Con experiencias propias y de otras, Inés Garland explora el camino de la menopausia
Anotaciones dispersas se entrelazan en “Diario de una mudanza”, un relato cercano sobre el huracán que representa el climaterio. “A partir de cierta edad ya no se trata de agradar”, reflexiona
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Sus páginas descubren cómo el tiempo puede arrasar con la vieja identidad para dar paso a una nueva e inesperada. En Diario de una mudanza, Inés Garland nos zambulle en esa etapa de la vida de las mujeres de la que poco se habla y mucho se desconoce. Puede decirse que la mayoría de las mujeres entran al climaterio y pasan por la menopausia con muy poca información. Así como también sucede con otras etapas del desarrollo femenino, pero aún más desconcertante tratándose de personas adultas.
El desconocimiento sobre qué pasa con sus cuerpos, sus emociones y su mente puede ser tan grande que el miedo y la angustia pueden ser compañeros recurrentes. Este ciclo se vive con un temporal que arrasa con lo que éramos y del que no se sabe qué esperar. El libro de Garland, editado en agosto de este año por Alfaguara, nos lleva de la mano por el camino de su propia experiencia y la de mujeres cercanas.
“De generación en generación, de mujer en mujer decían en mi casa que a partir de cierta edad ya no se trata de agradar sino de no desagradar. A partir de cierta edad es la manera de llamar a la menopausia. Jamás oí decir esa palabra cuando las hembras de mi jauría la atravesaban. No estoy tan segura de que la menopausia se atraviese. Más bien diría que es ella la que nos atraviesa a nosotras”, revela el texto.
La escritora cuenta que la obra surgió a partir de anotaciones que había hecho durante unos cinco años sobre lo que pasó en su cuerpo en esta etapa. En un principio parecía tratarse de señales sueltas o desordenadas, de la misma manera, el libro avanza en forma de relatos fragmentados que, a través de la lectura, se conectan para adquirir un sentido y esbozar respuestas. “Siento que es un libro que no se podría escribir desde otra edad o en otro momento de la vida porque se trata de esa gran mudanza de estado, de cuerpo, de mente y de espíritu”, explica Garland.
Lo que llama una mudanza de piel sucede en medio de la vida y, entonces, la cotidianeidad está signada por estos cambios. De repente, nos revela un cuerpo distinto que hasta parece desconocido, pero también surgen emociones y sentimientos de los que no tenemos registro. “En la trama la protagonista pasa por una mudanza, su hija se va de la casa, tiene encuentros con otras personas, lee, busca respuestas y, va para adelante con los todos los síntomas de esta etapa. Es un libro lleno de preguntas sobre ese momento de la vida, de lo que pasa con su cuerpo ahora pero también sobre lo que le pasaba en el cuerpo cuando era más joven. Es una manera de preguntarse sobre el recorrido de su vida”, advierte la autora. La protagonista pasa por un traslado físico de una casa a otra, a la vez que se aventura en esa otra mudanza, ese cambio de piel que deviene con el climaterio.
“Leo un artículo entero en El País sobre las apps de citas. Todos los ejemplos y conclusiones hablan de las mujeres hasta los cincuenta años. Me pruebo maneras nuevas de combinar mi vieja ropa y me miro en el vidrio de la puerta que da al patio (…) ¿Vestido corto? ¿Mostrar las piernas? ¿Esos zapatos de jubilada? Esto no está bien. Mejor esto. Dos o tres cambios. Tomo una decisión. Ya, esto. A medida que se acerca la hora de salir, la confianza se desmorona. Para cuando estoy entrando adonde sea que tenía que ir, ya no queda ninguna. Si es para encontrarme con un hombre, la cosa es peor. Ya no es que no me quede confianza. Lo que aparece es rechazo. Siempre hay algo que está mal. Llevo conmigo el desprecio, es como un órgano dañado”, escribe. En sus páginas, la escritora pone énfasis en la desinformación que existe sobre todo que precede a la menopausia, que refiere a la última menstruación de una mujer en términos médicos, pero también en todo lo que viene luego.
Para muchas mujeres este período se les presenta de manera complicada, asegura la escritora que, si bien muchas de ellas tienen la suerte de contar alguna hermana o amiga para charlar otras ni siquiera tienen esa posibilidad. “Incluso entre las mujeres suele ser un tema tabú. Es un tiempo complicado, lleno de síntomas físicos y mentales; hay mujeres que no tienen calores o son leves, pero experimentan el terror a envejecer. Otras no tienen terror a envejecer, pero sí síntomas físicos fuertes por la bajada de estrógenos. Hay muchas mujeres que ni siquiera entienden, como le pasa a la protagonista, que todos esos síntomas desordenados, el insomnio, la caída del pelo, la pésima digestión, los cambios de humor, la resequedad de la piel, el desgano, aparecen con la bajada de estrógenos”, dice. Y advierte que incluso los médicos no tienen la información necesaria para abordar el tema con sus pacientes. En varios pasajes, las conversaciones con el ginecólogo dejan al descubierto toda la información que falta poner sobre la mesa.
“No hay mucha información sobre la menstruación, sobre el puerperio y tampoco sobre el climaterio y la menopausia. Siguen siendo temas de los que hablamos entre nosotras si tenemos suerte porque venimos de generaciones que ni siquiera hablaban entre ellas”, agrega Garland.
