Rendimiento. Estudiaron a los deportistas de élite que odian entrenar y a los que practican 10.000 horas, y hubo una sorpresa
Una investigación sólo entre los mejores analizó las diferencias en el desempeño de los atletas según el número de horas que habían practicado
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NUEVA YORK.– Hoy es la final del US Open. Al escribir estas líneas no se sabe quién será el ganador, pero está claro quién no tuvo ninguna oportunidad: Nick Kyrgios, quien se bajó del torneo por problemas en una muñeca que lo alejaron de Wimbledon también.
Mucho se habla de John McEnroe como el epítome del “chico malo” en sus años en el circuito, pero Kyrgios es el jugador más multado de la historia. Desde gritarle a los árbitros hasta hablar mal de los rivales, romper raquetas e incluso exigir cerveza en la cancha, el jugador australiano no paró de cometer faltas –incluso fuera de los estadios, donde tuvo repetidas acusaciones respecto a su vida privada.
Aun así, Kyrgios mantiene una base sólida de fans por su juego, según MacEnroe, cuando quiere, el más brillante de todos. Y es el santo patrono de un grupo particular, en el cual esta redactora se encuentra firmemente anclada: los que odian practicar. Uno de los exentrenadores del jugador australiano reveló que, aun en sus mejores momentos, Kyrgios practicaba menos de 15 minutos al día. El resto del día, salía con amigos y se dedicaba al básquet y a los videojuegos.
Pero, ¿cuán importante es la práctica en un deporte? “Mirá a tu amigo Kyrgios donde está para este torneo: ¡en ningún lado!”, se mofaban los propios compañeros en el deporte blanco una reciente madrugada, inamovibles en sus butacas bien pasada la medianoche a pesar de una torre de humo negro que se aproximada (se estaba incendiando un depósito cercano, pero Sinner acaba de llevar a Zverev a un épico quinto set, y ¿quién querría perderse eso?).
En 1993, el psicólogo sueco K. Anders Ericsson publicó un artículo que sugería que las diferencias en el desempeño entre músicos mediocres y sus contrapartes superiores estaban determinadas en gran medida por la cantidad de horas que pasaban practicando. Más tarde publicaría un trabajo ampliando su teoría a otras áreas.
Para Ericsson los mejores atletas, músicos y médicos del mundo eran los que practicaban más. Su trabajo sería luego popularizado por el periodista Malcolm Gladwell como la “regla de las 10.000 horas”, que sugiere que el máximo rendimiento en prácticamente cualquier campo es simplemente cuestión de dedicar 10.000 horas de trabajo. Y en Nueva York, lo que dice Malcolm Gladwell en el New Yorker o en sus best sellers es sagrado.
"El éxito de los atletas de élite no se puede predecir en función del número de horas que dedican a un entrenamiento cuidadoso"
Sin embargo, estudios posteriores publicados por Scientific American mostraron que aunque llegar a ser un deportista de renombre requiere una enorme cantidad de práctica, el éxito de los atletas de élite no se puede predecir en función del número de horas que dedican a un entrenamiento cuidadoso.
Para la gente corriente, e incluso los atletas que no son de primera línea, la práctica podría explicar el 18 por ciento de las diferencias en los logros. Pero cuando los investigadores observaron sólo a los mejores, las diferencias en el número de horas que habían practicado explicaron sólo el 1 por ciento de la diferencia en su rendimiento.
Esto sugiere que la práctica es importante hasta cierto punto, pero deja de diferenciar quién es muy bueno y quién es genial. Un medallista de oro olímpico no necesariamente practicó más que el que recibió plata o bronce.
Esto se traduciría en malas noticias para el entrañable grupo de quienes disfrutan de jugar torneos, pero no prepararse para ellos. Kyrgios puede ya estar fuera de los top 100, pero aun así el practicar menos que sus pares debería ser menos influyente en los resultados de su eventual vuelta al tenis tras los problemas de muñeca que, por ejemplo, en la vuelta de esta redactora a su circuito de veteranas B.
La ciencia una vez más no da consuelo. Ni siquiera una buena excusa para quedarse durmiendo cuando el resto del equipo está practicando el saque-y-volea-feroz. Aunque sea una estrategia pasada de moda, empieza la temporada de canchas rápidas en el mundo amateur, y hay que repetirlo mil veces.
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