro en 2018, por demás mentadas. El primero era empresario, y el segundo capitán. El pasado de Milei es más fácil de recuperar porque es un hijo de la televisión en la era digital.
Gracias a sus estrepitosos momentos como polemista, que circulan desarticulados de la tertulia original, Milei es conocido mundialmente. En eso se parece más al Volodimir Zelensky de 2019 cuando se candidateó con el único antecedente de su celebridad televisiva. La campaña de desprestigio que enfrentó fue bastante más hostil que la que el presidente electo acusa. La artillería soviética es más pesada que la malicia genética del peronismo residual.
"Es llamativa la similitud de las crisis de la Argentina y de Ucrania. Pero más que en los dos países el plan de gobierno salió, improvisadamente, de la pantalla. La gente de televisión sabe bien que atrás de un éxito hay una tendencia popular a ser explotada"
La ventaja de los opositores al desarchivar los exabruptos de Milei en un talk show, o las imágenes de Zelensky afeminado en Bailando con las estrellas es que la prensa mundial no distinga el programa de gobierno que suscriben con el programa de la TV en el que participaban. La desventaja es que a los votantes la prensa escandalizada les importó poco o nada. En algunos casos hasta invitó a votar a gente harta del dramatismo del populismo de izquierda. Cuando drama deviene farsa vienen mejor los cómicos. Que, por el momento, se candidatean por derecha.
En 2015, Zelensky protagonizó la serie El servidor del pueblo, que produjo junto con su esposa y guionista, Olena Zelenska. Ahí encarnó a un profesor de secundaria al que sus alumnos grabaron en secreto despotricando contra el sindicato docente.
El video se hizo viral y le dio el espaldarazo para que la gente lo eligiera presidente de la Ucrania de ficción. Deudas impagables con el FMI, burocracias que ocupan cargos hereditarios, bancos que no devuelven el dinero y un Estado que no construye rutas porque la corrupción se queda con el dinero, dirigencia que no quiere ceder el poder, políticos gritando que son víctimas de fake news. Todo esto podría ser el diagnóstico de la Argentina 2023, pero es la primera temporada de la comedia ucraniana.
La crítica sarcástica que proponía la serie fue tal éxito que en 2019 el nombre del programa se convirtió en el de un partido que se jactaba de su falta de tradición partidaria.
Es llamativa la similitud de las crisis de la Argentina y de Ucrania. Pero más que en los dos países el plan de gobierno salió, improvisadamente, de la pantalla. La gente de televisión sabe bien que atrás de un éxito hay una tendencia popular a ser explotada.
Zelensky hizo campaña con una plataforma reformista anticorrupción, que pedía sacrificio para lograr los cambios. Y contra todo pronóstico entró en el balotaje y ganó la segunda vuelta en forma aplastante, con el 73% de los votos contra Petró Poroshenko, el presidente de la crisis política y económica de Ucrania. Que estaba seguro de ganar porque tenía el respaldo de los sindicatos y de autócratas vecinos de Europa del Este. Un poquito más bravos que los del conurbano bonaerense.
En un gobierno lleno de conflictos internos, en el momento de peor imagen del presidente ucraniano, la invasión rusa lo puso en el foco mundial.
Paradójicamente, su experiencia televisiva fue la fortaleza de Zelensky para comunicar y lograr casi unánimemente el apoyo mundial. Esta historia es tan sorprendente como el giro liberal argentino después de dos décadas donde “el relato” populista era palabra santa. Ucrania anticipa también que vencer en las urnas es apenas la primera batalla
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