Comienza la temporada de premios y el mundo fashion pone a punto sus recursos de estilo y glamour
Cada aparición en la “red carpet” de los artistas está milimétricamente pensada para brillar y asegurar su viralización
- 9 minutos de lectura'
La temporada de premios comienza en enero con los Golden Globes y finaliza en marzo con los Oscars. En el medio se registran catorce galas, siendo la alfombra roja un espectáculo en sí mismo donde la industria del entretenimiento y la de la moda construyen una alianza que genera publicidad (gratuita), tendencias, prestigio y dinero. A lo largo de este proceso colmado de glamour se desarrollan colaboraciones entre las casas de moda y las celebridades. Quienes canalizan este vínculo son las y los estilistas, un rol totalmente contemporáneo iniciado por el buen gusto que, negocio de por medio, dio lugar a la legitimidad de una profesión que en la actualidad es imprescindible, pues cada aparición en la “red carpet” de los artistas está milimétricamente pensada para brillar y asegurar su viralización.
En estos asuntos de presencia, la importancia del look es tal que muchas veces ni siquiera interesa demasiado la película, sino cómo y quién vistió a la celebridad cuando va a presentar el film. Sin ir más lejos, en esta historia centenaria que tiene la alfombra roja, cuando comenzó la gira de presentación por festivales de 12 años de esclavitud, dirigida por Steve McQueen, en 2013, Lupita Nyong’o llegó a la temporada de premios de 2014 siendo noticia por sus atuendos. Luego fue coronada con el Oscar a la Mejor Actriz de Reparto y para tal acontecimiento lució un vestido Prada, fuera de catálogo, de color “Azul Nairobi”, la capital de Kenia donde Lupita fue criada. Hasta ese entonces, no solo la actriz era desconocida; Micaela Erlanger, su estilista, en absoluto era un nombre resonante en la industria sino apenas conocida por ser la asistente de Annabel Tollman, la editora de la revista Interview. Después de ese tour de prensa, Micaela Erlanger hizo colaboraciones hasta con marcas de agua mineral ¡para estilizar las botellas!, publicó libros y su vida privada se convirtió en un tema de interés general (su casamiento y divorcio tuvieron una amplia cobertura).
Como nunca antes, la moda tiene un lugar sobresaliente en la cultura popular. Virtualizar la vida cotidiana ascendió a la moda como un elemento fundamental, más aún los momentos virales que ejerce la alfombra roja, ya que ahora la cultura puede vender productos de manera más eficaz que la moda y es por eso que todas las casas y marcas buscan posicionarse como una referencia cultural. Todo resulta una oportunidad para conseguir nuevas fuentes de ingresos mientras refuerzan su identidad ante el público. Este gesto sí es novedoso. Cuando los premios de la Academia de Hollywood empezaron a entregarse en 1929, las actrices no tenían un diseñador que pensara el outfit por ellas. En ese momento, Janet Gaynor, la primera ganadora de la estatuilla, usó una falda y un top “off the rack”, o sea, sacado del perchero y está catalogado bajo la noción de “unknow” (autor desconocido) en el Hollywood Museum. Después de ella siguieron las caminatas hasta que en 1935 los vestuaristas hollywoodenses empezaron a vestir a las actrices del star system representadas por estudios que los tenían contratados. Así se creó un sistema de diseñadores. Algunos de ellos fueron Travis Banton, Orry Kelly, Adrian y Edith Head, la dama a cargo de un momento cultural que hoy sería trending topic ya que confeccionó junto a Hubert De Givenchy el vestido con el que Audrey Hepburn aceptó su estatuilla dorada por La princesa que quería vivir en 1954.
La primera cobertura que tuvo la alfombra roja fue la de los premios de la Academia en 1961 y hacia 1964 comenzó a filmarse la llegada de las estrellas mostrando el acto de bajar de las limusinas, toma que se mantiene hasta la actualidad.
Pero no fue hasta la década de 1990 que la industria de la moda se metió de lleno en el negocio de la red carpet. De hecho hoy poseen una división dedicada a proyectos de la alfombra roja. El primero fue Giorgio Armani, que en 1990 vistió a Jessica Tandy, la ganadora del Oscar por Conduciendo a Miss Daisy y el momento iniciático de la estilista en este hacer comienza en 1995 con Uma Thurman luciendo el vestido en tono lavanda de Prada diseñado por Barbara Tfank, que terminó como portada de Women’s Wear Daily. Un acontecimiento total.
Las estilistas de moda ofician de curadoras de los diseños que lucen sus clientes y su decisión es tan importante que además determinan qué diseñador y vestido pueden ser presentados a la celebridad, quien luego elegirá qué usar. En la fantasía del público que opera alrededor de la moda y su glamour se piensa que hay acuerdos millonarios y que las marcas imponen qué se ponen. Pero no. Son los artistas a través de sus equipos los que piden algún modelo especial y también se les diseña exclusivamente uno nuevo. La recorrida que hace el vestido hasta llegar a la red carpet es extensa, exigente y competitiva.