Advierte que a la falta de información se suma la vergüenza, por ejemplo, con respecto a la sexualidad que desde siempre se presenta acompañada un tinte de esta. “Se trata de un tema tabú que después de cierta edad empeora y directamente es como si tuvieras que desaparecer como persona deseante”, dice. A la vez que, considera que después a cierta edad las mujeres son una especie de exiliadas sociales y, si no están casadas, si están divorciadas o solteras se las ve como un peligro. “Una mujer independiente o una mujer que se mantiene sola, por ejemplo, es vista como algo anómalo. Sin embargo, las mujeres estamos tomando lugares y posiciones fuertes que todavía son difíciles de aceptar a nivel social”, añade.
Garland escribió en Diario de una mudanza como una bitácora de vivencias propias y ajenas, pasajes que plasmó en un papel durante varios años. Sobre este largo período introspectivo, reconoce que, en un primer momento, cuando empezó con estas anotaciones, esta etapa de la mujer no era un tema del que se hablara mucho. No obstante, tímidamente en el último tiempo el antes, durante y después de la menopausia salieron de la oscuridad.
“Nunca tuve buena memoria, pero de repente los olvidos eran una señal, iba tener alzhéimer. Los insomnios eran ideales para imaginar los miedos con una certeza irrefutable en la oscuridad. En el fondo de los armarios mis perfumes cambiarían de color hasta volverse de un ámbar rancio. El aire de mi cuarto amanecería apelmazado, ácido, irrespirable; un vago olor a pis se instalaría en los pasillos y los cuartos. No me daría cuenta”, relata la protagonista del libro.
“Creo que también el miedo a la menopausia tiene que ver con el miedo a morir, de hecho, estás más cerca de la muerte que antes. Es una conciencia sobre tu propia mortalidad que te baja de repente”, dice. En ese nuevo universo que nos traen los cambios corporales y emocionales aparece una necesidad imperiosa de hacer un balance de lo vivido, salen a la luz los pendientes y los cuestionamientos sobre cuándo y cómo voy a hacer esto o aquello.
“Empiezo a pensar cuando respiro con ritmo y hago los ejercicios, que la relación de amor-odio con la materia de la que estoy hecha puede ser más gozosa, que hay una alternativa al fastidio, a la decepción perpleja. La decisión de buscar otra manera de envejecer acaba de formarse. Todavía no sé envejecer. Tres veces por semana me subo a mi bicicleta y pedaleo hasta el gimnasio. A cuatro cuadras de casa, al principio de la primavera, el aire huele a azahares. En el gimnasio hay poca gente, mala música, determinación, miradas de soslayo en los espejos. También de esto me tendré que despedir algún día”, describe.
Reconoce Garland que su obra tiene una buena repercusión en las mujeres, “es como sentir que lo que me pasa le sucede a alguien cercano. Es evidente que cuando le pasa a otra persona se genera esa empatía, surge una compasión que no tenemos con nosotras mismas”, dice. En ese sentido, reconoce que muchas mujeres atraviesan los síntomas del climaterio con una actitud de negación. A la noche sobrevienen los sofocos y los desvelos, están mal dormidas y se levantan temprano para ir a trabajar, pueden estar en una conversación con alguien y, de la nada, empiezan a transpirar y el sudor les cae por todos lados. La primera reacción es disimular para que el otro no se dé cuenta y esto es algo que las mujeres repiten en distintas situaciones de sus vidas.
“Las situaciones tan difíciles y a veces hasta humillantes que pasamos las mujeres nos pasan a muchas. Creo que no está bien que cada una tenga que tragarse sus cosas y pensar o llegar a la conclusión de que eso les pasa por su culpa o porque hicieron algo mal”, dice Garland. Como ejemplo, el libro trae escenas de la juventud, algunas de violencia, de desengaño, de desencuentro que les son comunes pero que el silencio las mantiene ocultas.
La autora asegura que muchas mujeres le escribieron para contarle sobre sus experiencias tras la publicación del libro. En ese sentido, dice que se armó como una red de contención. “De todas maneras, considero que, si bien nosotras podemos hablar entre nosotras sobre lo que acontece en esta etapa, también está muy bien que se enteren nuestros hombres. Muchas me escribieron para contarme distintas situaciones o problemas con sus maridos a partir del climaterio”, cuenta.
En las relaciones puede pasar que los hombres no quieran hablar con las mujeres sobre menopausia, pero tampoco hablan de lo que les pasa y a ellos y también les suceden cosas a esa edad. Para Garland se genera un silencio que no hace bien, “de alguna manera transitas todo peor y el libro, en algún momento, también hace esa invitación: hablemos, hablemos entre nosotras, hablemos con ellos y que también ellos puedan hablar con nosotras. Pero creo que es una utopía, es difícil”, finaliza.
La autora invita entonces a pensar sobre la manera en que transitamos el paso del tiempo los seres humanos. Quienes se sumerjan en el universo que propone asistirán a un cambio de piel que viene acompañado de silencios, dolores, prejuicios, pudores, preguntas, soledad y misterio. Un viaje inesperado que trae consigo la indispensable búsqueda de un sentido.
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