El diseñador y las casas de moda prestan la pieza con la seguridad de que será fotografiada y luego publicada en los medios de comunicación y replicada en redes sociales. Es decir, las celebrities usan los vestidos presentados en los desfiles, los que forman parte del archivo de las maisons y en ascenso están los looks personalizados.
Los estilistas de Hollywood trabajan semanas y meses antes de los estrenos, las giras de prensa y demás presentaciones con el gran foco en la temporada de premios, que también contempla a los SAG Awards, Grammy, Bafta, Emmy y Critics Choice, entre otros. Ellos coordinan la recepción de las muestras y las adaptan para que se ajusten a la silueta de las clientas aunque también trabajan en estrecha colaboración con las casas de moda. Así como se manejan con varias opciones de vestuario, media un pacto de palabra donde el interés reside en que la celebrity se sienta cómoda con el look y a su vez el desafío de que el vestido la distinga en la gala. También puede darse el caso de que exista una alianza comercial, además de las veces que la famosa es embajadora de la marca –como Jennifer Lawrence y Natalie Portman con la maison Dior– y por contrato debe lucir la etiqueta en todas las apariciones que requieran flashes. Por eso, cuando se realizan los desfiles, los equipos de los fashion stylists hacen un trabajo de investigación. Asisten a las semanas de la moda y son habitués de los showrooms que las marcas tienen en Los Ángeles y Nueva York con el único fin de asistir a las estilistas. Desde que Prada inauguró su departamento para las estrellas, esta división forma parte de las unidades de negocio de la mayoría de las casas.
Una celebridad que representa a una casa y usa su vestido en la alfombra roja posiciona a la marca, le da vigencia y notoriedad. Es una relación de reciprocidad.
El vestuario para la temporada de premios necesita la planificación de meses y la selección de los múltiples looks para vestir las fiestas previas, los anuncios de nominaciones, las alfombras rojas y los festejos posteriores. Algunas famosas pueden acceder a piezas de archivo y también el trabajo adicional de que se creen vestidos y esmóquines personalizados. Siempre bajo estricto secreto. La complicación llega cuando los estilistas desean los mismos looks que sus colegas. Un caso resonante fue el debatido entre Rachel Zoe y Deborah Waknin. Ambas estilistas querían el mismo modelo de Marchesa. Luego de mucha puja, el diseño se lo quedó la clienta de Waknin, Sandra Bullock, que en 2005 caminó la alfombra roja del Dolby Theatre cuando Crash, dirigida por Paul Haggis, se quedó con el Oscar a la mejor película.
¿Quiénes son las estilistas de Hollywood? Una de las favoritas es Petra Flannery. Ella fue la encargada no solo de vestir, sino también de crear un estilo para Emma Stone. Luego se destacan Ilaria Urbinati, quien viste a Barry Keoghan y Jason Bolden ni más ni menos que a la más codiciada: Nicole Kidman. Joseph Cassell Falconer está a cargo del vestuario de Taylor Swift. Erin Walsh se ocupa de Anne Hathaway, mientras que Kate Young rastrea prendas para Julianne Moore y Scarlett Johansson. Leith Clark tiene como clientas a Rosamund Pike y Keira Knightley. Brad Goreski se ocupa del look de Demi Moore, a quien conoció cuando era asistente de Rachel Zoe y Demi su clienta. El chisme siempre cuenta. Jennifer Lawrence también pasó por las manos de Zoe y ahora es clienta de Jamie Mizrahi. Hay varias relaciones de largo plazo, como el de Jessica Paster con Emily Blunt, Law Roach y Zendaya, Elizabeth Stewart con Cate Blanchett y Julia Roberts, o Shiona Turini y Beyoncé.
¿Por qué la alfombra roja es roja? Como todo en occidente, nos viene de los griegos. Luego se convirtió en el color de la realeza y también de la Iglesia.
En contexto histórico, la primera mención a una alfombra roja se hace en el año 458 a. C., por parte de Esquilo, uno de los tres grandes dramaturgos de Grecia, que a modo de representación de ofrenda y para destacar el carácter heroico del personaje Agamenón en la Orestíada, le hace decir a Clitemnestra que ordene a sus esclavas que alfombren el suelo en púrpura para que pase su marido. En Estados Unidos, en la época de la Revolución Industrial, la alfombra roja comienza a usarse como gesto de distinción de los aristócratas europeos que llegaban a Norteamérica. Lo que simbolizaba la alfombra roja era la condición social. En Hollywood, Sid Grauman, el dueño del Chinese Theatre, que está al lado del teatro donde se entregan los Oscars, fue el primero en usar la alfombra roja en el estreno de Robin Hood, película protagonizada por Douglas Fairbanks en 1922. El gesto exclusivo que denotaba el uso de este tejido en Hollywood fue un primer paso para darle prestigio a la incipiente industria que estaba emergiendo en la costa oeste.
Otras noticias de Conversaciones
- 1
La influencer Milky Dolly casi muere ahogada: tuvo que ser rescatada por la policía
- 2
Riesgo país: las razones por las cuales cayó a su menor nivel en seis años
- 3
Crece la polémica por un impuesto que prorrogó el Gobierno
- 4
El drama de Agustina, la joven que entró a operarse de la vesícula y quedó internada por una enfermedad autoinmune